Koldo Almandoz y Aritz Trueba / Historietistas
¿Cómo hubiera sido la vida de aquella chica un par de años después de no haber saltado del puente?
El cómic ‘Natasha’ cuenta la historia de una joven que logra sobreponerse a la publicación de un vídeo sexual protagonizado por ella
Gorka Bereziartua Mitxelena 15/02/2023
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Ha pasado, probablemente esté pasando y pasará: jóvenes que son grabados teniendo relaciones sexuales, vídeos que se viralizan; vidas en las que ese ataque a la intimidad marca un antes y un después. El cómic Natasha de Koldo Almandoz y Aritz Trueba, publicado en castellano por Nuevo Nueve y en euskera por Farmazia Beltza, parte de un tema característico en las sociedades donde el uso de smartphones es casi universal. Sin embargo –y ahí es donde reside el interés de ésta obra en particular–, ese tema digamos “actual” es solo un punto de partida para contar una historia mucho más porosa de relaciones, emociones e identidades complejas.
¿Cómo surgió la idea de entrar en un tema tan espinoso?
Koldo Almandoz: Un amigo me contó lo que le ocurrió a una chica que estudiaba en el instituto de su hijo. Todo comenzó con un vídeo que se viralizó y, desgraciadamente, el desenlace de la historia terminó en un puente. Cuando hay alguna idea o imagen que no se me va de la cabeza en un tiempo, suele ser la señal de que puede haber algo que contar. En este caso eran dos. La primera era que esto ocurrió en un entorno abertzale y supuestamente progresista que, sin embargo, en general, no defendió a la chica, más bien lo contrario. La segunda: ¿cómo hubiera sido la vida de aquella chica un par de años después de no haber saltado del puente?
Creo que una de vuestras preocupaciones ha sido no caer en la parte espectacular o morbosa que puede tener una historia hecha con estos materiales. ¿Qué otro tipo de relatos puede aportar un trabajo de ficción a un tema tan vinculado a la época en que vivimos?
K.A.: No queríamos hacer un panfleto. Y si íbamos a tratar un tema que está “de moda”, por lo menos queríamos hacerlo de forma honesta y que aportase una visión original. Al menos es lo que hemos pretendido. Tampoco quería hacer un cómic pedagógico que dijera qué es lo que hay que hacer; o qué es lo que está bien y qué no. Eso corresponde al lector. Es una historia contemporánea, con más dudas que certezas.
Aritz Trueba: Algo tan simple como reflejar el día a día de una persona. Mostrar cómo madura gracias a los hechos y relaciones que mantiene con las personas que la rodean. Desde un principio el lector es consciente de la carga emocional que sufre la protagonista, y vive y apoya su evolución viéndola actuar con naturalidad en su vida.
Hay algo que cambia cuando el sexo está de por medio. La marea del moralismo lo inunda casi todo
La joven que protagoniza el cómic no está de acuerdo con las vías que le proponen los adultos para gestionar la situación. ¿Son el reflejo de cierto moralismo que practican padres y educadores, aunque lo hagan con buenas intenciones?
K.A.: Parto de la base de que cada caso es distinto. Y no soy un experto en el tema para nada. Sin embargo hay algo que cambia cuando el sexo está de por medio. El sexo enturbia. La marea del moralismo lo inunda casi todo. Y en este caso, para Natasha el problema no es el sexo, no hay un trauma con eso, sino con la reacción de la gente de su alrededor ante la exposición del mismo.
A.T.: Y no sólo pasa ante los padres y educadores, también en otros círculos. Las amigas de Natasha muestran diferentes comportamientos que, a otro nivel, también son juicios, aunque el tono sea diferente.
Parece que la situación de la protagonista es un callejón sin salida. Sin embargo, la historia se desarrolla mostrando que hay vida después de haber sufrido un ataque tan duro a la intimidad. Más que una historia iniciática, Natasha me ha parecido un relato de re-iniciación, no sé si estáis de acuerdo.
K.A.: Estoy muy de acuerdo. Natasha quiere ser una historia donde el vídeo sexual es solo un contexto, un paisaje. Lo importante en Natasha es la capacidad de sobreponerse. Tenía claro que tenía que ser una historia luminosa, cotidiana, divertida a veces y rutinaria otras. Protagonizada por una chica joven que no es una víctima, ni una persona traumatizada, sino alguien que está viviendo y experimentando los primeros años de su juventud. Por eso, la historia avanza con los personajes, solo hablan ellas, no hay narrador ni textos descriptivos.
La nueva vida de la protagonista empieza en la ciudad, cuando va a estudiar a la universidad y hace nuevas amistades. La ciudad y el pueblo de donde viene la protagonista parecen dos polos opuestos a la hora de desplegar la identidad individual. ¿Plantear esa oposición ha sido algo premeditado?
K.A.: El suceso real ocurrió en un pueblo. Generalmente, y por desgracia, cuando sucede algo así, la persona implicada suele salir de su entorno, sea pueblo o ciudad, por un tiempo al menos, hasta que las aguas se calman. Creo que la diferencia entre los pueblos y las ciudades no es tanto de mentalidad, sino de número de habitantes. En una ciudad el anonimato es posible. En un pueblo no. Más allá de eso, y en mi entorno al menos, no creo que la dicotomía “ciudad-progresismo / pueblo-conservadurismo” sea ya un espejo de la realidad.
Me parece interesante que no hayáis contado una historia con un progreso lineal: la protagonista se reencuentra con un chico que también apareció en el vídeo y comienzan a verse. Una relación tóxica, expuesta de un modo muy sutil: ¿ha sido la parte más compleja del guion?
No creo que la dicotomía “ciudad-progresismo / pueblo-conservadurismo” sea ya un espejo de la realidad
K.A.: Para mí era difícil, pero a su vez tenía que ser honesto. A mí Julen no me parece un capullo. O al menos no solo un capullo. Es alguien inmaduro, pero eso no quiere decir que no quiera a Natasha. El problema es que no sabe hacerlo bien. No tiene el valor para vencer el qué dirán. Es un cobarde. Es humano. Creo que mucha gente, yo el primero, puede verse reflejada en él.
Una de las vías de autoafirmación para la protagonista es la música. Llama la atención la forma en que se plasma el efecto catártico de tocar en un grupo, con un desarrollo de viñetas que culmina en una explosión a doble página con imágenes que parece que van a empezar a moverse en cualquier momento. ¿Es una forma de llevar al cómic la cultura audiovisual contemporánea?
A.T.: El trazo del dibujo es una herramienta que nos sirve para reflejar las diferentes emociones de la protagonista. Ese medio de expresión se muestra por completo en ese orgasmo musical. Es la importancia del sonido, que va muy unido a la emoción. Pero ese mismo sonido puedes apreciarlo en otros momentos narrativos de la obra. Ese momento en el que Natasha y Elena se zambullen en el mar, que carece de texto pero en el que puedes oír el sonido de las olas. Como esa escena muda tenemos otras tantas, que por una razón u otra pueden generar una musicalidad en tu cabeza. Tras terminar de leer Natasha tienes la impresión de haber visto una película.
La relación entre los dos lenguajes –el del cómic y el audiovisual– no es nueva, pero parece que en los últimos años se están alimentando mutuamente en otra escala. ¿Qué aporta, según vuestra opinión, cada disciplina a la otra?
K.A.: Hay muchos tipos de audiovisual y hay muchos tipos de cómic. A veces se asemejan y otras no. Creo que a veces pensamos que son más parecidas de lo que lo son en realidad. El cómic no es un story-board. El cómic es el inicio de todo. Las pinturas rupestres son cómics.
A.T.: Yo creo que son fuentes de inspiración como lo puede ser un mural o una canción. Toda obra intenta narrar algo a su manera. En este caso, los dos van muy unidos porque nos muestran una secuencia de imágenes sobre un soporte plano, el cual puedes alimentar con sonido. Para mí están en el mismo nivel, me es imposible decir en qué supera el uno al otro. Tan sólo es tu cabeza la que pone límites en tu creación.
Las pantallas son un elemento omnipresente en Natasha: algunos de los diálogos clave, por ejemplo, son chats simultaneados con escenas de los personajes haciendo su vida cotidiana. ¿Os costó mucho dar con la fórmula para llevar al cómic ese tipo de conversaciones de forma verosímil?
A.T.: Yo creo que los móviles están tan presentes en nuestras vidas que perdemos la noción del momento. Vivimos gran parte de nuestro tiempo mirando al móvil, por lo que introducir este tipo de textos nos resulta totalmente familiar. Pero a la vez, sirve para que seamos conscientes de ello. Queríamos visibilizar este modo de comunicación tan actual y en todas las edades. Nos comunicamos más que nunca entre nosotros, pero nos escuchamos menos que antes.
El cómic es el inicio de todo. Las pinturas rupestres son cómics
Ésta es también una historia sobre los usos de la imagen. Tras la difusión del vídeo, ella evita las redes sociales como Instagram y no quiere que nadie le haga fotos. No es un tema banal: se trata de herramientas que, entre la gente de su edad, son casi indispensables para socializarse.
K.A.: Lo sé. Tal vez ahí he volcado de más mi fobia hacia las redes sociales. Pero es que es inevitable. He visto demasiada gente a la que quería, respetaba y admiraba convertidos en gilipollas integrales en las redes. No niego las partes positivas, claro, pero también me gusta reivindicar que es posible la vida fuera de ellas. Cada uno elige sus guerras y ésta es otra de las que he querido perder [risas].
A.T.: Yo admito que soy un gilipollas más enganchado a ciertas redes sociales, como de pequeño lo estuve a los dibujos animados en la televisión. Yo creo que cada medio debe dar su mejor versión para que sirva de inspiración a otras personas. Y he conocido a grandes artistas y he aprendido de ellas gracias a las redes.
Además de con su imagen, la protagonista también se reconcilia con su cuerpo. En una escena comienza a hablar con naturalidad sobre sus pechos gracias a Elena, una de sus compañeras de piso, que es lesbiana. Un personaje algo punk, pero que tiene también una actitud protectora hacia Natasha. ¿Buscabais un contrapunto?
K.A.: Yo creo que Natasha, Elena y Ane son tres mujeres jóvenes bastante comunes. Y cuando digo comunes no quiero decir arquetípicas. En la versión en euskera, por ejemplo, Elena mezcla mucho el euskera y el castellano. Es algo que se nos ha criticado, pero que yo tenía claro desde el principio. Natasha no es un cómic que hable de la realidad en la que nos gustaría vivir, sino de la realidad en la que vivimos.
A.T.: Es un modo de ver lo contradictorias que somos las personas. Elena, siendo tan punk, tampoco debería caer en el juego de las redes sociales, pero lo hace. Incluso las recomienda, al animar a Ane a utilizar Tinder. Son pinceladas humanas que te traen a la memoria algún amigo, algún “punky de palo”.
Os conocéis desde que erais niños, vivisteis puerta con puerta y, sin embargo, creo que exceptuando el libro de la película Oreina de Koldo, no habíais trabajado juntos hasta ahora. Visto el resultado, ¿vais a repetir?
K.A.: Bueno, hemos hecho cosas antes, lo que pasa es que siempre trabajamos en los márgenes. Aritz ilustró el libro-diario de la película Oreina. Hizo la ilustración para el cartel de Hondar Ahoak, y más cosas para la editorial Farmazia Beltza. A mí me gustaría volver a colaborar, pero creo que tenemos que tener un proyecto que nos motive a los dos. Hacer un cómic exige compromiso y horas –sobre todo para el dibujante–. Lo importante es que Aritz y yo compartimos cosas, hagamos o no cómics juntos.
A.T.: Yo guardo un muy buen recuerdo del proceso de trabajo de Natasha. Claro que me gustaría repetir ese momento creativo, pero se tienen que dar el tema y el tiempo adecuados para hacerlo. Y reír, hay que reírse mucho en la vida.
Ha pasado, probablemente esté pasando y pasará: jóvenes que son grabados teniendo relaciones sexuales, vídeos que se viralizan; vidas en las que ese ataque a la intimidad marca un antes y un después. El cómic Natasha de Koldo Almandoz y Aritz Trueba, publicado en castellano por Nuevo Nueve y en euskera...
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