PROCESANDO EL YUYU
La polarización como animal de compañía
Tras varias décadas de pujolismo, y una década de postpujolismo rampante y sin Pujol que lo frenara, se ha olvidado ese equilibrio no tan antiguo, que evitaba el fanatismo, que evitaba que un solo grupo creyera tener la razón
Guillem Martínez 14/10/2022
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1- El FMI advierte de un 2023 terrible. Lo que explica no solo el 2023, sino el FMI. Ha pasado de ser una institución que ofrecía recetas económicas que, indefectiblemente, conducían a un mundo chungo, a testificar que, en efecto, ya hemos llegado. El FMI ilustra, por sí mismo, la época. Una época en la que una institución, en el trance de ver aproximarse un muro frente a sus narices, no puede parar. Pero puede, llegado a un punto dramático y sin retorno, describir ese muro con cierto colorido. El FMI es, así, una institución fiel a sí misma hasta la inutilidad. Bueno. Anyway. Quédense con el concepto ser-fiel-a-sí-mismo-hasta-la-inutilidad, que hoy vamos de eso. El concepto explica una cultura justita en el trance de acceder a un cambio de época, momento en el que esa cultura ya no es funcional en absoluto, pero sucede que no solo no hay otra, sino que imaginar otra supone quedarte sin lugar de trabajo. El mundo, en ese sentido, está siendo, en estos tiempos, fiel a sí mismo. Mucho. A tope. Pero puede serlo –ay, uy– más allá de lo biológicamente asumible en Ucrania, ese punto en el que chocan tantas fidelidades-a-sí-mismo que da miedo.
2- La fidelidad íntima hasta la inutilidad ocupa, si se fijan, las portadas de los diarios en este cambio de época. En ese sentido, la noticia del día en el que escribo estas líneas puede ser que el pack ministros europeos del ramo + comisaria europea del ramo, no se ponen de acuerdo para modular de alguna forma el precio del gas ruso, un problema acuciante, radical, urgente. Si bien viejuno, de hace más de un año y de siete meses antes de la guerra de la que usted me habla. Lo que habla, a su vez, de la fidelidad hasta la inutilidad de nuestras instituciones. Si uno lo mira así, hasta el FMI, o un gato de escayola, tiene más reflejos y visión de fondo que otros bichos institucionales. Bueno, hoy hablaremos de los gobiernos como fidelidad íntima. Concretamente, del Govern cat, lo que puede ser útil para ver la toma de decisiones de un ejecutivo no alemán/no dotado de un gran presupuesto y poseedor de un programa para pulírselo, pero, en contrapartida, poseedor de la aludida y absoluta fidelidad a uno mismo, que tanto puede asombrar a los no iniciados.
3- La crisis del Govern fue un no poder parar, de hecho. Reconstruyendo lo que se sabe, todo arrancó de la decisión de Puigdemont de someter el Govern a una crisis. Esto es, todo arranca con verticalismo e informalidad –Puigde, el gran jefe, carece, de hecho, de cargo oficial en JxC–, y de ausencia de liderazgo en los líderes JxC alejados de Puigde. Es posible, por tanto, que las razones de la crisis sólo se ubiquen, en última instancia, en la cabeza de Puigde. Y que no tengan nada que ver con información o lecturas del mundo. Sino con apriorismos, dinámicas, mitos –el pack fidelidad, vamos– que impidieron ver algo tan obvio como que el tercer partido de Cat era, en efecto, el tercer partido de Cat, y no el primero ni el segundo. La pregunta es, dos puntos, ¿la salida de JxC del Govern –el trumpismo, una de las dos extremas derechas 2.0 disponibles en Cat; poca coña– ha supuesto una entrada de aire fresco en el Govern, o ERC ha aprovechado esa Stargate, abierta de repente, para cerrarla abruptamente, y practicar una fidelidad absoluta a sí misma hasta la inutilidad?
ERC ha mantenido la polarización, por si es necesario usarla. Rehuyó así la valentía de enviarla a paseo, buscando el apoyo de otros grupos
4- Respuesta: han sucedido ambas cosas. Por una parte, en estratos sociales alejados de un contacto íntimo con una idea racial o épica de nación, se vivió con cierto relajo, incluso con guasa, los análisis que condujeron a la pérdida de los 20 millones de euros en sueldos que JxC decidió perder. Vivan donde vivan, ustedes ya sabrán y recordarán que la salida de la Extrema Derecha 2.0 –a partir de ahora, para ir arreando, ED2.0– de un gobierno, siempre entraña percepción de brisa. Máxime cuando la gran herramienta y logro y éxito de la ED 2.0 es la polarización social, esa cosa que se logra con facilidad desde el poder, con medios públicos y concertados disponibles, y diciendo chorradas a cámara que provocan la indignación y la crispación. Es decir, la polarización. La polarización social es la política, en gobiernos sin posibilidad de obra. Es prepolítica, hipnótica, eléctrica. Por eso, es un deber del antifascismo, de una cultura democrática abierta y no tóxica, ubicar la política en el conflicto. Pero nunca en la polarización social, ese aplazamiento del conflicto, y el abono y el logro de Ayuso, Abascal, Gamarra, Feijóo, Trump, Orbán, Erdogan… Borràs, Puigdemont. El procés, un itinerario sin resultados, ni ganas, pero que, en contrapartida, ofrecía lenguajes, símbolos, y hasta camisetas y lacitos, para que uno se diferenciara y se segregara frente a un hipotético “otro”, un vecino cuya mera existencia en la sociedad negaba la posibilidad de plenitud nacional. Y eso no es un proceso de autodeterminación, sino de, básicamente, lo dicho, polarización. La sociedad cat, por otra parte, tras diez años de polarización, está al límite, como cualquier otra en ese trance. Le hubiera venido bien un respiro y una copa. No te digo ya un polvito.
5- Pero con la formación del nuevo govern, ERC no acabó con la polarización, que era la razón fundacional del anterior govern, con JxC. Como la Ley Mordaza en otro gobierno de por aquí abajo, ERC ha mantenido la polarización, por si es necesario usarla, en caso de que las cosas se pongan chungas. ERC rehuyó así la valentía –la honestidad, podría ser otro sinónimo– de enviar a paseo la polarización, buscando el apoyo de otros grupos, incluso optando por un govern de coalición, explícito o implícito. Rechazó hacer lo que hace la sociedad cada día en Cat: hablar con su cuñado, con sus compis de trabajo, con su familia, con sus amigos, para evitar que la sangre de la polarización llegue al río. En su lugar, prefirió no ensuciar la idea de poble/pueblo, fundamental para la polarización, introduciendo en el Govern consellers independientes. Se los presento, pues esos tres nuevos consellers independientes, que han dejado de serlo, son un ejercicio de comunicación. Los ejercicios de comunicación no son ni buenos ni malos. Son, en todo caso, terribles, cuando son una región de la fidelidad de uno mismo hasta la inutilidad.
ERC quiere ser la centralidad del ex-catalanismo –aka procesismo–, y recibe bien, da cargo, y paga de fábula a quién caiga de la mula y se le acerque
6- Se trata de Joaquim Nadal, ex-staff del PSC de antes del 15M, cuando ya no se enteraba, sin partido en la pasada década, cuando mucho staff PSC se fue, directamente y sin pasar por la casilla de salida, al procesismo, en el que desapareció sin pena, sin gloria y, en algunos casos, con cierto ridículo histriónico. Se da la curiosidad de que Nadal, según me dicen en el PSC, estaba intentando últimamente volver a casa, hasta que por el camino encontró otra casa mayor y con mejor alquiler. Su fichaje por ERC, en este caso concreto, es efectista y con poco recorrido: simular que es posible el imposible entendimiento con PSC, vetado por Junqueras, que afirma que a) PSC colabora non stop con la represión –más bien, PSC y sus votantes, favorecieron el indulto; algún día el procesismo deberá asumir, por otra parte, que Cat no es Irán–, y que b) el PSC no le fue a ver a la cárcel, en procesión mariana. Junqueras, que no supo ser preso político –reconoció al tribunal y, en su juicio, como todos los acusados, defendió que el procés fue mentira; “política”, dijo–, tampoco está sabiendo ser expreso político –ese oficio que suele consistir en no reproducir el odio y el abuso recibidos–. Junqueras es, snif, polarización. De hecho, su aportación en ERC fue polarizarse con CDC y sus posteriores nombres artísticos. Hasta, en cierta manera, hoy mismo.
7- Es más curioso y significativo y programático el fichaje de Carles Campuzano. Miembro veterano de la juventudes de CDC, próximo a Roca, cuando Roca, y a planteamientos sociales de la cosa. Fue expulsado del PDeCat, con todas las letras, por Puigdemont. La razón: haber votado en contra de Rajoy en el Congreso, en la moción de censura que posibilitó que Sánchez fuera presi. Lo que de por sí acabó con varias toneladas de polarización social en Cat. Y en Vallecas. Y en Lima. La función de su fichaje, diría, es un aviso –importante; tal vez el que más– a cuadros autonomistas de CDC/PDeCat –o indepes, siempre que estén en el secreto, a voces, de que el independentismo, esa forma de hablar, es el nuevo autonomismo–. Concretamente, es este aviso: ERC quiere ser la centralidad del ex-catalanismo –aka procesismo–, y recibe bien, da cargo, y paga de fábula a quién caiga de la mula y se le acerque.
Ubasart lleva tiempo alejada de los Comuns, por lo que no resulta muy I+D su giro político, que debe entenderse como un aviso de ERC a Comuns
8- El tercer fichaje es más críptico. Se trata de Gemma Ubasart. Primera secre-general de Podemos/Podem en Cat –salió de su cargo con discreción, sin mal rollo–, parece adentrarse, no obstante, en la tradición, breve pero muy mangui, de los secres-generales de Podemos/Podem en Cat, siempre nombrados a dedo, por un pequeño comité que, sin duda, es absolutamente fiel a sí mismo a través del tiempo y de manera sostenida. Albano Dante Fachín, su sucesor en el cargo, está hoy en la órbita JxC –se dice rápido–, y el sucesor del sucesor, Xavier Domènech, está, diría, en la órbita ERC, al punto que la gran sorpresa entre la afición haya sido el fichaje de Ubasart y no el de Domènech. Ubasart, en todo caso, lleva tiempo alejada de la cosa Comuns, por lo que no ha resultado muy I+D su giro político, que debe entenderse también como otro aviso de ERC a Comuns: damos honor y cargo bien pagado, razón portería. Puede haber más fichajes o, al menos, hay hambre de ello en ERC, si pensamos que a) las municipales están al caer y que ERC es particularmente agresiva, modalidad fiel a sí misma, en el tema de la alcaldía de BCN, y que b) ERC es un partido de cargos, sin cuadros muy despiertos ni leídos, mientras que Comuns lo es de cuadros. Lo que crea una descompensación que puede solucionar, o no, el mercado. Veremos.
9- Los tres consellers independientes parece que han entrado en algo mayor que un Govern. Un partido, una dinámica. En todo caso, el Govern es algo más pequeño que el anterior. Está sustentado por el segundo partido de Cat. A través de 33 diputados, de un total de 135. Podrá legislar en la medida que Sánchez necesite los votos de ERC en el Congreso, y Comuns los necesite en el Ajuntament de BCN. Pero legislar no ha sido importante en los últimos diez años. El Govern, en el mejor de los casos, solo duraría los dos años y pico que quedan de legislatura. Es dudoso hasta que este Govern emita presupuestos, lo que no es muy importante en una comunidad autónoma que quedó como quedó en 2010, tras la sentencia del TC, y tras 2012, cuando CDC, fiel a sí misma, se recortó a sí misma, recortando el bienestar. Obviamente, no es un gobierno ilegítimo, como afirma JxC en modo ED 2.0. Es más, es un Gobierno ad hoc, que puede ejercer la principal función de un gobierno. Esto es, recompensar o castigar a, respectivamente, próximos o lejanos. Y emitir, en ausencia de otra cosa, propaganda. Esa cosa útil para gobernar cuando no tienes nada más, y apuestas, de manera implícita, por la polarización. Cuando, por ello, has renunciado a ejercer el autogobierno, que es sustituido por el drama sentimental, esa sensación de vivir.
10- A principios del XXI me fui al Camp Nou con Franklin Foer, gran tipo, director entonces de The New Republic, hermano del gran novelista Jonathan Safran Foer, y autor de varios libros, entre ellos How Soccer explains the world –2004–, una explicación sensacional del mundo a través de unos cuantos clubes de fútbol. En ese sentido, estaba fascinado, recuerdo, por un equipo judío legendario, que llegó a jugar en tiempos aciagos, en Europa. Y por el Barça. Judío laico, quería cenar kosher. Y no lo conseguimos aquella noche. No hay –o no había, en aquel momento– ningún restaurante kosher en BCN. Tampoco en Mad, por cierto. El único que conozco en la Península –para acabar esta metáfora, que habla de las minorías en la Piel de Toro– está en Gibraltar. En la cena no-kosher hablamos del Barça, y de la razón de su fascinación. No era el Barça. No era Cat. Era el catalanismo. “Está sustentado en valores cívicos, no nacionalistas ni identitarios. Me hubiera gustado un sionismo así”, me dijo, con una cara que ahora es la que modulo yo ahora. Hoy, supongo, esa conversación no hubiera existido. En el último libro de Jordi Amat aparece una sentencia de Gabriel Ferrater que explica lo perdido, las conversaciones ya improbables: “…en Cat hay una situación anormal. La contradicción es que vivimos en un estado de ocupación y, en cambio, el dinero lo tenemos nosotros. No yo, pero sí Catalunya. El dinero está en manos de los catalanes, y el proletariado es español…”. Y musulmán y africano y sudamericano y extracomunitario… Y eso, ese conocimiento, es el que hemos perdido. Tras varias décadas de pujolismo, y una década de postpujolismo rampante y sin Pujol que lo frenara, se ha olvidado ese equilibrio no tan antiguo, que evitaba el fanatismo, que evitaba que un solo grupo creyera tener la razón, y que polarizara a la sociedad a través de la política. Con ese olvido, el catalanismo, cuya función era evitar la polarización, mayormente se polarizó. Es decir, perdió. Mucho más, al menos, de lo que jugaba. Tal vez –lo veremos en las próximas décadas– lo haya perdido todo, absolutamente todo. ERC, fiel a sí misma hasta la inutilidad, ha prolongado la ausencia de solución otro rato. Lo que es mucho tras diez años. Y, si no ha tirado a la basura el gran mecanismo de la propaganda –la polarización–, es que lo necesita, en ausencia de otras herramientas, en ausencia de infidelidad a sí misma, esa inteligencia.
1- El FMI advierte de un 2023 terrible. Lo que explica no solo el 2023, sino el FMI. Ha pasado de ser una institución que ofrecía recetas económicas que, indefectiblemente, conducían a un mundo chungo, a testificar que, en efecto, ya hemos llegado. El FMI ilustra, por sí mismo, la época. Una...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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