NOTAS DE LECTURA (XXV)
¿Quién te ha pedido opinión?
Uno de los talentos secretos e indispensables de un autor de ficción es retrasar lo máximo posible el momento en el que el lector cobra conciencia de que lo están conduciendo
Gonzalo Torné 17/01/2023
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El tema como opinión. La relación entre el tema de una ficción y la ficción (o entre la ficción y su tema) se puede establecer de diversas maneras. Si atendemos a las entrevistas de prensa emerge una relación preponderante: parece como si el novelista o el cineasta eligiesen el tema con mucho cuidado para poder exponer su opinión definitiva sobre el asunto, y con algo de suerte dejarlo zanjado de una vez por todas. Suelen ser temas que les reclaman con urgencia, que les queman en las manos como dicen que arde en la lengua una revelación divina, y cuyas conclusiones están deseando compartir con sus conciudadanos, aunque sea para aliviarse. Parece algo natural: la obra tiene un tema y el autor expresa su opinión. Pero lo cierto es que hay algo de artificioso en desaprovechar los enormes recursos de una novela (donde por el mismo precio se podría acceder a la opinión, unas veces articulada y otras discutida, de docenas de personajes sobre “el tema”) para limitarse a exponer una sola opinión. Por no hablar del desatino “económico” de dedicar cientos de páginas para exponer lo que podía resolverse en folio y medio, a veces en menos.
El tema como tracción. Lo cierto es que no son pocas las ficciones donde el tema no se resuelve cuando su autor expone sus opiniones, ya sea a título personal o mediante la voz narrativa. De alguna manera el asunto del libro parece agitarse de manera independiente, al ritmo de los personajes y de las circunstancias que van apareciendo. Algunos ejemplos entre cientos: ¿Cuál es la opinión de Cervantes sobre la locura? ¿Qué piensa de verdad Jane Austen de la conveniencia de concertar una “buena boda”? ¿Cuáles son los auténticos sentimientos de Stendhal hacia la alta sociedad? Las respuestas parecen sencillas hasta que uno empieza a elaborarlas con cierto cuidado. La lectura del libro evidencia cómo se multiplican los puntos de vista, los matices y las perspectivas. Detengámonos en la escurridiza relación que El Quijote establece con la locura. No admite demasiadas dudas que la locura destruye a Quijano, pero debemos contemplar que también permite que emerja el caballero. ¿Qué vida ha preferido nuestro hidalgo? En su lecho de muerte Quijano rechaza la locura, pero sospechamos que solo la derrota en la playa de Barcelona le ha conducido a esta resignación sin entusiasmo. ¿Y no suena más persuasiva la propuesta de Sancho Panza de no morirse, de levantarse de la cama e irse al campo vestidos de pastores (a ver si detrás de alguna mata ven a Dulcinea), que las responsables advertencias de la voz narrativa sobre las contraindicaciones para los sesos de leer libros de caballerías? La única respuesta posible es que la pregunta sobre qué opina Cervantes acerca de la locura es demasiado complicada. Parece como si esta clase de libros prefiriese exponer el tema antes que resolverlo, que funciona como una tracción que permite el desarrollo de los personajes y la cohesión del argumento.
La trama juzga. Que un novelista se prive de dar abiertamente su opinión sobre el tema o el asunto principal de su novela no significa que se limite a exponer y dejar la responsabilidad de juzgar al lector. Toda exposición supone ordenar los acontecimientos, distribuir el peso de los argumentos y decidir el tono de cada postura (incluso, ay, cuando el escritor se deja arrastrar o seducir por lo indeliberado). Narrar obliga a algo más perseverante y duradero que una opinión, obliga a darle forma al “tema”, a disponerlo en una trama, y la trama juzga. Evitar la exposición directa de las opiniones puede persuadir al lector de que la novela propone una suspensión de los prejuicios y alienta el libre juego de la exposición. Y en parte es así, pero la presión de la trama termina inclinando el juicio sobre el asunto. Uno de los talentos secretos e indispensables de un autor de ficción es retrasar lo máximo posible el momento en el que el lector cobra conciencia de que lo están conduciendo. Incluso cuando tenemos dudas de qué opinaban Cervantes, Austen, Stendhal y sus narradores, sabemos lo que opinan El Quijote, Orgullo y prejuicio y La cartuja de Parma. Otro asunto es que estas “opiniones” no se dejen resumir en folio y medio, y que a veces solo se entreguen después de forzar al lector a releer y releer los libros donde se exponen.
El tema como opinión. La relación entre el tema de una ficción y la ficción (o entre la ficción y su tema) se puede establecer de diversas maneras. Si atendemos a las entrevistas de prensa emerge una relación preponderante: parece como si el novelista o el cineasta eligiesen el tema con mucho cuidado para poder...
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Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
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