ESCALADA BÉLICA
Oriente Medio: al borde de la guerra que todos decían querer evitar
Netanyahu incendia la región tras una semana de asesinatos a líderes de Hamás y Hezbolá que alejan la perspectiva de un alto al fuego sobre la Franja de Gaza
Marta Maroto Beirut (Líbano) , 4/08/2024
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Oriente Medio tensa un equilibrio macabro tras una semana de asesinatos a líderes de Hamás y Hezbolá por parte de Israel, mientras el conteo de muertos en Gaza avanza hacia las 40.000 personas asesinadas. Cada vez está más cerca de materializarse la guerra que todos querían evitar. El Líbano no puede permitirse una crisis más e Irán, que estrena un nuevo mandato reformista bajo la promesa de retomar las conversaciones con EEUU, lleva meses negociando sus respuestas –y las de Hezbolá– para limitar la escalada.
Israel, en caída libre moral y económicamente, se ha acorralado a sí mismo con los asesinatos y ataques de los últimos días. Ahora espera una respuesta, mucho más dura y que podría llegar de manera coordinada, desde todos los frentes del Eje de la Resistencia. Con sus propios tribunales pendientes de juzgarle y un gobierno inestable, cuyo apoyo languidece en las calles, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, arrastra a EEUU a un mayor conflicto regional que sirve a sus intereses.
Recién llegado de la matriz, EEUU, tras recibir una amplia ovación, Netanyahu acortó sus vacaciones para liderar el gabinete de emergencia tras el asesinato de 12 niños en Majdal Shams, pueblo druso en el Golán sirio ocupado por Israel, que no había sido evacuado. Tel Aviv y Washington no tardaron en señalar a Hezbolá, en guerra con Israel desde el 8 de octubre, aportando datos muy precisos: un misil Falaq-1, patente iraní; lanzado desde el norte de Shebaa, un área también parcialmente ocupada por el Estado hebreo. Fue la primera vez que la milicia, sin embargo, salía a desmentir la autoría de un ataque y señalaba un error del sistema antimisiles de la Cúpula de Hierro israelí, algo que ha ocurrido en contadas ocasiones.
Pese a las peticiones de investigar lo ocurrido, la Fuerza Interina de las Naciones Unidas (FINUL), organismo creado por el Consejo de Seguridad, dijo el viernes 2 de agosto no tener competencias para pronunciarse, escudándose en que su presencia solo abarca el lado libanés de la Línea Azul. La respuesta que desencadenó el peor ataque en suelo israelí “desde el 7 de octubre”, como reconocieron medios hebreos, ha opacado la discusión de estas teorías. Después de días de intensas reuniones diplomáticas en las que Amos Hochstein, enviado especial de la Casa Blanca para las negociaciones en Oriente Medio, llegó a calmar a las autoridades libanesas afirmando que la prometida agresión israelí libraría a Beirut y a la población civil, se cumplieron los peores pronósticos.
En un intervalo de diez horas en la tarde-noche del martes las capitales del Líbano e Irán fueron atacadas. En Beirut, un edificio se derrumbó tras el impacto de al menos dos misiles en Dahie, barrio en el sur de la capital, uno de los más densamente poblados y donde Hezbolá goza de un mayor apoyo. Tras días retirando escombros, el Ministerio de Sanidad libanés ha cifrado el número de muertes civiles en cinco: tres mujeres y dos niños. A los que se suma el asesinato de Fuad Shukur, líder del brazo armado de Hezbolá y uno de los fundadores de la milicia, y un asesor iraní, que también estaban en el bloque. El Ejército israelí dijo que la operación iba dirigida al alto cargo (después de cambiar al menos una vez de nombre) en represalia por el atentado en el Golán.
Esa misma madrugada, Oriente Medio se despertaba con la noticia del asesinato en Teherán de Ismail Haniyeh, máximo representante político de Hamás y al mando de las conversaciones para un alto al fuego en la Franja. “¿Cómo puede tener éxito una mediación si una parte asesina al negociador del otro lado?”, escribía en X el primer ministro qatarí, país que junto a Egipto y EEUU lidera el diálogo para el fin del genocidio. En un tono similar se expresaba el ministro de Exteriores egipcio: “La coincidencia de esta escalada regional con la falta de progreso en las negociaciones (...) indica la falta de voluntad política de Israel para calmar la situación”.
También esta semana Israel ha confirmado la muerte de Mohamed Deif, al mando de las Brigadas Qassem, la rama militar de Hamás. Apodado como el “Bin Laden de Gaza” por el Ministro de Defensa israelí, el Ejército dijo que el asesinato tuvo lugar a mediados de julio. El 13 de julio habían justificado que un ataque en el sur de la Franja iba destinado a acabar con “el gato con siete vidas”, como le llama la prensa israelí. La operación masacró a 90 personas en tiendas de campaña para refugiados en una zona previamente designada como “segura”. Hamás negó la muerte de Deif. De cualquier manera, no es la primera vez que el grupo islámico pierde a sus cabecillas, y ya ha dicho que el martirio de sus líderes no supone una pérdida o una paralización de su actividad, y que nuevas figuras asumirán las funciones de los cargos asesinados.
Irán promete una “venganza de sangre”
“La guerra entra en una nueva fase (…) que afecta a todos los frentes del Eje de la Resistencia”, pronunció Hasán Nasrala, líder de Hezbolá, el jueves en uno de los discursos más importantes en diez meses de conflicto. En una pantalla con un fondo teñido de rojo como símbolo de revancha, de venganza, Hasán Nasrala aseguraba una respuesta “poderosa” aunque “sabia” y “bien estudiada”. El Sayid limitaba así el impacto y volvía a tirar la pelota al tejado de Israel: “La escalada dependerá de la reacción de Tel Aviv”.
Hamás ha prometido represalias al asesinato de su jefe e Irán una “venganza de sangre”. Tocado de orgullo, la explosión que acabó con la vida de su huésped después de la investidura del nuevo presidente tuvo lugar en una de las zonas que deberían contar con mayor seguridad, lo que se interpreta como una debilidad y un fallo de Inteligencia del Régimen.
“(La respuesta que planea Irán) no es solo una respuesta para devolver el equilibrio de disuasión, estamos ya muy lejos de estos términos. En Irán ahora se usa el lenguaje de ‘sangre por sangre’, el ataque parece que estará diseñado para causar daño y víctimas, lo que hace que el riesgo de escalada sea mucho mayor que en abril”, explica a CTXT Trita Parsi, doctor y analista de política iraní y vicepresidente del Instituto Quincy para la Gobernanza Responsable del Estado.
Más allá de las vendettas de cada milicia contra Israel, según Nasrala dejó caer en su discurso, es esperable la coordinación del llamado Eje de la Resistencia, opina Joseph Bahout, analista político y profesor en la Universidad Americana de Beirut, que considera que la “ecuación general sigue siendo la misma: la de evitar una escalada regional”. Esto también incluye las milicias aliadas en Siria, Yemen e Irak, especialmente tras el ataque estadounidense a bases de la pro-iraní Kataeb Hezbolá, en Baghdad. Tras una reunión el jueves 1 de agosto de todos los proxies de Irán en Teherán, el periódico Al Akhbar, afiliado a la milicia libanesa, ha informado de la puesta en marcha de una “habitación de operaciones conjunta” para planificar la respuesta a Israel, que también podría abarcar bases estadounidenses en la región.
El tiempo de Estados Unidos se acaba
Tras 300 días de ofensiva genocida sobre Gaza, el tiempo se agota para el mayor aliado de Israel. Estados Unidos hace malabares apoyando militarmente a su socio mientras evita ser arrastrado a una guerra abierta. Pero con unas elecciones en tres meses, la paciencia de los demócratas se agota y desde el “Finalicemos el trato” de Kamala Harris tras su reunión con Netanyahu la semana pasada, la Casa Blanca ha subido el tono. Según publica Axios, citando a funcionarios estadounidenses, Biden ha avisado a su homólogo israelí de que si vuelve a escalar, no debe contar con su respaldo.
“Biden levantó la voz y dijo que quería llegar a un acuerdo en una o dos semanas”, recoge el mismo artículo aludiendo esta vez a fuentes israelíes. Los tiempos de EEUU no coinciden con los de Netanyahu, para quien “un acuerdo sobre los rehenes conllevaría, probablemente, el colapso de su Gobierno”, refleja Haaretz en una investigación sobre cómo el Gobierno israelí torpedea los posibles tratos cuando están cerca de alcanzarse revelando información sensible.
El analista iraní Parsi coincide en que, cercado por su propia Justicia y acusado de corrupción antes del comienzo de la guerra, una expansión del conflicto juega solo en el interés de Bibi, contra quien el Fiscal Jefe de la Corte Internacional de Justicia ha pedido una orden de arresto por crímenes de guerra y quien, junto a su Gobierno, deberá responder muchas preguntas en torno a las advertencias y errores que el 7 de octubre provocaron el asesinato de 1.200 israelíes en un ataque sin precedentes de Hamás, y otras 200 a manos de su propio Ejército.
Sin visos de que vaya a terminar pronto, mientras en los despachos –y en los túneles– se debate el futuro de Oriente Medio, la población civil sufre a diario las consecuencias de esta guerra. Tras la tragedia de Majdal Shams, un colono fue asesinado en un kibbutz el martes 30 de julio por disparos de Hezbolá. El miércoles 31 un dron fulminó a los periodistas Ismail al-Ghoul y Rami al-Rifee, mientras hacían su trabajo en Gaza para la cadena Al Jazeera y llevaban chalecos identificativos de prensa, lo que puede suponer un crimen de guerra. Con ellos son 113 los periodistas asesinados en esta guerra, la mayoría palestinos, según el Comité para la Protección de los Periodistas. Un día después, cuando Nasrala terminaba su discurso televisado, una mujer refugiada siria y sus tres hijos fueron asesinados por el impacto de un misil israelí en su vivienda en el pueblo de Shamaa, el sur del Líbano.
Oriente Medio tensa un equilibrio macabro tras una semana de asesinatos a líderes de Hamás y Hezbolá por parte de Israel, mientras el conteo de muertos en Gaza avanza hacia las 40.000 personas asesinadas. Cada vez está más cerca de materializarse la guerra que todos
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