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Querida comunidad contextataria:
Ante todo, mi admiración por seguir formando parte de esta comunidad disidente en los tiempos que corren. Ser contextatario hoy en día es una hazaña, casi una locura. Es agotador tener que refutar mentiras obvias cada día. Tener que volver a explicar a un compañero de trabajo que la gente que habita la Cañada Real no merece vivir sin luz. Aclarar a una vecina que la ministra no está de acuerdo con la pederastia. O rebatir a ese invitado del cumpleaños, que no conocías de antes, eso de la hispanofobia y contarle que la crítica al nacionalismo español va por otro lado. Un quemón.
Seamos sinceras, con frecuencia pensamos que hubiera sido más fácil elegir la otra pastilla de Matrix, la azul, esa que permitía seguir viviendo en la realidad fabricada.
La realidad fabricada está por todas partes. Cada semana aparece una nueva polémica en torno a la cual los medios de comunicación de masas vuelven a construir el relato oficial. Un relato que suele estar siempre a favor de quienes más fácil lo tienen en la vida. Una verdad construida que se posiciona al lado de los intereses de los bancos, los propietarios, los empresarios y entes semejantes. Un relato que sostiene que quienes salen perjudicados en la polémica es porque se lo merecen. Las personas perjudicadas han hecho algo –o no lo han hecho– que justifica “su perder”. El mismo esquema sirve para explicar la intolerable violencia policial en la valla de Ceuta, los desahucios, la criminalización de las okupaciones, los cortes de luz o las agresiones homófobas.
Y la realidad fabricada se extiende de boca en boca justificando el bienvivir de algunos a costa del malvivir de otras. Y otra vez hay que ponerse la capa de contextataria en un montón de espacios cotidianos. Desde luego, se necesita capa porque es todo un acto de heroísmo desafiar el relato hegemónico y aportar argumentos y pensamiento crítico. El relato oficial tiene a su favor los medios de comunicación, el dinero, el poder político y las armas. Y a nosotras y nosotros solo nos queda tener razón.
Para colmo, esto que llamamos el ascenso de la ultraderecha nos ha hecho tener que pararnos a refutar mentiras que ya estaban impugnadas hace décadas. “Los indígenas en América se mataban unos a otros antes de la conquista española”, “el lugar natural de las mujeres es la casa y la familia” o “la violencia no tiene género”.
Con la de ideas y propuestas que tendríamos todas nosotras para construir un mundo mejor si no tuviéramos que pasarnos tanto tiempo a la defensiva...
Pero es que no nos dan descanso. Y nos brota el discurso contextatario en los ascensores, en los bares, en los cumpleaños y en los grupos de WhatsApp de la familia. Y otra vez nos cuelgan el sambenito de “ya estás otra vez con lo mismo”. Entran ganas de apagar Twitter, dejar de leer medios alternativos y ponerse a repetir los cantos aprendidos, seguirle la conversación a cualquiera, sonreír y vivir tranquila. “Todo está bien, el que vive mal es porque quiere”.
Para contrarrestar este efecto Trankimazin es para lo que existe la comunidad contextataria. Solas no podemos, pero con amigas sí. En estos tiempos, el trabajo productivo y reproductivo nos agota a la mayoría y son pocos los espacios para pensar juntas. La comunidad de CTXT ayuda a entender y a ensanchar el pensamiento crítico, pero sobre todo a sostenernos ante tanta embestida del discurso hegemónico. Así estamos menos solas en los ascensores, en los grupos de WhatsApp y cumpleaños y sentimos que no somos tan pocas. Y lo mismo hasta nos anima a creer que cada día seremos más y conseguiremos ese sueño colectivo. No nos queda otra.
¡Un abrazo!
Querida comunidad contextataria:
Ante todo, mi admiración por seguir formando parte de esta comunidad disidente en los tiempos que corren. Ser contextatario hoy en día es una hazaña, casi una locura. Es agotador tener que refutar mentiras obvias cada día. Tener que volver a explicar a un compañero de...
Autora >
Pastora Filigrana
Es abogada y activista por los derechos humanos.
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