SI BREVE...
Las dimensiones del teatro
Los jueces están haciendo política. Y quieren derribar este Gobierno, diría. Algo, incluso, romántico. Siempre que no seas militar o juez, esos militares del siglo XXI
Guillem Martínez 3/04/2024
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Esto tiene su gracia. Si bien, y como siempre que se habla de derecho –esa cosa en principio sencilla, sólida, diáfana–, se requiere, por aquí abajo, de una ingeniería. Bueno, ahí va. Dos puntos. Si, posteriormente al 12M, Puigdemont recogiera su acta de diputado del Parlament de Catalunya –momento exacto en el que perdería su condición de diputado del Parlamento Europeo–, dejaría, zas, de ser un aforado en el TS, para pasar a serlo, en tanto que diputado full time del Parlament, en el TSJC. Es decir, no habría causa –por terrorismo, recuerden– contra Puigdemont en el TS, sino que habría causa –por terrorismo, recuerden– en el TSJC. Este pequeño detalle sin importancia puede incidir sobre la aplicación, de por sí muy improbable, de la amnistía sobre Puigdemont, pues los papeles de su caso pueden estar durante unos segundos, pero también durante unas horas, días, semanas, meses –todo depende de la voluntad de los jueces, me temo–, en el limbo, es decir, en algún punto entre el TS, el TSJC y Marte. Si bien, también es cierto, en el momento en el que Puigdemont dejara de ser diputado en el Parlamento Europeo, perdería la gran baza que le ha permitido no ser extraditado. Por lo que podría serlo, en tanto que Puigdemont está encausado por un delito –por terrorismo, recuerden–, que es, sencillamente, uno de los 32 delitos que el ordenamiento europeo contempla como sensibles de serles aplicada una euroorden automática, en modo plis-plas. Como sucede con los delitos de, pongamos, pederastia, un juez europeo carece de la posibilidad no ya negar, sino de tan solo retrasar una euroorden por delitos de, recuerden, terrorismo.
Nada. Estas dos cosas que les comento simplemente orientan sobre la dificultad que entraña prever el futuro inmediato de Puigdemont. Es decir, el futuro inmediato en la política española. Es decir, el futuro inmediato, así, en general. Lo que es una excepción occidental. Cuando llaman a tu puerta a las 7 am solo puede ser tu hijo, que, independientemente de que trabaje de lechero, vuelve de liarla y se ha olvidado las llaves encima del piano. Y cuando, a cualquier hora del día, no puedes prever, suponer, avanzar el futuro de una situación acotada por la justicia local, en tanto todo es absolutamente imprevisible y críptico, es que llama a tu puerta, diariamente, constantemente, una suerte de gobierno de los jueces. Como periodista, solo puedo a) explicarlo o b) repetirlo en voz alta, y de forma machacona y con la cara desencajada, en una de las tertulias a las que no voy. He hecho a). La clase política liberal, progresista, de izquierda, o lo que surja, debería hacer algo al respecto, que no sea a) o b), sino tomar cartas legales en el asunto en la defensa del Estado de derecho. Los jueces están haciendo política. Y quieren derribar este Gobierno, diría. Algo, incluso, romántico. Siempre que no seas militar o juez, esos militares del siglo XXI.
Esto tiene su gracia. Si bien, y como siempre que se habla de derecho –esa cosa en principio sencilla, sólida, diáfana–, se requiere, por aquí abajo, de una ingeniería. Bueno, ahí va. Dos puntos. Si, posteriormente al 12M, Puigdemont recogiera su acta de diputado del Parlament de Catalunya –momento exacto en el...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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