El salón eléctrico
La última cena de los idiotas
Autores como los Monty Phyton o Luis Buñuel nos recuerdan que, a pesar de aquellos que intentan crucificar a todo dios, algunos estarán siempre del lado bueno de la vida
Pilar Ruiz 22/08/2024
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Miguel Ángel: Maldito fascista…
Papa: ¡Soy el maldito Papa! ¡Puede que no sepa mucho de arte pero sé lo que me gusta!
Monty Python en Hollywood, 1982
Imaginen que el titular juguetón que acaban de leer atrae a algún despistado militante católico, apostólico y romano a machamartillo. Pero, ¿qué es esto?, dirá para sus adentros inflamados de santa ira. ¿Cómo? ¿Acaso ese titular se atreve a llamar idiotas a los apóstoles y, lo que es peor, al mismísimo Jesucristo? El indignadito antiwoke pasará de la estupefacción al resquemor en forma de comentario flamígero en las redes sociales acusando a CTXT de propaganda anticristiana. Algunos otros opinadores de sillón le darán la razón y pedirán pira para la malvada autora de semejante libelo, mientras que otros le harán notar la posibilidad de que la susodicha, quien lleva unos cuantos años firmando piezas relacionadas con la cultura audiovisual, haya usado un inocente juego polisémico para hacer referencia a la muy conocida película La cena de los idiotas (1988), dirigida por el dramaturgo francés Francis Weber, a partir de su propio y exitosísimo texto teatral, en el que, por supuesto, no se hace ninguna mención a la religión cristiana.
Idiotas a los mandos
Imaginen también que esos argumentos y explicaciones caen en saco roto y el comentario del ofendido primigenio logra crear la suficiente polvareda viral hasta llegar a la hipérbole –otra figura literaria–. El ruido pseudomediático provocaría que una asociación privada autoproclamada Defensora de la Fe, interpusiera una denuncia, pidiendo castigo ejemplar para los intolerantes ateos que se han atrevido a ejercer la libertad de expresión con fines espurios. Así, denunciaría a la escritora y al director de la revista ante los tribunales competentes. Rizando el rizo, porque sabemos que es algo francamente inverosímil, un juez y una fiscalía podrían imputar a los dos un delito contra los sentimientos religiosos. Estamos abusando de sus capacidades imaginativas, lo sabemos, pero intenten visualizar esa vista en los juzgados de Plaza de Castilla, con católicos vociferantes a sus puertas, manifestándose contra los osados que han utilizado figuras literarias con intenciones satíricas como la hipérbole, la comparación, la yuxtaposición o el estrambote. ¿He dicho satírico? ¡Anatema! Eso suena a sátiro y por asociación o aliteración, satánico. Se preguntarán por el final de la historia y no lo desvelaremos por pertenecer a un género que nos es por completo ajeno: el de la teología jurídica.
Cuando el diablo agita la cola, sus siervos obedecen: eso es lo que ocurrió durante los fastos inaugurales de los recientes Juegos Olímpicos de París. Ya conocen la polémica y seguramente la hayan olvidado, no como sus protagonistas, amenazados de muerte tras las acusaciones del Vaticano, Donald Trump, Elon Musk, Erdogan, el obispo de Lugo y la ultraderecha internacional toda, por cometer una “blasfemia” que “pisotea el honor humano” y “pone fin a la cultura occidental” (todo sic).
“Nunca tuvimos la intención de faltarle el respeto a ningún grupo religioso. Al contrario, creo que intentamos celebrar la comunidad, la tolerancia. Creemos que esta ambición se logró. Si alguien se ha sentido ofendido, por supuesto lo lamentamos mucho” tuvo que declarar la aterrada portavoz de París 2024, Anne Descamps.
Mientras, el director de escena Thomas Jolly desmentía que aquella representación fuera una parodia de La última cena de Leonardo Da Vinci. Explicaciones muy necesarias, porque cualquier aficionado al arte o la cultura occidental en general, al ver a una señora coronada como la Reina de la Noche mozartiana y a un Dionisio de color azul tumbado a la bartola piensa, inmediatamente, en el Jesucristo renacentista o en el guapísimo ario de las películas de Hollywood, por ejemplo: Jeffrey Hunter en Rey de reyes (Ray, 1961).
Cristo bien
Aunque si nos ponemos estupendas, podríamos argüir que el cristianismo, como todas las religiones “nuevas”, tiene tendencia a saquear otras narraciones, leyendas, mitos y corrientes de pensamiento más antiguas, ya sea en su visión platónica –Pablo de Tarso mediante– o plagiando mitos egipcios –resurrección de Osiris–, aunque señale a los expoliados como paganos e idólatras. En su defensa diremos que los buenos escritores, y quienes escribieron los Evangelios lo eran –vaya si lo eran–, echan mano de cualquier referencia que sirva a su obra. Incluso roban a mano armada con pluma, algo que, si se hace por lo fino, pasa por homenaje.
Cristo mal
Ahora bien: ¿y si el espectáculo hubiera sido una parodia de la pintura del italiano? ¿Qué pasaría? Pues que supondría un intento de sacralizar como divina una obra humana –¿eso no es pecado?– perteneciente a un señor que, para sobrevivir, pintaba cosillas que no le gustaban –nunca quiso ser pintor– y cuya vida terrenal estuvo muy lejos de parecerse a la de un santo. ¿LGTBI Leonardo? A todas luces parece que podría ser, como tantos artistas famosos en épocas pasadas y presentes, oigan. Y los que no son artistas, también.
The last Supper (Andy Warhol, 1986), expuesto en los Museos vaticanos en 2019
Así las cosas ¿qué representación de los Evangelios es intocable y sagrada? ¿Qué es lo sagrado en el Arte? Vayamos a una autoridad en la materia: Pier Paolo Pasolini. Un ateo marxista y homosexual tan fascinado por la figura del dios de los pobres como para crear El evangelio según Mateo (1964).
“El Evangelio según San Mateo es una obra de arte, probablemente el mejor film jamás realizado sobre Jesús" (L’Osservatore Romano, 2017).
Mientras los mandamases del Concilio Vaticano II hacían cola para verla –hasta 30 taxis para purpurados puso a su disposición el productor– la extrema derecha se ensañaba con ella desde el día de su estreno, como ya había ocurrido en el de Mamma Roma (1962) cuando el director, poeta y pensador fue agredido por un grupo de neofascistas. Esos polvos, estos lodos… Un año después, PPP presentó el mediometraje La ricotta en el film colectivo Rogopag (Rosellini+Godard-Pasolini+Gregoretti, 1963) y entonces sí que se armó la de dios es cristo. La película fue confiscada por las autoridades en el momento de su estreno, y Pasolini fue detenido, juzgado por blasfemia y condenado a cuatro meses de cárcel. Su amigo Alberto Moravia diría de aquél suceso: ”El cargo fue el de desprecio a la religión. Mucho más justo sería inculpar al director por insultar los valores de la pequeña y mediana burguesía italiana”.
Y hablando de arte y no de condenas, en La ricotta verán unos tableaux vivants que reproducen La Deposizione di Volterra, Fiorentino, 1521 y el Trasporto di Cristo o La Deposizione, del Pontorno (1526-28).
Aquí tienen esta maravilla entera y verdadera:
La ricotta (Pier Paolo Pasolini, 1962)
Aunque, en materia blasfema, el arte español se lleva la palma, más concretamente la Palma de oro en Cannes de 1961, gracias a don Luis Buñuel y a su íntimo colaborador don Benito Pérez Galdós –otro que tal–, representando en Viridiana su visión del fresco de Da Vinci y la famosa secuencia de la última cena de los mendigos acogidos por la beata Viridiana, con “foto” de Lola Gaos incluida. Ya forma parte de la Historia del cine, es decir, del Arte y hay que verla periódicamente para comulgar con esa tan traída y llevada cultura occidental. Incluso para resucitarla.
Viridiana (Luis Buñuel, 1961)
Por supuesto, el Vaticano condenó Viridiana por blasfema a través de L’Osservatore Romano –arriba nombrado y periódico oficial de la Santa Sede–. También por supuesto, la dictadura franquista, que decidió “no prohibirla, sino darla por inexistente” (sic). La historia de la copia salvada de la destrucción por el torero Domingo Dominguín y Silvia Pinal da para película. Sería todo un homenaje y no plagio: recordemos que la película solo pudo verse en España cuando el dictador se fue al cielo fascista, ese paraíso que algunos iluminados pretenden bajar de las alturas e implantar en este valle de lágrimas: hágase el fanatismo según su palabra.
La última cena de Brian
Si consultamos a otras autoridades en la materia, aparecen los Monty Phyton. A pesar de que en 1979 sufrió condena y censura por considerarse blasfema, en la actualidad, La vida de Brian es pasto de los bulos fascistas, véase al líder de las tres letritas soltando transfobia sobre falsas censuras woke. Ciegos de ira falsamente divina, los herederos de los viejos inquisidores se niegan a ver la furiosa y divertidísima apología del humanismo frente a la intolerancia, de la libertad de pensamiento frente a las doctrinas sectarias, como las religiones. Los Monty nos recuerdan que, a pesar de aquellos que intentan crucificar a todo dios, algunos estarán siempre del lado bueno de la vida. Autoridades, hemos dicho, porque además, en el caso que nos ocupa, ellos vienen a decir la última palabra:
Monty Python - Miguel Ángel y la Última Cena (1982)
Ps: Idiota es término de origen griego cuyo significado es “aquel que no se ocupa de los asuntos públicos sino solo de los privados”. Benditos griegos.
Papa: ¡Quiero una última cena con un Cristo y doce discípulos! ¡Sin canguros, sin espectáculos de trampolín, para el jueves a mediodía o no cobras!
Miguel Ángel: Maldito fascista…
Papa: ¡Soy...
Autora >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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