Cartas desde Meryton
La chica de rosa
Estoy convencida de que cuanto más delgado sea el Código Penal, más libre, democrático y seguro es ese país. Porque eso quiere decir que tiene un Estado de Derecho y de Bienestar fuerte como un roble y que se legisla pensando en el bien común
Silvia Cosio 13/03/2024
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Iba a titular esta carta “Terrorismo el que tengo aquí colgado” pero luego pensé que si mi madre me lee se va a enfadar conmigo, pues dirá, con toda la razón, que no me mandó a la escuela pública y se esforzó en educarme bien para que acabara teniendo el sentido del humor de, no sé, pongamos un jefe de opinión de El Mundo. Así que, a riesgo de cerrarme puertas laborales y la oportunidad de hacerme con premios de ensayo, me he enmendado a mí misma, todo por el amor que le tengo a mi mamá. Ha sido difícil esto de contenerme porque incluso en los salones de Meryton, entre tazas de té y bailes con la milicia, estamos todas bastante hartas de los jueces que enredan y se erigen en salvadores de esa patria que siempre vota mal porque no vota lo que a ellos les gusta. Pero ojo, no les puedes decir tampoco que se dedican a hacer lawfare porque se duelen y lamentan, que decir eso es muy injusto y es poner en duda su imparcialidad, pero luego venga a admitir denuncias frívolas contra partidos políticos (los otros partidos políticos, los malos), abrir causas que no llevan a ninguna parte, mentir a países extranjeros, pedir extradiciones una y otra vez sin base jurídica, bloquear la renovación del Poder Judicial y hasta utilizar X –¡No te lo perdonaré jamás, Elon Musk!– para insultar al presidente del Gobierno. Pero no le digas lawfare, llámalo celo profesional, independencia judicial, ser tiquismiquis o amor a España. Y luego tenemos eso de usar como comodín la cosa del terrorismo cuando ya no sabes de qué más acusar a tus rivales políticos, que ya me dirás tú cómo es posible que los jueces tengan rivales políticos. Pero, oye, que te abren una causa por terrorismo o por apología tanto si te subes a un coche para hablar con unos manifestantes como si te da por hacer una obra de teatro con títeres. Y yo pienso, porque tengo memoria y recuerdo todavía cuando ETA ponía bombas y pegaba tiros en la nunca, si esta gente es que ha perdido la memoria, el norte o la vergüenza. Porque cuando todo es terrorismo es que nada es terrorismo. Y mira que hay que tener muchísimo cuidado con estos temas porque siempre estamos pisando una línea roja muy clara pero muy frágil, esa línea roja que separa los delitos de terrorismo de la persecución política. Y esta gente lo debería de saber mejor que nadie, por eso del Estado de Derecho y tal. Porque claro, puestos a ver terrorismo en todo, también podemos los demás empezar a exigir que se abran causas a los que, por poner un ejemplo, están negando la luz a la gente de la Cañada Real. O mira, también se me ocurre que se podría tener un par de días en aislamiento después de aplicarles la legislación antiterrorista por provocar, crear o mantener en un estado de zozobra, alarma o terror en la población, a los que en plena pandemia vieron su gran oportunidad para hacerse de oro o relanzar sus carreras políticas construidas sobre más de siete mil cadáveres de ancianos abandonados a su suerte en los geriátricos, o los que juegan a hacerse ricos mientras especulan con bienes de primera necesidad como los alimentos o la vivienda. De hecho a estos últimos bastaba con obligarles a vivir un par de días en los zulos de mierda que alquilan a la gente.
Pero igual que siempre me ha molestado muchísimo que se permita a la policía ejercer la violencia, incluso contra los fachas, tampoco me gusta que se utilice el Código Penal con fines políticos. Y es que estoy firmemente convencida de que cuanto más delgado sea el Código Penal de un país, más libre, democrático y seguro es ese país. Porque eso quiere decir que tiene un Estado de Derecho y de Bienestar fuerte como un roble y que se legisla pensando en el bien común. Un país en el que la prioridad sea blindar a los ciudadanos de la especulación y la rapiña y que tenga un Parlamento al servicio de la gente no necesita tener cárceles muy grandes ni un Código Penal muy tocho, porque muchos de los que hoy en día consideramos delitos, o al menos nos planteamos que lo sean, tienen su origen en la falta de ética de la población en general y de alguna clase política en particular, que parece haber olvidado que se debe a la ciudadanía y no a sus intereses personales o a los de las empresas.
Pero esto solo puede ser posible si se dan dos condiciones irrenunciables: la primera es que la ciudadanía tenga garantizados el derecho a una vivienda, al alimento, a la salud, la educación y unas condiciones laborales dignas –hola, Renta Básica Universal–, algo que es perfectamente asumible y para eso se inventaron las leyes, los impuestos, las expropiaciones, los Parlamentos y la división de poderes; la segunda consiste en que cualquier quebranto de la ética tenga el rechazo y la repulsa de toda la sociedad porque hemos sabido crear una cultura pública de la ética social. Esto no solo significa que cuando pillen a tus colegas robando tengas que dejar tu escaño y decir adiós a tu carrera política, y hacerlo avergonzado además, también significa que los partidos que quebranten la ética tengan castigo en las urnas. Me temo que esto no pasará, solo así se explica que sea posible que por la mañana una diputada autonómica se levante de la cama, se ponga su impecable jersey rosa y se dirija a la Asamblea de Madrid sabiendo que aplaudir y jalear a su presidenta mientras esta alardea de haber dejado morir a 7.291 ancianos y ancianas –lo que sí es un delito, por cierto– no va a tener ninguna consecuencia para ella, para su partido ni para su presidenta.
Iba a titular esta carta “Terrorismo el que tengo aquí colgado” pero luego pensé que si mi madre me lee se va a enfadar conmigo, pues dirá, con toda la razón, que no me mandó a la escuela pública y se esforzó en educarme bien para que acabara teniendo el sentido del humor de, no sé, pongamos un jefe de opinión de...
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Silvia Cosio
Fundadora de Suburbia Ediciones. Creadora del podcast Punto Ciego. Todas las verdades de esta vida se encuentran en Parque Jurásico.
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