REPORTAJE
La incógnita del cordón sindical
Estados Unidos elige a su presidente tras unos años marcados por el resurgimiento de la lucha de los sindicatos. En Detroit, la capital de la huelga del automóvil, las bases de estas organizaciones están divididas
Enric Bonet Detroit , 3/11/2024
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Representó un momento icónico de la historia reciente de Estados Unidos. Desde mediados de septiembre y hasta principios de noviembre del año pasado, decenas de miles de trabajadores del sector del automóvil –llegaron a ser 45.000– paralizaron las fábricas de Ford, Stellantis y General Motors. Los coches que circulaban por las carreteras de Detroit, epicentro de esa huelga, pitaban en solidaridad con esos sindicalistas. Fue una imagen para el recuerdo en la primera potencia mundial que simbolizó durante décadas la hegemonía del neoliberalismo y el declive de los sindicatos. Un año después, esa victoria social, con una subida del 25% de los salarios entre otras conquistas, sigue presente en la memoria colectiva de Michigan.
Las portadas, tanto de la prensa nacional como la local, las monopolizan ahora Kamala Harris y Donald Trump. Los comicios presidenciales del martes tienen lugar tras unos últimos años marcados por el resurgimiento de las organizaciones de trabajadores y la multiplicación de las huelgas. El trabajador ha irrumpido de nuevo en el lenguaje político estadounidense, después de décadas en que solo se hablaba del consumidor y el contribuyente. Es una de las principales novedades de una carrera electoral que como ya sucedió en 2016 y 2020 consiste en un duelo entre el ultraderechista Donald Trump y un representante del ala moderada del Partido Demócrata (Hillary Clinton, Joe Biden y esta vez la vicepresidenta Harris).
Como un buen reflejo de que la política no se limita a las urnas, la lucha sindical ha continuado durante la campaña. Unos 45.000 estibadores interrumpieron su actividad a principios de octubre en 40 puertos del este y sur del país. Hacía cincuenta años que los operarios portuarios no hacían huelga y en apenas tres días consiguieron una subida salarial del 62%. Más de 30.000 empleados de las plantas de Boeing, 10.000 en la hostelería, los trabajadores de Volkswagen en Tennessee… Es larga la lista de sectores movilizados los últimos meses.
La lucha sindical ha continuado durante la campaña: pararon 45.000 estibadores, más de 30.000 empleados de Boeing, 10.000 en la hostelería…
Detroit, cuyo aspecto decadente y rebelde le da un encanto especial, no es una excepción. A pesar de tratarse del principal centro urbano de Michigan –uno de los siete estados clave en las elecciones–, el duelo entre Trump y Kamala transcurre en paralelo a un paro laboral de más de ocho semanas en la principal refinería de la ciudad. La dirección de Marathon “no quiso dirigirnos la palabra durante un mes y medio y por eso hemos resistido. Finalmente, nos ha convocado para la semana que viene”, asegura en declaraciones a CTXT Daniel Hammon, uno de los trabajadores de la petrolera y militante de los Teamsters. “De los 500 empleados de la planta, más de la mitad estamos en huelga. La unidad es nuestra fuerza”, presume.
Una campaña bajo la sombra de las huelgas
“Los paros laborales se duplicaron entre 2022 y 2023 en Estados Unidos. Las organizaciones sindicales han recuperado vitalidad, aunque su capacidad de movilización sigue por debajo de la de los años setenta”, explica el historiador Jean-Christian Vinel, especialista de la historia política y social del trabajo en Norteamérica. Este experto recuerda la huelga de los guionistas de Hollywood o la creación de los primeros sindicatos en Amazon o Starbucks como ejemplos paradigmáticos de esta resurgencia, propiciada por la escasez de mano de obra durante la pandemia, la pérdida de poder adquisitivo por la inflación (de dos dígitos en 2022) y el miedo a la robotización.
Este fenómeno incide, sin duda, en la carrera a la Casa Blanca. “Los sindicatos tienen una influencia política superior en varios swing states, como Michigan, Wisconsin, Pennsylvania y Nevada, que en la media del país”, recuerda el sociólogo Daniel B. Cornfield, profesor en la Universidad de Vanderbilt y director de la revista Work and Occupations. Según Peter Berg, docente de relaciones laborales en la Universidad de Michigan, la principal aportación de estas organizaciones, además de contribuir a la financiación de las campañas (en 2020 dieron 27 millones a Biden), “es movilizar a sus bases para que vayan a votar”. Y eso en un país con elevados niveles de abstención, de hasta el 40% en 2016 y el 34% en 2020, “se trata de algo fundamental”.
La United Auto Workers (UAW), que lideró la huelga del automóvil, se ha volcado en movilizar a sus bases para que apoyen a Harris
La dirección de la United Auto Workers (UAW), que llevó las riendas de la huelga del automóvil, se ha volcado en movilizar a sus bases para que apoyen al Partido Demócrata. Karen Bennette, de 38 años y que estuvo implicada en la lucha en ese sector, dejó su trabajo durante unas semanas en una planta de Stellantis para colaborar con la campaña. “La gente corriente suele quedar invisibilizada en procesos democráticos como este. Queremos que Harris sea consciente de nuestras preocupaciones y las tenga en cuenta”, afirma esta sindicalista, sentada en una silla en el principal salón en la gran sede de UAW, en las afueras de Detroit. Allí mismo hay una pequeña oficina donde trabajan los telefonistas. Casi todos ellos son afroamericanos y la mayoría, mujeres.
“No la apoyamos porque forme parte del Partido Demócrata, sino porque el año pasado nos respaldó en nuestra lucha”, sostiene Yolanda Passement, una de las primeras mujeres hispanas que ha ocupado puestos de responsabilidad en la UAW, creada en 1935. Eran las cuatro de la tarde del 30 de octubre y hacía pocos minutos que se había terminado un mitin en el aparcamiento frente a uno de los locales de esta organización.
Concluyó con un discurso de su líder Shawn Fain en que advirtió a Stellantis –la multinacional que menos ha respetado el acuerdo del año pasado– de que prevén “paralizar de nuevo sus fábricas”. Este electricista, hijo y nieto de obreros del automóvil, tomó a principios del año pasado las riendas de este sindicato, a menudo acusado de corrupción. No solo ha logrado revitalizarlo, sino que también protagonizó el año pasado una de las imágenes icónicas de esta primavera sindical.
“Hay una gran división”
Biden fue en septiembre de 2023 a uno de los piquetes y pronunció un discurso junto al líder de UAW, lo que lo convirtió en el presidente de Estados Unidos que se ha pronunciado con mayor claridad a favor de una acción sindical. “Las pensiones en nuestro sector arrastraban problemas de viabilidad económica y el Gobierno los resolvió. Solo por eso (Biden y Harris) merecen mi confianza”, afirma Hammon, quien asistió al mitin de UAW pese a estar afiliado en los Teamsters. A ese tipo de medidas concretas se le sumó el billón de dólares invertido para impulsar la reindustrialización verde.
La fibra laborista de Biden no garantiza, sin embargo, un respaldo mayoritario a Harris de los trabajadores sindicalizados. El 60% de ellos apoyaron al actual presidente en 2020, pero solo fueron el 53% en 2016, según datos del Cooperation Election Study, un sondeo impulsado por la Universidad de Harvard. La vicepresidenta corre el riesgo de sufrir el mismo castigo que Hillary Clinton. “Es una progresista de California y no tiene la misma cercanía con los sindicatos que Biden. Es uno de sus problemas”, advierte Vinel.
“Participé en las últimas cuatro campañas y esta última está siendo la más difícil”, declara Jeffrey Gardner, de 81 años, implicado en las tareas de movilización telefónica. “Cuando llamo a nuestros militantes, algunos de ellos me lo cuelgan al instante”, reconoce este obrero jubilado de Stellantis refiriéndose a los partidarios de Trump. “Hay una gran división”, reconoce.
La fragmentación también se reproduce en la cúspide. Además del previsible apoyo de los colectivos de policías al Partido Republicano, los Teamsters, con 1,3 millones de afiliados, se pusieron de perfil y decidieron no respaldar a ningún candidato, a diferencia del pasado en que solían decantarse por los demócratas. Incluso Sean O’Brien, líder de esta histórica organización de camioneros, participó en julio en la convención del Partido Republicano, donde lo silbaron al denunciar el poder ilimitado de las empresas. No obstante, “las delegaciones locales de los Teamsters en Pensilvania, Michigan o Wisconsin sí que apoyan a Harris”, matiza Cornfield.
Trump “no conoce nada del trabajo en una fábrica”
“La gente solo quiere expresar su rabia, ya que teme perder sus puestos de trabajo a causa de la transición al vehículo eléctrico. Pero deberían dirigirla contra las empresas, que son egoístas y quieren quedarse hasta el último centavo”, afirma Bennette. La multiplicación de huelgas muestra cómo esta vía se abre camino de manera incipiente. Pero también evidencia el malestar económico y “supone una advertencia para el Partido Demócrata”, considera el escritor Olivier Amiel, buen conocedor de Detroit.
Trump intenta, por un lado, canalizar este malestar a través de su discurso proteccionista, en que el nacionalismo y la xenofobia sirven para camuflar unas propuestas esencialmente neoliberales, basadas en las bajadas de impuestos. El expresidente elogió a Elon Musk por la severidad del propietario de Tesla o X a la hora de despedir a sus empleados. Por el otro, ha llevado a cabo todo un show para presentarse como el candidato más cercano al americano humilde, desde convertirse por sorpresa en vendedor en un McDonalds hasta su reciente discurso en Wisconsin con un chaleco naranja. Todo ello le ha servido para que no se hable de su raquítico balance en materia de conquistas laborales entre 2016 y 2020.
“Nos insultó a los militantes de UAW y en realidad no conoce nada de lo que supone trabajar en una fábrica, de las lesiones y los dolores de espalda que sufrimos”, defiende Passement. “En realidad, es un partidario del declive de los sindicatos”, asegura Gregg Miller, de 48 años, presente en el mitin del miércoles en Detroit con una camiseta roja con el eslogan en inglés “Trump es un esquirol”. Aunque los espartanos del automóvil lo tienen claro, hay dudas serias de si el cordón sindical resistirá al canto de las sirenas del populismo de ultraderecha.
Representó un momento icónico de la historia reciente de Estados Unidos. Desde mediados de septiembre y hasta principios de noviembre del año pasado, decenas de miles de trabajadores del sector del automóvil –llegaron a ser 45.000– paralizaron las fábricas de Ford, Stellantis y General Motors. Los...
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