PROCESANDO EL YUYU
Amnistía a la vez en todas partes
Lo expuesto por Puigdemont se reduce a un solo punto. La amnistía es una figura pastosa que, no obstante, ha recompuesto el país continua y periódicamente, desde Fernando VII, por lo que puede volverlo a hacer ahora
Guillem Martínez 5/09/2023
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1- Hace escasas horas que Puigdemont ha expuesto, zas, las condiciones para investir a Sánchez. Nada del otro jueves, si traducimos lo emitido –en la política esp todo debe ser traducido, pues la política esp es un mikado, una corte vetusta, irreformable e irreformada, en la que se habla, como ya saben, un japonés raro y que nadie comprende, y en el que nada significa lo que parece–. Lo expuesto por Puigdemont, si vamos en modo al-turrón, se reduce a un solo punto. Asumible, además. Amnistía.
2- Lo que sigue es, de hecho, una lectura calidoscópica, sincrónica, de la amnistía, esa cosa que coleaba desde hace semanas.
3- Se conocía el contenido del discurso de Puigdemont desde hace, al menos, una semana. Es decir, lo conocía hasta el último mono. Es decir, yo, que cuando hablo con políticos no busco exclusivas, sino mapas –no saben lo difícil que es hablar con políticos de mapas, y no de exclusivas; esa es otra–. Este hecho indica que, en principio, la cosa está madura. Que, pese a lo que se diga, se está negociando. Que, tal vez, incluso, el grueso de lo negociable está negociado. Faltarían, en ese sentido, los detalles. Que, en el caso de una amnistía, es un mundo. En los detalles –además, y como decían las viejas cuando existían– es donde se esconde el diablo, hecho que conocen y explotan los diseñadores de la egregia firma La Perla. Faltaría, también, evaluar la oposición, la resistencia a estas negociaciones, las fuerzas que podrían hacerlas fracasar. Que son muchas. A mí me salen cuatro. Las llamo las cuatrillizas, pues son hijas de las mismas patologías: un sistema político más bien gagá. Se las presento.
4- La primera, a) es la capacidad del procesismo, sólo superada por Charlie Chaplin, para liarse en el trance de atravesar una puerta abierta. Si bien es un temor fundado, parece que, en esta ocasión, sería un peligro despreciable. A saber: a.1) en esta ocasión Puigdemont parece sincronizar el fin de este capítulo político con el fin de un capítulo vital. Puigdemont, así lo parece, lo deja. Se quedará en el Parlamento Europeo, ese cementerio de elefantes millonetis, donde desarrollará, al parecer, su vida pública hasta su retiro. Desaparecerá –o, al menos, no estará tan presente– de la política local. Lo que es bueno. Ya lo dijo Tolkien: quien ha tocado el anillo –o cualquier otro objeto indigno, como, no sé, la mentira continuada y por años a la sociedad– debe pirarse en barco. En ese sentido, Puigdemont enseña el camino a Junqueras. A ver si se da por aludido. Por otra parte, a.2), parece haber cierta tutela del PNV –otra vez; en esta emisión, de manera más efectiva que en 2017– sobre Junts, ese menor, por tanto. La coordinación, la petición de Urkullu de una convención, una ceremonia para reinterpretar en términos federales la CE78, indica eso. Es el momento del PNV, lo que requiere archivar el momento CiU, aquel partido que en 2012, como el PNV hoy, tenía miedo a ser superado por otro partido de su franja, por lo que también quiso liderar un nuevo, histórico y determinante capítulo. El posible momento PNV, más realista y –este sería el carácter trágico del asunto– tal vez igual de improbable, nos lleva a un breve inciso.
Solo Puigdemont podía negociar con el Estado. Nuestro Nixon local ha hecho lo imposible. Pactar con el PSOE de manera absoluta
5- Inciso. La CE78 lleva tanto tiempo sin reformarse que, si fuera un piso, se vendería bajo el epígrafe de “muchas posibilidades”. Pero, como saben, no es un piso. El Estado del 78 está colapsado, como consecuencia de su incapacidad para adaptarse a varios packs nuevos-tiempos, que han ido pasando de largo a lo largo de las décadas, como el paisaje por las ventanas de los trenes. La novedad es que ahora, en el PSOE, existe esa certeza. Que se une a otras certezas, como la idea de que una reforma constitucional no solo es imposible, sino que podría acabar siendo aún más reaccionaria de lo calculable. El camino sería otro. Lo inventó el PP. Consistiría en aportar en la sala una interpretación integral de la CE78 y hacerla hegemónica. Sería la reinterpretación que pide Urkullu, pero sin convención alguna, sino con tecnología copiada al PP: a través de un TC parcial, decantado ahora hacia cierto progresismo. En todo caso, en esta nueva reinterpretación de la bicha/CE78 no entrarían planteamientos sociales –aplazados, literalmente, con la reforma constitucional de ZP–, pero sí cierto reconocimiento plurinacional, lo que es bueno, si bien todo quedaría muy lejos del federalismo –lo que es malo–. El federalismo, recordemos, hermanos, son sistemas, posibles, efectivos, de control y freno al abuso del Estado, para intentar contener los excesos de LA BESTIA. Es curioso, pero el dominio de LA BESTIA era la gran aportación catalana a la política catalana y a la española, incluso antes del invento de la política. Hasta el pujolismo, ese antes y ese después, desde el que hace escasas horas hablaba Puigdemont cuando exponía, entre fórmulas y laberintos históricos y pujolistas, la amnistía. Debemos estar, por tanto, aún en el pujolismo. De eso tengo que hablarles un día, brrrr.
6- La siguiente fuerza que puede enviar todos estos esfuerzos al garete, o fuerza b), es lo que hay a la derecha del procés. Lo que, como supondrán, es irnos muy muy muy a la derecha. Pero vayamos por partes. Como esta sección explicó en 2017, solo Puigdemont podía negociar con el Estado, por la misma razón que solo Nixon podía ir a China. En ese sentido, nuestro Nixon local ha hecho lo imposible. Ir a China. Pactar con el PSOE de manera absoluta. Junts tiene grupo parlamentario en el Congreso –es decir, recibirá una pasta notoria, como para hacer proyectos de boda– gracias, toma-moreno, a la cesión de diputados del PSOE/el mal/las especies invasoras. Se dice rápido. Pero Puigdemont ha ido más lejos: hace escasos días ha disuelto una suerte de parlamento sito en Bélgica. Básicamente, para que no le tocara las narices. La idea, dijo, era mejorarlo y convertirlo en dos cámaras por el precio de una y bla bla bla. Igual lo hace. O no. Da igual. Lo que viene, como se explicó en 2017, es eso: indepe como nuevo autonomismo, un autonomismo efectivo, si bien con esos casticismos sin función alguna. En todo caso, estas operaciones de adaptación de discursos propagandísticos a la realidad son siempre de riesgo. Una parte de la parroquia procesista puede no seguir estas coreografías, y sentirse traumatizada. Eso es lo que está pasando, lo dicho, en diversos puntos a la derecha de Junts, ese partido ya con componentes trumpistas. Uno de esos puntos es la ex-consellera Clara Ponsatí, persona que puede liderar una lista procesista y libertaria, en el sentido USA/argentino del palabro. Si Ponsatí no se entiende antes, claro, con ANC, que hace tiempo que baraja una lista antipolítica, en modo make-Catalonia-great-again, pero más y por un tubo. En principio, todo ese mundo es muy friki y no da para mucho. Pero si te pones a mirar, alucinas de dónde ha llegado. La petición de abstención que este pack illuminati hizo para las últimas generales ha sido importante y ha tenido consecuencias: Junts fue quinto partido, por delante, solo, de Vox. Otro mosqueo como ese, y Junts tendría que plantearse sus prioridades. La mani del 11S –organizada por la ANC– será importante para oler e intuir futuribles. Pronóstico: Puigdemont será loado, mayormente, por haber ido a China, y más con el tiempo que hace en China estos días, que llueve y hace calor. Veremos.
Felipe González es el ser que más ha modelado la Marca España, ya se ha pronunciado en contra de la amnistía
7- La fuerza c) es nuestro amiguito el Deep State, integrado, en el caso concreto del Procés, por más usuarios de los aconsejables, lo que ha impedido la discreción, ese componente del decoro y, en general, de las operaciones que salen bien. Así, en la cosa Cat participaron numerosos números de la Betemérica y agentes de la PN, que se fueron a Cat en el 2017 en modo Rubiales, oé-oé, hasta curritos del juzgado 13 de BCN, que empezaron a elaborar un proceso penal, luego recuperado por la Fiscalía del TS, en el que se trataba como rebelión una desobediencia constitucional cuyos promotores activaban cada mañana y desactivaban cada noche. Pasando por varias cenas de los matrimonios de un juez del TS y de una vicepresi del Gobierno Rajoy, en las que, en vez de apostar por el siempre lúdico y sorprendente intercambio de parejas, se decidieron los pasos a seguir para que políticos aforados en el TSJC fueran juzgados en el TS. Recreándose en un Súper Agente Pérez de los Cobos, autoridad policial en Cat para los idus de Octubre que, todo apunta a ello, desobedeció un mandato judicial del TSJC, y optó por la violencia inusitada y gratuita frente a los manifestantes del 1-O. A todo ello se tendría que sumar un TC, presidido por otro Pérez de los Cobos, con carnet de un partido y que pese a ello no dimitió, y que fue reformado hasta convertirse en una suerte de tribunal político de guardia, con capacidad de emitir sanciones. Y –tachán-taćhan– un rey que, el 3-O, cuando tocaba tranquilizar la cosa, salió con un bidón de gasofa. Son muchos, e importantes, figurantes, implicados en uno de los dos abusos de Estado vividos en el procés –el otro fue el mismo procés; mentiras, propaganda, supremacismo–, como para que ahora estén inactivos. Importante: Felipe González, ese pensador que, y solo tras otro sevillano –San Isidoro–, es el ser que más ha modelado la Marca España, ya se ha pronunciado en contra de la amnistía. Por inconstitucional. Meditaciones: a) no tiene por qué serlo, b) la amnistía es una figura pastosa que, no obstante, ha recompuesto el país continua y periódicamente, desde Fernando VII, por lo que puede volverlo a hacer ahora –lo que apunta al hecho de que las políticas locales han sido, históricamente, más pastosas que las amnistías–. Pero, por encima de todo, es muy importante que González haya aludido al palabro inconstitucional. Permite ver que Sánchez no lo hace. Y que el PSOE está empezando a dejar que solo el TC utilice ese término –lo que nos lleva, guau, al punto 5–.
8- El punto d) es la inteligencia del Gobierno de coalición. Que el Congreso emita una amnistía es ir más lejos de lo que ha ido el Ejecutivo al respecto. Recordemos: hasta ahora, el Ejecutivo ha emitido y ha propiciado indultos, la supresión del delito de sedición, y la supresión de una de las posibilidades de la malversación. Era valiente y necesario, en ese sentido, intentar soluciones para recoser el conflicto cat, si bien, recordemos, esas dos reformas del Código Penal aludidas no fueron muy lucidas. Con la primera se vieron acotados, de manera inopinada e innecesaria, derechos de manifestación. Lo que indica que los partidos gubernamentales no vislumbran un nexo potente con los manifestantes presentes y futuros. Al despenalizar un espectro de la malversación, los legisladores se distanciaban, a su vez, del 15M, un movimiento que, definitivamente, no entró en política, o no por mucho tiempo. Ambas reformas del Código Penal, por lo mismo, hablan de un cambio de ciclo: los partidos gubernamentales consideran la política como algo a realizar entre políticos. Es la política sin socializar inteligencias, que tira solo con una inteligencia, la inteligencia política, esa cosa tan autónoma. Lo que puede explicar los fallos en la inteligencia aludidos en esas dos reformas. En esta ocasión, parece ser que la amnistía será, lo que es tranquilizador, algo más colectivo. Me dicen –vete a saber si es verdad– que hay dos grupos trabajando en ella, sin coordinación alguna entre ellos. ZP sería uno de esos grupos. El presidente que reformó la CE78, que emitió unos recortes en el Bienestar, en 2010, estructurales, que no apoyó el Estatut que le llegó del Parlament, que modificó con Mas el capítulo de financiación de ese Estatut, cargándose su propuesta federal, que echó de la política a Maragall, podría estar redactando una amnistía –si es así, la presencia de ZP en este ajo volvería a aludir a la ya citada vuelta a la política, a una amnistía tácita, previa a la amnistía al procés, consistente en la amnistía de la política española desde 2011, en su olvido–. Otro grupo lo lleva vicepresidencia, o Sumar, vete a saber, pero por vía Jaume Asens, en todo caso. Se trataría de dos grupos, uno más mediático, de juristas conocidos, y otro académico, más discreto, anónimo, formado por unas seis personas, que serían las que estarían redactando el asunto. Todo ello pudiera aludir, y eso sería deseable, a la inteligencia colectiva deseable para acometer estas cosas: más individuos y una mayor inteligencia, por lo tanto, que la vertebrada en las reformas del Código Penal. Es preciso redactar esa ley de manera diáfana y, lo dicho, inteligente, precisamente porque será un precedente para la solución de problemas legales de políticos, sensible, por eso mismo, de ser revisitado, en el futuro, por derechas y extremas derechas.
Una ley de amnistía borra el pasado y sus consecuencias. Fabrica un momento cero
9- ¿Se merecen los políticos procesistas una amnistía? Se la merecen, en todo caso, nuestros convecinos, sometidos a rarezas judiciales por, mayormente, ejercer el derecho a la manifestación, y por haber obedecido a un Govern, que no les advirtió ni informó de los peligros de un proyecto que, por otra parte, no existía. Al neoliberalismo, esp o cat, se la trae al pairo la sociedad, por lo que es preciso defenderla, recordar en todo momento que somos sociedades, esos objetos frágiles. La amnistía puede ser un buen sistema para esa defensa.
10- Lo importante de una amnistía, a presión y temperatura normales, es, no obstante, que cumpla su función. Esto es, que sea una amnistía y funcione como una amnistía. Parece una tontería, pero no lo es. Es más, es un riesgo: tanto el Govern de Puigdemont, como el de Sánchez, han legislado procesismos parecidos. Ambos legislaron, por ejemplo, sendas nulidades de sentencias franquistas que, en efecto, no son ni serán nunca efectivas. No todo el mundo, en fin, vale para eso. Sobre la efectividad de una amnistía, les paso este único dato/prueba del algodón: el juez que lleva la causa de un detenido sensible de acceder a esa amnistía, debe leer la ley de amnistía, cuando esté promulgada y, en efecto, anular la causa en 3, 2,1. Por lo que no es fácil redactar una ley de amnistía.
11- Una ley de amnistía, por otra parte, borra el pasado y sus consecuencias. Fabrica un momento cero. Es decir, lo reinventa, porque el pasado, como ya sabrán, nunca desaparece, sino que, como el dinosaurio, ese XXXX XX XX XXXX XXXX, suele seguir ahí tras la mona. ¿Qué pasado, qué España, qué Catalunya, qué problema catalán fabricará, fijará, esa ley? ¿Qué pasado se negociará en la política local, siempre más sensible y predispuesta a negociar pasados que futuros?
12- Los puntos 10 y 11 son la madre del cordero. Pero ya, si eso, el próximo día.
1- Hace escasas horas que Puigdemont ha expuesto, zas, las condiciones para investir a Sánchez. Nada del otro jueves, si traducimos lo emitido –en la política esp todo debe ser traducido, pues la política esp es un mikado, una corte vetusta, irreformable e irreformada, en la que se habla, como ya...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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