La jura
El coro de la corona
El grupo vocal que dejó atado Franco sigue y este martes dio un concierto que mereció cuatro minutos de ovación en el Congreso a la princesa Leonor
Laura Arroyo 1/11/2023
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“Será que la palabra ‘corona’ lleva ‘coro’ incluida”, me digo estos días en los que confieso me cuesta entender España. Ha sido una semana de constantes “¿pero esto qué es lo que es?”. Nueve años en España y he vivido, aunque intenté escapar, mi primera juramentación de la Constitución en ese Congreso de los Diputados que conozco muy bien y que, por lo mismo, sé que abre sus grandes puertas principales, flanqueadas por esos leones característicos, en muy poquitas ocasiones. Como cuando en 2016, por ejemplo, Felipe VI inauguró su primera legislatura desde que accedió al trono. Recuerdo bien cada “¿qué está pasando?” que se deslizaba por mi cabeza mientras veía la sede de la soberanía popular –repito: popular– vistiéndose de gala y adaptándose a la familia que, por alguna razón, merecía mucho mayor respeto que cualquiera de los diputados elegidos en las urnas. Recuerdo también que los diputados del grupo parlamentario de Podemos no dieron la bienvenida institucional a la familia real ni participaron de la foto oficial protocolaria, se limitaron entonces a estar en sus escaños. Hay cosas que, por suerte, no cambian, sino que mejoran. Y hay otras que ni cambian ni se mueven…como la monarquía.
Decía que ‘coro’ está incluido en ‘corona’ porque más allá de la atmósfera elefantiásica en torno a la juramentación de Leonor de Borbón, lo que más me llama la atención es el coro en torno a ella. Un coro que canta en perfecta armonía y afinación el pentagrama. Un coro con la derecha política en la sección soprano porque, reconozcámoslo, saben usar las cuerdas vocales para elevar notas a niveles insospechados; con la derecha mediática en la sección de los bajos para garantizar soporte a la melodía; pero también con la progresía mediática en la sección de contraltos y barítonos porque son perfectamente armoniosos con las voces de la derecha mediática y sólo cambian un poco el timbre para que la pieza musical tenga todo el cuerpo que necesita. Por supuesto, tenemos también las voces del poder económico, judicial, empresarial y castrense en la sección de tenores. Francisco Franco estuvo en la sección contratenores, pero lo cierto es que se le recuerda más como director del coro que como cantante. Y el coro que dejó atado sigue y este martes dio un concierto que mereció cuatro minutos de ovación en el Congreso de los Diputados.
Leemos en el diario El País utilizar, como a Carmen Calvo, la paridad en el Congreso y el Gobierno, que recibirían la juramentación de Leonor, como una seña de que la monarquía en esta nueva fase es ‘feminista’. Sin duda, este ha sido uno de los picos de la sinfonía porque a Prisa se le puede acusar de mucho, pero nunca de desafinar cuando le toca un solo. Lo de que monarquía y democracia son tan antagónicas como monarquía y feminismo queda para los plebeyos, que –como yo– fruncen el ceño cuando oyen semejantes disparates. Hasta donde sabía el feminismo propone igualdad y no hay nada más desigual que una familia perpetuando sus privilegios por la fecundación. Pero qué sabré yo, que me he malacostumbrado a que en mi país al jefe de Estado se le vote.
Los habituales en la sección de armonías han sido, como no puede ser de otro modo, El Mundo, El Español, La Razón –con su habitual solemnidad vocal– y, por supuesto, el ABC, que sabe qué cumpleaños se felicitan con el adecuado acorde. Lo hizo con Hitler y esta semana con Leonor. Casi se sentía delicado pero perceptible un armónico fascista en el aire. Sólo el oído entrenado lo oye, claro. Los plebeyos estamos para comer pastel. Ese que al más fiel estilo mariantonietano regalaron en Madrid para acompañar, desde afuera del auditorio, el coro del martes. Que coman pastel y aplaudan, se oyó en la Puerta del Sol.
Mientras unos aplaudían desde el hemiciclo parlamentario, otros convocaban a una manifestación para junio, mes en el que Felipe VI cumplirá diez años como rey
Hay que decir también que ninguna pieza por más armoniosa que resulte, logra su cometido sin un buen público que sepa contener la respiración en los momentos álgidos, cerrar los ojos a la hora de oír un buen “juro guardar y hacer guardar” y, por supuesto, para ovacionar de pie cuando toca. Y eso fue exactamente lo que hicieron los habituales que tienen pagado el abono de por vida a los eventos del régimen como es el coro de la corona, pero también el desfile del 12 de octubre, por citar otro de sus eventos concurridos. Habituales del PP y PSOE, que son los veteranos, y ahora también de Vox, que son un público apasionado que aplaude con más fervor que nadie. Se levantan veloces de sus asientos y exclaman “¡Viva el rey!”, a veces antes de que acabe la pieza. Un fervor incontenible, aunque alguna vez se hayan decepcionado de que el actual director de orquesta, Felipe VI, tuviera un mínimo gesto de democracia cuando, por ejemplo, propuso a Pedro Sánchez como candidato a la investidura. El público se resiente, pero parece que el resentimiento les ha durado tan poco como a la izquierda ‘a la izquierda del PSOE’ les ha durado el republicanismo.
Yolanda Díaz, líder actual de la que prometía ser una coalición amplia que garantizara avances en derechos sociales y transformación –vale decir, una agenda republicana contraria a la Monarquía–, ha aplaudido cuatro minutos y ha sonreído “institucionalmente” –lo que sea que eso signifique– al coro de la corona en su gran día de legitimación. Los plebeyos estaban fuera, haciendo ruido porque hasta para aplaudir son ruidosos y para denunciar a la monarquía todavía más. Mientras unos aplaudían desde los palcos del hemiciclo parlamentario, otros convocaban a una manifestación para junio, día en que Felipe VI cumplirá diez años como rey y se prevé un magno concierto al que, nuevamente, el pueblo no estará invitado ni por asomo. La antesala del martes no dejó lugar a dudas. Hay quien se sabe vasallo y se conforma con un puestito en la corte, y hay quien combate contra esa condición, aunque el camino sea largo y en este te destrocen. No todo en el arte es belleza. Pregúntenles a las bailarinas profesionales. El comunicado de Sumar, tras su aplauso a la monarquía en un acto al que pudo fácilmente no asistir –siempre puedes fingir un catarro–, sólo revela que saben que fue un error disfrutar de un concierto anacrónico, elitista y antidemocrático. La pregunta es si saben que es un error por principios o por la reacción en las redes sociales. Ya sabemos que la opinión sobre una obra de arte a veces tiene más que ver con lo que los críticos dicen de ella que por la obra en sí. Algo me dice que, en realidad, a la señora Díaz le gustó la sinfonía y ya está pensando en comprarse el abono. Seguro tiene un oído mejor cultivado que el mío que sólo oía interferencias del siglo pasado.
Entre los pasteles, los vivas al rey, los aplausos de cuatro minutos y los avales de Casa Real en ese Congreso surgía también otra armonía. Una plebeya que se parecía más al país en el que ahora vivo, aunque te intenten poner la cara de Leonor de Borbón hasta en el cocido. Las melodías revolucionarias saben colarse en los silencios que dejan quienes creen que por tener todo atado y bien atado está garantizado. De fondo un “tic tac”...
“Será que la palabra ‘corona’ lleva ‘coro’ incluida”, me digo estos días en los que confieso me cuesta entender España. Ha sido una semana de constantes “¿pero esto qué es lo que es?”. Nueve años en España y he vivido, aunque intenté escapar, mi primera juramentación de la Constitución en ese Congreso de los...
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