América Latina
La tragedia de la migración venezolana
Hay más de 7,7 millones de personas refugiadas y migrantes procedentes de Venezuela en todo el mundo. Constituyen la segunda diáspora más grande, luego de la de los sirios
David Roca Basadre 28/11/2023
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La migración venezolana, la segunda más grande del mundo luego de la de Siria, se ha convertido en un asunto grave para los países latinoamericanos que hacen lo posible por recibirlos, y afecta a la misma Venezuela que, contra lo que especula el régimen de Maduro, no solo es un desahogo temporal, pues le será difícil de recuperar la pérdida de juventud y profesionales.
Millones de latinoamericanos y caribeños migran cada año, sobre todo a los Estados Unidos, aunque también a Europa y en particular a España. Este fenómeno no es reciente, ocurre desde hace décadas, pero en Europa ha sido opacado siempre por la migración procedente de África y Asia que ha llevado a sectores, incluso conservadores, a no mirar con tan malos ojos a los latinoamericanos que, al menos, hablan una lengua europea, y comparten rasgos culturales.
Otra cosa es la migración dentro del continente americano. La llegada de mexicanos a Estados Unidos tiene una larga historia. Pero también han ido en busca del “sueño americano” migrantes centroamericanos, caribeños y sudamericanos que, con sus remesas, contribuyen de forma significativa a las economías de sus países. Cabe destacar el caso de más de un millón de haitianos migrantes.
Las migraciones entre los países latinoamericanos tampoco son novedad. Así, Argentina fue durante años receptora de migrantes paraguayos, bolivianos, peruanos y también chilenos, convirtiéndose, en algún momento, en el mayor receptor de migrantes latinoamericanos.
También Venezuela, en los tiempos de su mayor apogeo por la abundancia de la renta petrolera, acogió a cientos de miles de migrantes del continente. Antes y durante el gobierno de Chávez, colombianos, ecuatorianos, y peruanos, –y también españoles– hicieron de la patria de Bolívar la meta para culminar sus sueños.
Los venezolanos
Pero la migración venezolana a gran escala es un fenómeno nuevo. Venezuela se ha dado en la cara con que el ideal petrolero rentista forjado a inicios del siglo XX no era eterno. Y esto ha provocado la salida de millones de venezolanos de su país, donde las oportunidades para tener una vida digna han desaparecido. En total, según la Plataforma R4V, en agosto de 2023 había más de 7,7 millones de personas refugiadas y migrantes procedentes de Venezuela en todo el mundo, de las que 6,5 millones estaban en países de América Latina y el Caribe. Estos suman la cuarta parte de los 28,2 millones que siguen viviendo en el país.
El ideal petrolero rentista forjado a inicios del siglo XX no era eterno. Millones de venezolanos han salido de su país
La tragedia es múltiple. Los primeros en dejar Venezuela fueron profesionales, muchos de primer nivel, que ahora desarrollan sus actividades en los países de acogida, por lo general en Latinoamérica. Una segunda oleada, que aún persiste, sumó a personas de condición modesta y, también, a muchísimos jóvenes. La tercera oleada es diversa y se caracteriza por un cambio masivo de destino, esta vez al norte: otra vez el “sueño americano”.
La tragedia de esta migración, la más grande en la historia del continente, tiene características que están impactando asimismo en los países de acogida, léase primero Colombia, que es el primer receptor con casi tres millones de venezolanos migrantes; Perú, que ha recibido a más de un millón y medio; y Ecuador, Brasil y Chile que albergan a, aproximadamente, medio millón cada uno.
El cambio de ruta en la tercera oleada de la migración venezolana, que ahora enrumba hacia los Estados Unidos, vía Centroamérica y México, los ha convertido también en el grupo de latinoamericanos más numeroso que presiona para ingresar a ese país, y ha llevado su impronta al corazón mismo del imperio con el que se enfrentaba Hugo Chávez.
Los venezolanos no tienen las facilidades de visa y residencia inmediata que concedió Estados Unidos a cualquier cubano que pisase su país
La fuga desde Venezuela no es comparable a la de los migrantes cubanos, como se trata de equiparar a través de la propaganda interesada. Los venezolanos no tienen las facilidades de visa y residencia inmediata que concedió Estados Unidos a cualquier cubano que pisase su país. Tampoco el boicot a Venezuela fue desde el inicio de su proceso de cambios, sino recién con el gobierno de Maduro.
Las rutas
Pero no todo es llegar. Antes –tanto si van al sur, al oriente, como si van al norte– los migrantes venezolanos deben transitar rutas plagadas de peligrosos desafíos naturales, así como de delincuentes y mafias explotadoras a las que se exponen permanentemente.
Había, hasta antes de la tercera oleada, dos rutas de fuga, como las ha llamado la periodista Francesca Dasso en una estupenda producción.
Para llegar a Estados Unidos, los migrantes toman la ruta del Darién, llamada así por el peligrosísimo escollo natural que constituye esta selva en Panamá
La ruta de los Andes es la que lleva a los migrantes hacia Colombia, Ecuador, Perú y Chile. La ruta de la Amazonía, los lleva sobre todo hacia Brasil. Una minoría ha viajado a países caribeños. La tercera oleada toma la que deberíamos llamar ruta del Darién, por el peligrosísimo escollo natural que constituye la selva del mismo nombre en Panamá, durante cuyo tránsito, de un promedio de cinco días, deben atravesar zonas inhóspitas, lluvias intensas, ríos con enormes caudales, zonas embarradas, y el desamparo por el que, por ejemplo, Médicos Sin Fronteras ha documentado hasta 400 casos de abusos sexuales entre 2021 y 2022, y durante el cual perecen muchos viajeros, justo al inicio de su largo viaje hacia la frontera de Estados Unidos.
El viaje en sí mismo dura meses o a veces años. Las escenas de multitudes de personas, hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos, desarraigadas y en largas y fatigantes caminatas, expuestas a vivir a la intemperie en las ciudades de tránsito donde nadie los conoce, son frecuentes.
Las mafias en las rutas
En ese trayecto, el acceso a la atención sanitaria suele ser complicado. No se tienen cifras de fallecidos en las rutas de los Andes y de la Amazonía, pero no son pocos. La ruta del Darién ha identificado, hasta agosto 2023, a aproximadamente 77 muertos en plena marcha. Las anécdotas e historias recogidas ilustran el drama de esos viajeros.
La ruta del Darién ha identificado, hasta agosto 2023, a aproximadamente 77 muertos en plena marcha
En ese trayecto, aparecen bandas organizadas que se ofrecen como agencias de viaje que esquilman a sus “clientes”, y muchas de ellas conducen a mujeres jóvenes, con engaños, a trabajar en la prostitución. Los robos son también frecuentes.
Existen en el camino centros de acogida que no consiguen dar abasto, por ejemplo en Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Brasil. Se organizan por los Estados a través de los municipios, aunque sobre todo por iniciativa de organizaciones religiosas, organismos internacionales y algunas ONG.
A eso se suman las olas de xenofobia, extendidas por la prensa o personajes públicos como políticos en campaña, que deciden culpar a los extranjeros de todos los males a través de la generalización de acciones aisladas. Existen, asimismo, sectores de cierta izquierda muy dogmática que rechaza a los migrantes basándose en una peregrina adhesión a la revolución bolivariana.
La xenofobia oculta, sin embargo, el importante aporte de muchos migrantes a sus países de acogida. Los profesionales de la salud venezolanos fueron muy importantes en tiempos de la pandemia por covid.
La acogida
Los migrantes, cuando se establecen, suelen dedicarse a todas las actividades que estén a su alcance para sobrevivir, y se convierten rápidamente en parte del paisaje. Algunos logran ubicarse en posiciones similares a las que tenían en su país de origen, sobre todo los profesionales, otros pasan a integrar la muchedumbre solitaria, adaptándose como mejor pueden.
Los países de acogida han abierto sus servicios sociales, la escuela pública, la atención en salud a los migrantes. Y se han abierto canales de legalización diversos.
En Brasil, la Operación Acogida luego de los procesos de legalización, traslada a los migrantes a diversas partes del país, buscando abrirles espacios adecuados para cada uno. El problema de la lengua ha hecho que, a pesar de ser un país fronterizo, Brasil no tenga tantos migrantes como Colombia o Perú. Pero el trato en Brasil no ha sido igual para todos. El caso de los indígenas de las naciones amazónicas pemón y warao, que migran a Brasil desde el delta del río Orinoco, suele ser diferente. Viajan cientos de kilómetros para ingresar al estado limítrofe de Roraima en Brasil, muchos terminan en Belem donde hay leyes que los reciben mejor. Llegan huyendo del hambre y la violencia, y se les impide vender su artesanía o hacer actividades artísticas callejeras, consideradas como mendicidad. A pesar de los esfuerzos de los organismos internacionales, esta situación ha variado poco. Restan alrededor de cinco mil indígenas provenientes de Venezuela, en Brasil.
Las bandas criminales
Es notable el incremento de cierta forma de delincuencia que viene organizada desde Venezuela, de contrabando con la población migrante que se suma a la complicidad de la corrupción policial en las fronteras, y se dedica a actividades ilícitas.
En septiembre reciente, el gobierno de Nicolás Maduro –se dice que por presión de los países receptores de migrantes– destruyó la cárcel de Tocorón en el Estado de Aragua. El lugar era, desde hace años, una especie de “tierra liberada” de bandas criminales que habían construido allí una microciudad con todas las ventajas y comodidades, incluyendo centros de diversión, restaurantes, cines, hasta un zoológico, pero desde donde una organización criminal denominada el Tren de Aragua dirigía y organizaba sus actividades ilícitas, primero en Venezuela, pero ahora también en todos los países a los que viaja la población migrante.
El crimen organizado venezolano se aprovecha de la circunstancia migratoria para ampliar sus influencias y actividades
Las modalidades introducidas incluyen la extorsión mediante el cobro de cupos a profesionales, artistas y comerciantes. Otra modalidad utilizada por pequeñas mafias colombianas al inicio, y luego acaparada por el Tren de Aragua, se llama “gota a gota”, y consiste en hacer préstamos a personas sin acceso a crédito con intereses muy altos, y luego cobrarlos de manera violenta incrementando cada vez más los montos por demoras.
Las peleas con las mafias locales por el control de zonas de ejercicio de la prostitución acarrean enfrentamientos violentos que pueden afectar al vecindario.
Estos “negocios” y otros, a la fecha, empiezan a expandirse. Tienen en sus manos, además, redes de prostíbulos con mujeres jóvenes venezolanas traídas con engaños –también hay casos de prostitución masculina– a las que se les cobra eternamente el precio de su traslado y alojamiento al país en que ejerce esa actividad.
Lo que no puede hacer esta organización criminal es dedicarse al comercio de drogas, a lo más que llega es al microcomercio, pues los grandes carteles, sobre todo mexicanos y colombianos, y bandas peruanas en el Perú, los superan en fuerza.
Al destruir Nicolás Maduro la cárcel de Tocorón en Aragua, debilitó la organización de esta banda, pero su presencia sigue creciendo bajo otra estructura, más descentralizada. Sin dudas, las policías locales hacen lo que pueden, pero la corrupción interna, especialmente en Venezuela, Colombia y Perú, debilita su accionar.
El Tren de Aragua no es la única banda que se desplaza. También La Cota 905 venezolana, Los Tiguerones ecuatorianos, y otros grupos se aprovechan de la circunstancia migratoria para ampliar sus influencias y actividades.
Víctimas
Organizaciones como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones de las Naciones Unidas (OIM), así como organizaciones privadas como Save The Children, han llamado la atención sobre la situación de los venezolanos migrantes, particularmente sobre los niños, niñas y adolescentes. Recientemente, los primeros grandes grupos de migrantes de Venezuela ya han irrumpido en las calles de ciudades norteamericanas con su impronta particular, bullanguera y tan latinoamericana, aunque les es es más fácil hacerlo en países vecinos donde la informalidad es casi la regla y se puede salvar el día a día de cualquier manera.
La migración venezolana solo hallará solución con un cambio de régimen en Venezuela, no para volver a los tiempos previos a Chávez, ni para salidas populistas de extrema derecha que tientan a algunos y serían peores que la enfermedad, sino con un régimen democrático, realista pero sobre todo solidario que supere el rentismo extractivista, cuide la tierra venezolana – tan generosa en dones que no son minerales ni petróleo, sino abundantes llanuras hoy abandonadas y agua dulce– y la ponga en valor para beneficio de sus propios ciudadanos, de todos.
“La sociedad es un conjunto de formas de vida, de tejido social, de institucionalidades, de prácticas colectivas, y cuando la sociedad es sometida a una lógica de organización vertical desde el Estado o a una lógica de mercantilización de todo lo que hay en ella, conducen por igual a situaciones donde no es posible la vida, donde no es posible la democracia”, dice el sociólogo venezolano Edgardo Lander.
Sin dudas, un fenómeno de dimensiones tan grandes como es la migración venezolana, y con un impacto tan importante que afecta a un pueblo que merece mejor suerte, y a un continente, requiere más atención, más seguimiento y mayor comprensión de todos.
La migración venezolana, la segunda más grande del mundo luego de la de Siria, se ha convertido en un asunto grave para los países latinoamericanos que hacen lo posible por recibirlos, y afecta a la misma Venezuela que, contra lo que especula el régimen de Maduro, no solo es un desahogo temporal, pues le será...
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