MALKA OLDER / SOCIÓLOGA Y ESCRITORA
“Para tener hogar y derechos, el sistema te obliga a pertenecer a un país”
Diego Delgado 17/12/2023
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Con más de una década de experiencia en ayuda humanitaria en lugares como Sudán, Japón, Mali o Indonesia, y un doctorado en Sociología, Malka Older (Massachusetts, 1977) no duda en afirmar que ella siempre quiso ser escritora. Una vocación literaria que, combinada con la investigación y el trabajo de campo, hace que sus libros sean el ejemplo perfecto de aquello a lo que debería aspirar cualquier historia de ficción especulativa: ofrecer una lectura divertida que, además, suponga un estímulo intelectual que invite a considerar formas alternativas de vivir. The centenal cycle, trilogía nominada a mejor saga en los prestigiosos premios Hugo en 2019, combina una carga reflexiva muy profunda acerca de la democracia, el sistema de Estados-nación y los medios de comunicación, con un ritmo narrativo trepidante.
Older atiende a CTXT con motivo de la publicación, el pasado 25 de octubre, de su primera novela editada en castellano, de la mano de Crononauta –que ya tradujo un relato suyo en la antología Abrazando la revolución (2022)–. Se trata de La imitación de éxitos ya conocidos, una historia de detectives situada en un planeta hostil, pero con una ambientación muy acogedora. De fondo, el libro invita a pensar sobre el sinsentido de mantener un modo de vida que nos lleva, inevitablemente, hacia el colapso ecológico.
El trabajo humanitario tiene un alto componente práctico, mientras que la sociología puede actuar como el complemento teórico para entender la realidad. ¿Es la ficción una suerte de extensión de esas dos labores hacia el futuro?
No se me había ocurrido hasta este momento, pero en el mundo de La imitación de éxitos ya conocidos imagino una academia que tiene, en efecto, tres ramas: lo Clásico, lo Moderno y lo Especulativo. Y es un poco parecido.
Una de las cosas que me gustaban de mi trabajo como cooperante es que era muy experiencial. Yo podía decidir hacer algo y, siempre con el alcance limitado de los fondos de los que disponíamos, teníamos flexibilidad para que se llevase a cabo.
Esto de escribir ficción para mí es una forma de tener un intercambio con el mundo
Aquella fue una sensación de poder, que es una cosa peligrosa y hay mucho que decir en ese aspecto de la industria del cooperativismo, no quiero simplificarlo. Al cambiar al ámbito académico hice una investigación sobre el terreno de dos catástrofes, y se me hizo muy difícil estar allí pidiendo a gente que me contara sus experiencias sin tener yo nada para darles.
Esto de escribir ficción para mí es una forma de tener un intercambio con el mundo. Por otro lado, con la ficción puedo imaginarme el mundo mejor y muy diferente, y espero transmitir un poco esas ideas a otra gente y contribuir de alguna manera a esos cambios que tienen que darse.
Tanto The centenal cycle como La imitación de éxitos ya conocidos muestran realidades posteriores al colapso de la civilización tal y como la conocemos. ¿Cuáles son los motivos que le hacen situar sus historias en esos escenarios?
Para mí, una de las funciones que tiene la ficción especulativa es ponernos delante un reflejo del mundo, pero no uno normal, sino uno un poco torcido. Creo que para que la mayoría de la gente pueda imaginar un cambio pequeño es muy útil tener la visión de un cambio mucho más drástico.
En The centenal cycle no lo pensé tanto como después de un colapso. Pensé más que quería mostrar que este sistema político global de los Estados-nación que nos parece tan permanente y tan inevitable es, en realidad, algo bastante nuevo y bastante inconstante.
Quería poner énfasis en eso: los sistemas que todos los poderes quieren mostrar como permanentes e inevitables, en efecto no lo son; pueden cambiar de una forma chocante o más gradual, pero van a cambiar. Debemos estar ya imaginando lo que puede venir después para tener una agencia y construir un sistema mejor.
The centenal cycle se sitúa en un futuro no demasiado lejano, en el que el actual sistema de Estados-nación ha sido sustituido por lo que llamas “microdemocracia”. ¿Cómo explicaría esta microdemocracia a alguien que no ha leído sus libros?
La saga toma lugar en un futuro en el que el Estado-nación casi no existe, y la mayoría del mundo participa en un sistema que se llama microdemocracia. En él, la unidad política fundamental es lo que se llama un “centenal”, más o menos grupos de 100.000 personas que pueden votar por cualquier partido que quieran de todos los que hay en el mundo. Hay algunos partidos que son muy locales, que solo se preocupan de problemas locales, y otros más o menos globales que tienen “centenals” en todo el mundo y tienen que concentrarse en una política más amplia. Quise pensar en una democracia en la que la unidad importante era más bien la población, no el territorio.
La superación de los Estados-nación como unidad política, pero sobre todo identitaria, está muy presente. ¿Cree que esta forma de organización es responsable del auge de las extremas derechas?
Yo lo veo como una evolución más o menos natural. Una consecuencia, más que evolución, de todo este concepto del Estado-nación, que es bastante nuevo pero coincidió con un tiempo de poderes crecientes en Europa y de colonización y tomó una importancia que en realidad no merece. Así que tenemos esta realidad en la que, para tener un hogar y derechos, las personas deben pertenecer a un país que les otorga una identificación. Estamos viendo las consecuencias violentas de ello en este mismo momento.
La desafección política es un tema nuclear en la saga, y también un gran problema en la actualidad. ¿El concepto de microdemocracia es una herramienta teórica para pensar sobre posibles soluciones a esta cuestión?
Sí. Como dije, esperaba y espero que mis novelas ofrezcan a la gente la idea de que las cosas podrían ser de otra forma, que podríamos gobernarnos de otra manera, y que eso inspire un poco más de interés en la política. La mayoría de las democracias actuales están tan establecidas que los poderes tienen sus nichos y es muy difícil cambiar las cosas. Se vuelve muy aburrido y desempodera a la gente. Es importante renovar ese concepto de democracia y reconocer que tenemos muchísima amplitud para innovar, para cambiar, para intentar otras cosas. Para mí, una manera de hacer eso es pensar localmente y reconocer las maneras en que la política nos afecta directamente donde vivimos.
Creo que tenemos que seguir innovando y reconocer que la democracia no es una cosa fija ni única, sino que tiene muchísimas formas, la mayoría de las cuales no hemos intentado ni teóricamente ni mucho menos en la práctica.
La democracia no es una cosa fija ni única
Se habla mucho de la falta de tejido social como una de las mayores disfuncionalidades de la democracia representativa, y en sus novelas parece que también es un problema en la microdemocracia. ¿Es posible una sociedad democrática sin organización ciudadana?
No, para mí lo que debemos estar pensando ahora es cómo podemos hacer que la democracia se propague por la sociedad más allá del derecho al voto. Y es algo que hay que hacer con delicadeza, porque mucha gente sencillamente no tiene tiempo ni interés en estar involucrada en cada decisión, pero hay un espectro bastante grande entre la situación actual y eso de que todo el mundo participe en todas las decisiones políticas.
Hay muchas maneras de construir esos tejidos sociales, ya sea con organizaciones locales de deporte o de actividades de cualquier tipo, por ejemplo.
Es importante que los gobiernos se aseguren de que haya espacios fuera de lo que requiere el capitalismo. Yo noto la diferencia entre Europa y EEUU en términos de dónde la gente tiene lugares físicos donde reunirse, o espacios públicos que están limpios y son acogedores. O aquellos lugares en los que la gente tiene más tiempo, porque hay más vacaciones en el trabajo, y se ve que la gente se reúne más, está más relajada y puede asociarse para hacer cosas independientes del trabajo o las responsabilidades. Eso me parece importantísimo.
El sistema microdemocrático que ha ideado parece el culmen de la descentralización, sin embargo, existe una institución mundial, casi ubicua, que parece desempeñar el papel de guardián de las esencias democráticas. Se trata de ‘Information’, una especie de medio de comunicación total.
Estaba muy frustrada con el estado de la información en EEUU y en el resto de países donde vivía y trabajaba. Entonces quise imaginar algo, dentro del ecosistema de la información, que fuese más o menos fiable, que todo el mundo pudiera mirar y decir: “Vale, desde aquí, sabiendo esto, vamos a debatir”. En el mismo momento en que imaginé este sistema pensé que era una idea terrible y peligrosísima porque, obviamente, habiendo un solo medio de comunicación, si se corrompe es una catástrofe. Pero me parecía interesante explorar esa idea empezando con una organización que realmente quería hacerlo bien, y cómo eso iba a fallar y también cómo iba a funcionar en algunas cosas mejor de lo que tenemos ahora.
‘Information’ puede ir demasiado lejos, pero la situación que tenemos ahora de mucha información sin regulación, con monopolios bastante poderosos, sin rendición de cuentas… eso es muy peligroso y dañino. Tenemos que buscar formas entre ambos extremos.
Hablemos de La imitación de éxitos ya conocidos. En su obra previa hay alusiones a la crisis climática, pero en este libro el colapso ecológico salta al primer plano. ¿Sentía que es una cuestión demasiado urgente como para limitarse a mencionarla de fondo?
Sí, absolutamente. Me frustra muchísimo cuando la gente dice que el cambio climático es un problema complejo, o que cómo paramos el cambio climático. Bueno, no sabemos cómo pararlo ya porque hemos ido demasiado lejos, pero sí sabemos cómo hacerlo más lento, cómo mejorarlo mucho. Es evidente. El problema complejo del que están hablando no es cómo pararlo, es cómo pararlo sin cambiar el modo de vida que tenemos.
Me ha llamado la atención la presencia constante del señalamiento de las élites como responsables directas del colapso, tanto en The centenal cycle como en La imitación de éxitos ya conocidos. ¿Servirían de algo todos esos cambios de los que hemos hablado si no se limita el poder de las élites económicas?
La esperanza es que, al hacer esos avances, estos contribuyan a limitar ese poder económico o político. Porque, bueno, ¿cuánta de la información que ingerimos ahora viene fabricada para mostrar el punto de vista de esa gente con poder? Si tuviésemos una información más popular, más clara, que realmente nos mostrara quién es esa gente y cómo llegaron a estar donde están, ¿lo toleraríamos?
Si, por un lado, nos deshacemos de esa gente, ya sea con impuestos, regulaciones o sencillamente cambiando nuestra fascinación hacia los ricos, sería más fácil cambiar el sistema; pero si cambiamos el sistema, se espera que también sea mucho más difícil llegar a una posición con esa cantidad de poder. Ojalá imposible. Y se puede decir, además, que el hecho de que haya gente con tanto dinero y tanto poder es un indicativo de que el sistema no funciona.
Con más de una década de experiencia en ayuda humanitaria en lugares como Sudán, Japón, Mali o Indonesia, y un doctorado en Sociología, Malka Older (Massachusetts, 1977) no duda en afirmar que ella siempre quiso ser escritora. Una vocación literaria que, combinada con la investigación y el trabajo de campo, hace...
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Diego Delgado
Entre Guadalajara y un pueblito de la Cuenca vaciada. Estudió Periodismo y Antropología, forma parte de la redacción de CTXT y lee fantasía y ciencia ficción para entender mejor la realidad.
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