Procesando el yuyu
Se nos rompió la guerra fría de tanto usarla
Por aquí abajo no eres nadie si no expulsas a alguien de la cultura/periodismo desde criterios que satisfagan al Estado
Guillem Martínez 21/02/2023
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1- Trabajar, envejecer y el mes de febrero serían lo peor. Si se pudiera escoger, claro. Febrero es lo que nos queda de las glaciaciones. Todo en febrero es el naufragio del frío. Febbraro, curto e amaro, dicen los romanos. Verbigracia: este febrero he pillado la bicha, lo que me ha supuesto un KO técnico prolongado, y lo que ha hecho que el trabajo se me acumule. Este articulete es, por lo tanto, un articulete acumulado. Les iba a hablar del estado de la cuestión de la cosa catZzzz, tras lo del TJUE, y tras la ITV a las sentencias del TS. Que tiene miga. Pero en eso pasó, zas, lo dicho, febrero y su acumulación de yuyus.
2- ¿Por dónde iba? Ah. Febrero. Hasta los árboles crecen hacia abajo en febrero. Para evitar el arriba. El arriba: en febrero, hace un año, tras la invasión rusa, empezó una guerra en Ucrania. Y en febrero de este año, Seymour Hersh ha explicado que lo del atentado del Nord Stream fue de autoría estadounidense-noruega. Esa noticia es puro febrero: a) es fría y chunga, y b) no ha trascendido oficialmente en el grueso de gobiernos occidentales, lo que también es chungo. En el País Favorito de la Divina Providencia es, sin duda, donde la recepción ha sido más raruna y peculiar: la pomada se ha puesto de perfil y trapense, como marca la disciplina, si bien la novedad, la originalidad, lo trascendente ha sido otra cosa y en otro sitio: la enojosa labor de desprestigiar el artículo de Hersh la ha desarrollado una parte del periodismo local, más allá del deber, y realizando unas funciones que, en el resto de Occidente, las ha realizado, con menos apasionamiento, ganas y tiempo, el Estado.
3- Sea lo que sea eso, eso es categórico. Esto es, supone una nueva categoría desde 2011, cuando esos alineamientos con el Estado quedaron desprestigiados, que no en desuso. En todo caso, la pregunta de la cosa Hersh es, dos puntos, ¿a qué se debe esa intensidad? ¿Por qué un periodismo local ha denunciado, en modo Shakira, un Contubernio de Hersh y, consecuentemente, ha expulsado del templo del periodismo –así, con todas las letras– a un periodista de dimensión internacional, llamado Hersh, y con él al medio que lo publicó en castellano y a los curritos de ese medio canijo? ¿Qué ha pasado?
4- En primer lugar, todo –las recepciones gubernamentales del artículo en USA y en Europa, y más aún las reacciones paraestatales en España– se entiende mejor, en primera instancia, si atendemos a otro hecho fundamental, acaecido la semana pasada. El Pentágono no descartaba, recuerden, que varios objetos voladores no identificados, derribados recientemente en EEUU, fueran extraterrestres. Lo que es muy importante para el caso que nos ocupa. El visionado de bichos extraterrestres fue un sello de la Guerra Fría. No hay guerra fría sin marcianitos. Cuanto más fría –esto es, intensa, invisible, terrorífica–, más marcianitos ve la parroquia.
5- Los marcianitos del Pentágono confirman que, en efecto, estamos, zas, en plena Guerra Fría. Lo que es llamativo, pues también estamos en Guerra Calentita en Ucrania. La primacía de lo Frío sobre lo Caliente en la UE y los EEUU explica, a su vez, que estamos en una guerra informativa, como la del ínterin 1948-89. No sabemos lo que pasa, y eso es lo que pasa. Pero, ahora, nuevamente, con marcianitos. Los marcianitos no son más que la otra cara de una sobreexposición a las teorías de la conjura, esa región cotidiana de la Guerra Fría.
Lo que describe Hersh es una Europa sin soberanía, subsidiaria de EEUU, y la desconfianza de Estados Unidos hacia Alemania
6- Lo que ha sucedido, el silencio internacional ante Hersh, su descalificación local es, me temo, en primer lugar, eso. Guerra Fría. Lo que, tal vez, explica la intensificación de la Guerra Fría en España, en tanto España lleva la Guerra Fría tatuada. En su Constitución, por ejemplo. El trámite constitucional de la incorporación a organizaciones internacionales, como la UE o, más concretamente, la OTAN, en la CE78 es rapidita, con poca soberanía y/o control democrático, no sea que... La CE78 es tan de la Guerra Fría que, en fin, debería haber un Título XI titulado Sobre la espía que me amó. Los tatuajes de la guerra fría, más allá de la CE78, deben ser profundos si observamos que el modelo de cultura y de intelectual democrático post-78 estaba finalizado, a toda leche, para el referéndum de la OTAN/1986, aquel capítulo de la Guerra Fría, y aquel ERE masivo a opciones culturales no atlantistas. Aquellos EREs son tal vez el origen, incluso, de la tendencia polarizadora que emite cualquier objeto que quiera expresar, por aquí abajo, algo de poder. Por aquí abajo no eres nadie si no expulsas a alguien de la cultura/periodismo, desde criterios que satisfagan al Estado. Es posible que sean hilillos de plastilina de la Guerra Fría lo que justifica a compañeros periodistas a disparar hacia abajo –la modalidad de disparo menos olímpica y deportiva–, y a ubicar a otros compañeros en el epicentro del bloque de los malos. Lo que, si se hace con datos buenos y certeros, era/es una delación. Pero si se hace con datos manguis, cutres y creativos, sigue siendo, ni más ni menos, que una delación en todo su esplendor.
7- Lo que nos lleva a la pregunta del céntimo: el artículo de Hersh, ¿es un producto emitido por Spectra? ¿Una nueva versión de los Protocolos de Sión? ¿Es periodismo?
8- Hersh, en todo caso, no reescribe lo ocurrido desde febrero. Rusia sigue siendo la potencia invasora –esa palabra lo cambia todo; no se puede interpretar esa palabra; invasión es invasión– de un tercer país. Algo que –sea ese país Ucrania o Irak– está absolutamente fuera de derecho, hasta el punto de justificar la defensa colectiva de ese tercer país. Lo que reescribe Hersh es otra cosa. No deseada, según observo. El otro bando. El nuestro. Describe una Europa sin soberanía, subsidiaria de EEUU, y la desconfianza de Estados Unidos hacia Alemania, hasta el punto de haberle quemado las naves/los gasoductos a Alemania, en plena guerra, no sea que se pusiera relativista. La moderna extrema derecha proviene o/y está animada por Rusia. Rusia, en lo que es otro hecho, ha tenido contactos explícitos con la extrema derecha española y catalana. Por otra parte, existe en España una izquierda que se muere por participar del nacionalismo y el soberanismo nominal, de la polarización que da gestionar esos juguetes, y que gastan ya otras izquierdas europeas. Pero el artículo de Hersh no es que defienda o favorezca todo ese pack, sino que está en otra galaxia. Informativa. ¿El periodismo patrio, al denunciar a Hersh, quería denunciar a esas derechas o izquierdas? Si es así, no lo ha hecho, sino que ha hecho guerra fría. Ha condenado a bulto. Ha cazado brujas. A la extrema derecha y a los populismos no se les chulea con brujas, o con marcianitos, sus alimentos, sino con información. O ni siquiera con eso.
9- La lectura de Hersh apunta en la dirección de que, como bloque, tampoco estamos muy finos. Esta guerra puede ser una guerra entre abusadores de Ucrania contra exabusadores de Irak. Pero, aun existiendo diferencias, siempre notorias, entre lo mejor y lo peor, no es nítidamente una guerra democracia-autoritarismo. O, al menos, no lo es hoy. La razón: el bando autoritario se presentó a la batalla. De hecho, la inició con una invasión. Pero el bando democrático ha hecho unas severas rebajas epistemológicas. Exemplum: el Bienestar, la forma de democracia en Europa, está en caída libre. Es irrecuperable en su dimensión anterior a los 70. Los Estados superan, a su vez, la cosmovisión democrática cuando –esa es la tesis de Hersh– realizan un acto de guerra en el Báltico contra un Estado aliado, sustentado, además, en la posterior desinformación de ese hecho. La mismísima guerra –algo muy serio; lo más serio en Atenas, después del teatro– la ejercen y la planifican hoy objetos no electos, con una inquietante autonomía, y con un poder que supera a ejecutivos y legislativos –la subida del gasto en armamento hasta el 2% del PIB es, exactamente, ese poder superior a los ejecutivos y legislativos–. Esos objetos no electos tienen, por cierto, cada vez mayor trascendencia en Europa. En la crisis de 2008 –recuerden la Troika, el BCE, la Comisión– fueron trascendentales. Es preciso que el periodismo –ese compromiso con la democracia, que no con sus políticos– hable de ello, que intente ejercer el control democrático sobre lo que pasa –pasa una guerra– sin que sea acusado de tener veleidades prorrusas. Esto es, denunciado como extremo-derechista. Es preciso hablar de que se nos ha olvidado que, desde 2008, Europa vive abiertamente una crisis democrática tan desmesurada que tendría que tener su propia serie de dibujos animados. Tal vez, incluso, ya la tiene/punto 10.
El periodismo es mantener viva una pulsión ética. Sin ella, es propaganda u otro objeto no periodístico
10- Es el periodismo. El periodismo de guerra fría, quiero decir, esa cosa que parece estar volviendo, que puede volver, con sus marcianitos, y que desprestigia puntos de vista y planteamientos sin marcianitos. Hersh, en ese sentido, ha dado un paso informativo adelante. Así lo interpreta, por ejemplo, Chomsky, un pelanas al que cualquier día el periodismo español, el mejor del mundo mundial, debería darle un correctivo y un paseo por el puerto. En todo caso, Hersh, con su repor, se ha jugado su prestigio. Si bien –Hersh es alta cultura periodística EEUU– esa apuesta no está emitida tan en el vacío como se interpreta en España. A saber: a) el artículo de Hersh dispone de mecanismos de verificación inexistentes en Europa, salvo en algunos medios UK. Lo explica Hersh en una entrevista a Fabian Scheidler: “Para esta historia trabajé con los mismos verificadores (…) experimentados que solía tener en The New Yorker”. Por mi parte, les aseguro que esos verificadores son unos aguafiestas. Si existieran en España, Sálvame Limón –por aludir sólo a la Capilla Sixtina del periodismo de investigación español, ese faro de Occidente– debería cerrar la barraca. Esos mecanismos de verificación evitan, por cierto, que el prestigio del emisor sea la única garantía de un producto periodístico. La info de Hersh, sustentada en una sola fuente anónima, es algo frecuente, por otra parte, en casos de terrorismo o abusos de Estado, una disciplina poco transitada en España, y que suele contar con entre una y ninguna fuente. Por lo demás, la fuente única e inconfesada es algo cotidiano, frecuente hasta el aburrimiento, incluso un abuso diario, en el periodismo español. Abran el periódico de hoy, el que sea, y sea el día que sea hoy, y compruébenlo. Que se argumente la posesión de una sola fuente, y secreta, para cargarse un repor, es algo que puede impresionar a un obispo del Palmar, esos idealistas. Pero no a un periodista. En España, esa fuente única constante suele ser, curiosamente, el Estado. Pero no se vayan, amigos. También suele ser la empresa. Últimamente, son las energéticas. Y aún así, se han publicado verdaderas joyas, mapas certeros de la época, con esas fuentes únicas y secretas, vertebradas por la inteligencia y el oportunismo –el periodismo es oportunismo– del periodista que ha firmado la información.
11- Conviene recordar aquí que el periodismo –incluso el más I+D/el español, que no admite a Hersh con la misma radicalidad con la que, en su día, no admitió, en otro bravo gesto, el cepillo de dientes– es un objeto sencillo como un botijo y carente de toda épica que no sea la sencillez amish. Todo el mundo, sometido a cierta presión y temperatura, puede ejercer el periodismo. Es más, entre los mejores periodistas de cada cultura siempre hay, y no son pocas, personas sin estudios de periodismo. La razón: el periodismo son mil estilos y formas y posicionamientos que se retrotraen a su función y a su método. Y la metodología es sencilla: ser claro, no mentir, aportar datos verificables y, cuando no se pueda, aportar la sombra de esos datos proyectada contra la pared. El periodismo es mantener viva una pulsión ética. Sin ella, es propaganda u otro objeto no periodístico. Poco más. No es erigirse en sacerdote. No es expulsar del templo. Es transformar el templo en un piso compartido. El periodismo es tan sencillo, en fin, que, como la democracia, se puede ejercer sin un ordenador, solo con la manita. Es más, cuantos más palabros raros se utilicen para definir periodismo, democracia, hombre, mujer, persona o primavera, más posibilidades hay de asistir a un abuso, o a su prima, el ninguneo, de todos esos conceptos.
El periodismo no es la Biblia. No es ciencia. No es dogma. Debe ser apañado, honesto, verificado, verificable y, con ello, garantizar discusiones cabales
12- En España, por lo que veo, no existe la crítica, sino la expulsión. Hubiera sido muy positivo poder hablar del artículo de Hersh –es periodismo, no es un objeto perfecto y concluso; como todo periodismo verificado como tal, precisa interpretación, no inquisición–. Hablar de él o contra él como se habla, o no, de cualquier otro de los miles de productos periodísticos construidos diariamente con los mismos o peores mimbres. No ha sido posible, pues Hersh, lo dicho, ha sido expulsado, esa tradición tan nuestra desde 1492, que nos ha conservado tan puros y listos. Este caso es, no obstante, la primera expulsión colectiva del oficio desde 2011, cuando, momentáneamente, se dejó de expulsar alegremente del periodismo. Desde entonces, la tradición –que veo que no caló– era criticar, argumentar, no leer, pero no expulsar, desacreditar. Al optar entre las miles de posibilidades por la de expulsar a Hersh, a sus traductores y currantes, a las tinieblas exteriores del periodismo mundial, se ha expulsado, por lo mismo, al grueso del periodismo mundial, y a la gran mayoría del español, pues el repor de Hersh no se distancia, lo dicho, de esas dinámicas. El periodismo, por otra parte, no es la Biblia. No es Historia. No es ciencia. No es dogma. Debe ser apañado, honesto, verificado, verificable y, con ello, garantizar discusiones cabales, un escepticismo cabal, incluso. Sabemos que un objeto es periodismo porque permite el desacuerdo. No requiere fe, ni sacerdotes –que admitan la fuente única y anónima todos los días y minutos salvo cuando publicas a Hersh–. Y también por que, si hay equivocación, estafa incluso –no la descarten nunca–, el periodismo serio admite el error, y ofrece para ello la disculpa y la adenda. Sabemos que el periodismo es periodismo porque no satisface sistemáticamente al Estado. Y porque, visto lo visto, no hay manera de expulsarlo. Yo, por mi parte, nací ya expulsado. Y mira.
12+1- Les iba a hablar, lo dicho, del estado de la cuestión de la cosa catZzzz, tras lo del TJUE, y tras la ITV a las sentencias del TS. Que tiene miga. Pero en eso pasó, zas, lo dicho, febrero y su acumulación de yuyus. El tema cat agrupa temas de controversia, pues implican, como siempre, a dos trincheras que, por otra parte, son Estado. El mismo Estado, lo que es ya para cortarse las venas. Por eso el periodismo español y catalán –poco diferenciados, créanme– lo han hecho tan mal al respecto. Por mi parte, lo haré como pueda, jugándome mi prestigio, consultando fuentes que no querrán salir con su nombre ni majaras. Tendrán que confiar, por lo tanto, en mí. Incluso en mi peor mí, que es el de febrero. Si me equivoco, tienen mi garantía de que solventaré mi error. Como siempre, por otra parte. Se le llama periodismo. Y sucede cada día. Como el pan, los besos o pisar una XXXXXX de perrete. No es épico. Pero ya, si eso, en el próximo artículo.
1- Trabajar, envejecer y el mes de febrero serían lo peor. Si se pudiera escoger, claro. Febrero es lo que nos queda de las glaciaciones. Todo en febrero es el naufragio del frío. Febbraro, curto e amaro, dicen los romanos. Verbigracia: este febrero he pillado la bicha, lo que me ha...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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