1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 2.891 Conseguido 81% Faltan 34.975€

historia

La odisea de la comida peruana

La reconocida cocina del país andino es el resultado de una larga historia de migraciones. Desde los invasores españoles hasta los trabajadores chinos, todos han aportado algo al acervo gastronómico peruano

David Roca Basadre 23/07/2024

<p>Pachacútec Inca Yupanqui, noveno gobernante del Estado inca. / <strong>Museo Brooklyn </strong></p>

Pachacútec Inca Yupanqui, noveno gobernante del Estado inca. / Museo Brooklyn 

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Hoy, en el Perú, miles de jóvenes son tan fanáticos del chef Ferrán Adriá como lo son de Messi o Romario, sin dejar de admirar a los héroes locales del cucharón, como el chef Gastón Acurio. Pero, debo comenzar por decir que, hasta hace apenas una treintena de años, “comer bien” en el Perú –es decir, comer elegante y fino– era indiscutiblemente comer algo francés. En la vida cotidiana popular estaba el ceviche, la causa rellena, el ají de gallina, y otros potajes que suman cerca de 500 y van para más, lo que constituye todo un record que, en la América Latina, solo comparte México. 

Diré que estuve tentado de llamar a este artículo “Cocina y lucha de clases”, pero hubiera reducido el alcance de la historia, aunque lo mencionamos aquí porque ese detalle es también parte del relato. 

El 80% de los climas del mundo

Donde hay biodiversidad hay miles de productos de la tierra y fauna diversa

El Perú comparte, con Ecuador, Colombia y Venezuela, una de las regiones de mayor biodiversidad del planeta. El 80% de los climas posibles en el mundo están presentes en ese territorio. Y donde hay biodiversidad hay miles de productos de la tierra y fauna diversa, consecuencia de las infinitas necesidades de adaptación de la biósfera. Cuando el presidente Gustavo Petro habla de la belleza de Colombia, no es retórica, pero sí resume en la fantasía de las fronteras políticas humanas, que la naturaleza no reconoce, el continuo de los cuatro países andino amazónicos, allí donde la majestuosidad de la cordillera de los Andes provee de miles de nichos ecológicos forjados según la multiplicación de su altura por la mayor o menor aproximación a la línea ecuatorial y los descensos por el este a la no menor majestuosidad de la Amazonía y sus infinitas posibilidades, o por el oeste, los descensos a desiertos, páramos, llanuras y mucho mar con no menos fastuosos dones naturales. 

Allí se ubica el Perú. Y desde allí comienza nuestra historia. Los americanos que vinieron de Asia cruzando el Estrecho de Bering, o por mar desde la Polinesia, o ambos, llegaron al territorio que hoy es Perú hace aproximadamente 14.000 años. Lo primero que hicieron fue asentarse al lado de los ríos y del mar. La recolección de mariscos y de peces, antes que la agricultura, produjo los primeros asentamientos. 

El mar que baña las costas del Perú, a pesar de su ubicación tropical, en su mayor parte es gris y frío. No, no es tan bonito como pueden ser los de las playas del trópico de las postales. Pero, como bien le dijo un migrante venezolano a otro que se burlaba de esa grisácea fealdad, “no te rías, ese es su petróleo”. Bañado por la Corriente de Humboldt de aguas frías, y una enorme cantidad de plancton, organismos pequeños esenciales para la producción de oxígeno y base de la cadena trófica, ambos componentes propician la proliferación de peces y especies marinas diversas, lo que hace del mar peruano uno de los más ricos del planeta. 

Ilustración del pintor peruano Francisco 'Pancho' Fierro.

Ilustración del pintor peruano Francisco 'Pancho' Fierro.

Agro y tecnología

Los primeros agricultores fueron, entonces, costeños. Pescadores, y poco a poco, siguiendo la ruta de los ríos con fauna acuática diversa que provenía de las cumbres nevadas andinas, fueron también dedicándose a la caza de venados, ciervos o tarucas, llamas, guanacos, vicuñas, vizcachas, etc. Además de aves comestibles como el hayno, la jarhuahasaca, la parihuana, el pato-jerga, la polla de agua, el pato silvestre y tantos más de todo lo cual dan testimonio las pinturas rupestres halladas. 

Mucho más, y de mayor calado, halló aquel habitante originario en la Amazonía, como la sachavaca, los venados de selva, el sajino y la guangana, el majaz, las tortugas, la pava de monte, y cientos de frutos al alcance de la mano, y que hasta hoy son motivo de hallazgo. 

Adaptándose a los diversos desafíos del territorio, hasta ir dominando y entendiendo las posibilidades de cada espacio, sus estaciones, la probidad de las plantas, y en un mundo particularmente difícil, el ser humano supo desarrollar capacidades tecnológicas que le permitieron, por ejemplo, reconocer el potencial de raíces venenosas, hasta lograr que se volvieran comestibles. los andinos lograron hacer comestible la papa, o patata, tras centurias de ensayos, al punto de lograr –hoy en día– casi 3.000 variedades. El que se asentó en la costa labró en el desierto, donde se acogió a los bosques secos o desarrolló lagunas y pantanos artificiales, o aprovechó los valles formados por los ríos que brotaban en los Andes para desembocar en el mar Pacífico, el amazónico supo cuidar el bosque controlando natalidad, dispersando las zonas de asentamiento, y utilizando con sabia racionalidad los bienes que abundaban. 

Organización y equilibrio

En ese empeño, fueron también desarrollando cultivos como la quinua, el olluco, el yacón, la mashua, el tarwi, y tantos cereales y frutos, como el tomate, y sobre todo el maíz en muchas variantes con el que se preparaba la chicha, macerado cotidiano y además ritual, que no faltaba nunca. Junto a la carne de alpaca, para los personajes de las élites, y el cuy –conocido en Europa como “conejillo de indias”– para la alimentación de la mayoría, todo ello constituía la base de la alimentación de los prehispánicos que habían organizado también la producción de alimentos en terrazas que se adaptaban a los diversos pisos ecológicos asumiendo la variedad y diversidad múltiple que era posible. 

Ilustración del pintor peruano Francisco 'Pancho' Fierro.

Ilustración del pintor peruano Francisco 'Pancho' Fierro.

Pero también la distribución mediante diversos procedimientos de conservación de alimentos aprovechando el secado al sol en la costa y el frío intenso en las alturas para producir el chuño o el charki y otras variedades de alimentos que duraban en el tiempo, y su almacenamiento en diversos lugares del extenso país que, desde el siglo XIII, había empezado a crecer hasta abarcar lo que hoy es el sur de Colombia, todo Ecuador, Perú, Bolivia y el norte de Chile y Argentina, para prever la atención a posibles penurias. 

Es cierto, sin exagerar, que nadie padecía hambre en esas tierras. Incluso el concepto de pobreza se refería a aquellos lisiados o con limitaciones que les impedían atenderse por sí mismos, y para los que se tenía lo necesario a disposición, pero no a alguien que careciera de medios para vivir, algo inexistente. 

Aquel Tahuantinsuyo incaico se forjó sobre la anexión de diversas grandes culturas previas, costeñas y andinas sobre todo, algunas con miles de años de antigüedad, a las que fue absorbiendo poco a poco, hasta constituir aquel gran reino con el que se topó el conquistador europeo. 

El gran Pachacuti

El Pachacuti era, para los andinos, una catástrofe cósmica que establecía el cambio brutal de un orden conocido por un nuevo orden. Así se reconocían los grandes ciclos históricos producidos sea por la guerra o por catástrofes de la naturaleza. El cronista indígena Guamán Poma de Ayala calificó como “el gran Pachacuti” a la incursión española en el continente. Y lo fue. 

El Pachacuti era una catástrofe cósmica que establecía el cambio brutal de un orden conocido por un nuevo orden

No solo se trató de la dominación política, social, económica, sino que el invasor trajo consigo costumbres que eran parte de una cultura nacida al contacto de condicionantes totalmente diferentes, fauna que iba más allá de los caballos, puesto que llegaron vacas, cerdos, ovejas, cabras, gallinas y huevos, además de verduras, legumbres como las lentejas, los garbanzos, las habas, las arvejas, cereales como el trigo, y frutos como el limón, la naranja, y bulbos como la cebolla, el ajo, también fauna de río como la trucha, los que fueron invadiendo el territorio a la par que los recién llegados y arrinconando a los productos naturales de la región, de los que solo unos pocos se instalaron en la mesa del conquistador. El caso de la trucha fue devastador, al punto que hoy es el pez absolutamente predominante de los ríos andinos. 

El abandono de la agricultura tradicional, de las tierras de cultivo, de la cosecha y su almacenamiento y reparto generó hambrunas

Los hábitos alimentarios son difíciles de suplantar, por lo que resulta natural que el recién llegado traiga sus productos y procure que se extienda su cría y cultivo. Asimismo, como dejan constancia los cronistas, muestran extrañeza y curiosidad por los hábitos de los locales. También las intenciones políticas del conquistador al irrumpir en el nuevo territorio, ejercen su efecto. Así, un país esencialmente agrícola, al que los historiadores ubican como una de las grandes civilizaciones hidráulicas de la humanidad, por las extensas e impresionantes obras ingenieriles para la distribución del agua para cultivo y consumo, fue sustituido por el Perú, invento colonial, que se constituyó en país minero por la prioridad del conquistador en la búsqueda y extracción de oro y plata para exportar, sobre todo. Esto último llegó acompañado del acero, desconocido hasta entonces, que derribó bosques serranos y costeños, produjo el abandono de los sistemas de labranza, cultivo, almacenamiento y distribución, a la vez que el conquistador destinaba a la población nativa a la extracción de minerales. 

El abandono de la agricultura tradicional, de las tierras de cultivo, de la cosecha y su almacenamiento y reparto generó hambrunas, lo que además de los virus y bacterias desconocidos que también llegaron, sumados a las consecuencias de la intensidad del trabajo minero y las jornadas dedicadas a los telares, produjeron un enorme descenso demográfico que redujo, en menos de un siglo, la población originaria en un 90%. 

Funcionarios, africanos y moriscas

Tras la primera hornada de europeos con espada y escopeta, llegaron los burócratas, los funcionarios y administradores que venían con su corte de siervos entre los que se contaban esclavos africanos, pero también cocineras moriscas que iban a ser muy importantes en nuestra historia. 

El notable peninsular, incluso el no tan afortunado, se alimentaba de carne de vacuno, de cerdo, de leche, de mantequilla, de aceites que mandaba traer mientras crecían los olivos. Todo eso estaba fuera del alcance de los indígenas, de los esclavos africanos, pero que mantenían contacto con las cocineras moriscas. Es entonces que se empiezan a producir los primeros momentos de fusión cuando –por citar un ejemplo– los pinchos morunos, hechos naturalmente de carne de cerdo entre los peninsulares, se reinventan entre los menos privilegiados con las vísceras que los primeros despreciaban. Uno de los platos bandera de la culinaria peruana, los anticuchos, son pinchos hechos con corazón de vacuno, pero puestos a macerar con ají panca local, vinagre, comino y llevados a la brasa. Si bien se hicieron originalmente con carne de llama, las vísceras de vacuno ganaron la batalla.

El notable, el afortunado, se alimentaba de todo lo que venía importado de la metrópoli

Se había instalado una separación social en la que la alimentación jugaba un rol diferenciador. El notable, el afortunado, se alimentaba de todo lo que venía importado de la metrópoli o, siendo lo mismo, que era producido, aún escasamente, en el virreinato. Mientras que el pueblo llano se alimentaba de los productos locales, aquellos que se continuaba produciendo, y –por influencia de los esclavos africanos y las manos moriscas– del aprovechamiento de los restos de lo que consumían los más afortunados. En ese proceso, la pureza del alimento la guardó el notable, pero la mistura, el crisol de sabores, lo empezó a generar el pueblo llano. Esta separación de dietas entre nobles y villanos era costumbre que venía del feudalismo europeo.

Ilustración del pintor peruano Francisco 'Pancho' Fierro.

Ilustración del pintor peruano Francisco 'Pancho' Fierro.

La influencia morisca, que ya había impregnado el gusto ibérico, y las argucias alimenticias africanas, se encontraron con algunos hábitos locales y las fusiones se incrementaron. Como el hábito de acompañar el pescado crudo con ají que era normal entre los pescadores locales. Y puesto que ya era costumbre magrebí agregar jugo de naranjas agrias a las carnes, o limón, solo faltaría agregar a todo ello la cebolla, lo que vino más tarde, para tener lo que serían los primeros cebiches que, en ese entonces, requerían larga maceración de la carne. Otros migrantes mejorarían la receta. Ya veremos eso. 

Todo esto se cocinaba en las casas, pero abundaba también la venta callejera de alimentos en auténticas ferias, algunas bien instaladas, y otras ofertas al paso, en burros o carretas con pregones que se volvieron típicos. 

La república y nuevos visitantes

A partir de 1849, engañados con contratos que los ataban a una vida miserable, miles de trabajadores chinos fueron enganchados para el trabajo en las grandes haciendas

Como sabemos, las élites peruanas hijas de las élites coloniales (o los mismos), heredaron la república calculando que era mejor negociar con la naciente potencia inglesa que con la entonces declinante potencia española, que además exigía el monopolio del comercio. No varió gran cosa la vida de indígenas y esclavos con el cambio de sistema político, diríase que hasta empeoró, pero entre guerras de caudillos, y los nuevos vientos liberales, se produjo la abolición de la esclavitud. Esto produjo una crisis de mano de obra agrícola, por lo que se decidió la importación de trabajadores chinos. A partir de 1849, engañados con contratos que los ataban a una vida miserable, miles de trabajadores chinos fueron enganchados para el trabajo en las grandes haciendas, sobre todo costeñas. Solo llegaban varones, lo que trajo luego un mestizaje notorio entre los peruanos y peruanas de la costa norte del país. Pero además trajeron su cocina. El arroz es hoy alimento indispensable de todo peruano, así como el jengibre que en el Perú se conoce con el nombre chino de kion. Llegaron también la salsa de soya, los cebollines, y formas de cocinar como el llamado salteado, que es una técnica culinaria rápida y a fuego alto que utiliza un wok o sartén honda para cocinar rápidamente. 

La cocina china empezó a ser primero para ellos mismos, pero luego atrajo a los peruanos de sectores populares. Las fondas chinas empezaron a llamarse chifas, término que proviene de las palabras del chino cantonés ‘Chi’, que significa ‘comer’, y ‘Fan’, que significa ‘arroz’. Expresión corriente entre los cantoneses para referirse a la comida, lo que fue adoptado por los peruanos. Los chinos introdujeron algunas verduras y frutos chinos, los tallarines de los que, como sabemos, son los inventores, la combinación de sabores dulce/ácido, dulce/salado, picante/dulce, que fueron auténticas novedades. Como no podía ser diferente, poco a poco fueron introduciendo productos locales en sus preparaciones, lo que hace hoy de la cocina china del Perú una escuela por cuenta propia. 

Pero los chifas eran comida popular. Las élites peruanas no visitaban un chifa, salvo que lo hicieran a escondidas. Para las clases más pudientes comer bien era comer francés. Tomado al azar, este es un menú típico de las élites peruanas, así redactado en francés, hasta bien entrado el siglo XX: Soupe à la reine, Consommé, Hors d'oeuvres, Tournedos Rossini, Poulet à la Kiev, Poisson en papillote. Crème brûlée. Soufflé. Fruits de saison. Vin, (francés, claro), Champagne, Cognac.

Italianos, japoneses

Luego llegaron los italianos. Provenientes de Liguria en su mayoría, se dedicaron al comercio y fue gracias a ellos que se difundió el consumo de legumbres frescas y verduras y hortalizas como la albahaca, las espinacas, las acelgas, las coles, la coliflor y el brócoli. Es decir, el aire del Mediterráneo. Y si bien los chinos ya habían introducido la pasta, fue con los italianos que su consumo se extendió más. Los tallarines, los ravioles, los fideos, la polenta, el queso parmesano, se incorporaron con las mixturas locales. El minestrone, por ejemplo, en el Perú se llama menestrón, y es lo mismo, pero al mismo tiempo no lo es. Los italianos mejoraron la panadería, y entronizaron definitivamente al vino en el gusto popular. 

La última gran migración que redondea nuestra historia es la japonesa

La última gran migración que redondea nuestra historia es la japonesa. Llegados a inicios del siglo XX, se dedicaron al comercio y las pequeñas industrias. Lamentablemente, su asentamiento coincidió con la segunda guerra mundial, donde el Gobierno peruano decidió apoyar a los aliados vigilando las costas del Océano Pacífico que miran hacia el Japón, y así se desató una ola de xenofobia hacia los migrantes japoneses como “espías del Mikado”, lo que llevó a la expulsión de muchos y el decomiso de sus bienes honestamente ganados. Algunos atribuyen el desprecio del dictador Fujimori por el Perú a que sus padres se encontraban entre los afectados. El hecho es que, a pesar de ello, hay muchísimos peruanos de apellido japonés, lo que ha creado una cultura, la llamada Nikkei, que tiene sus propios circuitos, aunque bien integrada a toda la sociedad peruana. Fue el toque japonés lo que faltaba para darle forma a varios platos peruanos. El pescado marinado en limón, ají y cebolla, adquirió la receta definitiva cuando los japoneses enseñaron a los peruanos a volver al pescado fresco y crudo, y cortado en dados pequeños, que es el ceviche que hoy se luce. 

Con los japoneses se introdujo el corte fino y largo del pescado, que se marinó con una salsa de ají amarillo, de exquisito sabor andino, para producir el tiradito de pescado. Los japoneses introdujeron el gusto por la frescura, la estética y el respeto por los ingredientes en la elaboración de los platos. 

Hay una última gran migración de venezolanos al Perú, demasiado reciente como para medir su efecto, pero quién escribe se atreve a vaticinar la no lejana influencia de algunos productos de este país vecino que deberán enriquecer aún más la cultura culinaria peruana. ¿No han tratado de poner un poco de queso llanero rallado sobre algunos platos? Ya se verá. 

¿Y cómo se dio el milagro de la Gran Cocina?

Cuando la NASA decidió incorporar la quinua como suplemento principal para la alimentación de sus astronautas, la sorpresa de quienes la despreciaban fue mayúscula

Todo lo narrado se quedaba, sin embargo, entrecasa. Hace tres décadas las élites seguían comiendo francés en los restaurantes, aunque ya cocinaban algo de la propia en casa, por obra de sus domésticas. Pero aún consideraban a la quinua como comida de indios.

De pronto, algunos chefs peruanos formados en París, precisamente, se unieron a los cocineros de las mejores fondas y entre todos se preguntaron cómo era posible que tanta riqueza acumulada se guardara tan solo para el consumo propio. Todo fue cuestión de organizar, ordenar, dar forma a lo que merecía ser una gran cocina. De ese impulso, cuyo rostro más visible es el chef Gastón Acurio, nació la difusión de una cocina peruana que, para gozo de los mismos peruanos, se empezó a difundir, valorar y servir en los restaurantes más lujosos, sin dejar la calle y los barrios populares. 

Cuando la NASA decidió incorporar la quinua como suplemento principal para la alimentación de sus astronautas, la sorpresa de quienes la despreciaban fue mayúscula. El pequeño grano andino, desarrollado por los tecnólogos prehispánicos a miles de metros de altura, empezó a volar más alto. Todo un símbolo de esta historia tan humana, nacida de la necesidad, el ingenio, la historia y la bondad de una naturaleza pródiga, contra todo y contra todos. 

Hoy, en el Perú, miles de jóvenes son tan fanáticos del chef Ferrán Adriá como lo son de Messi o Romario, sin dejar de admirar a los héroes locales del cucharón, como el chef Gastón Acurio. Pero, debo comenzar por decir que, hasta hace apenas una treintena de años, “comer bien” en el Perú –es decir, comer...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

David Roca Basadre

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí