1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

  315. Número 315 · Diciembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.690 Conseguido 99% Faltan 0204€

adelanto editorial

¿Qué ocurrió en el verano de 1994?

Extracto de ‘El cazador del mar’ (Roca Editorial), de Pilar Ruiz, segundo título de la serie protagonizada por la inspectora Mar Lanza

Pilar Ruiz 19/10/2024

<p>Vista del faro de Cabo Mayor desde Mataleñas, en Santander. / <strong>Emilio Gómez Fernández </strong></p>

Vista del faro de Cabo Mayor desde Mataleñas, en Santander. / Emilio Gómez Fernández 

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Tienes que imaginar cómo era yo sin ser yo todavía. Cuando tenía toda la vida por vivir, pero sin saberlo siquiera. Te resultará difícil, porque ni yo misma me reconozco. No podía pensar en nada más que en librarme de las cadenas que me atenazaban. Me sentía sola, abandonada, pero nunca, jamás, triste. Porque nunca he caído en la tristeza, siempre fui alegre, eso fue lo que me hizo acercarme a Dios. Nací así, porque Él lo quiso, como quiso que te amara. Pero entonces esa alegría no hacía más que esconder la llama que me quemaba por dentro. A veces lo sentía como un incendio, me daba miedo caer en él y a la vez, lo deseaba. Ahora sé que ese fuego oculto me daba la fuerza suficiente para salir de aquella educación, esa mala educación, la condena de convertirme en alguien indigno, débil, hipócrita. Querían que cayera en su trampa y me repetían una y otra vez quién era yo o, mejor dicho, lo que los demás querían que fuera. ¿Quién era en realidad? No tenía nada, no era nadie sin su nombre, me repetían. Pero estaban equivocados y me empeñé en demostrarlo hasta que me gané la fama de rebelde y desagradecida. Me miraban con desconfianza, como a una extraña, porque no encajaba en su mundo y no aceptaba sus reglas. Los odiaba. Me ha costado muchos años librarme de ese odio, tú lo sabes. A veces temo volver a caer en él. Pero el odio, ese fuego, me dio las alas para volar en cuanto pude. Así conseguí escapar sin tener que mendigar nada. Viajé, aprendí y me convertí en alguien que nunca se iba a doblegar ante ellos. Pero volvía cada verano a la casa de la infancia porque la sentía también mía aunque me perteneciera solo un poco. Allí encontraba a los demás. Y estaba Boy. Todos los recuerdos que tengo de la época más dura, cuando pasaba las noches pensando en saltar por la ventana y matarme o escapar, están unidos a él.

El tráfico en el centro era infernal. La ciudad estrecha, estirada sobre el lomo de la bahía, no tenía capacidad para albergar los miles de turistas agolpados en las calles principales que huían del verano sahariano en busca del fresco del norte. Los aparcamientos estaban abarrotados, así que a Mar le costó aparcar su coche y tuvo que dar un paseo hasta llegar a la iglesia del Buen Suceso. 

Desde fuera hubiera creído que estaba frente a una lonja o a cualquiera de los antiguos edificios industriales que caracterizaban al barrio. La iglesia estaba pintada del mismo color mostaza que las casas bajas del poblado de pescadores levantado en los años cincuenta y se fundía con ellas. Sin embargo, el bullicio de las terrazas de los restaurantes especializados en pescado y marisco que habían hecho suyo el barrio, no traspasaba los muros de la iglesia. No había nadie y no se oía nada en aquel espacio casi desnudo de imágenes, sencillo y diáfano como la nave de una fábrica de conservas. Mar caminó hacia el altar. Al fondo había una puerta entreabierta con la palabra “sacristía” pintada sobre el dintel y alguien en el interior. Golpeó la puerta con los nudillos.

–Adelante– respondió una voz masculina. 

Entró. El hombre se estaba quitando esa túnica blanca que usan los curas en la misa y a la que Mar Lanza no podía poner nombre. 

–Buenas tardes. 

En el instante en que levantó la mirada para verla y antes de que dijera una palabra, supo que la reconocía: ese hombre sabía su nombre y que era policía. La forma de observarla, como si la comparara con una fotografía, le delataba. Eso disparó en su interior una alarma que encendía la extraña capacidad que tenía desde niña: el aire detenido, la sangre ralentizada, el corazón latiendo lentamente, el pensamiento veloz. 

El don que los mandos consideraban sangre fría y autocontrol era algo indefinible. Mar Lanza se convertía en un animal salvaje con los instintos agudizados y la capacidad de captar con toda claridad y detalle lo que le rodea: el desconchón en la pared sobre el crucifijo de madera, el armario barato, el verde de una banda de tela y la blancura de la túnica sobre la mesa. Y a su lado, brillando, un casco negro de motorista. Podía ver al hombre ante ella como si estuviera fragmentado. Algo más de cuarenta años. Delgado, fibroso, camiseta negra y vaqueros también negros que le acentuaban la delgadez. No muy alto, de pelo castaño ondulado y rasgos suaves, una sutil barba entrecana y pelirroja; la piel blanca y pecosa, los ojos de largas pestañas, casi femeninos que, sin embargo, lanzaban una mirada dura, afilada. La boca se había contraído al reconocerla, el único signo que delataba sorpresa ante su presencia. El sortilegio desapareció bruscamente, como había venido, cuando Mar escuchó su voz. 

– ¿Buscaba a alguien?

Seguía disimulando: el hombre sabía perfectamente quién había entrado por la puerta de la sacristía.

–Busco al párroco.

–Soy yo.

Sin pestañear ni mostrar ningún tipo de ironía, Mar espetó:

–Don Celedonio, supongo. Tiene usted más de ochenta años.

La mirada inquisitiva desapareció en una media sonrisa que pretendía ser una disculpa pero que no lo era. 

–Bueno, tengo algunos menos. Soy el padre Sergio.

–Mar Lanza, inspectora de policía.

Sacó la placa y la enseñó a cierta distancia y sin acercarse, como hubiera hecho con un delincuente peligroso sorprendido en su guarida. Fue él quien dio dos pasos hacia ella y extendió la mano. El apretón fue fuerte y seguro por ambas partes, calibrándose. 

–El padre Nino tiene problemas de salud que le impiden llevar a cabo su labor sacerdotal y le estoy sustituyendo. Me temo que no podrá atenderla–dijo.

La excusa era buena siempre que el interlocutor no supiera que el padre Sergio, sin duda el dueño del casco negro que estaba sobre la mesa, era el motorista que había visto salir del monasterio de la Encarnación. Un legado pontificio, nada menos; enviado con poderes directos del mismo Papa. Su presencia allí nada tenía que ver con las necesidades espirituales de los feligreses de una parroquia obrera. 

–Pero dígame si yo puedo ayudarla.– añadió. 

Lanza se dijo que ya estaba bien de tanto disimulo y decidió pasar al ataque directo.

–¿Sabe por qué estoy aquí?

El cura guardó la túnica en el armario antes de responder. 

–Me temo que sí. A causa del asesinato de la hermana Sol, ¿verdad?

Había usado la palabra “asesinato” sin miedo, no como la hermana Leire y sus compañeras, que la habían desterrado de su vocabulario. 

–Estoy aquí por la misma razón, inspectora Lanza. 

El Vaticano tenía sus propios investigadores, acababa de comprobarlo. Pero el caso estaba en manos de las autoridades locales y no del Obispo de Roma. 

–Como cualquier ciudadano está obligado a comunicar cualquier información relevante para el esclarecimiento de los hechos. ¿Tiene información para el caso que nos ocupa? – preguntó. 

–Aún no, pero espero conseguirla, se lo aseguro. 

Ella habría dado la misma respuesta evasiva. Mar sintió que se encontraba frente a un espejo que le devolvía una imagen distorsionada de sí misma. 

–Por favor, ¿le importaría quedarse un momento? – el reflejo le invitaba a sentarse en una silla de tijera de Ikea: los muebles de la sacristía eran modestos–. Quiero hacerle una proposición.

Mar tuvo que obedecer. Cada vez se encontraba más incómoda, mucho más cuando él tomó asiento en otra silla frente a ella; como en un interrogatorio. Solo que ella era la interrogada y el cura, el interrogador. 

–Ambos sabemos que nos encontramos ante un caso… incómodo. 

–¿Incómodo? – se mordió la lengua. ¿Cómo había que tratar a un cura? Porque se negaba a llamarle “padre”. 

–Se lo explicaré. Es incómodo tanto para sus superiores directos como para los míos, y no le quepa duda de que hablan entre ellos de este y otros asuntos. Y es incómodo porque afecta a una mujer que no debería haber sido asesinada de esta manera. 

–Ninguna mujer debería ser asesinada, ni así ni de ninguna otra manera.

–Perdón, me he explicado mal. Pero seguro que usted se hace cargo de que la condición de monja de la víctima es una circunstancia excepcional. Y esa misma condición dificulta extraordinariamente la investigación. Un caso que se presenta muy complicado, ya que hasta ahora no existe ni una sola pista ni sospecha ni testigo que lleve a descubrir al culpable. La policía no tiene nada. Pero eso usted lo sabe mejor que nadie, como investigadora del caso, como también lo sabe la comisaria jefe Marián Sañudo. ¿Me equivoco?

Acababa de dejar claro que conocía bien las interioridades policiales, el estado de la investigación y quienes estaban al cargo de ella. La Iglesia echaba un pulso, mostrando hasta dónde llegaba su poder temporal. 

–Por otro lado, no pongo en duda su profesionalidad, inspectora Lanza. Seguramente ha comprendido que mi presencia aquí, un lugar al que la hermana Sol acudía con regularidad para ejercer labores de voluntariado, no es casual. He sido enviado desde Roma para intentar aclarar qué le ocurrió. Como verá, compartimos los mismos intereses.

Mar no estaba de acuerdo con eso, pero no iba a discutirlo con ningún eclesiástico. 

–Por eso le propongo un trato: que nos ayudemos mutuamente y compartamos información – continuó él. 

–No entiendo. 

–Es bien sencillo. Usted tiene acceso a pormenores de la investigación que a mí se me escapan. Y al contrario: yo puedo suministrarle detalles del entorno de la hermana Sol Velarde que están lejos de su alcance. Trabajamos para instituciones distintas, pero con un mismo fin.

–¿Incluso si esos detalles salen a la luz? ¿Incluso si hubiera algún implicado de su… institución? – preguntó, escéptica. 

–Entiendo su desconfianza. La iglesia no ha estado nunca dispuesta a revelar sus secretos ni a castigar a aquellos que se esconden en ella para cometer delitos, pero las cosas están cambiando. 

Al menos era capaz de criticar a la organización a la que pertenecía, pero eso no era suficiente para Lanza. Aunque la oferta fuera tentadora –un “topo” a su disposición– podía anticipar cuál sería la opinión de la comisaria Sañudo al respecto. 

–Como sabrá, lo que me propone es irregular. Ni siquiera podría informar de ello a mis superiores.

–Mi propuesta tiene riesgos y algún inconveniente, es verdad. Y no sólo para usted; yo también tendría problemas con algunos de mis superiores si supieran que estoy dispuesto a colaborar con un miembro de la policía. Pero estoy seguro de que la condecorada y famosa inspectora Lanza es una mujer decidida y capaz. 

La había investigado… Aquel curilla tenía mucho de policía. 

–Sí, sé muchas cosas sobre usted, inspectora– dijo, como si le leyera la mente.

–Ya veo. ¿También sabes mi talla de sujetador?

Soltó un golpe inesperado que le cogió desprevenido; él arqueó las cejas y luego rió tan fuerte que también sorprendió a Mar. 

–Lo que no sabía es que tenías sentido del humor… Creo que nos vamos a entender tú y yo, inspectora Lanza. ¿Hay trato? – Y volvió a ofrecer la mano.

Mar estuvo a punto de rendirse: el gesto le recordó a cuando de niña bajaba con su padre a vender una vaca al ferial de Torrelavega, donde las ventas se cerraban con un apretón de manos. Pero la mano de Sergio era fina, no curtida por el trabajo en el campo; no se parecía a las de su recuerdo. Por eso reculó y, como hacía Sindo, el padre, antes de cerrar un trato, quiso ordeñar la vaca para ver si daba tanta leche como su dueño pregonaba.

–Antes de eso… Dame una prueba de lo que dices. A ver si esa información que tienes es de verdad valiosa o no. 

–Soy cura y no puedo mentir – dijo con una sonrisa que le cambiaba la cara y le hacía arruguitas alrededor de los ojos. Mar permaneció impertérrita.

–De acuerdo, me parece justo – admitió él– ¿Qué sabes de las Defensoras?

–Muy poco.– Lo poco que sabía Martínez, en realidad. 

–Son una orden muy curiosa… Antiquísima. Con su propia leyenda; aunque todas las órdenes tienen una. La diferencia es que esta tiene visos de ser real. Se supone que su origen es la Palestina de las Cruzadas, allá por el siglo XII. De ahí les vendría su nombre: monjas que defendían la Tierra Santa y luego fundaron hospicios para pobres en varios países. Lo verdaderamente curioso es que nunca perdieron las influencias orientales de su misticismo, lo que les hacía extrañas a la ortodoxia clerical. Durante el siglo XVI y XVII tuvieron algunos problemillas con la Santa Inquisición y fueron muy perseguidas, sufriendo cárcel o destierro. A pesar de eso, mantuvieron su independencia.

–Ya lo sabía. Además, no sé de qué sirve tanta lección de Historia en un caso de asesinato. 

Parecía que esa vaca no iba a dar leche. 

–No tan deprisa, inspectora – añadió Sergio– Esa historia puede explicar el comportamiento de la hermana Sol y del resto de monjas de su comunidad Si las Defensoras han pervivido hasta hoy día, sería por su celo en mantener las tradiciones, y una de ellas es la de hacer lo que les viene en gana, sin dar cuenta más que a Dios y a su enviado terrenal, el Papa. Y a este último porque no les queda más remedio. 

Esa peculiaridad también la conocía gracias a Martínez. Iba a replicar, pero el cura la contuvo con un gesto. 

–Espera… En el monasterio de la Encarnación han llegado a celebrar un congreso pastoral con seminaristas y monjas de varios países junto a activistas LGTBI que puso de los nervios al obispado: sus quejas llegaron a la Presidencia de la Conferencia Episcopal. Esas monjas son más activistas que contemplativas, de las que viven el cristianismo como acción; de monjas de clausura ya solo tienen el nombre. Sol venía a esta parroquia, donde era muy conocida, a ayudar al padre Nino. Aquí se relacionaba casi a diario con la gente de este barrio y eso significa mucha gente que no solo viene a misa sino que celebra aquí bodas, bautizos y comuniones, las procesiones de San Pedro y la Virgen del Mar y hasta reuniones de vecinos. Y quién sabe si entre todos no habrá alguien con información sobre lo que pudo ocurrirle, pero no tienes forma de saber quién acude a misa o a las muchas actividades parroquiales en las que Sol participaba. No conoces a estos feligreses ni sabes cómo acercarte a ellos. Pero yo sí. Solo un cura puede ayudarte en esto, inspectora. ¿Lo ves claro ahora? No puedo creer que esto no se le haya ocurrido a la brillante inspectora que capturó, ella sola, a un peligroso asesino en serie. 

Esto último lo dijo con un sarcasmo impropio de su condición de sacerdote. Y continuó:

–Entonces… ¿Hay trato?

Sergio volvió a ofrecer su mano y Mar la estrechó y sujetó con fuerza. 

–Hay trato… siempre que no salga de aquí – añadió antes de soltarla. 

–En ese caso, puedes decir que todo lo que hablamos es secreto de confesión.

Seguía burlándose, pero no le importó. Puede que no sacara nada en limpio de su ofrecimiento, pero tampoco tenía nada que perder siempre que su relación fuera confidencial. Sobre lo que le pidiera a cambio… ya pensaría cómo bregar con ello cuando llegara el momento. 

Quería salir de allí cuanto antes. El próximo encuentro sería en un terreno neutral. 

–Estaremos en contacto– dijo, yendo hacia la puerta y sin mirar atrás.

–Te acompaño.

Salieron de la sacristía y al pasar por delante del altar, Mar vio que se arrodillaba y hacía la señal de la cruz. El gesto le recordó que era una extraña allí. Como aprendió de su padre, nunca debía fiarse de un cura. Sergio se volvió hacia ella. 

–Dice que tenemos que largar red. 

–¿Cómo?

–El patrón dice que somos como pescadores que van a lanzar la red… A ver qué pesca hacemos. Le pondré una vela, para que nos lleve a buen puerto. 

Señaló la figura burda y mal pintada de un hombre con barba, un aro sobre la cabeza y una llave grande en la mano. Junto a su dios crucificado, con los pies apoyados en una ola de escayola, San Pedro pedía limosna.

Tienes que imaginar cómo era yo sin ser yo todavía. Cuando tenía toda la vida por vivir, pero sin saberlo siquiera. Te resultará difícil, porque ni yo misma me reconozco. No podía pensar en nada más que en librarme de las cadenas que me atenazaban. Me sentía sola, abandonada, pero nunca, jamás, triste. Porque...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autora >

Pilar Ruiz

Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí