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¿Qué hizo tu universidad para detener el genocidio palestino?
Mientras la Universidad del País Vasco, la de Barcelona o la de Jaén han respondido a las demandas de los estudiantes, los rectorados de los centros públicos madrileños no se han manifestado todavía
Víctor Alonso Rocafort / Concha Mateos 20/05/2024
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¿Qué hizo tu universidad para detener el genocidio palestino?
Son las 21:24 del día 18 de mayo de 2024. Acaba de terminar la asamblea de la acampada de estudiantes en el campus de la Universidad Complutense. La asamblea empezó a las cinco de la tarde. La acampada empezó hace doce días. Los cuerpos de las personas acampadas están cansados. Su compromiso está intacto. La pregunta flota en nuestra conversación. ¿Qué hizo tu universidad para detener el genocidio palestino? ¿Hasta dónde fue cómplice con la barbarie?
¿Qué diremos? Estamos hablando por teléfono. Incluso sin quedarnos a dormir, seguir el ritmo del campamento nos ocupa las horas. Cuando uno no ha podido ir, nos contamos a distancia cómo evoluciona la acampada. Y nos quema el silencio de los rectorados madrileños. ¿Por qué no dicen nada?
El asesinato inmisericorde de vidas palestinas prosigue cada día en Gaza. Hoy las víctimas mortales oficiales superan las 34.000 personas. Las cifras de niñas y niños asesinados oscilan, según las fuentes, entre los cerca de 8.000 a más de 14.000. Podemos imaginar y llegar a concebir la tristeza infinita de la muerte de 20 menores en una escuela. Pero el genocidio puesto en marcha por el Gobierno de Netanyahu nos obliga a multiplicar esa escuela al menos por 400. En promedio, cada hora se mata a dos mujeres y cuatro niños.
No estamos preparados para imaginar ese horror, el daño es tan inmenso que resulta inconcebible. Hemos alcanzado un nivel de racionalidad técnica suficiente para fabricar bombas que imitan el poder de las estrellas, decía Günther Anders, pero nuestra sensibilidad e imaginación para comprender sus consecuencias se quedan muy atrás. Para poder equilibrar lo que este autor denominaba desnivel prometeico, habríamos de pasar varias vidas llorando por la violencia desplegada en Gaza.
Nadie puede matar a más de 34.000 personas sin colaboración
Nadie puede matar a más de 34.000 personas sin colaboración. Del consentimiento internacional. De tantos gobiernos. De las empresas tecnológicas y mediáticas, del transporte marítimo y de la banca. De las Universidades.
La Universidad Complutense de Madrid (UCM), como otras universidades madrileñas y españolas, mantiene un vínculo estrecho con el Banco Santander. Esta entidad aparece en un informe recientemente publicado como financiadora de empresas armamentísticas que surten de cazas, helicópteros y drones al ejército de Israel. Otros bancos como el BBVA tampoco salen bien parados de este informe, tal y como sucede con la financiación que están realizando ambas en la industria fósil global. Otras empresas con quienes la UCM mantiene relaciones, como Indra, han sido denunciadas por obtener contratos de millones de euros por la instalación de peajes en territorio palestino ocupado o por vincularse a Israel Aerospace Industries, pionera en drones. Así se denunció también en una acción que llevaron a cabo desde la acampada de la Universidad de Castilla la Mancha en las instalaciones de Indra en el campus de Ciudad Real.
La UCM, como el resto de las universidades públicas madrileñas, mantiene además diversos convenios y proyectos con universidades israelíes, así como otros vínculos con distintas empresas cuya relación con la ocupación militar israelí, las políticas de apartheid y el genocidio debiera revisarse y, en su caso, suspenderse. Esto es parte fundamental de lo que pide el estudiantado al acampar, y esto es por lo que clamamos también buena parte del profesorado y otros trabajadoras/es de la universidad.
¿Qué diremos?
No queremos tener ninguna responsabilidad con la barbarie en curso. Queremos sentir orgullo de nuestras instituciones, queremos ver a quienes las representan defender la paz y los derechos humanos en los momentos en que se requiere, rompiendo el silencio, la mirada hacia otro lado y el colaboracionismo. Y lo que más deseamos es que, con sus decisiones, ayuden a detener la limpieza étnica que en la actualidad acorrala en Rafah a la población gazatí, tal y como está reclamando Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia. Necesitamos detener las matanzas en curso y así lo estamos expresando por cuantos medios de participación política tenemos a nuestro alcance: desde el apoyo a las acampadas y acciones pacíficas del estudiantado, hasta la entrega de hojas de firmas con peticiones concretas a nuestros rectorados.
Naciones Unidas cifra en un 80% las instituciones educativas gazatíes destruidas o seriamente dañadas con más de 5.000 estudiantes y más de 250 profesores/as asesinados a fecha del pasado mes de abril. Las principales universidades palestinas han sido destruidas, y ya se reporta que el ejército israelí habría matado hoy a más de 100 docentes e investigadores/as universitarios/as. El campus de la Universidad Islámica de Gaza, que acogía a 17.000 estudiantes, fue destruido el 10 de octubre, mientras quien fuera su rector, Sufyan Tayeh, fue asesinado junto a su familia a inicios de diciembre en un ataque aéreo israelí. El edificio principal de la Universidad Al-Israa fue reducido a escombros por explosivos colocados por el ejército israelí tras ocuparlo 70 días. La Universidad de Al-Aqsa, con más de 26.000 estudiantes matriculados, se convirtió en refugio para la población civil, pero esto no evitó que fuera duramente bombardeada y reducida a escombros el pasado 22 de enero. A la Universidad de Gaza un ataque aéreo también la borró del mapa. Otras instituciones de educación superior han seguido la misma suerte. Se trata de una ofensiva cruel y sistemática contra los fundamentos educativos de la sociedad palestina. Del mismo modo, solo 2 de los 36 hospitales de la Franja siguen activos, y no a pleno rendimiento.
¿Cómo se solidarizó tu universidad durante el academicidio de Gaza? ¿Cuál fue su grado de complicidad con la destrucción de las universidades palestinas? Son preguntas que nos hacemos hoy pero que volverán, que se formularán en el futuro y que seguramente acompañen no solo la conciencia, sino también la carrera institucional de muchos/as responsables universitarios/as. ¿Qué diremos?
Se acaba el 18 de mayo. Seguimos hablando. En la acampada de estudiantes de Madrid se empieza a servir la cena. El eco de sus voces distendidas se nos filtra por el teléfono. Comentamos una vez más el buen hacer de sus comisiones de comida o de limpieza, cómo han sabido organizarse en lo cotidiano. A esta hora se estará haciendo lo mismo en tantas otras acampadas en el resto del país y del mundo.
En alguna mesa de un despacho del Rectorado de la UCM reposa la carta con la petición pública que el día 26 de abril enviamos para suspender la cuenta de esta universidad con el Banco Santander. La imaginamos sobre la mesa, o quizá todavía sin imprimir, en alguna bandeja de entrada perdida entre tantos correos. No queremos pensarla en la papelera. No hemos obtenido ninguna respuesta. Tampoco hemos recibido respuesta a los dos documentos entregados en mano por miembros de la Red complutense por Palestina el pasado 10 de mayo en la sede del Rectorado de la UCM, que iban acompañados con más de 300 firmas del profesorado y otros/as trabajadores/as con la petición expresa de reunirnos con el rector, Joaquín Goyache.
El rector de la URJC, Javier Ramos, también recibió de un grupo de profesoras y profesores el día 10 de mayo la petición de acabar con el silencio y suspender relaciones con las entidades que no se oponen a esa acción genocida. Y lo mismo en otros rectorados madrileños.
La Universidad del País Vasco fue de las primeras. El 24 de abril, se comprometió a revisar las relaciones comerciales y académicas con quienes atacan los derechos humanos
La Universidad del País Vasco fue de las primeras en empezar a actuar. El 24 de abril, se comprometió a revisar las relaciones comerciales y académicas con quienes atacan los derechos humanos, mencionando ya entonces expresamente la necesidad de mover la posición de la CRUE. El 8 de mayo, el Claustro de la Universidad de Barcelona exigió a sus órganos de gobierno la ruptura de relaciones con el mundo académico e institucional del Estado de Israel, así como la creación de “una comisión de investigación sobre posibles relaciones institucionales entre la Universidad y entidades que no cumplen el derecho internacional humanitario”.
La Universidad de Jaén, el 17 de mayo, ha respondido a las demandas que su estudiantado sostenía desde una acampada en el Campus de las Lagunillas anunciando que rompe relaciones con universidades y centros de investigación de Israel, concretando exactamente cuáles, así como ofreciendo becas de movilidad para el próximo curso dirigidas a estudiantes procedentes de la Universidad Al-Aqsa. “Las universidades no podemos mirar para otro lado”, ha expresado literalmente su rector, Nicolás Ruiz. La Universidad de Granada también ha suspendido cualquier colaboración científico-técnica con universidades e instituciones israelíes, detallando en hasta seis puntos medidas que afectan también a los acuerdos de movilidad, cursos de verano, proyectos de investigación y otros convenios.
Nuestras peticiones están cursadas. La voluntad de estudiantes, profesorado y resto de trabajadores/as a favor de contribuir a frenar este delirio que arruina nuestra dignidad es firme, es expresa y se apoya en razones monumentales. Y algunas universidades han empezado a responder.
Pero las universidades públicas madrileñas todavía no se han expresado ni comprometido desde sus rectorados, más allá del apoyo conjunto al comunicado de la CRUE del 9 de mayo. Este acuerdo, criticado por un Gobierno de la Comunidad de Madrid cada vez más salvaje, dejaba sin embargo en el aire al menos cuatro asuntos centrales reclamados en las distintas movilizaciones universitarias del Estado: la concreción de los convenios y proyectos a suspender; la ruptura de los vínculos con empresas implicadas en la ocupación, el apartheid y/o el genocidio de Israel; los programas de acogida y solidaridad con la comunidad universitaria palestina; la ruptura total de las relaciones con Israel.
Ante esto, ¿qué podremos decir desde Madrid?
De momento, que estamos aprendiendo en las acampadas universitarias cómo se organiza y expresa la actual generación de estudiantes. Que no han elegido dejar de atender a la actualidad para vivir más tranquilas. Aprendemos así de su fuerte impaciencia por lo concreto. También de su tenaz empeño por construir una acción conjunta, radicalmente democrática, por encima de las diferencias ideológicas y estratégicas. Gestionan cada 24 horas –si es preciso en asambleas que duran casi cinco– sus contradicciones y errores, su voluntad de no reproducir la política faltona y banal que se ha convertido en norma en las instituciones de parlamento y gobierno. Ellas toman la palabra igual o más veces que ellos. Las responsabilidades son rotatorias, evitan la feminización de los cuidados, debaten, ajustan. Se trata de un grupo de jóvenes, chicas, chicos y chiques, que bien podrían haber salido de cualquier trayecto del metro en cualquiera de nuestras ciudades.
Tan lejos, y a la vez tan cerca, el genocidio avanza de la mano del ecocidio, trazando rimas con el neoliberalismo, con los mismos criminales al mando. Se comprueba en el caso de un Banco Santander o un BBVA que han corrido, junto a la CEOE y otras grandes empresas españolas, al encuentro propuesto por Javier Milei en el marco de la internacional fascista reunida estos días en Madrid, adonde acudió también un ministro del actual gobierno israelí. Ha sido “fabulosa”, declaró el mandatario argentino al acabar la reunión. En la foto de familia, a modo de declaración de intenciones, aparecían 17 hombres blancos de corbata. De los que no ves en el metro ni se apuntarán jamás a una comisión de limpieza. Con esta foto nos están diciendo que les empieza a sobrar la democracia. Quieren seguir ganando millones, a cualquier precio.
¿Qué diremos?
Solo podremos decir lo que hayamos sido capaces de hacer.
Las acampadas de estudiantes han amanecido el día 19 de mayo. Comprobamos que aquí siguen, desperezándose mientras repasamos este texto el 20 de mayo. Y seguirán mañana. Algunas, o quizá todas, transitarán hacia otras formas políticas de protesta, resistencia y construcción de alternativas, porque la acampada no es un sitio ni una forma de dormir. Es una forma de entender quién eres y cómo participas de un mundo global interdependiente y conectado. A veces, el desarrollo de la asamblea, su pausada deliberación, se interrumpe por el grito. Sí, el grito, no el grito del insulto ni el de la agresión a quien piensa distinto, sino el grito con el que construyes identidad y reconoces tu humilde lugar en este mundo. “Cada niño muerto es un niño nuestro”.
¿Qué diremos? ¿Diremos que fuimos parte colaboradora y protectora de la normalidad en nuestras imaginarias burbujas? ¿Seguiremos silenciosos, cerrando los ojos a la inquietante realidad que se cuela desde el otro lado del muro, como tan bien ha expresado Jonathan Glazer en La zona de interés? ¿O responderemos al sentido básico de las instituciones en las que trabajamos, que por algo llevan en su nombre la palabra Universidad?
Algunas ya han expresado su elección. Las demás, no tarden, por favor. No hay tiempo.
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Concha Mateos es profesora de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid.
¿Qué hizo tu universidad para detener el genocidio palestino?
Son las 21:24 del día 18 de mayo de 2024. Acaba de terminar la asamblea de la acampada de estudiantes en el campus de la Universidad Complutense. La asamblea empezó a las cinco de la tarde. La acampada empezó hace doce días. Los cuerpos de las...
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Víctor Alonso Rocafort
Profesor de Teoría Política en la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus publicaciones destaca el libro Retórica, democracia y crisis. Un estudio de teoría política (CEPC, Madrid, 2010).
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Concha Mateos
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