1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

  315. Número 315 · Diciembre 2024

Reportaje

San Benito no es Bad Bunny

Un santo negro casi olvidado, patrón de los migrantes y los cocineros, da nombre al barrio de Palermo en Buenos Aires, donde nacieron Borges y el Cholo Simeone, y recuerda la herencia afro de la capital argentina

Eddie Fitte (Revista Anfibia) Buenos Aires , 30/08/2023

<p>La escultura de San Benito de Palermo encargada por el chef Pedro Peña en el interior del restaurante Niño Gordo. / <strong>Santiago Goicochea (Revista Anfibia)</strong></p>

La escultura de San Benito de Palermo encargada por el chef Pedro Peña en el interior del restaurante Niño Gordo. / Santiago Goicochea (Revista Anfibia)

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Frente a la cocina abierta al público de Niño Gordo suena Black Flag a un nivel considerablemente alto. El salón tiene aires clandestinos. Parece un izakaya nipón de clase trabajadora con retoques pop, una estética que combina propaganda maoísta clásica de los setenta con animé y a Hokusai con Marvel o DC. Detrás de una fila de juguetes de personajes con reminiscencias eternamente noventosas -Goku, Yoshi, Sonic, los cazafantasmas, la selección completa de Hayao Miyazaki, las tortugas ninjas, los supercampeones- el cocinero Pedro Peña comanda una batalla contra el tiempo que no para de correr mientras brota fuego por doquier.

Pedro es un ex skater del ambiente del hardcore bogotano caracterizado por sus tatuajes de filos faciales y aspecto thrasher. Llegó a la Argentina sólo con lo puesto y 500 dólares. Sin título ni familiares o amigos que lo ayudaran. Peña tenía el sueño de estudiar gastronomía en una ciudad cuya comida quería revolucionar. Así, desde cero, se fue abriendo paso a los empujones en el pogo de la industria culinaria local. 

Mientras afila un cuchillo que parece una katana en miniatura, Peña cuenta que cuando se enteró que existía un santo patrono de los cocineros y los migrantes que trabajan entre bachas y hornallas lejos de casa, inmediatamente mandó a hacerse una estatua para tenerla siempre cerca.

Se dice que con la presencia de la figura de San Benito de Palermo los ingredientes nunca se acaban y las raciones alcanzan para todos

Se dice que con la presencia de la figura de San Benito de Palermo los ingredientes nunca se acaban y las raciones alcanzan para todos. Al chef siempre le intrigó por qué en un barrio tan gastronómico como Palermo, que de hecho lleva su mismo nombre, nadie lo recuerda.

Desde hace años tiene una pelea con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para que le permitan poner la estatua San Benito en la calle, para que la gente pueda verlo y sepa quién fue y es el santo afro de las ollas.

Mientras relata las frustraciones del proceso para conseguir la aprobación pública, Peña sirve una última medida de bourbon junto a la parrilla. La botella está vacía. El bogotano mira risueño moviendo el vaso seco de lado a lado. 

—No se le puede pedir tanto al Santo Negro, ¿no?

Fotos: Santiago Goicochea.

El santo

Benito Manasseri Larcan nació en 1524 en la isla de Sicilia. Hijo de Cristóbal y Diana Larcan, una pareja de negros esclavizados que habían sido traficados desde Etiopía. En esa época era habitual que esclavistas portugueses secuestraran personas en Etiopía para venderlas a los españoles. El intercambio de humanos solía darse en Sicilia, que en el siglo XVI era un virreinato de España. 

Así se conocieron Cristóbal y Diana, y tomaron el apellido de su patrón, Manasseri. Cuando se casaron prometieron no tener descendencia: no querían someter a sus hijos a la esclavitud. Pero el patrón les juró que el primero de sus hijos sería liberado. Ese primogénito fue el bendito y así lo llamaron: Benito. No correrían luego la misma suerte sus hermanos Marco, Baldassara y Fradella. 

San Benito nació en 1524 en la isla de Sicilia. Hijo de Cristóbal y Diana Larcan, una pareja de negros esclavizados traficados desde Etiopía

La tradición cuenta que Benito era tan amable que cuando había cumplido los diez años ya era llamado "El Negro Santo", apodo que conservó toda su vida. A lo largo de su vida soportó acosos y discriminación por ser negro. Los relatos franciscanos de testigos de la época dicen que, a pesar de eso, “él siempre mantuvo su dignidad y la actitud amistosa”.

La biografía más popular de Benito (San Benito de Palermo, de Fray Contardo Miglioranza) cuenta que cuando cumplió 20 años escuchó la voz de Jesús que lo invitaba a dejar todo lo que tuviera y seguirlo. Así se sometió “a la mortificación de no beber vino”, se volvió ermitaño y se comprometió con la abstinencia perpetua tras deshacerse de todas sus pertenencias. Pero Benito no sabía leer ni escribir, y su analfabetismo lo terminaría relegando a las tareas de cocina del convento.

Las narraciones de la época destacan que, como cocinero en el convento franciscano, Benito siempre tenía suficiente comida a pesar de los recursos limitados. Tenía un carisma muy particular y una ciencia infusa sobre los conocimientos sagrados y las cuestiones espirituales, por lo que personas de muy diversas condiciones se acercaban a él en busca de consejo.

Por las curaciones que realizaba en el convento y su capacidad inexplicable para alimentar a tantos con muy poco, su fama creció. Sus tareas eran cada vez más interrumpidas por novicios, devotos, clérigos y teólogos de jerarquía que buscaban consejos o milagros. Así, de mala gana, terminó volviéndose un líder del grupo que conformaba.

Benito fue exitoso al frente de la orden pero nunca se sintió cómodo ahí. Al final de su vida pidió retirarse a la cocina, donde reanudaría la alimentación de los pobres y el cuidado de los enfermos. 

Y Benito cocinó hasta morir.

El barrio

Niño Gordo está en ese cuadrilátero comprendido entre las avenidas Juan B. Justo, Scalabrini Ortiz, Córdoba y Santa Fe. Es la zona que Jorge Luis Borges solía denominar como Palermo el viejo. Llamaba así con algo de desprecio romántico a un barrio que parecía estancado en el tiempo. Pero ese estancamiento se terminó a partir de finales de siglo y comienzo de los 2000, cuando grandes torres subdivididas internamente por finas láminas de durlock y gigantes proyectos inmobiliarios que prometían las amenities soñadas empezaron a brotar por doquier. Life PalermoPalermo TwinsTownhouse Soho (I y II), Solar SohoPalermo Uno.

En un Palermo de malevos y cuchilleros, Borges creció sumergido en libros. De ese barrio hoy nada queda

En la ex-Serrano 2135, un pequeño Borges fue criado por la institutriz inglesa conocida como la señorita Tink. En un Palermo de malevos y cuchilleros, Jorgito creció sumergido en libros. De ese barrio hoy nada queda. Una gran torre se levantó sobre esos recuerdos. Si alguien quisiera visitar esa casa, se encontraría con una tienda de zapatillas de tenis.

La vecina calle Thames, ahora destacada por la revista británica Time Out como una de las 10 más “cool” del mundo, es otra de las arterias pintarrajeadas más visitadas de este destino turístico porteño. Al 1810 de ésta vía se encuentra Niño Gordo

Fotos: Santiago Goicochea.

 

Son las 21.30 de un martes y la esquina de Thames y Costa Rica está atestada de gente haciendo fila. Un público, en su mayoría extranjero, conversa en distintos idiomas. Alemán, portugués e inglés se entremezclan con distintas tonadas de español debajo de un inflable gigante de un niño gordo y tatuado que sobrevuela la escena. Hay una excitación casi infantil en el aire.

Pedro Peña empezó su carrera en el restaurante Típula, donde llegó a ser jefe de cocina. Pasó por la mítica Florería Atlántico y después, guiado por una obsesión con la carne local, peregrinó hacia Córdoba para aprender el arte de la charcutería. Básicamente, el oficio del charcutero radica en la capacidad de transformar materia prima, carne de descarte y despojos, en algo que pueda perdurar en el tiempo. Esa experiencia lo acercó aún más a la carne y los chacinados. Es en ésta cruzada cárnica conoció a quien terminaría siendo su partner in crime, El “Ruso” German Sitz, fanático de la carne y experto en materia de faena. Forjaron una amistad que se tradujo muy rápido en trabajo. El puntinazo de borcego lo dieron en diciembre de 2017 con la propuesta de parrilla asiática. Lo llamaron Niño Gordo. Este restaurante terminaría destacado por publicaciones como el New York Times, el Washington Post o la mítica Eater.

En medio de su trabajo, Pedro se toma un recreo y sale a la vereda a fumar un cigarrillo que toma de su oreja. 

—Toda esta gente podría irse de Buenos Aires con la sensación de que es una ciudad aún más rica de lo que es —dice—. Esa idea del ‘pueblo europeo que bajó de los barcos’ y bla, además de mentira, es incompleta. Hablar del Santo Negro es sumarle las raíces afro a una ciudad que efectivamente las tiene, y le suma mucha onda a todo lo que se habla siempre, que ya está muy trillado.

Mientras conversamos, un amigo se acerca a pedirle fuego. Pedro le extiende el encendedor y sigue hablando. El joven intenta varias veces, pero no logra sacarle la chispa.

—¿San Benito no es Bad Bunny? —pregunta, ya con su Phillip Morris encendido. 

Lo afirma -evidentemente- porque ese (@sanbenito) es el usuario del artista puertorriqueño en Twitter.

—No ve lo que le digo... Hay que ponerlo en todos lados al negrito para que la gente sepa por qué mierda hasta este barrio terminó llamándose así.

El culto

En el siglo XVII, los franciscanos llevaron el culto a San Benito de Palermo como una forma de evangelización de los esclavos africanos que trabajaban en las plantaciones del sur del Lago de Maracaibo, Venezuela. Por eso es justo en Maracaibo donde está su templo principal, que aún conserva una reliquia de la negra piel del Santo traída desde Italia en 1992.  

En el siglo XVII, los franciscanos llevaron el culto a San Benito como una forma de evangelización de los esclavos africanos en Venezuela

El rito de homenaje festivo se extendió por todo el continente. Una característica de los bailes en los que lo conmemoran es que se borran los límites entre lo religioso y lo popular. Por lo general, se celebran sus días del 27 de diciembre al 6 de enero. 

En muchos de los lugares donde se lo festeja suenan los tambores. Los ritmos, cada uno con una danza particular, van cambiando a medida que se desarrolla la fiesta y todo es dedicado al "Santo Negro Bailón". 

Las culturas del pueblo Fon (Benin), Efik y Efok (Nigeria) e Imbangala (Angola), también trasplantadas a ésta región bajo el régimen esclavista, lograron a través de éste ritual, lleno de música frenética y danza, canalizar las raíces en una manifestación auténtica que irradió fuerza y energía por todo Venezuela y Colombia, en principio, para luego continuar hasta el fin del mundo.

Fotos: Santiago Goicochea.

El barrio

En 1836, Juan Manuel de Rosas, el Restaurador, compró unos terrenos en Buenos Aires y construyó una casona de una planta de 78 por 76 metros coronada por cuatro torres, una en cada esquina. 

La bautizó: Palermo de San Benito.

Tenía un salón de fiestas donde abundaban los espejos y los muebles de caoba. Estaba rodeada por un parque gigante que habitaban avestruces, teros y gavilanes. El cuarto de Rosas miraba al río. 

La quinta era un oasis en una Nación en conflicto, atosigada por los enfrentamientos entre federales y unitarios. En ese contexto de permanente tensión, Rosas buscó el apoyo de los afroporteños que, según algunas cifras históricas, rozaba el 30 por ciento del total. Esta población trabajaba esclavizada en las casas de las familias adineradas, hacía labores artesanales o se dedicaba a la venta ambulante para el beneficio de sus patrones.

Juan Manuel de Rosas ubicó a los afroporteños en un lugar de relativo “privilegio” para la época

Ya sea por interés político, compromiso social o una combinación de ambas, Juan Manuel de Rosas ubicó a los afroporteños en un lugar de relativo “privilegio” para la época. Si bien el ascenso social continuaba siendo un imposible, la población afrodescendiente tenía acceso a los bailes y candombes, expresiones culturales que hasta ese entonces estaban completamente prohibidas. 

—Existen dos visiones distintas de personas que se han ocupado de estudiar el tema —explica Miriam Gomes, profesora de literatura y activista afroargentina—. La de un Rosas amigo de los negros, y negros amigos de Rosas, en el período en el que Rosas era el más poderoso, el hombre más fuerte de nuestro territorio. Después están los que hablan solamente de la utilización que Rosas hizo de la población negra en su época. Yo creo que hubo una alianza política, real, de la comunidad negra y Juan Manuel de Rosas.

Desde joven, Miriam defiende los derechos de los africanos y afrodescendientes y lucha contra la invisibilidad de la herencia afro en la cultura nacional. Su familia proviene de Cabo Verde, un paradisíaco archipiélago volcánico ubicado frente a las costas de Senegal. Ella nació en Dock Sud, barrio de inmigrantes del sur de Buenos Aires, donde también se instalaron otras familias caboverdeanas. 

Miriam recuerda que las mujeres federales negras de la época, llamadas Negritas Federales, tenían un cancionero que incluía alabanzas a Rosas y a su hija Manuela. 

—No puedo rebajarlo a una simple utilización, a una postura utilitaria de parte de Rosas. Yo pienso que él era un político muy hábil, y vio en éste sector importante de la población un potencial que utilizó, siempre en términos políticos. Y ellos también explotaron esa parcialidad hacia ellos. Lo que les valió, por ejemplo, que consiguieran mantener sus asociaciones, que implicaba reforzar los lazos culturales y comunitarios, que son aspectos muy importantes en las comunidades africanas y sus descendientes.

Rosas, por esa afinidad que también compartía con su hija, asistía a los candombes que hacían los afros en las Casas de Nación, que reunían a africanos y afrodescendientes con un mismo origen étnico o lingüístico.

—Y sabemos que éstas organizaciones incrementaron sus funcionamientos con los gobiernos de Rosas.

La conexión entre el barrio donde estaba la residencia de El Restaurador y la herencia afroporteña quedó literalmente sepultada.

Hasta que en 1985, el arquitecto y arqueólogo Daniel Schávelzon, fundador del Centro de Arqueología Urbana de la FADU (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires), encabezó una excavación en esos terrenos.

—En su residencia de Palermo, Rosas tenía una capilla, bastante grande, dedicada a San Benito. Era una parte muy importante de la casa, y como todo lo que pasaba ahí adentro, tenía un sentido altamente político —dice.

A principios de los ‘80 Schávelzon acababa de regresar al país tras una década en México, donde la arqueología urbana era bastante común, y pensó que podía aplicar algo de esa experiencia en Buenos Aires. 

—En Argentina resultaba muy extraño —cuenta—. No sólo estaba la novedad de excavar arqueológicamente en el corazón de la ciudad de Buenos Aires, sino que encima el tema Juan Manuel de Rosas ya tenía su peso significativo.

En esa época una empresa estaba haciendo una serie de reformas urbanas en el barrio, en la zona del Parque Tres de Febrero, y había vaciado lo que se conoce en el trazado de la ciudad como “Lago Moa” para ponerle piedra. A pesar de no estar relacionadas con la labor del equipo de Schávelzon, los arqueólogos vieron en esas tareas de saneamiento la oportunidad para hacer sus propias exploraciones. 

—Con un grupo de amigos nos enganchamos con un trabajo de excavación que en el fondo era muy sencillo, muy modesto. La primera temporada costó 200 dólares. Esa fue toda la inversión. Pero éramos un grupo de pibes que estábamos muy enganchados y nos parecía importantísimo porque era volver a la Argentina, que había resurgido en la democracia —recuerda.

Fotos: Santiago Goicochea.

Fue entonces que aparecieron una enorme cantidad de objetos que los sorprendieron. 

—Para ese momento era un tanto impensable que hubiera una cultura afroporteña que mantuviera cultos ancestrales bajo tierra —comenta Schávelzon. 

Las cerámicas y otros objetos hallados no cuadraban con lo que esperan encontrar. 

—Era estudiar lo que había sido un proyecto nacional y popular. Y no es que éramos rosistas o antirosistas, queríamos hacer historia: no era un trabajo para exaltar la figura o denostarla. Queríamos saber realmente cómo fue y cómo era la cosa. 

Después de la excavación, Schavelzon viajó a Estados Unidos para trabajar con Leland Ferguson, un colega especialista en la temprana vida afroamericana y ganador del prestigioso premio James Mooney de la Sociedad Antropológica del Sur.

Una vez reunidos, Schavelzon recuerda que tomó las fotografías de los distintos hallazgos de su investigación buscando una respuesta sobre sus orígenes. Ferguson las observó y sonrió risueño, como si la consulta se estuviera contestando sola con la evidencia que tenían frente a sus ojos. “Eso es la diáspora africana. Esa cerámica es la misma que se encuentra en Brasil, Cuba o Estados Unidos. Porque eran personas que capturaban en África, pero después eran repartidas por todo el continente”, le explicó. 

—Había una pipa triangular que tenía unos puntitos y me intrigaba, porque no era ni indígena, ni criollo, ni español. Inmediatamente Leland tomó un libro de culturas de África Occidental y me mostró la misma. Luego en el lago vacío terminamos encontrando 50 —recuerda Daniel. 

La idea de una “Buenos Aires negra” no formaba parte del relato oficial con pretensiones europeizantes

En la excavación también encontraron un muñeco vudú tallado en madera y envuelto en chapa. Estaba ahorcado con un alambre de cobre revestido en tela verde. Medía casi 20 centímetros de alto y tenía una perforación cuadrada en el lado izquierdo, a la altura del corazón que estaba tapada por un pedazo de hueso del mismo tamaño. 

La herencia afro aparecía por doquier. 

Esa presencia quizá hoy no resulte tan extraña. Pero, hasta ese momento, la idea de una “Buenos Aires negra” no formaba parte del relato oficial con pretensiones europeizantes. Hay autores que incluso afirman que la mitad de la población en aquellos años tenía ascendencia africana. Por eso la capilla dedicada al Santo etíope de las cocinas era mucho más que un simple gesto político.

—San Benito era un santo negro, y tener un negro en el santoral era de suma importancia. Era uno de ellos. Por lo que también fue muy importante para los afro católicos que lo santificaran, aunque llevó muchísimo tiempo que el Vaticano lo decidiera —dice Schavelzon. 

A pesar de la resistencia inicial a darle el debido reconocimiento, la innumerable cantidad de milagros que se le atribuían a la intercesión del Santo Negro obligaron a Benedicto XIV a beatificarlo en 1743. La presión popular creció aún más, y finalmente el papa Pío VII lo colocó en el catálogo de los santos 218 años después de su muerte. 

Se dice que cuando lo exhumaron para la beatificación, su cuerpo estaba intacto. 

A pocos metros de los famosos lagos palermitanos donde alguna vez estuvo la capilla rosista del Santo Negro, siguiendo por la Avenida Bullrich y tomando la curva de Plaza Italia hasta que se convierte en la calle Thames, está la única representación del santo palermitano en el barrio.

Se encuentra, sólo por casualidad, en la casa de la infancia de Diego “Cholo” Simeone, en la esquina de Thames y Costa Rica.

Hoy el lugar es punto de peregrinación pero para otras personas. Quienes ahí se acercan a tomar fotografías son ahora los fanáticos del Atlético de Madrid, ya que es esa casa vieja donde el ahora entrenador del Atleti pasó su niñez y juventud. 

De la casa infantil del hoy ídolo madrilense hoy queda sólo su estructura, que funciona como depósito del restaurante Niño Gordo. Y, en ese almacén que abastece a la tropa de cocineros al mando de Pedro Peña, está la última estatuilla palermitana del Santo Patrono de los cocineros y migrantes, realizada por encargo del colombiano al escultor Lucas Deza.

El chef Pedro Peña. Foto: Santiago Goicochea.

El santo

En la biografía de San Benito, el fray Contardo Miglioranza relata uno de los milagros que se le atribuyen al santo. Estaban por comenzar la elección de superiores en el convento de Santa María. Llevaba mucho tiempo nevando aquel invierno y la despensa de la cocina estaba pelada. Sin alimento y con tanto frío, era imposible recibir a toda la gente que planeaba reunirse.

Pero antes de irse a dormir, Benito dejó unos cántaros con agua dentro de su almacén.

Dice el relato: “A la mañana siguiente, antes de que la aurora pinte de policromas maravillosas el cielo de Palermo, Benito y el ayudante entran en la cocina, donde son acogidos por extraños chapoteos. Dentro de los cántaros se agitaban y perseguían una gran cantidad de peces los que, fritos en el perfumado aceite de oliva, son la delicia de los comensales”. Lo que se suponía que iba a ser una simple reunión electoral terminó en banquete y fiesta.

Mientras miro la estatua de San Benito, Pedro Peña toma otro cigarrillo por detrás de su oreja y me acerca la oración que yace junto al Patrono.

Acompáñame San Benito, 

durante las pruebas de la vida, 

en los momentos de mayor dificultad, 

ante la austeridad,

 y durante todas las aflicciones de la vida,

para que bañado de tu energía 

pueda tener la fortaleza suficiente

para levantarme y salir triunfante

de las vicisitudes.

—A mí los santos me gustan mucho, también los paganos, es la fe colectiva lo que me atrae. De Malverde a la Virgen de Guadalupe, del Gauchito Gil a Pancho Villa, suelo tener cerca siempre alguna referencia a ellos. Una estatuilla, una estampita, algo —cuenta el cocinero durante un nuevo receso lejos de los fuegos. 

Pero el Santo Negro, dice, es especial.

—Murió cocinando y eso lo hace más cercano aún. Por eso, la próxima vez que venga ya no debería estar aquí dentro, si no en la calle.

Para que todos lo vean. 

Para que nadie se lo olvide.

-------------------------------------

Esta es una historia original de Revista Anfibia.

Frente a la cocina abierta al público de Niño Gordo suena Black Flag a un nivel considerablemente alto. El salón tiene aires clandestinos. Parece un izakaya nipón de clase trabajadora con retoques pop, una estética que combina propaganda maoísta clásica de los setenta con animé y a Hokusai con Marvel o...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Eddie Fitte (Revista Anfibia)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí