CARTA A LA COMUNIDAD
Iglesias, Putin, las puertas giratorias de CTXT y el año electoral
La izquierda no deja de darnos sustos y disgustos. La desconfianza entre las distintas corrientes se nota incluso en el consejo editorial de esta revista, que siempre ha sido un oasis de convivencia ecuménica
Miguel Mora 2/04/2023
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Hagamos un poco de memoria. En 2015, 2016, 2018 y 2019, numerosos editoriales de CTXT pidieron al PSOE y a Podemos que se sentaran a negociar coaliciones de gobierno a la portuguesa o a la valenciana con las fuerzas vascas y catalanas para tratar de evitar las sucesivas repeticiones electorales, un pacto entre socialistas y Ciudadanos y el progresivo ascenso de la extrema derecha. Los votos para un gobierno de coalición progresista estaban ya allí desde 2015, y la revista fue dura con el PSOE (mucho) y con Podemos (menos) por tardar casi un lustro en pactar lo obvio. Al fin, tras la sentencia que condenó al PP como organización para delinquir, Pablo Iglesias convenció a Sánchez para presentar la moción de censura contra Rajoy. Y la ganaron. Pero la alegría duró poco. En septiembre de 2019, lanzamos un manifiesto que sumó centenares de firmas e incluso convocamos una manifestación bajo el lema “No tiren nuestro voto a la basura”. La delegación del Gobierno la prohibió sin dar explicaciones. Volvimos a las urnas, y los 52 diputados de Vox acabaron convenciendo a Sánchez aquella misma noche de que había que negociar con… Ciudadanos, mientras los sufridos militantes del PSOE cantaban en la puerta de Ferraz “con Iglesias sí, con Casado no”, temiéndose el Gatopardo y la gran coalición.
Han pasado menos de cuatro años de aquello y todos menos Pedro Vallín hemos llegado cansados al último tramo de la legislatura. Salir de la pandemia, entrar en la guerra de Putin y toparnos con el caso Negreira, lo de Shakira y la patochada de Tamames constituyen una cadena de sucesos que no podría explicar ni nuestro admirado y vilipendiado Seymour Hersh, autor de uno de los mayores scoops periodísticos de los últimos años.
Pero sí, ya estamos otra vez de lleno en año de elecciones y la izquierda no deja de darnos sustos y disgustos. La desconfianza entre las distintas corrientes se nota incluso en el consejo editorial de CTXT, que siempre ha sido un oasis de convivencia ecuménica, aunque ahora lo hemos puesto en modo avión porque es costumbre de la casa que en periodo electoral los militantes se ausenten de los debates editoriales.
El ambiente se enrareció hace algunas semanas, y no fue, aparentemente, por una cuestión de política local. Coincidiendo con la publicación de las piezas de Hersh y de varios análisis sobre la destrucción del gasoductos Nord Stream 2, varios consejeros se alinearon con la postura de algunos haters de CTXT y mostraron su desacuerdo con las decisiones editoriales. Poco después, Santi Alba Rico decidió dejar el consejo sin hacer ruido, acordando que seguirá publicando sus columnas mensuales (acabamos de reunir las mejores aquí) y dándome la chapa por Telegram. Al mismo tiempo, algunos suscriptores también han expresado su malestar en Redes y en cartas a la redacción por nuestra visión del conflicto, que obviamente se diferencia muchísimo de las demás (y yo creo que para bien, porque el que marca la línea de la revista en esto es Rafael Poch, uno de los periodistas que mejor conoce Rusia, Alemania, Europa, China y la geopolítica global).
La salida de Alba Rico, que espero será temporal, supone sin duda una pérdida de peso para un consejo muy plural, que hoy forman una treintena de personas. Pero lo cierto es que CTXT siempre ha sido un micromedio de alta rotación. De hecho fue fundado por 15 locos que decidimos irnos (algunos fueron despedidos) de medios mucho más grandes, y en estos ocho años ha funcionado a menudo como una simpática puertecilla giratoria: Teresa Ribera dejó el consejo editorial cuando Sánchez la reclutó para ser ministra y vicepresidenta del Gobierno; en 2018, nuestra cofundadora Soledad Gallego-Díaz, alma mater de la Constitución del 78 y del primer CTXT, cambió El Saloncito por el despacho de directora de El País; en 2022, Pablo Iglesias abandonó a Sánchez y a Yolanda Díaz para probarse como consejero editorial de CTXT y columnista en la revista y en otros tres o cuatro medios más. Ha habido más casos. Willy Veleta se marchó de la cadena favorita de Florentino Pérez y se vino a cubrir manifas con nosotros; Marina Lobo escapó de las garras de Ferreras siendo mozuela, se hizo unos años de máster aquí y ahora triunfa en la SER como guionista de Quequé. Ángeles Caballero, que lloró el día que publicamos el número uno de CTXT, encontró una felicidad más estable en El Confidencial, y Elizabeth Duval dejó el comité y la revista (por cariñosa sugerencia mía) cuando decidió participar como tertuliana en Al rojo vivo.
CTXT siempre ha sido un micromedio de alta rotación. Fue fundado por 15 locos que decidimos irnos (algunos fueron despedidos) de medios mucho más grandes
A raíz de un reciente y desagradable intercambio tuitero entre Iglesias y Duval (por el que PIT fue llamado a capítulo, y sin cabrearse tanto como yo esperaba: la escena se pudo titular Tuitero Majara llama al orden a Tuitero Macarra), algunas lectoras fieles, como las hermanas Enríquez de Salamanca, socias de primera hora, nos habéis escrito, con prosa y tono impecables, para advertirnos de que Iglesias se ha convertido en el columnista faro de CTXT, se “ha arrogado competencias que no le pertenecen” y nos ha hecho perder diversidad de voces y enfoques. Como diría El Destripador, vamos por partes.
1. Igual que El País vivió su síndrome Felipe González durante largos años (aquello sí era una puerta giratoria bien remunerada), era esperable que la presencia de Iglesias en CTXT tuviera ventajas y también inconvenientes. Cuando hace año y medio invitamos al exvicepresidente más perseguido de la historia a formar parte del consejo (llegaron con él Amador Fernández-Savater, Duval y César Rendueles) y a escribir tres piezas mensuales (no les doy los detalles económicos porque no es cuestión y porque Felipe tendría envidia), las lecturas de la revista habían empezado a dar síntomas de fatiga (lo explicó estupendamente Vanesa Jiménez aquí). Pensábamos que los cuatro galácticos aumentarían el nivel y la influencia de nuestra sección de opinión, y nos ayudarían a captar nuevos suscriptores. Ambas cosas se cumplieron de sobra, y en el camino decidimos publicar el libro Medios y cloacas (gracias, Ferri), que ya ha despachado cuatro ediciones, mientras Amador (que llegaba desde eldiario.es) se convertía en nuestro filósofo de cabecera y en el profesor más aclamado de los Talleres de CTXT.
2. Intuíamos también que Iglesias es una de esas firmas tan escasas y potentes que consiguen, sin pretenderlo, que mucha gente asocie el medio donde publica con su personaje público (sobre todo si ese medio apenas publica 4 o 5 piezas diarias, y no 200 como hacen otros, y si la figura lleva incorporado de fábrica un Chat GPT de barrio que tuitea dos veces por minuto). Algo parecido nos pasó hace unos años con mi querida Cristina Fallarás. Sus artículos tenían tanto éxito y retuits que la cuenta de CTXT parecía la suya personal. Iglesias tiene otros superpoderes: es el único articulista de la revista que, en estos ocho años, ha conseguido que los medios que nos desprecian y/o ningunean se vean obligados a citar e incluso a enlazar, ¡oh milagro!, un artículo de CTXT (enlazar lo hacen menos: quizá temen que si vienen aquí ya no vuelvan allí). Y para saber si PIT ejerce de capitán general en Contexto, bastaría con que le pregunten por Vanesa Jiménez y Mónica Andrade, las Supertacañonas que cuidan la honra de CTXT.
3. Creo que acusar a la revista de haberse convertido prácticamente en un órgano de partido y de paso en un medio putinista sobrepasa con mucho los límites de la crítica razonable. Y no es verdad. Desde que Contexto vino al mundo, los tabloides, Antonio Caño y sus Neocons, el colegio oficial de tertulianos y los divinos francotiradores de la prensa progresista y cloaquera nos pronosticaron una vida breve y nos colgaron el comodísimo sambenito de revista podemita. Lógico, porque no habían leído un periódico libre y de izquierdas en su vida y tampoco tenían costumbre de que un medio estatal se atreviera, allá por enero de 2015, a entrevistar a fondo (25 páginas) a un líder de Podemos. Y para colmo, debemos ser también el único medio patrio que jamás ha difundido (ni para desmentirlo) un bulo sobre el partido morado.
4. A pesar de lo que ha escrito hace unos días la siempre brillante Duval, debo explicar que, durante el tiempo en el que Iglesias y ella coincidieron en el Consejo, el ambiente fue el de siempre: distendido, animado, cualquier cosa menos “irrespirable”. PIT y Duval discutían sin acritud, y los demás asistíamos boquiabiertos a sus intercambios (Duval tenía entonces 20 años), no exentos de piques pero siempre resueltos con deportividad. Y cuando hemos escrito algún editorial que afectara a Podemos, o al Gobierno, Iglesias ha dado su opinión pero ha aceptado con elegancia la decisión de la mayoría.
Perdonen que me alargue hasta el bostezo y que les hable un poco más del consejo que preside a distancia (y seguramente sin recordarlo) nuestro único ídolo vivo, el nonagenario Noam Chomsky. Creo que es justo decir que en estos años no ha habido muchos espacios de análisis y reflexión tan críticos, libres y honestos intelectualmente como esta revista. Desde el primer minuto intentamos juntar a periodistas con académicos, artistas y activistas para ponerlos a pensar y a escribir con absoluta libertad. Por el comité ha pasado gente afín o militante del PSOE, de Ciudadanos (uno), de Podemos (bastantes más errejonistas y masmadridistas que pablistas), de Anticapitalistas, de Sumar, de IU, de CCOO, de los Comuns, de la universidad y la ciencia, los movimientos sociales, el feminismo que respeta todas las siglas LGTBIQ, el cine, la literatura, el asociacionismo gitano y, claro, el Atleti del Cholo (aunque algún merengue siempre se cuela). Y apenas hemos tenido broncas domésticas, por muchas elecciones, escisiones y traumas que fueran sucediendo, ni se ha publicado un editorial que no reflejara la opinión mayoritaria del consejo y no tuviera en cuenta la voz de los disidentes (en casos de duda, el VAR del Baranda las resuelve añadiendo 7 u 8 adjetivos y un chiste).
Desde 2015, la inteligencia de este órgano podemita, que jamás ha cobrado un euro de campañas publicitarias de los ministerios socialcomunistas, ha ido circulando por gentes tan sospechosas como Joaquín Estefanía, Sol Gallego, Jesús Ceberio, José Antonio Martín Pallín, Pacho Sánchez-Cuenca, Magdalena Mora, Yayo Herrero, Nuria Alabao, Miguel Pasquau, Xosé Manuel Pereiro, Jorge Lago, Marina Sáenz, José Luis Villacañas, José Antonio Pérez-Tapias, Cristina Peñamarín, Aurora Fernández Polanco, Pilar Solà, Antonio Turiel, Miguel Álvarez-Peralta, Sebastiaan Faber, Teresa Ribera, Victoria Carvajal, Cristina Fallarás, Álvaro de Guzmán, Bruno Estrada, Paco Cano, Jorge Gaupp, Mónica Santos, Pastora Filigrana, Carmen de la Ossa, Steven Forti, Xandru Fernández, Mercedes Gallego, Bonifacio de la Cuadra, Carlos García de la Vega, Concita de Gregorio, Adoración Guamán, Paco Castejón, Emmanuel Rodríguez, Jaime Balaguer, Braulio Gómez, Belén Barreiro, Pablo Stefanoni, Manuel Rivas, Joan Benach, Pedro Olalla, Eric Fassin, Ángeles Caballero, José Luis Cuerda, Joaquín Urías, Pablo Beramendi, Germán Labrador, Pilar Ruiz, Manolo Borja Villel, Marcelo Expósito, Gloria Elizo, Guillem Martínez, Gerardo Tecé, Antonio Tena, Ignacio Echevarría, Gonzalo Torné, las barandas Jiménez y Andrade, Juan Tallón, Pilar del Río, Raúl Sánchez Cedillo, Carmela Negrete, Andy Robinson, Emilio de la Peña, Justa Montero, Duval, Alba Rico, Iglesias, Elena de Sus, Álex Blasco, Adriana Mora, Adriana Torres, Diego Delgado y el que suscribe. Ah, y el gerente Jaime Fernández, una joya única en su especie porque cobra las facturas a 90 días y las abona el día que le llegan.
Siempre hemos denunciado la corrupción del sistema mediático y siempre hemos pedido lo mismo a los líderes zurdos
Gracias a todas y todos ellos hemos conseguido mantener este espacio laico y sagrado a salvo de partidismos groseros y de presiones políticas. Y en tiempos de crisis de la monarquía constitucional, quiebra del bipartidismo, cloacas a pleno rendimiento y blanqueo de la extrema derecha, nuestra línea editorial no se ha movido un centímetro. Siempre hemos denunciado la corrupción del sistema mediático y siempre hemos pedido lo mismo a los líderes zurdos: que acudieran unidos a todas las citas electorales para no regalar un solo escaño a la derecha, que pactaran gobiernos allá donde fuera posible con los socialistas y las fuerzas plurinacionales, que no entraran al trapo perdedor de la guerra cultural y que hicieran caso omiso a los cantos de sirena de la prensa falsamente progresista, cuyo interés por avanzar hacia un país más justo, democrático y menos desigual se limita a proteger con más o menos disimulo a las corporaciones, políticos y partidos que embellecen sus cuentas de resultados aportando millonarias ayudas publicitarias.
En fin, vamos acabando ya, que parezco el joven Pedro J. perpetrando la homilía dominical. Ocho años después, decíamos arriba, ya está aquí el nuevo y apasionante ciclo electoral, la izquierda se ha puesto otra vez en modo Aterriza como puedas y en CTXT estamos teniendo problemas serios para aclarar y definir nuestra línea editorial. ¿Nos entregamos al podemismo más gruñón y numantino? ¿Elegimos darle carta blanca a Yolanda Díaz para que lidere el proyecto como le dé la gana? ¿Damos una de cal y otra de arena aunque nos tilden de equidistantes y pichafrías? ¿Pedimos por enésima vez el unicornio de una unidad sensata, participativa, sabrosa e innovadora aunque sepamos que equivale a predicar en el desierto y a enemistarnos con tirios y troyanos?
Lo cierto es que la polarización y los agravios viejos y nuevos entre Podemos, IU, Más País, Sumar y los demás han ido a más en las últimas semanas, dificultando así la tarea de analizar lo que está pasando con calma y ecuanimidad y arrinconando a los que tratamos de aportar ideas que ayuden a re-construir el espacio en vez de a magnificar las diferencias y hacer tabla rasa, el deporte favorito del 99% de los opinadores. Lo hemos visto claramente en la recepción de las tribunas de distinto sesgo que hemos ido dando estas semanas.
Primer ejemplo. Pieza de Sánchez-Cuenca favorable a que Sumar decida cómo ensanchar el espacio en los despachos y desoiga las presiones de Podemos para celebrar primarias. Resultado: condenado a galeras por comparar la actitud “resistencialista” del Podemos actual con la que tuvo hogaño la IU de Cayo Lara con Iglesias. Este replica desde CanalRed de forma respetuosa, citando a Sánchez-Cuenca como dirigente de Sumar. Más: 24 horas de bronca en Redes a CTXT por no avisar en el pie de autor de un dato que nosotros mismos publicamos hace meses: que Pacho, uno de los más prestigiosos politólogos del país, ha coordinado (gratis y sin militar) uno de los 35 Grupos de Trabajo de Sumar. Bienvenida sea la crítica, pero díganme si no es un exceso que hayamos sido tildados de estalinistas yolandistas por una omisión en un pie de autor, que por supuesto corregimos. “Sánchez-Cuenca es el nuevo Inda”, tuiteó alguien.
De momento no vamos a publicar el enésimo editorial invocando a esa entelequia llamada la unidad de la izquierda
Segundo caso. Iglesias argumenta por qué Podemos debe ser tenido en cuenta y por qué las primarias abiertas son la mejor fórmula para que el frente amplio refleje la correlación de fuerzas y evite futuras tensiones. Recepción en medios y redes: desde CTXT, órgano podemita, bla, bla, bla, Iglesias torpedea la alianza con Sumar, intolerable presión de los morados a Yolanda. Tres. Guillem Martínez escribe un duro artículo que asume el relato de Sumar e IU sobre el fiasco en Andalucía y muestra su inquietud porque se acerque el final del espacio que se “aprovechó” del 15M –brrrr–. Batería de insultos en Redes, mensajes privados pidiendo la baja de la suscripción y definiendo el artículo como “infame”. Cuatro. Gerardo Tecé pide a Sumar respeto y reconocimiento para Podemos, y califica de hooligans a los trolls. Otras 24 horas de insultos. El mejor: “Tecé es como Ferreras”. Por suerte, la gran Yayo Herrero tendiendo puentes por todos lados con su optimismo antropocénico, y Pablo Beramendi poniendo el foco en los excesos de la retórica de la unidad han recibido más besos que balas. Pero las reacciones demuestran una vez más que las desavenencias o desacuerdos que dejan traslucir los líderes se reproducen con una agresividad insoportable en los medios y entre los militantes. Como decía Morente, “con amigos así, ¿quién necesita enemigos?”.
De manera que, después de mucho discutir por zoom y por guasap en el reducido Comité de Redacción electoral, hemos decidido que de momento no vamos a publicar el enésimo editorial invocando a esa entelequia llamada la unidad de la izquierda. Ya hicimos uno hace meses y ha sido olímpicamente ignorado. Y no vamos a repetirlo por tres razones. A) Ya vamos tarde (creo honestamente que el momento de pactar y escenificar la unidad era el 2 de abril o al menos antes de las municipales de mayo, y parecería que eso no va a pasar). B) Si lo hiciéramos sin tratar de señalar culpables, se tomaría como un brindis al sol y solo contribuiría a soliviantar más los ánimos y a añadir leña al fuego de las brigadas tuiteras. Y C) cuando lo que uno tiene que decir sabe que va a ser estéril o, peor, utilizado para el fin contrario al que busca, lo mejor es callar. Y lo dice uno que acaba de teclear la palabra número 2.839 de este artículo.
Les dejo con una reflexión personal. Las sumas y los liderazgos de izquierdas solo pueden cuajar y perdurar en el tiempo si la movilización popular desborda los pactos alcanzados en los despachos de los aparatos y los asesores. Y solo suelen acceder a la categoría de históricos si se construyen desde lo común, con alegría, transparencia, generosidad, mirada larga y valentía, propiciando una participación masiva y realmente democrática de las bases. Lo demás son simulacros, o como decían las abuelas, pan para hoy y hambre para mañana.
Así que mucha suerte a todas y todos, y mil gracias a ustedes vosotros por seguir leyéndonos, criticándonos con arte y dándonos la paguita.
¡Salud y libertad!
Autor >
Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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