vivos de milagro
Bienvenidos al periodismo nacional-masmadridista
El estado de los medios españoles es cada vez más preocupante. Parecía imposible caer más bajo, pero están consiguiendo cavar un hoyo cada vez más profundo. Como dice Simeone: no consuman
Miguel Mora 14/04/2023
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Hola. Feliz día de la República. No hablaremos hoy de los medios de la derecha ni de los de la ultraderecha. Dejemos fuera a la COPE y sus masajes con final feliz a Ayuso, olvidemos al Inmundo y a Inda, a Ana Rosa La Villareja y a sus tertulianos/as públicos y concertados; nada que decir del imberbe voxista Federico J. Losantos, del remilgado ciudadaner Pedro J, del machista inveterado Pablo Motos; ni de los próceres del sindicato vertical de la APM y la FAPE y de las Jons. Ignoremos incluso a Ferri, chico para todo y obediente mano derecha (un siervo, un admirador, “mi hermano”…) del oligarca jefe de la prensa nacionalmadridista (PNM), Florentino Pérez, el hombre más poderoso de España.
Hoy vamos a hablar de la prensa progresista. De los periodistas y politólogos y comentaristas que, tras años de cultivar su imagen seria en tertulias pagadas o frecuentadas por algunos de los practicantes de leso periodismo citados más arriba, son prósperos empresarios de sí mismos, y se embolsan estupendos sueldos y/o millones de publicidad cada año, unas veces vía contenido patrocinado más o menos oculto y otras a través de las campañas institucionales que les regalan, así los llaman ellos, los “mecenas” del IBEX y los gobiernos locales y regionales contra quienes dicen luchar a brazo partido cada día.
Sin citar nombres, es preciso decir que la prensa progresista es más peligrosa y perniciosa para la democracia que su némesis conservadora. De Inda, Ana Rosa, Prego o Ferreras todos sabemos lo que se puede esperar: mentiras, bulos, espectáculo, humo a discreción, opinión trumpista disfrazada de información, y un indiscutible talento para colar como entretenimiento una agenda ultraliberal y ultraconservadora, refractaria a todo cambio digno de ese nombre; lo suyo es un entretenimiento perverso pero infantil, que entontece y paraliza en vez de catalizar, porque uno piensa que está asistiendo a un debate de ideas real, cuando en realidad lo que le ofrecen es un marco de pensamiento completamente unívoco y partidista, en el que solo cabe una visión del mundo (la suya y la de sus amos) y donde cualquier matiz que alguien quiera introducir toma forma de “minuto y resultado”.
La prensa progresista es más peligrosa y perniciosa para la democracia que su némesis conservadora: pensamiento unívoco
Pero los divinos francotiradores de la prensa progre no son mejores. Bajo la apariencia de buenos ciudadanos comprometidos con la socialdemocracia y el periodismo riguroso y valiente esconden un alma borreguil, merengue y socioliberal digna del ala más rancia del PSOE. Les gusta más el dinero, la fama y el poder que la independencia de criterio, porque jamás rechistan contra el amo de la imprenta, ni se levantan contra el dueño del cortijo. Siempre que Moncloa o Florentino llaman a filas, allí están los primeros, marcando tendencia, bien culturista y antifa, bien refinada y pelmazo, pero ejerciendo en el fondo de rojipardillos. Por ejemplo, cuando defienden a degüello y sin argumento alguno a Mónica García o a Yolanda Diaz (al menos hasta que esa defensa no implique un riesgo real para la supervivencia del que les paga el sueldo).
Son divos, están por encima del bien y del mal, saben de todo, y son capaces de tifar por un líder o un partido subiendo fotos a Twitter de las colas de gente que espera el mitin, pero cuando llega el momento de contar el aforo y analizar en serio las razones de las ausencias les da como pereza. Para que se entienda: en la pelea entre Fede Valverde y Álex Baena ellos van con Valverde, porque uno juega en el lado correcto de la historia (sector Concha Espina) y el otro es un pobre pelagatos de provincias. Son los nuevos profetas del nacionalmadridismo ilustrado, sucesores de esos que mueren por ir al palco del Bernabéu y subir en el avión privado de Tito Floren para poder tocar luego el sonajero poniendo cara de estar al tanto de todos los secretos y fichajes, por supuesto sin mencionar que la enésima victoria del Trampas F. C. se produjo, como es norma, gracias al atraco del árbitro de turno.
No es la primera vez que escribo sobre el contagio letal que el periodismo futbolero de bufanda, declaración manida y sujétame la copa de coñá ha infligido al periodismo político, especialmente en radio y televisión pero no solo. El modelo impuesto durante años por los principales encargados de Florentino (los Ferreras, Indas, Manolos, Castaños, Pedreroles, Ronceros, el As, el Marca y todos los que seguían el dedo de Mourinho y ahora han convertido Movistar en Real Madrid TV) consistía en tratar de convencer al pueblo de que los encuentros Madrid-Barcelona eran los únicos eventos deportivos dignos de atención de todo el año, relegando a los demás equipos al papel de comparsas y/o estorbos desechables. Y ese es exactamente el mismo estilo de juego que adoptó la prensa seria y respetable cuando convirtió las interesadas diferencias políticas entre las derechas catalanas y españolas en el único asunto político que debía atender el público, consiguiendo que un conflicto que ni siquiera aparecía entre los temas que más preocupaban a la gente en las encuestas del CIS nos arrastrara a un demencial clima de guerra civil. La Central Lechera nacionalmadridista al completo (desde el ABC a El País hasta los digitales progres, los de Villarejo y las Radios María) se puso en cabeza de la manifestación del odio anticatalán y el amor a la monarquía, recurriendo a los peores instintos de la prensa de guerrilla amarilla contra unos líderes indepes que de indepes no tenían ni una letra. Y la Prensa Culé Procesista (PCP) replicaba con el victimismo proverbial e infalible del “Madrit ens roba”, el lamento favorito de Umberto Bossi, el exlíder de la Liga del Norte, cuando Roma no le daba suficiente poder, pasta o cariño.
A Simeone primero lo acusaron de cagón, luego de leñero y de no jugar a nada, después de que solo ganaba 1-0, más tarde de que todos los goles eran a balón parado
Roto el bipartidismo político por culpa de Pablo Iglesias, amenazada la Constitución por los reformistas catalanes que tuvieron que salir en helicóptero del Parlament, y amenazado el duopolio futbolero por culpa del Cholo Simeone, la PNM encontró ya en 2014 los chivos expiatorios perfectos para vencer el miedo que les producía tanta ruptura simultánea. Aunque hay que decir que Simeone llegó bastante antes que Iglesias al cadalso, en 2011, y detectó mucho antes la calaña de sus enemigos, quizá porque Iglesias entendió que si quería llegar a ser alguien en política, hacía falta plegarse al juego de trileros que le ofrecía el Grupo Planeta (el famoso sándwich al PSOE de Casals y Ferreras en la Sexta, su televisión de Estado).
A Simeone, los voceros y los troles desplegados por Florentino (ver caso Púnica) y los engrasados desde la Masía primero lo acusaron de cagón, luego de leñero y de no jugar a nada, después de que solo ganaba 1-0, más tarde de que todos los goles eran a balón parado, y además dijeron que ganaba demasiado dinero, que no sacaba rendimiento a los mejores jugadores, y que no tenía talla de estratega, porque confiaba todo al catenaccio y al contraataque como un equipo pequeño. El Cholo no tardó mucho en entender de qué iba la vaina con la casta mediática, y sin entrar a ningún trapo, regaló a los seguidores de su equipo una frase mágica, “El esfuerzo no se negocia”, seguida de otra aún mejor, “No consuman”, con la que convirtió los ataques de la prensa Madrid-Barça en una motivación extra para sus jugadores.
El siguiente lema sería “Contra todo y contra todos”, además del celebérrimo “partido a partido”, pensado para quitar a sus chicos y a su afición la presión que la PNM ejercía en cuanto el Atleti se ponía líder, exigiéndole que ganara la Liga seis partidos antes del final. Y no debemos olvidarnos del podemita “sentido de pertenencia” y del estajanovista “si se cree y se trabaja, se puede”, que sirvieron para recuperar el orgullo robado durante décadas de gilismo-cerezismo en vena y para acabar con la leyenda del Pupas, alentando a sus jugadores a dar siempre más para compensar lo que los árbitros les iban a quitar.
Así, soportando unos arbitrajes dantescos –recordemos que estamos ya en plena Zona Negreira, y que el Barça corrompió al número dos del arbitraje estatal durante 18 años porque el Madrid controlaba al número uno desde el año de su fundación–, y luchando con la mitad de presupuesto contra los gigantes de Messi y Cristiano (dos evasores que firmaban autógrafos a los niños), Simeone puso patas arriba un duopolio que duraba 25 años y ganó dos Ligas, una Copa al Madrid y varios títulos europeos, perdiendo dos finales de Champions contra el imperio del mal del Emérito, Florentino y Aznar, una en el minuto 94 y la otra en los penaltis –ya se sabe que el muy madridista régimen franquista y su sucesor designado, la Restauración Borbónica, no se dejarán derribar fácilmente, que para algo llevan al mando varios siglos–.
De hecho, la penúltima genialidad del Cholo y su entorno fue recibir al Madrid campeón de Liga, cuando la prensa florentinista exigía a voces que los jugadores del Atleti les hicieran pasillo, con la pancarta más certera de la historia: “Entre la prensa y los de amarillo, 120 años de pasillo”.
El equipo del pueblo
En fin, las gestas deportivas, la filosofía populista-afectiva del Cholo y su reivindicación más revolucionaria (“somos el equipo del pueblo”) debieron ser sin duda un acicate o incluso un ejemplo para Pablo Iglesias, otro tipo determinado e insensato que tuvo la feliz idea de aprovechar la ola del 15M para intentar reventar un régimen turnista corrompido hasta el tuétano, controlado por las grandes corporaciones financieras, telefónicas y mediáticas, atrapado entre Estados Unidos, la OTAN de Felipe y la Troika ordoliberal, y que resolvía sus querellas internas no ya reuniéndose a tomar martinis en el Club Siglo XXI sino recurriendo a los servicios parapoliciales de un comisario semijubilado, reconvertido en empresario y chantajista ocasional, especializado en hacer dobletes y tripletes cuando alguien le contrataba. El policía millonario no tenía ideología, solo ofrecía seguridad (ficticia) a cambio de ampliar el negocio. Le daba lo mismo Guinea Ecuatorial, Iberdrola o Repsol, cajas o bancos, Mercadona o el Eroski con su cámara de seguridad, Florentino, los Albertos, Inda, Casals y Ferreras, Lola Delgado y Baltasar Garzón, Fernández Díaz y Paco Martínez. Pero para que todo ese circo de 20 pistas funcionara, lo crucial era alimentar generosamente a una veintena de periodistas sin escrúpulos que dependían de sus grabaciones (muchas guionizadas) y sus chivatazos (muchas veces falsos) para trepar en el submundo de la información de tribunales.
En un momento dado, cuando la monarquía vio peligrar incluso su existencia y el chiringuito del 78 amenazaba ruina, nuestro héroe con gorra se tuvo que dedicar un tiempo a la política, aunque él prefería los concursos fraudulentos, las invitaciones a cursos, viajes, prostitutas y comidas a jueces, fiscales y abogados, y especialmente las operaciones cruzadas en diferentes medios afines para modificar el precio de las acciones en Bolsa de las empresas del IBEX (donde a su vez colocaba a sus sicarios como jefes de seguridad para acumular cada vez más secretos y palancas de las que tirar). Entre tanto negocio sucio, alguien que mandaba mucho sobre el PP y el PSOE debió de pensar que Villarejo era la única bala que quedaba en la recámara del R’78 para tratar de desactivar a los indepes que nunca lo fueron y a los podemitas que soñaban con asaltar los cielos.
Pero no fue solo Villarejo el que se ocupó del trabajo. Iglesias y los suyos (esto ya lo he dicho ene veces, pero prometo que no estoy liado con ese señor que señala periodistas) sufrieron años de campañas repugnantes y difamatorias, acosos masivos diarios en la puerta de su casa sin protección policial, falsas imputaciones judiciales, una persecución mediática bipartidista soez y permanente, la guerra sucia organizada desde las cloacas de Interior, y además de eso cometieron errores de novatos, no vieron venir las traiciones y escisiones de viejos amigos, se toparon con carmenismos y errejonismos, y abandonaron los territorios a su suerte. Pero en ese tiempo consiguieron victorias impresionantes, debates y elecciones ganados en buena lid, contra tod y contra todos. Pusieron en la agenda un nuevo sentido común: contra los de arriba y por los de abajo, se atrevieron a cantar las verdades del barquero, galvanizaron a millones de militantes y votantes, y cambiaron a mejor la política española y europea, cuando, tras muchos intentos frustrados, lograron formar el primer gobierno de coalición entre socialistas y comunistas desde la Guerra Civil, para sacar adelante unas medidas sociales que probablemente el PSOE solo jamás se habría atrevido a aprobar (bienvenida sea, por fin, la Ley de Vivienda).
Cuando muchos medios de comunicación traten de imponerles su visión de las cosas, lo único sano que se puede hacer es desconfiar y apagar la tele
La pequeña moraleja de este cuento es que, cuando muchos medios de comunicación de tan diverso pelaje traten de imponerles su visión de las cosas, su relato, sus obsesiones, sus mentiras, sus puntos de vista cantados al dictado por los dueños del negocio y disfrazados de verdades absolutas (siempre generadas por el ánimo de lucro o poder o por el afán de que nada importante cambie nunca), lo único sano que se puede hacer es desconfiar, primero, y después apagar la tele, silenciar sus redes, reírse de ellos, decirles que mienten y recomendar a la gente que te quiere que haga lo que predica Dios Padre Simeone: no consuman. Porque si no nos blindamos contra esa prensa unánime, unánimemente sometida a los intereses de las élites, pasará lo que advirtió hace ya tanto tiempo Malcolm X: nos harán creer que la víctima es el verdugo y que el verdugo es la víctima. Acaba de pasar con Simeone (verdugo) y João Félix (víctima), con Alex Baena (malo) y Valverde (bueno), con Ferreras (más periodismo) e Iglesias (bolivariano y bilduetarra), con Seymour Hersh (impublicable) y el New York Times (impecable la historia del velero que voló el Nord Stream), el Emérito (malérrimo) y el Preparao (no le constaba), con Más Madrid (ellos sabrán lo que hacen) y UP (¡socorro, no están pactando en Tres Cantos, cómo se atreven!), con Negreira (un golfo) y Florentino (santo).
Así que les animo a dejar de consumir periodismo nacional-masmadridista, por muy progresistas que parezca que se ponen a ratos, y les deseo por este precioso 14 de abril que ejerzamos nuestro poder de ciudadanos republicanos, fuerte con los fuertes y débil con los débiles (saludos, Enrique Meneses), derrochando coraje y corazón, y que seamos capaces de distinguir los engaños en todo aquello que los del “siempre a sus órdenes, señorito” quieren que creamos que es verdad.
Como decía Leonard Cohen, a veces basta con ver quién está en el otro lado para saber dónde tienes que ponerte.
Salud y libertad. Salud y República.
P.S- Si han llegado hasta aquí sin disnea, enhorabuena. Y si les ha gustado y quieren más, suscríbanse, por favor, en agora.ctxt.es. Les vamos a necesitar.
Hola. Feliz día de la República. No hablaremos hoy de los medios de la derecha ni de los de la ultraderecha. Dejemos fuera a la COPE y sus masajes con final feliz a Ayuso, olvidemos al Inmundo y a Inda, a Ana Rosa La Villareja y a sus tertulianos/as públicos y concertados; nada que decir del imberbe voxista...
Autor >
Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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