masacre programada
Una fábrica de asesinatos en masa
Los ataques aéreos permisivos contra objetivos no militares y el uso de un sistema de inteligencia artificial han permitido al ejército israelí llevar a cabo su guerra más mortífera en Gaza, revela una investigación de +972 y Local Call
Yuval Abraham 5/12/2023
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La autorización extendida del ejército israelí para bombardear objetivos no militares; la relajación de las limitaciones impuestas en cuanto a las muertes de civiles previstas, y el uso de un sistema de inteligencia artificial para generar más objetivos potenciales que nunca parecen haber contribuido a la naturaleza destructiva de las fases iniciales de la presente guerra de Israel en la Franja de Gaza, según revela una investigación de +972 Magazine y Local Call. Es probable que estos factores, como explican miembros y exmiembros de los servicios de inteligencia israelíes, hayan contribuido a producir una de las campañas militares más mortíferas contra los palestinos desde la Nakba de 1948.
La investigación llevada a cabo por +972 y Local Call está basada en conversaciones con siete miembros y exmiembros de los servicios de inteligencia israelíes –entre ellos, empleados de la Fuerza Aérea e inteligencia militar que formaron parte de las operaciones israelíes en la Franja asediada–, además de testimonios palestinos, datos y documentación de la Franja de Gaza y comunicados oficiales del portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y de otros organismos estatales israelíes.
Comparada con los anteriores ataques israelíes en Gaza, la guerra actual –que Israel ha denominado “Operación Espadas de Hierro” y que comenzó tras el ataque dirigido por Hamás al sur de Israel el 7 de octubre– ha visto al ejército ampliar de manera significativa el bombardeo de objetivos cuya naturaleza no es claramente militar. Entre ellos figuran residencias particulares, así como edificios públicos, infraestructura urbana y bloques de pisos, que las fuentes afirman que el ejército denomina “objetivos de poder” (matarot otzem).
El bombardeo de objetivos de poder, según fuentes de inteligencia que experimentaron de primera mano su aplicación en Gaza en el pasado, está orientado principalmente a provocar daño a la sociedad civil palestina: “Generar una conmoción” que, entre otras cosas, tenga una fuerte repercusión y “lleve a los civiles a presionar a Hamás”, en palabras de una de nuestras fuentes.
El ejército israelí tiene ficheros de la inmensa mayoría de objetivos potenciales en Gaza –incluyendo viviendas– que estipulan el número de civiles que es probable que mueran en un ataque a un objetivo en particular
Varias fuentes, que hablaron con +972 y Local Call con la condición de respetar su anonimato, confirmaron que el ejército israelí tiene ficheros de la inmensa mayoría de objetivos potenciales en Gaza –incluyendo viviendas– que estipulan el número de civiles que es probable que mueran en un ataque a un objetivo en particular. El número se calcula y lo conocen con antelación las unidades de inteligencia del ejército, que también conocen con seguridad poco antes de llevar a cabo un ataque cuántos civiles más o menos van a morir.
En un caso que comentaban las fuentes, un mando del ejército israelí aprobó a sabiendas el asesinato de cientos de civiles palestinos para intentar acabar con un único alto comandante militar de Hamás. “Las cifras aumentaron desde docenas de muertes [permitidas] de civiles como daño colateral en el marco de un ataque a un oficial superior en operaciones anteriores, hasta cientos de muertes de civiles como daño colateral”, afirmó una fuente.
“Nada ocurre por accidente”, señala otra fuente. “Cuando una niña de tres años muere en una casa en Gaza, es porque alguien en el ejército ha decidido que no pasaba nada por matarla, que era un precio que merecía la pena pagar para alcanzar [otro] objetivo. Nosotros no somos Hamás. No disparamos cohetes sin apuntar. Todo es intencionado. Sabemos exactamente cuánto daño colateral hay en cada casa”.
“Nosotros no somos Hamás”, señala una fuente. “No disparamos cohetes sin apuntar. Todo es intencionado”.
Según la investigación, otro motivo para el gran número de objetivos y el vasto daño a la vida de los civiles en Gaza es el uso generalizado de un sistema llamado Habsora (“el Evangelio”), que está desarrollado en gran medida con inteligencia artificial y puede “generar” objetivos casi automáticamente a un ritmo que excede con creces lo que antes era posible. Este sistema de IA, explica un exoficial de inteligencia, básicamente facilita una “fábrica de asesinatos en masa”.
Según las fuentes, el uso cada vez mayor de sistemas basados en IA como Habsora permite al ejército realizar ataques a gran escala en viviendas residenciales donde habita un único miembro de Hamás, aunque sea un activista de bajo rango. Sin embargo, los testimonios de palestinos en Gaza indican que, desde el 7 de octubre, el ejército también ha atacado numerosas viviendas particulares donde no residía ningún miembro, supuesto o conocido, de Hamás ni de ningún otro grupo militar. Las fuentes confirmaron a +972 y Local Call que estos ataques pueden matar deliberadamente a familias enteras en el proceso.
En la mayoría de los casos, añaden las fuentes, la actividad militar no se dirige desde estas viviendas fijadas como objetivo. “Recuerdo haber pensado que era como si [milicianos palestinos] bombardearan todas las viviendas particulares de nuestras familias cuando [los soldados israelíes] regresan a dormir a casa el fin de semana”, rememora una fuente crítica con la práctica.
Más de trescientas familias han perdido al menos a diez miembros en los bombardeos israelíes de los últimos dos meses
Otra fuente señala que un alto cargo de los servicios de inteligencia les dijo a sus oficiales tras el 7 de octubre que el objetivo era “matar a tantos activistas de Hamás como sea posible”, para lo cual los criterios referidos a causar daños a civiles palestinos se relajaban considerablemente. Así pues, hay “casos en los que bombardeamos basándonos en una ubicación móvil amplia de dónde está el objetivo y matamos a civiles. Se suele hacer para ahorrar tiempo, en vez de trabajar un poco más para conseguir una ubicación más precisa”, indica una fuente.
El resultado de esta política es una pérdida extraordinaria de vidas humanas en Gaza desde el 7 de octubre. Más de trescientas familias han perdido al menos a diez miembros en los bombardeos israelíes de los últimos dos meses, un número quince veces mayor que la cifra de lo que era antes la guerra más mortífera de Israel en Gaza, en 2014. En el momento de escribir estas líneas, hay constancia de al menos quince mil palestinos muertos en la guerra, y la cifra sigue aumentando.
“Todo esto ocurre en contra del protocolo establecido por las FDI en el pasado –explica una fuente–. Hay cierta sensación de que los oficiales superiores del ejército son conscientes de su fracaso el 7 de octubre y están inmersos en la cuestión de cómo ofrecer a la opinión pública israelí una imagen [de victoria] que salve su reputación”.
“Una excusa para provocar destrucción”
Israel lanzó su ataque en Gaza como consecuencia de la ofensiva dirigida por Hamás el 7 de octubre en el sur de Israel. Durante el ataque, bajo una lluvia de cohetes, los milicianos palestinos masacraron a más de 840 civiles y mataron a 350 soldados y personal de seguridad, secuestraron a alrededor de 240 personas –civiles y soldados– y se las llevaron a Gaza y cometieron multitud de agresiones sexuales, incluyendo violaciones, según un informe de la ONG Médicos por los Derechos Humanos Israel.
Desde el primer momento tras el ataque del 7 de octubre, los responsables de tomar decisiones en Israel declararon abiertamente que la respuesta sería de una magnitud totalmente diferente a operaciones militares anteriores en Gaza, con el objetivo expreso de erradicar por completo a Hamás. “El énfasis está en el daño y no en la precisión”, afirmaba el portavoz de las FDI Daniel Hagari el 9 de octubre. El ejército enseguida tradujo esas declaraciones en acciones.
Según las fuentes que hablaron con +972 y Local Call, los objetivos en Gaza que han sido alcanzados por la aviación israelí pueden dividirse a grandes rasgos en cuatro categorías. La primera es “objetivos tácticos”, que abarcan objetivos militares comunes como células de milicias armadas, almacenes de armamento, lanzacohetes, lanzamisiles antitanque, trincheras de lanzamiento, bombas de mortero, cuarteles militares y puestos de observación, entre otros.
La segunda es “objetivos subterráneos”, principalmente túneles que ha excavado Hamás por debajo de los barrios de Gaza, también bajo viviendas civiles. Los ataques aéreos a estos objetivos podrían llevar al derrumbe de las viviendas que se encuentran encima o en las inmediaciones de los túneles.
La tercera es “objetivos de poder”, que incluyen bloques altos y torres residenciales en el corazón de las ciudades y edificios públicos como universidades, bancos y dependencias gubernamentales. La idea que se esconde detrás de atacar estos objetivos, según afirman tres fuentes de inteligencia que participaron en la planificación o ejecución de ofensivas contra objetivos de poder en el pasado, es que un ataque deliberado contra la sociedad palestina ejerce “presión de los civiles” sobre Hamás.
En las primeras fases de la guerra actual, el ejército israelí parece haberse centrado en las categorías de objetivos tercera y cuarta: “viviendas familiares” o “viviendas de activistas”
La última categoría consiste en “viviendas familiares” o “viviendas de activistas”. La finalidad expresa de estos ataques es destruir residencias particulares para acabar con un único habitante sospechoso de pertenecer a Hamás o a la Yihad Islámica. Sin embargo, en la presente guerra, los testimonios palestinos aseguran que algunas de las familias asesinadas no contaban con ningún activista de estas organizaciones.
En las primeras fases de la guerra actual, el ejército israelí parece haberse centrado particularmente en las categorías de objetivos tercera y cuarta. Según las declaraciones que realizó el 11 de octubre el portavoz de las FDI, en los primeros cinco días de hostilidades, la mitad de los objetivos bombardeados –1.329 de un total de 2.687– estaban considerados objetivos de poder.
“Nos piden buscar bloques con media planta que pueda atribuirse a Hamás”, señala una fuente que formó parte de anteriores ofensivas israelíes en Gaza–. “A veces es el despacho del portavoz de un grupo militante o un punto donde se reúnen activistas. Entiendo que esa planta es una excusa que le permite al ejército provocar gran cantidad de destrucción en Gaza. Eso nos decían”.
“Si le dijeran al mundo entero que las oficinas [de la Yihad Islámica] en la décima planta no son un objetivo importante, sino que su existencia justifica derribar el bloque entero con el objetivo de presionar a las familias de civiles que viven en él para que presionen a las organizaciones terroristas, esto mismo se vería también como terrorismo. Así que no lo dicen”, añadió la fuente.
Varias fuentes que sirvieron en las unidades de inteligencia de las FDI indican que por lo menos hasta la guerra en curso, los protocolos del ejército permitían atacar objetivos de poder solo cuando los edificios estuvieran vacíos de residentes en el momento del ataque. Sin embargo, los testimonios y vídeos de Gaza indican que, desde el 7 de octubre, algunos de estos objetivos han sido atacados sin dar previo aviso a sus ocupantes, y en consecuencia, familias enteras han sido asesinadas.
Los ataques a gran escala contra viviendas residenciales pueden determinarse a partir de datos públicos y oficiales. Según la Oficina de Medios de Comunicación del Gobierno en Gaza –que ofrece cifras de muertos desde que el Ministerio de Sanidad de Gaza dejó de hacerlo el 11 de noviembre debido al colapso de los servicios sanitarios en la Franja–, para cuando entró en vigor el alto el fuego temporal, el 23 de noviembre, Israel había matado a 14.800 palestinos en Gaza; alrededor de 6.000 eran menores y 4.000, mujeres, que sumados suponen más del 67% del total. Las cifras proporcionadas por el Ministerio de Sanidad y la Oficina de Medios de Comunicación del Gobierno –organismos ambos que dependen del Gobierno de Hamás– no se desvían mucho de los cálculos israelíes.
El Ministerio de Sanidad de Gaza, además, no especifica cuántos de los muertos pertenecían al ala militar de Hamás o de la Yihad Islámica. El ejército israelí calcula que ha matado a entre 1.000 y 3.000 milicianos armados palestinos. Según las noticias en Israel, algunos de los milicianos muertos están enterrados bajo los escombros o dentro del sistema de túneles subterráneos de Hamás y, por lo tanto, no han sido contabilizados en los recuentos oficiales.
Los datos de la ONU para el periodo hasta el 11 de noviembre, cuando Israel había matado a 11.078 palestinos en Gaza, indican que al menos 312 familias han perdido a diez o más personas en el presente ataque israelí; a título comparativo, durante la Operación Margen Protector en 2014, veinte familias en Gaza perdieron a diez o más personas. Al menos 189 familias han perdido a entre seis y nueve personas, según los datos de la ONU, mientras que 549 familias han perdido a entre dos y cinco personas. Todavía no se han aportado desgloses actualizados del número de víctimas mortales publicado desde el 11 de noviembre.
Los ataques en masa a objetivos de poder y residencias de particulares llegaron al mismo tiempo que el ejército israelí hizo el llamamiento, el 13 de octubre, a 1,1 millones de habitantes del norte de la Franja de Gaza –la mayoría de los cuales residían en la ciudad de Gaza– para que abandonasen sus casas y se desplazaran al sur de la Franja. Para entonces, ya se habían bombardeado un número récord de objetivos de poder y se había matado a más de mil palestinos, incluidos cientos de menores.
En total, según la ONU, 1,7 millones de palestinos, la inmensa mayoría de la población de la Franja, han sido desplazados dentro de Gaza desde el 7 de octubre. El ejército alegaba que la demanda de evacuar el norte de la Franja pretendía proteger las vidas de los civiles. Los palestinos, sin embargo, consideran que este desplazamiento masivo forma parte de una “nueva Nakba”, un intento de limpieza étnica de parte o la totalidad del territorio.
“Derrumbaban bloques de pisos porque sí”
Según el ejército israelí, en los primeros cinco días de combate tiró seis mil bombas en la Franja, con un peso total de unas cuatro mil toneladas. Los medios de comunicación informaron de que el ejército había arrasado barrios enteros; según el Centro de Derechos Humanos Al Mezan, con sede en Gaza, estos ataques provocaron “la total destrucción de barrios residenciales, la destrucción de infraestructura urbana y el asesinato en masa de sus habitantes”.
Como ha documentado Al Mezan y numerosas imágenes que salen de Gaza, Israel bombardeó la Universidad Islámica de Gaza, el Colegio de Abogados Palestinos, un edificio de la ONU que albergaba un programa educativo para estudiantes excelentes, un edificio que pertenecía a la Compañía de Telecomunicaciones Palestina, el Ministerio de Economía Nacional, el Ministerio de Cultura, carreteras y docenas de bloques de pisos y viviendas, sobre todo en los barrios del norte de Gaza.
El quinto día de hostilidades, el portavoz de las FDI distribuyó entre la prensa militar en Israel imágenes satelitales “del antes y el después” de barrios en el norte de la Franja, como Shuja’iyya y Al-Furqan (apodado así por una mezquita de la zona) en la ciudad de Gaza, que mostraban decenas de viviendas y edificios destruidos. El ejército israelí dijo que había alcanzado 182 objetivos de poder en Shuja’iyya y 312 objetivos de poder en Al-Furqan.
A pesar del desenfrenado bombardeo israelí, el daño a la infraestructura militar de Hamás en el norte de Gaza durante los primeros días de la guerra parece haber sido mínimo
El jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea israelí, Omer Tishler, afirmó ante la prensa que todos estos ataques tenían un objetivo militar legítimo, pero también que se habían atacado barrios enteros “a gran escala y no de manera quirúrgica”. Al señalar que la mitad de los objetivos militares hasta el 11 de octubre eran objetivos de poder, el portavoz de las FDI dijo que se habían atacado “los barrios que actúan de nidos de terrorismo para Hamás” y que se habían provocado daños a “bases de operaciones”, “activos operativos” y “activos que utilizan las organizaciones terroristas dentro de edificios residenciales”. El 12 de octubre, el ejército israelí anunció que había matado a tres “altos cargos de Hamás”, dos de los cuales formaban parte del ala política del grupo.
Sin embargo, a pesar del desenfrenado bombardeo israelí, el daño a la infraestructura militar de Hamás en el norte de Gaza durante los primeros días de la guerra parece haber sido mínimo. De hecho, fuentes de inteligencia comentaron a +972 y Local Call que los objetivos militares que formaban parte de los objetivos de poder ya se habían usado muchas veces antes como una cortina de humo para ocultar los daños a la población civil. “Hamás está por todas partes en Gaza; no hay edificio que no tenga algo de Hamás, así que si quieres encontrar la manera de convertir un bloque de pisos en objetivo, puedes hacerlo”, afirmó un exoficial de los servicios de inteligencia.
“Nunca van a atacar un bloque que no tenga algo que podamos calificar de objetivo militar –apuntaba otra fuente de inteligencia que llevó a cabo ataques anteriores contra objetivos de poder–. Siempre habrá una planta en el edificio [asociada con Hamás]. Pero la mayoría de las veces, cuando se trata de objetivos de poder, está claro que el objetivo no tiene valor militar que justifique un ataque que derrumbe el edificio entero vacío en medio de una ciudad, con la ayuda de seis aviones y bombas que pesan varias toneladas”.
Aunque el fichero del objetivo suele contener algún tipo de supuesta asociación con Hamás u otros, el ataque funciona principalmente como “medio para causar daños a la sociedad civil”
De hecho, según fuentes que participaron en la recopilación de objetivos de poder en guerras anteriores, aunque el fichero del objetivo suele contener algún tipo de supuesta asociación con Hamás u otros grupos militares, el ataque al objetivo funciona principalmente como “medio que permite causar daños a la sociedad civil”. Las fuentes entendían, unas explícita y otras implícitamente, que el daño a los civiles era la finalidad real de estos ataques.
En mayo de 2021, por ejemplo, se criticó duramente a Israel por bombardear la Torre Al-Jalaa, que albergaba importantes medios de comunicación internacionales, como Al Jazeera, AP y AFP. El ejército alegó que el edificio era un objetivo militar de Hamás; las fuentes han confirmado a +972 y Local Call que en realidad era un objetivo de poder.
“Lo que se percibe es que a Hamás le hace mucho daño que se derribe un bloque de pisos, porque genera una reacción pública en la Franja de Gaza y asusta a la población –comenta una de las fuentes–. Quieren darle a los ciudadanos de Gaza la sensación de que Hamás no tiene el control de la situación. A veces echan abajo edificios y a veces el servicio postal y edificios gubernamentales”.
Aunque no existen precedentes de ataques por parte del ejército israelí a más de mil objetivos de poder en cinco días, la idea de provocar una devastación masiva en áreas civiles con fines estratégicos se había formulado en anteriores operaciones militares en Gaza, fruto de la denominada “Doctrina Dahiya” de la Segunda Guerra del Líbano en 2006.
Según esta doctrina –desarrollada por el exjefe de Estado Mayor Gadi Eizenkot, que es ahora miembro de la Knesset y forma parte del gabinete de la guerra actual–, en una guerra contra grupos guerrilleros como Hamás o Hezbolá, Israel ha de utilizar una fuerza desproporcionada y abrumadora al atacar infraestructuras civiles y gubernamentales para generar disuasión y forzar a la población civil a presionar a los grupos para que detengan sus ataques. El concepto “objetivos de poder” parece haber emanado de esta misma lógica.
La primera vez que el ejército israelí mencionó públicamente objetivos de poder en Gaza fue al final de la Operación Margen Protector en 2014. El ejército bombardeó cuatro edificios en los últimos cuatro días de la guerra: tres edificios residenciales de varios pisos en la ciudad de Gaza y un bloque en Rafah. Las fuerzas de seguridad explicaron entonces que los ataques pretendían transmitir a los palestinos de Gaza que “ya nada es inmune”, así como presionar a Hamás para que aceptara el alto el fuego. “Las pruebas que recogimos demuestran que la destrucción a gran escala [de los edificios] se llevó a cabo deliberadamente y sin ninguna justificación militar”, afirmaba un informe de Amnistía a finales de 2014.
En otra escalada de violencia que comenzó en noviembre de 2018, el ejército volvió a atacar objetivos de poder. En aquella ocasión, Israel bombardeó bloques de pisos, centros comerciales y el edificio del canal de televisión Al-Aqsa, adscrito a Hamás. “Atacar objetivos de poder produce un efecto muy significativo en la otra parte –comentaba un oficial de la Fuerza Aérea por aquel entonces–. Lo hicimos sin matar a nadie y nos aseguramos de que el edificio y los alrededores hubieran sido evacuados”.
Las operaciones anteriores también han demostrado que se atacan estos objetivos con la intención no solo de minar la moral palestina, sino también de levantar la moral dentro de Israel. Haaretz reveló que durante la Operación Guardián de las Murallas en 2021, la unidad del portavoz de las FDI llevó a cabo una operación psicológica entre los ciudadanos israelíes para aumentar la concienciación de las operaciones de las FDI en Gaza y el daño que provocaban a los palestinos. Los soldados, que usaban cuentas falsas en redes sociales para ocultar el origen de la campaña, subían imágenes y clips de los ataques del ejército en Gaza a Twitter, Facebook, Instagram y TikTok para demostrar el valor del ejército a los ciudadanos israelíes.
En los ataques de 2021, Israel alcanzó nueve objetivos que se calificaron de objetivos de poder, todos ellos bloques de pisos. “La finalidad era derribar los bloques para presionar a Hamás, y también que la opinión pública [israelí] obtuviera una imagen de victoria”, comenta una fuente de seguridad a +972 y Local Call.
Sin embargo, continúa la fuente, “no funcionó. Como yo le seguía los pasos a Hamás, oí de primera mano lo poco que les importaban los civiles y los edificios derrumbados. A veces el ejército encontraba algo en un bloque de pisos relacionado con Hamás, pero también era posible atacar ese objetivo específico con artillería más precisa. En conclusión, que derrumbaban bloques por derrumbar bloques”.
“Todo el mundo buscaba a sus hijos en esas pilas”
La presente guerra no solo ha visto a Israel atacar un número sin precedentes de objetivos de poder, también ha visto al ejército abandonar políticas anteriores que aspiraban a evitar el daño a los civiles. Mientras que antes, el procedimiento oficial del ejército era que se podía atacar objetivos de poder solo después de que todos los civiles hubieran sido evacuados de allí, los testimonios de los vecinos palestinos en Gaza indican que, desde el 7 de octubre, Israel ha atacado bloques de pisos con sus residentes todavía dentro o sin haber tomado medidas significativas para evacuarlos, lo que ha llevado a un elevado número de muertes de civiles.
Este tipo de ataques muy a menudo acarrean la muerte de familias enteras, como ha sucedido en ofensivas anteriores; según una investigación de AP llevada a cabo tras la guerra de 2014, alrededor del 89% de los que murieron en los bombardeos aéreos de viviendas familiares eran vecinos desarmados y la mayoría eran mujeres y niños.
Tishler, el jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea, ha confirmado un cambio de política y ha dicho a los periodistas que la política del ejército del roof knocking (literalmente, ‘llamar al tejado’) –por la que lanzan un pequeño ataque inicial al tejado de un edificio para avisar a los vecinos de que están a punto de derribarlo– ya no se utiliza “donde hay un enemigo”. El roof knocking, según Tishler, es “una técnica pertinente en las rondas [de combate], no en la guerra”.
Las fuentes que han trabajado antes en objetivos de poder comentan que la estrategia descarada de la presente guerra puede ser un acontecimiento peligroso y explican que atacar objetivos de poder pretendía en un principio “conmocionar” a Gaza, pero no necesariamente matar a grandes cantidades de civiles. “Los objetivos estaban diseñados suponiendo que los bloques de pisos estarían evacuados de personas, por eso cuando estábamos trabajando [en recopilar los objetivos], no nos preocupaba en absoluto cuántas víctimas civiles habría; se suponía que el número siempre iba a ser cero”, afirma una fuente con profundo conocimiento de la táctica.
“Esto significa que habría una evacuación total [de los edificios señalados como objetivo], que lleva entre dos y tres horas, durante las cuales se llama [por teléfono] a los vecinos [para que evacúen], se disparan misiles de advertencia y también cotejamos con imágenes de drones que la gente, efectivamente, está abandonando el bloque”, añade la fuente.
Sin embargo, las pruebas de Gaza indican que algunos bloques de pisos –que suponemos que eran objetivos de poder– han sido derribados sin previo aviso. +972 y Local Call han encontrado al menos dos casos en la presente guerra en los que se han bombardeado y derribado bloques residenciales enteros sin previo aviso y un caso en el que, según indican las pruebas, se derribó un bloque de pisos con civiles dentro.
El 10 de octubre, Israel bombardeó el Edificio Babel en Gaza, según el testimonio de Bilal Abu Hatzira, que rescató cuerpos de entre las ruinas aquella noche. Diez personas murieron en el ataque al edificio, entre ellas tres periodistas.
El 25 de octubre, el edificio residencial Al-Taj, de doce plantas, en la ciudad de Gaza, fue bombardeado hasta reducirlo a escombros, matando a las familias que vivían allí sin preaviso. Unas 120 personas fueron sepultadas bajo las ruinas de sus apartamentos, según los testimonios de los vecinos. Yousef Amar Sharaf, vecino de Al-Taj, escribió en X que 37 miembros de su familia que vivían en el edificio murieron en el ataque: “Mis queridos padre y madre, mi amada esposa, mis hijos y la mayoría de mis hermanos y sus familias”. Los vecinos afirmaban que habían tirado muchas bombas, las cuales también habían dañado y destruido apartamentos en edificios cercanos.
Seis días después, el 31 de octubre, el edificio residencial Al-Mohandseen, de ocho plantas, fue bombardeado sin previo aviso. Según consta, se recuperaron entre 30 y 45 cuerpos de entre las ruinas el primer día. Encontraron a un bebé vivo, sin sus padres. Los periodistas calculan que murieron más de 150 personas en el ataque, ya que muchos permanecen enterrados bajo los escombros.
El edificio estaba en el Campo de Refugiados Nuseirat, al sur del Wadi Gaza –en la supuesta “zona segura” a la que Israel dirigía a los palestinos que huían de sus casas en el norte y centro de Gaza–, y por lo tanto, servía de albergue temporal para los desplazados, según los testimonios.
Según una investigación de Amnistía Internacional, el 9 de octubre, Israel bombardeó al menos tres edificios de varias plantas, además de un mercado al aire libre en una concurrida calle en el campo de refugiados de Jabalia, y mató por lo menos a 69 personas. “Los cuerpos estaban quemados [...]. No quise mirar, me daba miedo ver la cara de Imad –señalaba el padre de un niño que murió en el ataque–. Los cuerpos estaban desperdigados por el suelo. Todo el mundo buscaba a sus hijos en esas pilas. Yo reconocí a mi hijo solo por los pantalones. Quería enterrarlo de inmediato, así que cogí a mi hijo y lo saqué de allí”.
“Yo reconocí a mi hijo solo por los pantalones. Quería enterrarlo de inmediato, así que cogí a mi hijo y lo saqué de allí”
Según la investigación de Amnistía, el ejército dijo que el ataque en la zona del mercado iba dirigido a una mezquita “donde había activistas de Hamás”. Sin embargo, según la misma investigación, las imágenes de satélite no muestran ninguna mezquita en los alrededores.
El portavoz de las FDI no ha atendido las preguntas de +972 y Local Call sobre ataques específicos, sino que ha declarado de manera más general que “las FDI emitieron avisos antes de los ataques de diversas maneras, y cuando las circunstancias lo permitían, también transmitieron avisos individuales mediante llamadas telefónicas a las personas que estaban en los objetivos o cerca de ellos (ha habido más de 25.000 conversaciones directas durante la guerra, junto con millones de mensajes grabados, mensajes de texto e impresos lanzados desde el aire con el fin de avisar a la población)”. “En general, las FDI trabajan para reducir el daño a los civiles durante los ataques en la medida de lo posible, a pesar del desafío que supone luchar contra una organización terrorista que usa a los ciudadanos de Gaza como escudos humanos”.
“La máquina marcaba cien objetivos al día”
Según el portavoz de las FDI, para el 10 de noviembre, durante los primeros 35 días de hostilidades, Israel había atacado un total 15.000 objetivos en Gaza. De acuerdo con multitud de fuentes, se trata de una cifra muy alta en comparación con las cuatro grandes operaciones anteriores en la Franja. En la Operación Guardián de las Murallas, de 2021, Israel atacó 1.500 objetivos en 11 días. En la Operación Margen Protector, de 2014, que duró 51 días, Israel atacó entre 5.266 y 6.231 objetivos. Durante la Operación Pilar Defensivo, de 2012, unos 1.500 objetivos fueron atacados en 8 días. En la Operación Plomo Fundido, de 2008, Israel atacó 3.400 objetivos en 22 días.
Las fuentes de inteligencia que sirvieron en las operaciones anteriores también indicaron a +972 y Local Call que, durante diez días en 2021 y tres semanas en 2014, un índice de ataque de entre cien y doscientos objetivos al día llevó a una situación en la que a la Fuerza Aérea israelí no le quedaban objetivos con valor militar.
Entonces, ¿por qué, después de casi dos meses, no se ha quedado el ejército israelí todavía sin objetivos en la guerra actual?
Inteligencia artificial
La respuesta podría encontrarse en unas declaraciones del portavoz de las FDI el 2 de noviembre, según las cuales están usando el sistema de IA Habsora (“el Evangelio”), que según afirma el portavoz “permite utilizar herramientas automáticas para marcar objetivos a un ritmo rápido y funciona mejorando informaciones precisas y de alta calidad de los servicios de inteligencia de acuerdo con las necesidades [operacionales]”.
Habsora, explica una de las fuentes, procesa enormes cantidades de datos que “decenas de miles de agentes de inteligencia no podrían procesar”
En las declaraciones, se cita a un alto mando de los servicios de inteligencia que dice que gracias a Habsora se crean objetivos para ataques de precisión “mientras se provocan graves daños al enemigo y daños mínimos a los no combatientes. Los activistas de Hamás no son inmunes, se escondan donde se escondan”.
Según fuentes de inteligencia, Habsora genera, entre otras cosas, recomendaciones automáticas para atacar residencias particulares donde viven sospechosos de pertenecer a Hamás o a la Yihad Islámica. Israel luego lleva a cabo operaciones de eliminación a gran escala mediante intensos bombardeos de estas viviendas residenciales.
Habsora, explica una de las fuentes, procesa enormes cantidades de datos que “decenas de miles de agentes de inteligencia no podrían procesar” y recomienda lugares que bombardear en tiempo real. Como la mayoría de altos cargos de Hamás se adentran en túneles subterráneos al comienzo de cualquier operación militar, afirman las fuentes, el uso de un sistema como Habsora permite localizar y atacar las viviendas de los miembros relativamente nuevos.
Un exagente de los servicios de inteligencia explica que el sistema Habsora permite al ejército dirigir una “fábrica de asesinatos en masa” en la que el “énfasis está en la cantidad y no en la calidad”. Un ojo humano “revisa los objetivos antes de cada ataque, pero no necesita dedicarles mucho tiempo”. Puesto que Israel calcula que hay aproximadamente 30.000 miembros de Hamás en Gaza y están todos marcados para matarlos, el número de objetivos potenciales es enorme.
En 2019, el ejército israelí creó un nuevo centro orientado a usar la IA para acelerar la generación de objetivos. “La División Administrativa de Objetivos es una unidad que cuenta con cientos de oficiales y soldados y está basada en competencias de IA”, apuntaba el exjefe de Estado Mayor de las FDI Aviv Kochavi en una entrevista en profundidad con Ynet hace unos meses.
“En realidad es como una fábrica”. –comenta una de las fuentes–. “No hay tiempo para ahondar mucho. Se nos juzga de acuerdo con la cantidad de objetivos que conseguimos generar”
“Es una máquina que, con la ayuda de la IA, procesa un montón de datos mejor y más rápido que cualquier ser humano y los traduce en objetivos de ataque –continuaba Kochavi–. “El resultado fue que en la Operación Guardián de las Murallas [en 2021], desde el momento en que se activó la máquina, generaba cien nuevos objetivos todos los días. Mira, en el pasado había épocas en Gaza en las que establecíamos cincuenta objetivos al año. Y de repente la máquina produce cien objetivos en un día”.
“Preparamos los objetivos automáticamente y trabajamos siguiendo una lista –comenta una de las fuentes que ha trabajado en la nueva División Administrativa de Objetivos a +972 y Local Call–. En realidad es como una fábrica. Trabajamos rápido y no hay tiempo para ahondar mucho en el objetivo. Lo que vemos es que se nos juzga de acuerdo con la cantidad de objetivos que conseguimos generar”.
Un alto mando militar a cargo del banco de objetivos afirmaba en el Jerusalem Post hace unas semanas que, gracias a los sistemas de IA del ejército, por primera vez las fuerzas armadas pueden generar nuevos objetivos a un ritmo más rápido que el de ataque. Otra fuente señalaba que el impulso de generar automáticamente grandes cantidades de objetivos es una materialización de la “Doctrina Dahiya”.
Los sistemas automatizados como Habsora han facilitado así enormemente la labor de los agentes de inteligencia israelíes a la hora de tomar decisiones en las operaciones militares, también para calcular potenciales víctimas mortales. Cinco fuentes diferentes han confirmado que los servicios de inteligencia israelíes conocen de antemano el número de civiles que pueden morir en un ataque a una residencia particular, y que aparece claramente en el fichero del objetivo en la categoría de “daños colaterales”.
De acuerdo con estas fuentes, existen grados de daños colaterales, según los cuales el ejército determina si es posible atacar un objetivo dentro de una residencia particular. “Cuando la directriz general es ‘Daños Colaterales 5’, quiere decir que estamos autorizados a atacar todos los objetivos que maten máximo a cinco civiles, es decir, que podemos intervenir en todos los objetivos cuyos ficheros marquen cinco o menos”, apunta una de las fuentes.
“En el pasado, no marcábamos habitualmente las casas de los miembros nuevos de Hamás para bombardearlas –indica un agente de seguridad que ha participado en el ataque de objetivos en operaciones anteriores–. En mi época, si la casa en la que yo trabajaba estaba marcada con Daños Colaterales 5, no siempre se aprobaba [el ataque]”. Afirma que una aprobación así solo se recibía si sabían que un alto comandante de Hamás vivía en la casa.
“Por lo que entiendo, ahora pueden marcar todas las casas de [cualquier activista militar de Hamás, tenga el rango que tenga] –continuaba la fuente–. Eso son muchas casas. Hay miembros de Hamás que en realidad no importan nada viviendo por toda Gaza. Así que marcan la casa y la bombardean y matan a todos los que estén allí”.
Una política concertada para bombardear viviendas familiares
El 22 de octubre, la Fuerza Aérea israelí bombardeó la casa del periodista palestino Ahmed Alnaouq en la ciudad de Deir al-Balah. Ahmed es un buen amigo y compañero mío; hace cuatro años, fundamos una página de Facebook en hebreo llamada “Al otro lado del muro”, con el fin de acercar las voces palestinas de Gaza a los ciudadanos israelíes.
El ataque del 22 de octubre derrumbó bloques de cemento sobre la familia entera de Ahmed y mató a su padre, a sus hermanos, a sus hermanas y a todos sus hijos, bebés incluidos. Solo sobrevivió su sobrina de doce años, Malak, en estado crítico, con el cuerpo cubierto de quemaduras. Unos días después, Malak también murió.
Veintiún miembros de la familia de Ahmed murieron en total, enterrados bajo su casa. Ninguno de ellos era miliciano. El más pequeño tenía dos años; el más mayor, su padre, tenía 75. Ahmed, que actualmente vive en el Reino Unido, se ha quedado solo, privado de toda su familia.
El grupo de WhatsApp de la familia de Ahmed se llama “Juntos Mejor”. El último mensaje que aparece lo mandó él, poco después de la medianoche del día en que perdió a su familia. “Que alguien me diga que todo está bien”, escribió. No contestó nadie. Se quedó dormido, pero se despertó en pánico a las 4 de la mañana. Empapado en sudor, volvió a mirar el móvil. Nada. Luego recibió un mensaje de un amigo con la terrible noticia.
El caso de Ahmed es común en Gaza estos días. En entrevistas con la prensa, los directores de los hospitales en Gaza han estado repitiendo la misma descripción: familias que entran en el hospital como una sucesión de cadáveres, un niño seguido de su padre seguido de su abuelo. Los cuerpos, totalmente cubiertos de polvo y sangre.
Según exagentes de los servicios de inteligencia israelíes, en muchos casos en los que se bombardea una residencia particular, la finalidad es “matar a activistas de Hamás o de la Yihad”, y el objetivo se ataca cuando el activista entra en casa. Los investigadores de inteligencia saben si la familia o los vecinos del activista pueden morir en el ataque y saben cómo calcular cuántos de ellos pueden morir. Todas las fuentes afirman que se trata de casas particulares en las que, la mayoría de las veces, no se desarrolla ninguna actividad militar.
+972 y Local Call no disponen de datos acerca del número de activistas militares que han llegado a matar o herir los ataques aéreos a residencias particulares en la presente guerra, pero hay abundantes pruebas de que, en muchos casos, ninguno era un activista militar ni político que perteneciera a Hamás ni a la Yihad Islámica.
El 10 de octubre, la Fuerza Aérea israelí bombardeó un edificio de apartamentos en el barrio Sheikh Radwan de Gaza y mató a cuarenta personas, la mayoría de ellas mujeres y niños. En uno de los impactantes vídeos que se grabaron tras el ataque, se ve a gente gritando, sosteniendo lo que parece ser una muñeca que han sacado de las ruinas de la casa y pasándosela de unos a otros. Cuando la cámara se acerca, se puede ver que no es una muñeca, sino el cuerpo de un bebé.
Uno de los vecinos señalaba que diecinueve miembros de su familia murieron en el ataque. Otro superviviente escribió en Facebook que solo había encontrado el hombro de su hijo entre los escombros. Amnistía investigó el ataque y descubrió que un miembro de Hamás vivía en uno de los pisos más altos del edificio, pero no estaba presente en el momento del ataque.
Es probable que el bombardeo de viviendas familiares en las que se supone que viven activistas de Hamás o de la Yihad Islámica se convirtiera en una política de las FDI más concertada durante la Operación Margen Protector de 2014. Por aquel entonces, 606 de los palestinos muertos –alrededor de una cuarta parte de los civiles asesinados en los 51 días de hostilidades– eran miembros de familias cuyas casas fueron bombardeadas. Un informe de la ONU lo calificó en 2015 tanto de potencial crimen de guerra como de “un nuevo patrón” de actuación que “ha llevado a la muerte de familias enteras”.
En 2014, 93 bebés murieron a consecuencia de los bombardeos israelíes a viviendas familiares, de los que 13 tenían menos de un año. Hace un mes, ya se habían identificado 286 bebés menores de un año muertos en Gaza, según un detallado listado de identificación con las edades de las víctimas publicado por el Ministerio de Sanidad de Gaza el 26 de octubre. Es muy probable que la cifra se haya doblado o triplicado desde entonces.
En muchos casos, y especialmente en las agresiones actuales en Gaza, el ejército israelí ha atacado residencias particulares cuando ni siquiera había un objetivo militar claro ni conocido. Por ejemplo, según el Comité para la Protección de los Periodistas, para el 29 de noviembre, Israel había matado a cincuenta periodistas palestinos en Gaza, a algunos de ellos en sus casas con sus familias.
Roshdi Sarraj, de 31 años, periodista de Gaza que nació en el Reino Unido, había fundado un medio de comunicación en Gaza llamado Ain Media. El 22 de octubre, una bomba israelí alcanzó la casa de sus padres, donde dormía, y lo mató. La periodista Salam Mema murió igual, bajo las ruinas de su casa tras ser bombardeada; de sus tres niños pequeños, Hadi, de siete años, murió, mientras que Sham, de tres, todavía no ha sido encontrada bajo los escombros. Otras dos periodistas, Duaa Sharaf y Salma Makhaimer, fueron asesinadas junto a sus hijos en sus casas.
Los analistas israelíes reconocen que la efectividad militar de este tipo de ataques aéreos desproporcionados es limitada. Dos semanas después del comienzo de los bombardeos en Gaza (y antes de la invasión terrestre) –después de que se contaran los cuerpos de 1.903 niños, alrededor de 1.000 mujeres y 187 ancianos en la Franja de Gaza–, el comentarista israelí Avi Issacharoff tuiteó: “Por duro que resulte escucharlo, al decimocuarto día de hostilidades, no parece que el brazo militar de Hamás haya sido perjudicado de manera significativa. El daño más importante al liderazgo militar es el asesinato de [el comandante de Hamás] Ayman Nofal”.
“Luchamos contra animales humanos”
Los milicianos de Hamás operan habitualmente por una intrincada red de túneles construidos bajo grandes extensiones de la Franja de Gaza. Los túneles, como confirman los exagentes de inteligencia israelíes con los que hemos hablado, también pasan por debajo de casas y carreteras. Por eso, cuando Israel intenta destruirlos con ataques aéreos, muchas veces pueden provocar la matanza de civiles. Puede que este sea otro motivo que explique el elevado número de familias palestinas aniquiladas en la ofensiva actual.
Los agentes de los servicios de inteligencia entrevistados para este artículo señalan que la manera en que Hamás ha diseñado la red de túneles en Gaza aprovecha deliberadamente a la población civil y las infraestructuras en superficie. Estas afirmaciones también fueron la base de la campaña mediática que dirigió Israel en relación con los ataques y los asaltos al Hospital Al-Shifa y los túneles que se descubrieron debajo.
Israel también ha atacado un gran número de objetivos militares: activistas armados de Hamás, enclaves desde donde se lanzaban cohetes, francotiradores, escuadrones antitanque, cuarteles militares, bases, puestos de observación y más. Desde el comienzo de la invasión terrestre, los bombardeos aéreos y el fuego de la artillería pesada se han usado para proporcionar apoyo a las tropas israelíes en tierra. Los expertos en derecho internacional afirman que estos objetivos son legítimos, siempre y cuando los ataques cumplan con el principio de proporcionalidad.
En respuesta a una consulta de +972 y Local Call para este artículo, el portavoz de las FDI manifestó: “Las FDI están comprometidas con el derecho internacional y actúan con arreglo al mismo, con lo que atacan objetivos militares y no atacan a civiles. La organización terrorista Hamás ubica a sus efectivos y activos militares en medio de la población civil. Hamás utiliza sistemáticamente a la población civil como escudo humano y dirige combates desde edificios civiles, incluidos lugares estratégicos como hospitales, mezquitas, escuelas e instalaciones de la ONU”.
Las fuentes de inteligencia que hablaron con +972 y Local Call también afirman que en muchas ocasiones Hamás “pone en peligro deliberadamente a la población civil en Gaza e intenta evitar a la fuerza que los civiles evacúen”. Dos fuentes apuntan que los líderes de Hamás “entienden que el daño que inflige Israel a los civiles les confiere legitimidad para combatir”.
La idea de tirar una bomba y que termine matando a una familia entera como “daños colaterales” no siempre ha sido aceptada con tanta facilidad por amplios sectores de la sociedad israelí
Por otra parte, aunque cueste ahora imaginarlo, la idea de tirar una bomba de una tonelada dirigida a matar a un activista de Hamás y que sin embargo termine matando a una familia entera como “daños colaterales” no siempre ha sido aceptada con tanta facilidad por amplios sectores de la sociedad israelí. En 2002, por ejemplo, la Fuerza Aérea israelí bombardeó la casa de Salah Mustafa Muhammad Shehade, el entonces dirigente de las Brigadas Al-Qassam, el ala militar de Hamás. La bomba lo mató a él, a su mujer Eman, a su hija de catorce años, Laila, y a otros catorce civiles, entre ellos once niños. La matanza hizo que estallaran protestas públicas tanto en Israel como por todo el mundo, y se acusó a Israel de cometer crímenes de guerra.
La crítica llevó al ejército israelí a tomar la decisión en 2003 de tirar una bomba más pequeña, de un cuarto de tonelada, en una reunión de altos cargos de Hamás –incluido el escurridizo líder de las Brigadas Al-Qassam, Mohammed Deif– que tenía lugar en un edificio residencial en Gaza, a pesar de temer que no fuese lo suficientemente potente como para matarlos. En su libro Lehakir Et Hamas (Conocer a Hamás), el veterano periodista israelí Shlomi Eldar escribió que la decisión de usar una bomba relativamente pequeña se debió al precedente de Shehade y al temor de que una bomba de una tonelada matase también a los civiles del edificio. El ataque fue un fracaso y los oficiales superiores del ala militar huyeron del escenario.
En diciembre de 2008, en la primera gran guerra que Israel libró contra Hamás después de que este se hiciera con el poder en Gaza, Yoav Gallant, que por entonces dirigía el Comando Sur de las FDI, dijo que por primera vez Israel estaba “golpeando las viviendas familiares” de altos cargos de Hamás con el propósito de acabar con ellos, pero sin hacer daño a sus familias. Gallant subrayó que las casas eran atacadas después de avisar a las familias con un “golpe en el tejado”, además de con llamadas telefónicas, una vez que estaba claro que se desarrollaba actividad militar de Hamás dentro del inmueble.
Tras la Operación Margen Protector de 2014, durante la cual Israel empezó a atacar sistemáticamente viviendas familiares desde el aire, grupos de derechos humanos como B’Tselem recogieron testimonios de palestinos que habían sobrevivido a los ataques. Los supervivientes indicaron que las casas se habían derrumbado hasta los cimientos, que los trozos de cristal habían rajado los cuerpos de los que estaban dentro, que los escombros “olían a sangre” y que había gente enterrada viva.
Esta política mortífera sigue a día de hoy, gracias en parte al uso de arsenal destructivo y tecnología sofisticada como Habsora, pero también a un sistema político y de seguridad que ha relajado el control sobre la maquinaria militar de Israel. Quince años después de insistir en que el ejército se esforzaba por minimizar el daño a los civiles, Gallant, ahora ministro de Defensa, ha cambiado claramente el tono. “Luchamos contra animales humanos y actuamos en consecuencia”, indicó tras el 7 de octubre.
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Esta investigación periodística se publicó originalmente en hebreo en Local Call, y en inglés en +972 Magazine. Agradecemos a ambas publicaciones que hayan permitido a CTXT traducir y publicar el artículo.
Traducción de Ana González Hortelano.
La autorización extendida del ejército israelí para bombardear objetivos no militares; la relajación de las limitaciones impuestas en cuanto a las muertes de civiles previstas, y el uso de un sistema de inteligencia artificial para generar más objetivos potenciales que nunca parecen haber contribuido a la...
Autor >
Yuval Abraham
Vivo en Jerusalén, estudio lingüística y cine documental, traduzco del oeste y sueño con justicia e igualdad para todos los habitantes del país, entre el río y el mar. Y escribo habitualmente en Local Call.
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