La montaña rusa
El minuto de silencio y la turra
Apuntes sobre el duelo en la era digital
Gonzalo Torné 12/04/2023
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Cada vez que muere un famoso (o famosete) se comprueba que el duelo en la “era de las redes sociales” ya no es lo que era. Pese al escándalo y a las caras de sorpresa, el asunto no viene de nuevo. Hace por lo menos una década que se forman “cadenas de duelo”, donde los internautas van emitiendo señales de luto de pelaje muy variado: hay quien escribe un pequeño texto (escanciando los méritos del personaje o regalándonos alguna pincelada de su relación con él), quien sube una foto (curiosa o emblemática), quien se despide, quien formula un chiste respetuoso, quien expresa su gratitud… A diferencia del obituario convencional estos ejercicios de duelo no vienen firmados, su autoría está diseminada entre miles de usuarios de redes sociales.
Estás cadenas de duelo son particularmente espectaculares cuando se trata de músicos pop o de actores estadounidenses, que son los grandes famosos del siglo, y no siempre discurren con placidez. Aquí y allá se señalan sospechas de sobreactuación o gestos de melosa cursilería. Pero supongo que cada uno hace lo que puede. Las controversias también afectan a cuestiones estéticas. En paralelo a los elogios a la obra del personaje empiezan a circular las matizaciones críticas. Asistimos con frecuencia a un debate acelerado sobre los méritos artísticos que en el mundo previo a las redes hubiese durado años y en el que hubiese participado mucha menos gente.
Cuando el muerto pertenece a nuestro entorno las controversias estéticas se transforman en problemas morales. Por cercanos que sintamos a los cantantes y actores estadounidenses les vemos siempre a distancia, y nuestras palabras sobre ellos van a pesar muy poco en su consideración futura. Cuando se trata de un actor, un cantante, un escritor o un famosillo local la responsabilidad de ese peso se incrementa, sentimos que nuestras palabras pueden contribuir a inclinar la balanza. Y es aquí cuando llevados por la inmediatez, la velocidad y las ganas de intervenir nos ponemos a emborronar o matizar la imagen del muerto sin respetar ni el minuto de silencio.
Supongo que uno puede sentir nostalgia por un mundo donde cuando alguien se moría se tardaba unas horas en dar la noticia, se redactaba con calma un obituario más o menos informativo (con alguna veta sentimental) que se leería al día siguiente, y teníamos que esperar semanas a que las páginas culturales refrendasen los méritos del finado o los discutiesen. Pero en este caso la nostalgia es el indicativo de un mundo muerto y que no va a volver, de hoy en adelante (o hasta que colapse la red) todo se dará al mismo tiempo: la noticia, el obituario, los expresión de los méritos, los reproches y las devaluaciones...
De manera que quizás nos conviene un protocolo que resuelva los roces de la novedad en unos plazos asumibles por todos y nos libere el espacio mental que ocupa ahora decidir por nuestra cuenta el intervalo de cercanía. Unas normas de circulación que nos eviten el pesado cruce de recriminaciones sobre el respeto que se merecen los artistas recién muertos, sobre todo si están significados políticamente.
Así que adelanto mi propuesta, basada, cómo no, en mi propia sensibilidad. Me pongo en la situación de que el muerto me parezca un cafre, un político nocivo o un artista repelente. Creo que es inevitable posponer las críticas cuando el muerto es de tu familia, de tu calle o de tu pueblo. No puedo evitar por un resabio católico defender la conveniencia de respetar unas semanas el dolor de los familiares, me parece oportuno meditar con solidaridad de especie por nuestra fugacidad, y tener en cuenta que el muerto ya no puede respondernos, ni podrá volver a defenderse. Permitirle que se acostumbre un poco a su indefensión.
Pero este protocolo solo se sostiene con el acuerdo expreso de los fans del muerto de limitarse a informar sobre las obras y méritos más o menos objetivos sin precipitarse en el elogio desmedido ni empezar a levantar pedestales. Al fin y al cabo los sabios que impusieron el minuto de silencio sabían bien lo que cuesta callar, y que prolongar el respeto a un periodo más prolongado sería insoportable. Al fin y al cabo es en la hora de la muerte cuando el artista o el político concentra la mayor atención y es pedirnos mucho que le dejemos el campo libre a nuestros adversarios. Las primeras impresiones cuentan mucho y después cuesta mucho desarticular un prestigio inmerecido. Así que ahí está mi propuesta: moderación de los afines y silencio de los contrarios, hasta que empieza la turra hagiográfica. Rebasado este extremo parece legítimo levantar la espada.
Cada vez que muere un famoso (o famosete) se comprueba que el duelo en la “era de las redes sociales” ya no es lo que era. Pese al escándalo y a las caras de sorpresa, el asunto no viene de nuevo. Hace por lo menos una década que se forman “cadenas de duelo”, donde los internautas van emitiendo señales de luto de...
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Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
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