EL SALÓN ELÉCTRICO
Cara al sol del futuro
La ola de signos arrasa en todo Occidente: ha llegado la moda totalitaria con todo tipo de accesorios, incluso con su propio hit de grandes éxitos musicales
Pilar Ruiz 20/11/2023
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Parecía que vivíamos otros tiempos. Que ya no era época de grandes ideas, mucho menos de símbolos, consignas ni himnos. Emblemas arrumbados en almonedas, tocados por una modernidad anti rey Midas que convierte en basura todo lo que toca. También las convicciones, creencias o ideales, cachivaches despiezados sobre una manta del rastro.
Pero ahí están de nuevo los símbolos. Los de un solo lado, además. Ya casi nadie ondea la hoz y el martillo, por enseña obsoleta e incluso criminal. Aunque para objetos terroristas, las banderas o pañuelos palestinos, prohibidos en Alemania o Inglaterra y ¿España?
En cambio, resulta el colmo de lo trendy sacar a la calle enseñas carlistas demandando que la rama familiar reinante se cambie por otra rama de la misma familia, reivindicación de candente actualidad y requeteimportante (guiño, guiño, codazo) para la mayoría de españoles. También resulta cool el saludo romano –piensan mucho en el Imperio– o envolverse en rojigualdas del tipo avícola o coronadas –rama reinante– incluso con estratégicos cortes grunge de esa misma corona, y hasta tatuarse runas celtas o cruces solares con nombre sánscrito. La ola de signos arrasa en todo Occidente: ha llegado la fashion totalitaria con todo tipo de accesorios, incluso con su propio hit de grandes éxitos musicales. En el hall of fame ultra están el himno nacional con letra de Pemán y el siempre pegadizo Cara al sol. El himno de la Falange fue una idea del fundador al salir del cine tras ver una peli, ojo, gabacha: La bandera (Duvivier, 1935), en la que Jean Gabin termina en la legión española. J.A. se vino arriba y convocó a unos amiguetes, conminándolos a escribir un himno de inmediato. Y amenazó a los perezosos con una ración de aceite de ricino. El típico buen humor fascista copiado descaradamente, como el resto de atrezo falangista, de los italianos.
“A mí no me miréis”, dice Jean Gabin.
Fischia il vento es un himno de la Italia partisana compuesto en plena Segunda Guerra Mundial, con la música de la canción soviética Katiusha, melodía que también dio nombre a un famoso lanzacohetes apodado por los nazis “órgano de Stalin” –no, no es lo que están pensando–. Pasó a engrosar el cancionero antifascista italiano junto a La Internacional, Bandiera rossa o Bella Ciao, otro símbolo despojado de su origen y regurgitado en forma de trasto pop. Aunque hay himnos capaces de resistirlo todo y hasta merecen películas, como La Marsellesa (1938) del antifascista Jean Renoir. También Fischia il vento. Al menos eso cree Marco Bellocchio en Buenos días, noche (2003), reconstrucción personal e intransferible del secuestro y asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas en 1978. El viejo rogelio ateo rompicoglioni –tocapelotas– sigue denunciando injusticias: con 84 años acaba de estrenar El rapto, donde cuenta la historia real de un niño judío secuestrado por el Vaticano. No se rinde.
Fischia il vento e infuria la bufera / scarpe rotte e pur bisogna andar / a conquistare la rossa primavera / dove sorge il sol dell'avvenir. (El viento silba y la tormenta arrecia / zapatos rotos y todavía tenemos que ir a conquistar la primavera roja / donde surge el sol del futuro).
Con ese sol del futuro de la primera estrofa de Fischia il vento, titula su última película Nanni Moretti. Su militancia, como la de Bellochio, es bien conocida: otro rompicoglioni di sinistra, pero siempre desde el juego y la ironía. Un espíritu burlón muy alejado del cinismo, Moretti es uno de los últimos cineastas profundamente humanistas. En El Sol del futuro un director-actor, su sosias de siempre, intenta cambiar el rumbo de la historia –pero no como Tarantino– para conjurar el pecado original del PCI: su apoyo a Stalin en la invasión de Hungría de 1956, cuando los tanques soviéticos aplastaron el intento de una revolución popular que dejó 2.500 muertos –Gaza lleva más de 11.300 cuando escribimos esto– y 200.000 refugiados. Frente al poder de las armas, infame y tiránico, está el poder de la imaginación, de la creación. El cine cambia, transforma, hace magia, repite Nanni. A pesar del sol negro de su futuro como cineasta, enfrentado a la estupidez y la codicia –plataformas; recuerden la huelga en Hollywood– o a la violencia bobalicona de la imagen industrial. Es muy difícil que le dejen volver a hacer una película, lo sabe. Por eso tiene prisa por contarnos que El Sol del futuro es, más que una película autobiográfica y un canto de amor al oficio de hacer cine, un emocionante testamento vital de esperanza y de confianza en el progreso.
Frente al poder de las armas, infame y tiránico, está el poder de la imaginación, de la creación
Ese sol de futuro estará donde cantamos y bailamos juntos, promete Moretti, en el abrazo gigante de la música de Franco Battiato, gran tocapelotas también, amante y amado de los ritmos de la tierra, de las músicas de todos los pueblos del mundo.
Por cierto que el pesimista vitalista cineasta romano siempre envía el mismo recado –además de recomendar la tarta Sacher– a los representantes / militantes / expresidentes / viejas glorias de partidos supuestamente progresistas:
El Fischia il vento que inspira a Moretti pone en guardia contra los fascistas y hasta les amenaza con una vendetta por cada uno de sus caídos. Hay que ponerse en la piel de los partisanos; además de haber sufrido 20 años de dictadura de Mussolini, estaban siendo perseguidos y aniquilados en una guerra de guerrillas desigual contra los ejércitos de la Alemania nazi, y eso pone de muy mala leche. Se ignora la cifra exacta de los caídos de la Resistencia a causa de tres amnistías sucesivas y los crímenes nazifascistas contra partisanos y civiles quedaron archivados hasta 1994, cuando se desveló la documentación de la matanza de las Fosas Ardeatinas (1944). La mayoría de los expedientes habían prescrito.
Mausoleo de las Fosas Ardeatinas en Roma.
Como los italianos, los fascistas españoles también tienen muy mala leche. Incluso en tiempos de paz, véanse si no sus cánticos cara al sol de la calle Ferraz, donde amenazan con la pacífica intención de asaltar la sede del PSOE. Para ellos la guerra nunca termina, no hasta que sus enemigos queden cautivos y desarmados. Para esos cautivos tienen otra canción los partisanos: Il Inno del primo maggio (Himno del Primero de Mayo). También versión, pero no rusa sino italianísima: adapta el archiconocido Va pensiero del Nabucco de Verdi. Convertida desde su estreno en un símbolo nacional e himno no oficial de la Italia ocupada por el Imperio austrohúngaro, estrenada en la Scala de Milan, a Verdi le pagaron en liras austriacas por su ópera, aunque como nacionalista italiano, librepensador y anticlerical, tifaba por Garibaldi. El libreto de Temistocle Solera –hijo de un carbonario, rojerío decimonónico– se basa en el Libro de los Reyes del profeta Jeremías: tras una batalla que acaba con 100.000 judíos, el rey genocida Nabucodonosor ha expulsado de su tierra y esclavizado a los hebreos. Cuando, abatidos, se sientan junto a los ríos de Babilonia y lloran por su patria perdida, cantan el famosísimo Va pensiero, también conocido como “El coro de los esclavos”. Un himno universal contra la opresión, la esclavitud, el colonialismo y todos los imperios genocidas que arrasan la tierra. ¿Quiénes podrían ser hoy día los esclavos del Nabucco? Seguro que tienen en mente algún pueblo masacrado ahora, hoy, en el momento en el que leen estas líneas. El pensamiento vuela. ¿Recuerdan la crisis que comenzó en 2008? Una época de políticas de austericidio, recortes salvajes y hombres de negro como emisarios de la injusticia y la inhumanidad que aún colean. Otra forma de despotismo que, como la pandemia de covid, derivó en enfermedad global contagiosa que mató más cuanto más débiles. La precariedad salarial de hoy viene de entonces; en algunos sectores como el cultural nunca volvieron a alcanzarse los salarios precrisis. Entonces el Va pensiero sonó de nuevo como himno contra los recortes que empobrecían a todos los trabajadores, como los de la cultura. Fue en la ópera de Roma gracias a Riccardo Muti y con todo el teatro en pie. No se pierdan su discurso sobre las patrias.
Un grito desgarrador y bellísimo por la libertad, la verdadera, acompaña a las imágenes de la injusticia. Nabucodonosor sigue aplastando con su odio y su crueldad, sus proclamas están por todas partes. Palestinos bombardeados, desplazados, cargando sus bártulos hacia el exilio, como esclavos de la Antigüedad. Y también a los otros éxodos como el de los saharauis, los sirios, los migrantes de medio mundo, los que llegan en pateras a las costas de esa Europa que les escupe como basura, sin derechos, sin justicia. El sol del futuro va por ellos, sin himnos marciales, sin banderas de guerra ni símbolos de odio. Cantemos todos juntos, que diría el maestro Muti, bailemos la música del consuelo y la esperanza, que diría el maestro Moretti. Con nuestro pensamiento, acompañamos a todos los desposeídos de la tierra. Su futuro es el nuestro, es ahora y en nuestras manos está hacerlo mejor que el presente.
Parecía que vivíamos otros tiempos. Que ya no era época de grandes ideas, mucho menos de símbolos, consignas ni himnos. Emblemas arrumbados en almonedas, tocados por una modernidad anti rey Midas que convierte en basura todo lo que toca. También las convicciones, creencias o ideales, cachivaches despiezados sobre...
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Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es El cazador del mar (Roca, 2025).
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