Madriñeando (II)
Usera, la conciencia de clase y el pato estilo Sichuan
El barrio, pese a ser un pelotazo urbanístico más, muestra otro Madrid. Uno sin tan buena publicidad. Uno que ni busca ni le interesa la estética vacía. Uno opuesto al de la Castellana en el que la vida se abre paso
Álex Blasco Gamero 28/07/2022
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Siete y media de la tarde. El suelo y las paredes de los edificios de la calle de Nicolás Sánchez empiezan a supurar el calor que han ido absorbiendo durante todo el día. La aplicación del móvil marca unos “maravillosos” 38 grados, dos más de los que señala en el parque del Retiro, cerrado por protocolo del Ayuntamiento de Madrid de altas temperaturas. Las prisas por llegar a casa, unidas a la necesidad de vacaciones y una pirula de un taxista, hacen que el conductor de un Citroën oscuro informe a todos los vecinos de Usera de un futuro asesinato. Frente a mí, quizá, una de las decisiones más difíciles de mi vida. ¿Pato crujiente estilo Sichuan o pato de piel dulce estilo Leshan? “Perdona, ¿el pato estilo Sichuan pica mucho?”. “Un poco”. “Pero… ¿un poco de verdad?”. “Sí, poco, poco”, me responde la chica del local sin parpadear. Para los menos conocedores de la gastronomía asiática, Sichuan es una provincia del suroeste de China conocida por tener el río más largo de Asia (el Yangtze), osos panda y, posiblemente, la comida más picante del país. Y, en este caso, una de las especialidades que se pueden encontrar en el distrito de Usera, apodado por algunos de forma peyorativa como el Chinatown madrileño.
En la Comunidad de Madrid actualmente hay en torno a 60.000 personas de origen chino. Si hablamos en términos de densidad de población, Usera es el segundo distrito con más extranjeros de la ciudad de Madrid, solo por detrás del distrito Centro, y concentra la mayor densidad de personas de una única nacionalidad extranjera (10.000 ciudadanos chinos). Estos son los datos que más suelen llamar la atención del distrito. Sin embargo, si hablamos en términos de renta per cápita, Usera es el distrito más pobre de Madrid (9.395 euros), casi la mitad que el distrito Centro (16.147 euros) y un tercio más pobre que el de Chamartín (25.969 euros), el más rico. Dato: la gente no suele vivir donde quiere, sino donde se lo puede permitir. En este caso, un barrio tradicionalmente obrero de Madrid que ha vivido un gran cambio en los últimos años sumando a sus talleres, bares, almacenes, farmacias o al mercado municipal una serie de comercios regentados por personas de origen chino, desde asesorías a tiendas de ropa pasando por los cientos de restaurantes. Una ardilla no podría cruzar Usera de árbol en árbol, pero sí de restaurante en restaurante. Una estampa de barrio obrero de edificios de cuatro plantas de ladrillo visto y ropa tendida hacia la calle poco común en el sur de Madrid por una variable: la gran mayoría de los locales están abiertos. En Usera, el comercio de cercanía funciona.
El distrito de Usera fue fundado a principios del siglo XX por el teniente coronel Marcelo Usera. Poca sorpresa. Hijo de Inspector General del Cuerpo de Ingenieros, conoció la actividad de promoción urbanística gracias a la herencia de su mujer, Carmen del Río, hija del conocido –no me pregunten por qué– como Tío Sordillo, propietario de los terrenos de lo que ahora es el barrio de Usera, y que entonces pertenecía al municipio de Villaverde, hoy también barrio de Madrid. Un pelotazo que, lejos de plantear una barriada más de la capital, diseñó una estructura urbanística moderna –tanto que ya la usaron los romanos–, en forma de damero con dos calles “amplias” que la cruzasen. De norte a sur, la Avenida Rafaela Ybarra y, de oeste a este, la calle Marcelo Usera. En Madrid nos apasiona el chocolate con churros, decir que no tenemos acento y las calles de personajes religiosos, aristócratas o militares. Un distrito encajado entre la frontera natural del Manzanares y las artificiales de la carretera de Toledo (A-42), la M-40 y la carretera de Andalucía (A-4), con un callejero repleto de más cargos militares, familiares de Marcelo Usera, empleados de este e, incluso, algún vecino de la zona y una idea que bajo toda la modernidad seguía siendo un proyecto de afinación de obreros.
Así, Usera es un distrito pensado con buenas intenciones, pero gestionado con otras no tan buenas. El jardín botánico de Pradolongo, uno de los parques más grandes de la zona sur de Madrid, es conocido por su inseguridad durante la noche. Una inseguridad nocturna imposible de ver por la falta de farolas. El hospital universitario 12 de Octubre, uno de los centros más grandes de la Comunidad y que más personas recibe al día, se encuentra en una situación de colapso por la falta de personal y el cierre de camas. Un colapso “justificado” por el periodo estival. La estructura urbanística de modernas calles “amplias” se traduce en dos vías con carril doble y aceras tan estrechas que empujan a los cubos de la basura a zonas de parking, a las farolas a brotar de los muros de ladrillo de las viviendas y a los ciudadanos a convertir su vecindario en una zona de paso.
Usera, pese a ser un pelotazo urbanístico más de principios del siglo XX muestra otro Madrid. Uno no tan apetecible para el turista de diapositivas de viajes
Marcelo Usera era un rico moderno con un pero. Un gran pero. Antes que una persona con ideas modernas y un interés particular en la calidad de vida de las clases más humildes, el teniente coronel era un terrateniente. Cuantas más personas cupieran en el menor espacio posible, mejor para él. Un gran pero que el ayuntamiento tampoco tiene mucho interés en solucionar. Una mala gestión del distrito que, olvidando el maltrato de las zonas verdes o la ausencia de una alternativa urbanística, sobrevive gracias a sus vecinos. A las insinuaciones xenófobas de insalubridad y punto de contagio de la covid, los vecinos chinos respondieron repartiendo gratuitamente mascarillas a la salida del metro. Ante los cribados masivos y confinamientos perimetrales de las áreas básicas de salud de la Comunidad de Madrid, los vecinos salieron a manifestarse contra la segregación. Y ante las nuevas medidas para rebajar las emisiones de CO2, con una Plaza Elíptica como punto con el aire más contaminado de todo Madrid, basadas en prohibir la circulación de coches con clasificación ambiental A, los gasolina matriculados antes del 2000 y diésel antes de 2006, los vecinos poco han podido hacer. Una nula restructuración de la circulación y el transporte público con un sistema de multas que, por ‘mala imagen’, ya no afectará a los reincidentes. ¿La salud de los vecinos? Bien, gracias.
El distrito de Usera, pese a ser un pelotazo urbanístico más de principios del siglo XX muestra otro Madrid. Uno sin tan buena publicidad. Uno no tan apetecible de visitar por el turista de diapositivas de viajes. Uno que ni busca ni le interesa la estética vacía. Uno totalmente opuesto al de la Castellana. Uno en el que poder encontrar menús de mediodía a seis euros. Uno en el que la gente sale a la calle a tomar el aire que en casa no tiene con una silla de madera, a sentarse en los bancos que miran a la carretera a fumarse un cigarro para no mirar un muro de ladrillo. Uno en el que la vida se abre paso y se adapta para sobrevivir. Un barrio en el que poderte sentar en una zona verde, no cerrada por el protocolo del calor relativo del ayuntamiento, del parque oficialmente llamado Olof Palme con un tenedor de plástico, un táper de arroz blanco y otro de pato al estilo Sichuan mientras lees una pintada que dicta “NAZIS HIJOSDEPUTA”, firmada por lo que parece una cuenta de Instagram, y te replanteas con una lágrima en el ojo por qué la chica del local de comida para llevar te odia tanto como para decirte “sí, poco, poco”.
Siete y media de la tarde. El suelo y las paredes de los edificios de la calle de Nicolás Sánchez empiezan a supurar el calor que han ido absorbiendo durante todo el día. La aplicación del móvil marca unos “maravillosos” 38 grados, dos más de los que señala en el parque del Retiro, cerrado por protocolo del...
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Álex Blasco Gamero
De Leganés. Estudió periodismo y cª políticas –eso dicen dos papeles muy caros–. Actualmente es miembro de la redacción de CTXT.
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