NOTAS DE LECTURA (XXIX)
Personajes, referentes, imaginación
La imaginación es un territorio por explorar, una facultad desatendida
Gonzalo Torné 17/05/2023
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La masa de la imaginación. Me pregunto qué interés tendrá (más allá de satisfacer una curiosidad básica) el juego de buscarle a los personajes de ficción sus referentes reales. En primer lugar, porque esos referentes son siempre supuestos (incluso cuando media la declaración expresa del escritor, de quien conviene no fiarse jamás demasiado); en segundo lugar, porque estos referentes no suelen ser puros, sino que a menudo se dan mezclados (y no crean que solo con otras personas, qué va, también pueden combinarse con un loro, con un paisaje o con el recuerdo de un impreciso aroma melancólico una tarde de junio); en tercer lugar, porque nadie conoce lo suficientemente bien a ninguna persona como para incorporarla a un mundo de ficción sin añadidos ni adherencias derivados de los tonos particulares de su interpretación, a partir de lo que ha visto y oído; y en cuarto lugar porque entre el supuesto referente y el personaje se interpone la masa de la imaginación, siempre dispuesta a alterar, desplazar, concentrar y acelerar los datos recogidos de la realidad en el sentido de sus propios intereses.
Un criterio nuevo. De manera un tanto misteriosa la procedencia del material no determina (he estado a punto de escribir “condena”) que un texto de ficción sea autobiográfico. O dicho de otro modo: ante la dificultad para reconocer si un personaje tiene un referente real, y las complicaciones endemoniadas de calibrar qué cantidad de “realidad” contiene, podríamos proponer un criterio alternativo (y muy tentativo) para “calcular” si una narración es biográfica o no. Se trataría de olvidarse de las procedencias, para calibar si el resultado del libro (sus ideas, sus escenas…) sirve para exponer la biografía de su autor o, si, por el contrario, teje recuerdos, reflexiones y vivencias que son válidos para muchos lectores. Así un escritor de género podría colar su biografía (y poco más que su biografía) en una novela histórica sobre Napoleón o en un cuento fantástico sobre dinastías alienígenas, mientras que Proust, por mucho material extraído de la “realidad” que manejase, sería uno de los novelistas menos autobiográficos conocidos en el sentido de que casi todas sus páginas parecen escritas y son válidas para una multitud de lectores.
Las condensaciones de la imaginación. La ficción trabaja a menudo en sentido contrario a la realidad. Por mucho que nos digan que una historia o un personaje son “de novela”, lo cierto es que las personas conocidas viajan mal y encajan peor entre las páginas de una ficción. Quizás lo mejor de las personas sea su constancia, las pequeñas variaciones de los hábitos, las zonas indefinidas de carácter… que solo asoman (y se disfrutan) en una relación prolongada, por discontinua que sea. Y todo eso nos mataría de aburrimiento metido entre las páginas. La ficción exige una condensación, una reducción (al estilo de las salsas) que concentra los rasgos y los vuelve más expresivos e intensos. La imaginación es la facultad que propicia estos “acelerones” del carácter.
El reconocimiento. Me sorprende que Borges y Pound considerasen que Joyce no tenía imaginación. Aunque el propio Joyce, anticipando las críticas, se escudaba en una modestia parecida, lo cierto es que el comentario solo tiene sentido si lo aplicamos a la “imaginación narrativa”, la encargada de desarrollar la trama y la peripecia, y con matices. Pero resulta que esta modalidad de imaginación no es la única de la que puede echar mano un novelista. Están también la imaginación verbal o la formal, y Joyce descollaba en ambas. Claro que la imaginación es un territorio por explorar, una facultad desatendida.
La masa de la imaginación. Me pregunto qué interés tendrá (más allá de satisfacer una curiosidad básica) el juego de buscarle a los personajes de ficción sus referentes reales. En primer lugar, porque esos referentes son siempre supuestos (incluso cuando media la declaración expresa del escritor,...
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Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
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