procesando el yuyu
Lo de la DANA
Este Estado inaugurado en 2020, abstencionista en la educación, en la sanidad, en las pensiones, en la corrección de la pobreza, lo es también, en lo que es una secuencia lógica, en la tragedia
Guillem Martínez 5/11/2024
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1- En 1962 se produjeron unas violentas inundaciones en Hamburgo. Un líder municipal evitó una tragedia humana mayor al movilizar, sorpresivamente, al ejército, algo totalmente prohibido por la Ley Fundamental de Bonn, y sin precedentes en aquel Estado, dividido y tutelado desde 1945, recordemos, en tres zonas de ocupación aliada. La decisión de aquel líder podía haber sido, por todo ello, una suerte de suicidio político. Pero no fue protestada, sino aplaudida. No solo fue útil, sino que conectaba con una idea de Estado extendida en Europa. El estado del bienestar no solo tenía una responsabilidad correctora y asistencial ante su sociedad, fijada en las constituciones, sino que esa responsabilidad ganaba intensidad –y, por ello mismo, agilidad, operatividad, simbolismo– en el contexto de una tragedia aleatoria. El político municipal, del SPD, que comprendió ese signo de los tiempos, que dio un paso adelante y movilizó con energía al Estado ante una tragedia, más allá, incluso, de lo contemplado por la ley y la costumbre, fue Helmut Schmidt, que en breve sería ministro con Willy Brand y, posteriormente, su sucesor, como quinto canciller de la RFA. Varias décadas después, en febrero de 2020, y en el contexto de otra tragedia distinta –las informaciones y rumores que provenían de China, y que hablaban de una peligrosa pandemia–, se reunían por videoconferencia las autoridades sanitarias de los Estados de la UE. La reunión no era importante, de manera que ni siquiera asistieron a ella muchos Estados, que, se deduce, no entendían ya que una tragedia fuera competencia suya, pues ya no lo era, tan siquiera, el Bienestar. Entre esas dos fechas –1962 y 2020– ha pasado algo. Un cambio estructural y de percepción en el Estado. El cambio en el corazón y el alma, debajo del cambio económico, del que hablaba Margaret Thatcher. Un cambio absoluto de mentalidad y de paradigma. Desde donde –es preciso no olvidarlo nunca para hacer análisis– les saludo. Hola.
2- El Estado de 2020 no es más liviano que el de 1962, pero carece de muchas de sus responsabilidades y funciones. Por lo que precisa de otro tipo de político electo. No precisa a Schmidt –formado costosamente y por años, gracias al sistema de becas, en Economía Política y Ciencias Políticas–, sino a alguien con menos conocimientos, pero que participe de la nueva –no tan nueva; se empieza a gestar en 1973; en 1979 se formula, con Thatcher; en 1981 es una propuesta global, con Reagan– mentalidad y paradigma. En 2020, por ejemplo, ya hay jefes de gobierno en Europa que, por ejemplo, realizan gran parte de su actividad fuera de las instituciones, en la calle. Se desplazan, inauguran, asisten. Y comunican declaraciones polémicas, que sustituyen a la política, a la realidad, incluso. El despacho –desde donde Schmidt llamó al Ejército– ha dejado de ser importante.
3- Este Estado del 2020, abstencionista en la educación, en la sanidad, en las pensiones, en la corrección de la pobreza, lo es también, en lo que es una secuencia lógica, en la tragedia. Se trata de un fenómeno europeo. En España, donde el Bienestar se formula a la vez que se recorta –la universalidad de la Seguridad Social, en los ochenta, coincide con el inicio de su recorte, zas–, el abandono en la tragedia es mayor. Ese desapego ante la tragedia es una tradición dilatada, renovada y conceptualizada en democracia muy rápidamente, en tan solo un lustro; a través de varios abandonos: el accidente aéreo de Los Rodeos (1977), en Tenerife; el accidente del camping de los Alfaques (1978), en Tarragona; o la intoxicación con el aceite de colza (1981). Es una tradición robusta, rica en periodos PP, como orienta la tragedia del Prestige (2002) o la gestión del accidente del Yak-42 (2003). El hecho de que, precisamente en 2020, durante la primera gestión sin Bienestar de una crisis, dos gobiernos españoles –la Comunidad de Madrid (PP) y la Generalitat de Cat (ERC y Junts)– excluyeran de la atención sanitaria a grupos de ciudadanos, habla, con desparpajo, de esa tradición de irresponsabilidad. Dilatada. Profunda. Creativa. Infinita. De alguna manera asumida, votada.
4- La tragedia de la Dana, en València, es consecuencia de ese Estado de 2020, pero también de la singularidad española ante la tragedia, disciplina en la que ha brillado con luz propia el PP, que, a diferencia del PSOE, es el Estado del 2020 poco o nada amable.
5- La tragedia de la Dana, en València, son, a su vez, tres tragedias: a) una tragedia climática –la ausencia de planes reales ante el cambio climático; la supeditación del urbanismo a la economía, a la no planificación–, b) una tragedia en la toma de decisiones del día 29 de octubre –el de las inundaciones– y c) una tragedia posterior a esa fecha, en el rescate de los damnificados. Este artículo analizará las tragedias b) y c), ante la desmesura, aún mayor, si cabe, de un análisis para la tragedia a).
En esas doce horas de silencio, Mazón se labró su ruina política. Lo que es inhabitual en una catástrofe gestionada por el PP
6- La Generalitat Valenciana –a partir de ahora, GV–, ese sistema presidencialista, como cualquier otra C.A., tardó doce horas en tomar decisiones, aun teniendo la información para ello. ¿Por qué? Es posible que nunca lo sepamos. En todo caso, en ese proceso de toma de decisiones –los procesos de toma de decisiones, esa opacidad, son EL tema en una democracia; no se pierdan el punto 11– tuvo que pesar: a) la aludida mentalidad del Estado del 2020, b) el perfil del político de ese Estado –Mazón es un político de calle; es decir, de inauguraciones, visitas, declaraciones, de Redes Sociales; el suyo es un oficio distinto y distante del de Schmidt; tiene, incluso, otra formación: es abogado y excantante melódico, que estuvo a punto de representar a RTVE en Eurovisión–, así como c) la tradición española de escaqueo ante la catástrofe, y la aún más intensa y brillante d) tradición PP de ver hilillos de plastilina donde otros ven molinos.
7- Visto lo visto, la pregunta es: ¿el Estado/el Gobierno central debería haber suplido a la GV en esas largas horas en las que no emitió y, con ello, formuló la catástrofe? Eso nos lleva a un dilema político. ¿Puede el Estado invadir competencias autonómicas cuando se produce la incapacidad? Puede. De hecho, hay mecanismos para ello. Que nunca se han utilizado. Existe una amplia tradición contraria –la política es, básicamente, el arte de seguir a pies juntillas su tradición, no el arte de lo posible–. Por ejemplo, el Gobierno no asumió la sanidad –o incluso la autonomía– madrileña y catalana cuando aquellas administraciones expulsaron de la sanidad a grupos de ciudadanos, lo que fue una aberración democrática, un serio precedente de algo por venir. Y no lo hizo por miedo escénico e instinto de conservación. Por terror a que la ‘Brunete mediática’ se lo comiera con patatas. Ese miedo, en fin, no solo existe, sino que modula políticas. Y ha sido modulador en esta crisis, como veremos.
8- En esas doce horas de silencio, Mazón se labró su ruina política. Lo que es inhabitual en una catástrofe gestionada por el PP, inasequible siempre a la tragedia. ¿Cómo saber que Mazón es, en efecto, un cadáver político? Por un exotismo inusitado: no ha sido apoyado y vindicado por nadie del staff PP. A saber: a) Ayuso ha callado –es importante su silencio, su razón; Ayuso es, aunque no lo sepa, otro cadáver político; la muerte de residentes, y los beneficios de su novio, también en pandemia, reducen su vida a la atmósfera de Madrid; no ha querido defender otra masacre, teniendo sobre la chepa la suya propia; lo que es un indicio de que, en efecto, nos hallamos ante otra masacre, otra desmesura–. Ningún otro líder territorial b) ha tirado ningún cable a Mazón. Juanma Moreno, calentando en el banquillo desde hace dos líderes del PP, se cuidará mucho de hacerlo. El mismísimo Feijóo ha hecho lo imposible no solo en política, sino en un sistema político de polarización como el español: solicitar a Sánchez que c) asuma el mando en esta crisis. El PP, incluso el valenciano, da d) por muerto el liderazgo de Mazón. Es posible que dé por muerta su legislatura, o incluso el sorpresivo y prometedor ciclo del PP valenciano. O, al menos, PP MAD ha cortado ese brazo para que no gangrene el cuerpo. Sobre la muerte política de Mazón: no será dulce, sino que afectará al rescate de la sociedad, en tanto un político sin fiabilidad alguna, incapaz de valorar la realidad durante doce horas de crisis, ha fijado el rescate de la sociedad y la economía valenciana en 31.400 millones de euros, mientras que Moncloa, que ha declarado ya la zona catastrófica y los beneficios fiscales que ello implica, fija el rescate, al menos en este momento, en 10.600 millones. Es posible que la guerra cultural del PP al respecto de esta crisis gire alrededor de este contraste en las cifras. Vayan acostumbrándose.
9- Mazón ha superado, en fin, los límites, sumamente laxos, ante la tragedia en la Europa de 2020, y en la España eterna. Ha superado la tradición del PP al respecto, muy relajada. Lo que, por definición, es mucho. Es importante constatar que su defensa, su huida hacia adelante, ha consistido, entre todas las posibilidades abiertas, en la utilización de elementos culturales de la extrema derecha: el uso del fake y de la confusión. Unos mecanismos que funcionan en todo el mundo, no han funcionado –al menos por ahora– por la espectacularidad de la crisis creada, que no se la salta un torero.
10- Sobre la gestión posterior, sobre el rescate de la sociedad tras la tragedia. El Estado llegó tarde –otra vez para no invadir competencias/exponerse a una guerra mediática en Madrid/punto 7–. Por lo que dio muestras también de haber sido sobrepasado. En una alocución en la SER de Joan Romero –antiguo líder del PSPV, y catedrático emérito de Geografía Humana en la Universidad de Valencia–, señaló que lo que ha sucedido es que ha resultado difícil “acortar distancias entre hechos y decisiones gubernamentales”, por la polarización, que ya supone un “desorden territorial”, que “afecta al conjunto de lo público”. Esta polarización institucional y periodística –que, curiosamente y según observo a través de llamadas telefónicas, no sucede en las bases de los partidos, donde militantes del PP o del PSOE no tienen reparos en criticar a los suyos en esta crisis– es algo que ya modula la emisión de política. En palabras de Francesc Miralles –jurista, escritor y promotor de Justícia per a València, agrupación de entidades que se plantea una demanda penal a Mazón y a otros tres cargos autonómicos–, “ha faltado Estado. Moncloa ha fallado en su agilidad. Al parecer, por miedo a que hubiera un incendio en la prensa de Madrid”. Ha faltado, así, y para evitar berridos en los medios, empatía con el damnificado, no solo en la gestión autonómica sino en la Delegación del Gobierno. Han faltado, incluso, rasgos simbólicos, siempre importantes en un drama humano, de esa empatía: “La Liga de Fútbol no ha parado, TVE tardó en ponerse en modo duelo”. Lo que repercute en la idea de que “Espanya mos ha abandonat”.
Lo que sucedió en Paiporta fue una mezcla de espontaneidad, pero también de cierta planificación ultraderechista
11- Todas esas percepciones cristalizaron el domingo 3 de noviembre. Ese día, los voluntarios que recorrieron a pie, cargados de palas y cepillos, los entre cinco y siete kilómetros que separan València de Paiporta, la zona cero de la tragedia, tuvieron problemas para acceder a su labor solidaria. No lo sabían, pero era por la visita del rey, organizada por la Delegación del Gobierno, a petición de Moncloa, que cedía a la insistencia al respecto de la Casa Real. Esa feroz insistencia habla de la toma de decisiones en Casa Real, de su asesoramiento, esa catástrofe mantenida. La Casa Real carece de un asesoramiento y una información de calidad –como se percibió el 3-O de 2017– sobre su percepción social. Lo que convierte a cualquier institución en algo inestable y peligroso. En esta ocasión, como en 2017, Moncloa accedió a la aludida petición –absurda, ridícula, inconsciente para todas las fuentes valencianas consultadas– de visitar un punto pintoresco de la riada. En esa visita, el rey, acompañado por Mazón y Sánchez –que sufrió una agresión por parte de un miembro de la nueva extrema-derecha, tan poco despierto que así lo comunicó luego en redes–, fue silbado y abucheado por parte de un nutrido grupo de voluntarios, que le arrojó barro y otros objetos, y coreó la palabra “asesinos”. En algún momento, varios voluntarios increparon directamente al rey, apeándolo del trato, tuteándolo, cuestionando su presencia, es decir, su función. El rey, lejos de contemporizar, estuvo áspero y desafiante en ese trato. Estuvo mucho más conciliador y ecuménico en un contacto posterior con algunos miembros de la extrema derecha, vestidos con símbolos que así lo acreditaban. Sí, eso puede presuponer cierta planificación, si bien el rey, que ha dado muestras en su reinado de no ser muy despierto –optar por un mal asesoramiento es eso–, parece bastarse a sí mismo para protagonizar esos pequeños suicidios institucionales. Lo que invita a distanciarse, por ahora, de las teorías de la conspiración, esa cosa de la que tenemos que distanciarnos siempre que podamos.
12- Lo que sucedió en Paiporta fue, en fin, una mezcla de espontaneidad –convergieron en su actitud contra el rey y los dos políticos tanto progres como ultraderechistas; tanto ciudadanos de Paiporta como voluntarios de fuera del trade-mark–, pero también de cierta planificación ultraderechista –lo que no significa disponer de un gran plan, ni de una gran inteligencia; es extrema derecha, no la delegación local de Sciences Po–. Es importante, no obstante, señalar que esos ultraderechistas no eran nazis. O no solo. Eran, por lo que se ha podido verificar, miembros de las juventudes de Vox, un partido muy próximo al PP, que pugna por crear una tormenta de fakes y confusiones para modular esta ecuación, que ahora mismo es la de Vox, y que puede serlo también del PP en breve. Ecuación: la tragedia fue culpa colectiva de las administraciones. Es decir, no fue culpa de Mazón. Por lo que es culpa de Sánchez. Hubo, en efecto, una masacre evitable, como ha informado la prensa internacional y es imposible ocultar. Pero esa masacre fue culpa de Sánchez.
13- Hoy, martes 5 de noviembre, se decide en Estados Unidos si esta utilización de la mentira será solo cotidiana y absorbente, o fundamental, determinante, el gran método para elaborar políticas durante un periodo de tiempo.
14- A la espera de lo que pase en Estados Unidos, en València está pasando algo. Un uso extensivo de la mentira como nunca se había visto, al punto que es difícil utilizar cifras y datos para describir la gestión de la catástrofe. Lo que es a) un objetivo cumplido y, tal vez, b) un aperitivo de la época que se puede inaugurar o aplazar hoy en EE.UU.
15- Las épocas son las épocas. Es decir, son innegociables, de manera que hoy sería innegociable la existencia de figuras como Schmidt. Aun así, sería deseable que Moncloa elaborara tácticas, figuras, coreografías que no supusieran la paralización de políticas por la amenaza mediática, por el uso normalizado y amenazante del fake.
1- En 1962 se produjeron unas violentas inundaciones en Hamburgo. Un líder municipal evitó una tragedia humana mayor al movilizar, sorpresivamente, al ejército, algo totalmente prohibido por la Ley Fundamental de Bonn, y sin precedentes en aquel Estado, dividido y tutelado desde 1945, recordemos,...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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