ARGENTINA
El gobierno de Milei, entre el consenso ultraliberal y la resistencia popular
La era libertariana reprime con violencia las protestas y arrasa con el gasto público, para felicidad del FMI y desesperación de las clases trabajadoras
Santiago Montag Buenos Aires , 22/06/2024
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En el canto III de La Divina Comedia, los dos poetas, al llegar al Infierno, leyeron una inscripción sobre sus puertas: “Vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza”.
La obra de Dante puede servirnos para pensar la actualidad en Argentina. Aquel poema medieval no era un simple escrito dicotómico entre el bien y el mal al estilo bíblico. Complejizaba los tres planos que atraviesan las almas después de la muerte: el infierno, el purgatorio y el paraíso. La actualidad del Gobierno de Javier Milei sintetiza todos esos planos.
Jamás un presidente generó tanta controversia. Su partido, La Libertad Avanza, se autodenomina “libertario”, un concepto expropiado a los anarquistas. Sin embargo, se lo menciona aquí como “libertariano”. Es decir, se definen como seguidores de lo más extremo de las escuelas económicas neoclásicas como la austríaca. En otras palabras, su némesis es el Estado y sus alrededores. Pero tomando ventaja de que solo un puñado de personas conocen esta teoría, habla con pedantería sobre sus conocimientos en economía, explicando lo que es “obvio” para sacar adelante al país. Se presenta como el salvador para sacar del pozo a la Argentina, hundida en la desesperación tras décadas de endeudamiento con fondos privados y organismos internacionales como el FMI.
Aunque se lo caracteriza como un “cisne negro”, su triunfo electoral se explica en parte por el fracaso en términos de proyecto sustentable de gobiernos anteriores, como el último período Cristina de Kirchner (2007 - 2015), Mauricio Macri (2015 - 2019) o Alberto Fernández (2019 - 2023), que dejaron un vacío de representación política a millones de personas.
Su perfil provocador es marca registrada. Rústico, violento, delirante según el día. Muchos lo consideran una marioneta, incluso él mismo reconoce que su hermana es “el jefe”. Aporta también una fuerte mística al coquetear con la religión. Define a los seguidores de su partido como “las fuerzas del cielo”. Pero no tiene importancia. Logra mantener la atención de la prensa en sus stand ups mientras que, detrás de escena, se cocina el puchero.
Algo extravagante es que ha viajado a costa del Estado a los principales eventos empresariales del mundo
Su visión internacional está cambiando la ubicación histórica de Argentina, lo que genera problemas geopolíticos y alineaciones muchas veces sin sentido práctico. Los ejemplos más brutos son los viajes a encuentros con grupos de la extrema derecha como Vox, sus visitas a Elon Musk o al Muro de los Lamentos para comprometerse con las decisiones de Benjamin Netanyahu en relación al genocidio palestino. Algo extravagante es que ha viajado a costa del Estado a los principales eventos empresariales del mundo, como el Foro de Davos, para autodefinirse como “el máximo exponente de la libertad mundial”. En cierta manera, esas visitas han tenido contenido personal sin beneficios directos para el país.
El plan motosierra
Más allá de estas características exóticas, lo más preocupante es su orientación neoliberal extrema, ya que trae un programa que representa un ataque sin cuartel a las políticas de bienestar combinado con apertura económica. Lo está consolidando con su equipo, compuesto de personajes reciclados de gobiernos anteriores. Entre ellos, la ministra de Seguridad, Patricia Bulrich; o el ministro de Economía, Luis Caputo; ambos del gobierno Macri. También se sumó Daniel Scioli, que en 2015 fue candidato a presidente por el Frente para la Victoria. Estos solo para empezar a hablar. En cierta medida ha logrado captar en casa algunos consensos existentes alrededor de las reformas que también considera necesarias la “casta política” con la que Milei retóricamente rivaliza. Se trata de consensos débiles y heterogéneos, y por eso hubo tantas negociaciones y dificultades, aunque instituciones como el FMI han apoyado sus medidas.
Durante meses intentó que se aprobara la votación de un paquete de leyes conocido como “Bases”. Su contenido era una audaz reforma fiscal, un recorte brutal a salud, educación pública (dejando de financiar escuelas y universidades), cultura (como el cierre del INCAA), al deporte y a personas con discapacidades, entre otros puntos que su doctrina considera como gastos. Aplicó lo que él llama “la motosierra” al Estado para establecer el reino absolutista del capital. El plan indica que la aplicación de sus medidas atraería inversiones de las principales empresas transnacionales y que, después de algunos años, habría crecimiento sostenido. Según el presidente, Argentina volvería a ser grande de nuevo, emulando la consigna trumpista.
Para ello, agregó nuevas ventajas impositivas para las grandes empresas que decidan invertir en el país, leyes que permiten explotar recursos naturales sin regulaciones (que ya eran mínimas), una reforma de pensiones que ataca los bolsillos de los ancianos y amplía los años de trabajo, una reforma laboral en favor de los empresarios que posibilita despidos baratos y contratos basura, y privatizaciones de empresas estratégicas. La prensa nacional le llegó a poner nombre y apellido a cada artículo, según el empresario directamente beneficiado con cada una de ellas.
La primera vez que ingresó en la Cámara de diputados, la ley se aprobó con muchas modificaciones, pero fue un primer paso para la motosierra. Lo central entonces fue el consenso de los bloques de diputados de todo el arco político tradicional, es decir, desde peronistas hasta radicales. Por su parte, una fracción proveniente del kirchnerismo se opuso. En esa ocasión, la oposición de la cúpula directiva de las centrales sindicales (CGT y CTA) fue intempestiva. Realizaron un paro general en fecha y hora aleatorias. Ni siquiera llamaron a movilizarse el día de la votación. En resumen, se opusieron a su manera para negociar lo que les interesaba: el manejo de la caja de las obras sociales (o seguro social).
En el período que transcurrió hasta que la ley llegó al Senado, para darle aprobación plena, el descenso al abismo de la economía no cesó. La inflación creció a un ritmo de un punto porcentual diario, el cambio entre el dólar y el peso tocó un techo histórico en el mercado paralelo (un dólar son 1.300 pesos argentinos). Sin embargo, lo más duro se vio cuando el Ministerio de Capital Humano, el que se encarga de suministrar la ayuda social a las personas en situaciones vulnerables, decidió suspender la entrega de alimentos a los comedores populares. Diversas protestas se produjeron en distintos puntos del país exigiendo que se distribuyeran las casi cuatro mil toneladas de comida.
La ley ‘gases’
La protesta está siendo reprimida con bestialidad. El protocolo de seguridad de la ministra de Seguridad, Patricia Bulrich, establece que está prohibido cortar el tránsito; en tal caso, las fuerzas represivas actuarían. Y eso es lo que están viviendo los manifestantes. A excepción de la inmensa movilización en defensa de la educación pública, que alcanzó el medio millón de almas, marcando que aún existe una relación de fuerzas, al menos en algunos puntos.
El 13 de junio el Senado amaneció fortificado y militarizado por las principales fuerzas de seguridad interna
Mientras tanto, las negociaciones se fueron dando tras bambalinas. La compra y venta de lealtades fue moneda nacional. Incluso trascendió que a Carmen Lucila Crexell, senadora de la provincia de Neuquén, le ofrecieron la embajada de la UNESCO como “parte de pago” para cambiar su voto a favor de la ley. El proyecto original se fue podando, pero la esencia se mantuvo.
Llegado el día de la votación, el 13 de junio, el Senado amaneció fortificado y militarizado por las principales fuerzas de seguridad interna (Prefectura Naval, Policía Federal y Gendarmería). Como decía uno de los lemas de la manifestación “Si el Congreso se ve así, es porque te están cagando”. Afuera hubo una convocatoria masiva de frente único donde participaron sindicatos industriales, organizaciones sociales y partidos políticos opositores, principalmente del kirchnerismo y la izquierda.
La sesión comenzó temprano en la mañana. La masividad se impuso a pesar de que los gremios no llamaron a huelga general. Durante horas se dio el debate entre los senadores; la mayoría discutía contra las “facultades delegadas”, uno de los puntos de la ley que brinda más poderes al presidente. De esa manera se discutía de forma abstracta sobre “democracia”. Decenas de discursos vacíos y algunos episodios anecdóticos para mantener el show. De manera excepcional alguno mencionó el futuro oscuro para los trabajadores y el pueblo pobre.
Pasado el mediodía los gremios comenzaron a dispersarse. Algunos decían que se retiraban porque el ambiente estaba tenso, querían evitar el enfrentamiento. De hecho fue eso lo que hicieron durante años. Las burocracias gremialistas apenas movieron un dedo para evitar los ataques directos de las empresas. Ese día habían asistido en contra de su voluntad, pero su presencia evitaba que alguien saliera lastimado. Y así fue.
Apenas quitaron sus pies de la Plaza del Congreso aumentó aún más la tensión. “¿Acá se va a pudrir, no?”, le pregunté a un manifestante que estaba preparando unos cascotes. “Sí, compañero, la situación no se aguanta más, nosotros venimos de La Matanza, no sabés cómo están las cosas ahí, estamos muy mal”.
Hizo falta que se le lanzara la primera piedra para que estallara la represión. Durante dos horas, las fuerzas de seguridad lanzaron gases lacrimógenos. El aire se volvió veneno. Los hidrantes aportaron el agua que caía del cielo a pesar de ser un día despejado. En los medios de comunicación opositores, pasaron a bautizarla como la “ley gases”. Los balazos de goma hirieron la piel de los manifestantes, entre los que se encontraban jóvenes y jubilados, pero también le dieron a vendedores ambulantes y trabajadores de prensa. La presencia de servicios de inteligencia infiltrados llevó a que se prendieran fuego al menos dos autos, generando la condena social a la protesta.
Los rostros sádicos de la policía fueron notorios. Les habían soltado la correa. Dentro del recinto seguía el debate, inmutable. La pelea pintaba larga. A medida que el sol se escondía tras la cúpula del Congreso, las motos hacían su entrada para dar comienzo a la cacería. Estaban rabiosos. Las principales filmaciones de violencia represiva así lo demuestran. Incluso varios periodistas denunciaron destrucción de equipos, golpes y balazos provenientes de estos motoqueros azules.
Pero lo peor seguía produciéndose dentro. El futuro desvanecido de millones de personas se hizo añicos en el sutil gesto de sonrisa en los labios de la vicepresidenta, Victoria Villaruel, cuando daba comienzo la votación final. Había sido un empate, 36 a 36. En esos casos debe desempatar el voto del presidente de la Cámara, es decir, la vicepresidenta de la nación. La hija de militares de la dictadura, por supuesto, votó a favor de la ley. Así le daba el triunfo que tanto anhelaban los libertarianos.
El futuro desvanecido de millones de personas se hizo añicos en el sutil gesto de sonrisa en los labios de la vicepresidenta
“Terrorismo” y “golpe de Estado”
Aquella misma noche, la Oficina del presidente en la Casa Rosada emitía un comunicado en el que apuntaba contra los “grupos terroristas” que intentaban dar un “golpe de Estado”. A los 33 detenidos del 12 de junio trataron de imputarles causas por terrorismo y sedición. Las causas más graves. Paralelamente, la ONU planteaba que los Derechos Humanos en Argentina están en peligro y se comparaba al país con otros donde se violan los derechos humanos de manera sistemática. Es probable que se eleven las acusaciones a Amnistía Internacional, según varios medios de comunicación, ya que se está intentando socavar el derecho de reunión pública, entre otras cosas.
Eran los primeros presos políticos del Gobierno de Milei. Durante una semana fueron tratados como presos comunes, incluso compartiendo celda con ellos. Varios denunciaron estar en condiciones inhumanas, sin poder ir al baño ni recibir alimento, y maltratos verbales y físicos. Las organizaciones de Derechos Humanos y los partidos de izquierda salieron en distintos momentos a las calles a reclamar su liberación. Han logrado salir a cuentagotas “por falta de mérito”, según la Justicia, pero la situación es incierta.
La nueva era libertariana está buscando dar un golpe en todos los niveles. No solo económico, sino también a la moral de quienes protestan en defensa de los derechos laborales y sociales conquistados durante más de un siglo de luchas. El objetivo fue dejar un fuerte mensaje para todo aquel que cuestione las decisiones del Gobierno.
A pesar de ser una Administración con poca experiencia de gobierno, Milei logró coordinar con dificultades el consenso dentro de la política argentina hacia el ajuste. Ha logrado hacer el trabajo sucio, y coyunturalmente obtener una victoria política. Asumió como el gobierno con menos apoyo de los gobernadores. Su mayor dificultad reside en construir alianzas en el Parlamento y negociar con los sindicatos para mantener la gobernabilidad. Aún mantiene una popularidad alta entre la población por su retórica, que logra empatizar con los marginados por la “casta política”.
Tal vez cuando las palabras dejen de encontrar materia y los bolsillos del pueblo trabajador comiencen a doler, se rompa la cadena de la motosierra.
En el canto III de La Divina Comedia, los dos poetas, al llegar al Infierno, leyeron una inscripción sobre sus puertas: “Vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza”.
La obra de Dante puede servirnos para pensar la actualidad en Argentina. Aquel poema medieval no era un simple escrito...
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Santiago Montag
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