MEMORIA
Una fecha es un espectro
En el Día de la Víctimas del Holocausto de 2024
Paula Kuffer 27/01/2024
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Las fechas siempre tienen algo inquietante. Retornan como los fantasmas, son una invocación espectral. El 27 de enero es una insignia de la barbarie en la historia: el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Como explican los supervivientes que asumieron la tarea de testimoniar, lo que sucedió en Auschwitz es inimaginable. Y, sin embargo, se impone la exigencia de imaginar, pese a todo, el dolor que contiene este emblema de la lógica destructiva occidental, que en su macabra filiación entre capitalismo y técnica condena a la eficacia de la dominación y la muerte.
Nunca se está en el lugar de otro, afirma Primo Levi en Los hundidos y los salvados. La fecha nos congrega alrededor de una ausencia. Una presencia sin rostro ocupa el centro de todo gesto de rememoración, que testimonia precisamente de esa falta. No hay nada sublime en la lejanía insalvable del pasado. Como un monumento de duelo errante, que espera cada año para interrumpir el cómodo olvido sobre el que se construye nuestra cotidianidad, esta fecha remite inevitablemente a la deshumanización.
El 27 de enero de 2024 se revela una fecha, también, atravesada por la muerte. El choque entre ese pasado que invoca y este presente teñido de sangre no puede ser más trágico. Pero aun así, este montaje temporal apunta, precisamente, a la capacidad de la memoria para intervenir en el presente. Rendir homenaje al testimonio que contiene esta fecha debería ser un acto de resistencia frente a toda injusticia del ahora. Quien acude a la llamada de los muertos no puede más que sentirse impelido por los reclamos de su tiempo.
El choque entre ese pasado que invoca y este presente teñido de sangre no puede ser más trágico
Hoy Gaza agoniza bajo los escombros. La crueldad de las miles de muertes inocentes abre una herida insondable. La indistinción entre civiles y combatientes impone el terror de la amenaza permanente. La vulneración del derecho bélico, el desplazamiento forzado de la población, el ataque indiscriminado o el hambre como castigo colectivo hacen efectivo el estado de excepción en toda su crudeza. El genocidio –así como el pogromo– también se actualiza; los significantes retornan con toda su carga siniestra. La venganza y el crimen se legitiman en su propia impunidad. El derecho internacional se desmorona; la agresión y el peligro se ciernen sobre la legalidad del mundo entero. No es suficiente “tomar medidas para evitar un genocidio”, el final de la violencia solo llegará con el alto el fuego y la negociación política.
No puede negarse la particularidad del Estado de Israel. No sólo se funda en la violencia que es capaz de imponer, sino a su vez sobre la memoria de la persecución y el homicidio sufridos desde tiempos inmemoriales. En sus cimientos, también merodean los muertos que no lograron escapar a tal destino. Sólo en los pocos años del Holocausto fueron más de seis millones. El mundo entero debía quedar protegido frente a la violencia desatada con la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, que se inspira, asimismo, en estas muertes. Honrar su memoria, desde entonces, indefectiblemente tiene que estar ligado a la condena de toda violencia, y en particular la de cualquier Estado, también el de Israel. El sufrimiento de esas generaciones pasadas que hoy invocamos, en esta fecha, jamás puede ser instrumento para legitimar el derramamiento de sangre. Nos requiere, más bien al contrario, su crítica y censura radical.
“Sabemos que debemos rechazar. El rechazo es absoluto”, escribe Blanchot después de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial. Lo insoportable de la violencia es también su normalidad y nuestra resignación. El borrado de la memoria de la destrucción conduce a su sometimiento impotente y a la sorpresa ante las explosiones de odio. Hoy más que nunca debemos rechazar y recordar ese 27 de enero que vuelve cada año para advertirnos del peligro de la violencia, de la propia y la ajena. En esta fecha, nada debe resonar más que el dolor que acosa al presente y la exigencia del cese de todo atentado a la vida. También por memoria.
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Paula Kuffer es profesora de Filosofía en la Universitat de Barcelona.
Las fechas siempre tienen algo inquietante. Retornan como los fantasmas, son una invocación espectral. El 27 de enero es una insignia de la barbarie en la historia: el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Como explican
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