EL INFORME DE LA MINORÍA
Tamames como farsa
Han querido ser punkis y lo han conseguido. No querían moderar nada ni contribuir a nada, solo hacer ruido y confundir
Xandru Fernández 23/03/2023
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Lo de Tamames. Que no es, por más que lo parezca, una extravagancia propia de tiempos convulsos, sino algo más, o algo menos. Como operación de lavado de cara de la ultraderecha ha resultado un fracaso sin paliativos, pero está por demostrar que ese fuera el objetivo: Tamames no lava nada, en la medida en que un icono de la Transición (todo lo relativo que se quiera: la condición de icono la instauran los medios y hemos contribuido todos a fomentarla en las semanas previas a la moción de censura, algunos más que otros) no puede funcionar como detergente ni como suavizante de la bancada facha salvo que se den dos supuestos. Supuesto número uno: que los posibles simpatizantes de la ultraderecha se sientan interpelados por el icono en cuestión, que sea para ellos un referente de algún tipo. Supuesto número dos: que el icono en cuestión sea capaz de trasladar un mensaje algo diferente al que la ultraderecha emite habitualmente, algo más inclusivo, más transversal, menos punki. La farsa Tamames no cumple ninguno de esos dos supuestos. Para empezar, el posible votante de Vox al que Vox podría intentar seducir presentándose como partido de orden, constitucionalista y centrado (y que está por ver que exista), estaría muy lejos de aceptar a Tamames como cordón umbilical con el depósito de nutrientes ideológicos de la Constitución Que Nos Hemos Dado Entre Todos. Hay un componente generacional que no podemos seguir obviando: el enorme contingente de posibles votantes de Vox a los que este partido aún tiene que convencer para arrastrarse hasta la urna más próxima está formado por gente muy joven, jovencísima, para la que Tamames ni es ni puede ser un referente de nada, por mucho que los medios lo hayan vendido estos días como un personaje importantísimo de los tiempos del Simca 1200, el Coche del Año de 1975. No es por el personaje: lo mismo habría dado Alfonso Guerra, Herrero de Miñón o Martín Villa. Que sea Tamames, no obstante, hace todavía más difícil que se cumpla el segundo supuesto: ni en la moción de censura ni en los compases previos ofreció Tamames una imagen diferente a la que puede estar proyectando Vox sin su ayuda, su mensaje fue por completo coincidente con el que transmiten habitualmente Abascal o cualquiera de los aceleracionistas psíquicos de su partido, léase Buxadé u Ortega Smith. Nos ha salido facha hasta las trancas. Cero sorpresas.
Otra cosa es que esto haya sido una pérdida de tiempo o una ocasión perdida para la ultraderecha. No ha sido ninguna de las dos cosas en tanto que, por el mismo precio, han vendido el marco de la crisis institucional que muchos medios, obedientes hasta la genuflexión, han comprado, y además han forzado tanto el histrionismo que han desbordado, aunque sin hacer saltar la banca, el limitado alcance que tienen estas liturgias de la política parlamentaria. Han querido ser punkis y lo han conseguido. Siempre lo consiguen. No querían moderar nada ni contribuir a nada, solo hacer ruido y confundir. Prueba conseguida.
El error, porque siempre hay un error, y mucho más cuando se piensa con las vísceras y no con el cerebro, ha sido un error de cálculo. De planificación. Esta moción de censura habría sido una buena idea después de las elecciones municipales y autonómicas, en las que Vox puede todavía ambicionar un resultado decente. El guion ya está escrito y lo veremos: una subida de Vox en mayo disparará la alarma entre el electorado de izquierdas, motivará a los más gruñones y desencantados y los movilizará. Es esperable, ha funcionado antes. Esa baza la aprovechará el PSOE y es previsible que el PP no sepa reaccionar en un escenario como ese. Por eso no tiene demasiado sentido que Vox haya jugado ahora su última carta desestabilizadora. En cambio, ha servido para que Yolanda Díaz inaugure los juegos del hambre de la izquierda gubernamental, un efecto con el que es evidente que los ultras no contaban. Sin quererlo, han comprado el marco que más les perjudica, a saber: que lo que pase en mayo no tendrá continuidad en diciembre, que las municipales y autonómicas no serán una primera vuelta de las generales. La farsa Tamames les ha salido cara. Les habría ido mejor presentando a Mario Vaquerizo.
Lo de Tamames. Que no es, por más que lo parezca, una extravagancia propia de tiempos convulsos, sino algo más, o algo menos. Como operación de lavado de cara de la ultraderecha ha resultado un fracaso sin paliativos, pero está por demostrar que ese fuera el objetivo: Tamames no lava nada, en la medida en que un...
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Xandru Fernández
Es profesor y escritor.
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