PROCESANDO EL YUYU
La comunicación
Yolanda Díaz se comportó, en su tramo, como una presi de Gobierno. Y funcionó. Diría que hubo, en ese sentido, un efecto 1980. Imprevisto, y en la dirección no esperada
Guillem Martínez 21/03/2023
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1- Desde 1978 ha habido pocas mociones de censura. Concretamente, una. La única efectiva. El resto, incluida la última, han sido coreografía, objetos con una única función, que se condensa en una sola palabra, que ha cambiado mucho de significado en los últimos cien años. Comunicación. Hace décadas, por ejemplo, Jakobson definía la comunicación como el proceso de emisión y recepción de un mensaje. Hoy puede ser el proceso de no emitir ni percibir nada, sino la sombra de la sombra de la mano de un mensaje, la sombra de la sombra del perro de los mensajes. Pero me estoy adelantando.
2- Hola. Esto es Procesando el Yuyu, la alegría de la huerta del periodismo español. No se vayan que me pelo en un par de puntos lo de la moción de censura de Tamames –rapidito, que tampoco hay que detenerse mucho en un acto comunicativo de la extrema derecha, o el periodismo español se pasaría el día detallando su agenda; como, de hecho, y ahora que lo pienso, es la norma, tal vez la definición, del periodismo español– y luego prosigo con lo que importa. Sus sombras. Que se proyectan sobre la pared formando la palabra básica en la política cósmica y, más aún, en la española. Comunicación.
3- Hagamos antes, no obstante, historia de la Transición. Ese periodo que se explica también a partir de esta greguería: la Transición es un periodo en el que se llevaron a la ley cosas que ya existían en la calle –huelgas, derechos y libertades personales–, mientras hoy se llevan a la ley cosas que no existen en la calle –trabajo durante 38,5 años–. Bueno. Transición, moción de censura. La única moción de censura importante, además de la única efectiva, fue la primera. La de Felipe. En 1980. Entonces se podía fumar en el Congreso. O en los quirófanos. Incluso se podía fumar mientras se fumaba, de manera que el hombre de Marlboro, que desertó de EEUU en una gira por la URSS, pidió asilo en España, paraíso de la libertad en aquellos años, al punto que Miguel Bosé pintó por entonces, no en vano, la provocativa y aclamada La Libertad guiando al pueblo, que la crítica, posteriormente, atribuyó a Delacroix, gracias, como denuncia la egregia Roca Barea, a un contubernio de intelectuales franco-ingleses, esos mamones. Anyway. Aquella moción fue el modelo de todas las mociones, menos una, la efectiva. A saber: en aquella moción de 1980 se consiguió lo improbable. Un cambio de paradigma en la percepción. Los televidentes –un sujeto nuevo en democracia; el televidente no es el ciudadano, ni tan siquiera es el votante; es algo aún más sólido y efectivo y constante; como una piedra; o un alcornoque– percibieron por primera vez a Felipe como presidente. Sin la moción de 1980 no hubiera sido posible 1982, de manera que hoy recordaríamos 1982 solo por Naranjito y por el Gobierno de Unidad Nacional presidido por el General Armada –del que Felipe fue vicepresidente tercero–, que tanto hizo por una España feliz y unida, sin mariconadas, de ahí el mausoleo de Armada, financiado por Endesa y edificado por Calatrava en el homónimo Valle de Armada, en Armadia, antes provincia de Madrid.
4- Siento las idas de olla del anterior punto. Pero piensen en mí, y en el hecho de que, cuando hablas de la Transi, también te lo tienes que pasar bien. Sigamos. Pasen al punto 5, en el que empieza el brevísimo análisis de la moción de censura, que terminará en el punto 8. Lo que la Comisión Internacional de Pesos y Medidas denomina un plis-plas.
Tamames ha tenido problemas para establecer un mensaje claro y efectivo, sexy, en tanto él era el mensaje
5- Si el objeto de una moción de censura es la comunicación, la comunicación de que el pollo que mocioncesuréa puede llegar a ser presi, ¿qué pretendía comunicar la moción? Pretendía comunicar que Vox puede gobernar. Gracias a que Vox es un punto horizontal, en el que caben todos, incluso comunistas, siempre que no lo sean, y que hayan abrazado la fe –en modo carbonero–, no en Vox, sino en una verdad superior: la Transición. Transición sería aquí un corpus inquietante, creado a tiempo real a finales de los 70, fundamentalmente por la izquierda, si bien cerrado en los 90 por la derecha aznariana, sumamente feroz, y en colisión con los conceptos libertad y democracia. Esa derecha, dividida hoy en dos partidos y pico, es, sin duda, el hecho paranormal más determinante en la democracia española, y el que más ha evolucionado desde entonces, hasta ser el único objeto desestabilizador permitido –y, por ello, invisibilizado– por aquí abajo. Transición es, así y simplemente, cualquier cosa que diga esa derecha. Por lo que veo, en los próximos años consistirá en asumir la derecha libertaria –snif– que nos viene de Sudamérica, vía Atlas Network. Agárrense los machos. Sea lo que sea eso. Espero que, por su salud, no sean machos cabríos, esa bestia inestable y agresiva.
6- ¿Vox ha conseguido comunicar que puede gobernar, en modo 1980? Diría que no. Tamames ha tenido problemas para establecer un mensaje claro y efectivo, sexy, en tanto él era, por sí solo, el mensaje. Y hacía tiempo que había sido emitido. De hecho, el acto comunicativo de hoy no sucedía hoy, sino que consistió en la comunicación, hace semanas, de que Tamames era el objeto a comunicar por Vox. La idea era buena. Pero alargada. Un chiste, y más si es un chiste corto, no puede durar tanto. Es muy posible, en ese sentido, que no se haya conseguido el efecto 1980. Ir tirando de moción de censura anual para conseguir ese efecto es peligroso, en tanto puede ser ridículo. Si lo intentan en 2024 sería deseable que buscaran un mensaje más central y cool. En la persona-mensaje de, no sé, pongamos Nacho Vidal.
Sánchez no pilló el tono con el que un encofrador debe hablar con el pensionista que le vocifera cómo cimentar un edificio
7- Pedro Sánchez, a su vez, también estuvo alargado. Estando correcto, no pilló el tono con el que un encofrador debe hablar con el pensionista que, desde la barrera de la obra, le vocifera cómo cimentar un edificio. Una pista: nunca se debe contestar a ese pensionista, o todos los edificios estarían torcidos, y con un pensionista en sus cimientos. Yolanda Díaz, en ese sentido, estuvo más acertada. Tuvo una idea del factor telespectador más nítida. No respondió a Tamames tanto como emitió un discurso y lenguaje propios, alejado del peronismo local y la tecnocracia sin alma, y con palabras también sobadas, de su otro socio gubernamental. Emitió una socialdemocracia dura. Tal vez impracticable y difícil de emitir por aquí abajo, desde la correlación de fuerzas actual y desde el marco europeo actual. No obstante, su discurso fue una cita, la huella sobre la arena de Solé Tura, el autor del articulado que determina el pack ‘social’ de la alocución ‘Estado social y democrático de derecho’. Durante unos minutos, me pareció asistir a la lectura, en la uni, de El Estado Español como Estado social y democrático de derecho, de Ángel Garrorena Morales (Madrid, 1984). En los 90 dedicamos varios meses a ese libro magnífico, que hablaba de la partícula ‘social’ del primer artículo de la CE78, sin desprecintar en su magnitud, épica, transformadora, aún hoy. Tal vez, tras la anterior reforma, y tras la hegemonía neoliberal en los gobiernos y en la Comisión, indesprecintable. Si hubiéramos dedicado aquel trimestre en la uni al tantra, hoy al menos dominaría al dedillo la difícil y siempre peligrosa postura del bahamaspaca.
8- Importante. Yolanda, animosa y optimista –no ha nacido el político que hable mal de su legislatura; bueno sí; Pi i Margall, que tuvo una legislatura minimal, y Felipe, el político modernuqui que tal vez ha mentido más, si bien, tal vez por ello, y poseedor de un amplio registro, puntualmente hablaba de objetivos no cumplidos, de fallos, o de políticas que no quería, pero que, brrrr, debía acometer; Felipe era el XXXX amo, por eso le aman tanto los necesitados de amo–, emitió, lo dicho, no una respuesta al tamamismo, sino un resumen de legislatura. Brillante. Y finalizó felicitando, uno a uno, a los ministros. La primera en ser felicitada fue, por cierto, Irene Montero, que puso la cara que puse yo un día en el que mi ex me propuso irnos a un motel, y resultó no ser el de Psicosis. Irene Montero encaró ese momento en modo chiribitas. La pinchan y no sale sangre. Lo que puede indicar que aquello era un improbable: una invitación a la paz por parte de Yolanda al pack Podemos. O no. Igual es solo comunicación. Esa cosa tan rara, que no implica un mensaje, y en la que nada significa lo que parece. En todo caso, Díaz se comportó, en su tramo, como una presi de Gobierno. Y funcionó. Diría que hubo, en ese sentido, un efecto 1980. Imprevisto, y en la dirección no esperada. Esto es, espero que hubiera cierto pacto al respecto con Sánchez. En caso contrario, Yolanda lo pagará con la moneda habitual en la política, el trabajo y el amor. La cabeza.
9- Y, aquí, las sombras de la moción de censura.
El periodismo debe posicionarse ante la comunicación. Extraer la política de la vorágine de la comunicación a partir de depurar lo ético
10- Los artículos semanales de Iván Redondo, quizás una pésima decisión comunicativa de Iván Redondo, explican la política como comunicación. No como ideología. Lo que explica, a su vez, el funcionamiento de la política. Explica que la reducción de la política a una sola de sus partes, la comunicación, es ideología neta, pura. Es la ideología del neoliberalismo, ese punto en el que no pasa nada, salvo el neoliberalismo, esas dinámicas financieras y de reducción de derechos que es preciso no comunicar. Es la ideología, por lo mismo, de la extrema derecha, ese punto neoliberal en el que se puede comunicar más, pues no hay reglas. Se puede comunicar, incluso, revolución, desestabilización, a cambio de que nunca esos conceptos abandonen el maravilloso mundo de la comunicación. Por otra parte, comunicar política reducida a comunicación ofrece un espectáculo hipnótico, efervescente, eléctrico, que devora mucho tiempo. Un tiempo que transcurre en la política y el periodismo, y en el que se ofrece sensación de combate, de victoria, incluso, de proceso histórico y épico hacia algún lado o sitio. De hecho, tanto la política como el periodismo no informan tanto como dramatizan cosas, propuestas, itinerarios que no existen. Que solo son comunicación. Aplazamiento. Tal vez, mentira.
11- El periodismo debe posicionarse ante la comunicación, ante esa política simulada. Mi poética al respecto es esta: a) explicar, en la medida de lo posible, lo que sucede bajo las palabras utilizadas. Y, b), valorar si eso es ético, no si es eléctrico. Extraer la política de la vorágine de la comunicación a partir de depurar lo ético, o/y lo no ético en la política.
12- En tanto que ejercicio de comunicación, la moción de censura tiene su futuro asegurado como disciplina anual, o incluso semestral, pues la política es, progresivamente, comunicación, emisión de procesos comunicativos que suplen realizar lo comunicado. Las izquierdas a la izquierda del PSOE deberían romper ese círculo vicioso. Empezando por ellas mismas, por solventar su unidad, o su divorcio, sin comunicación. A través de posicionamientos éticos. Hablando, no comunicando. Es preciso que algo deje de comunicar en la política, o estamos perdidos. Es preciso dejar de frecuentar la comunicación, ese campo de juego del equipo contrario.
1- Desde 1978 ha habido pocas mociones de censura. Concretamente, una. La única efectiva. El resto, incluida la última, han sido coreografía, objetos con una única función, que se condensa en una sola palabra, que ha cambiado mucho de significado en los últimos cien años. Comunicación. Hace...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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