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“Esa noche en la que los astros se alinean yo me quedo con este chico y le pido que me toque una seguiriya, una soleá… Me quedo impresionado con él, le pregunto por su proyecto y él me habla de un disco. Un disco que, aunque es de guitarra, cuenta su vida, habla de su familia, y habla en concreto de una pena. Una pena que él le quiere contar al mundo”. Así empieza el documental La guitarra flamenca de Yerai Cortés (2024), con un C. Tangana –que en este proyecto prefiere firmar con su nombre real, Antón Álvarez– sentado a solas en una mesa del Café Gijón en Madrid, a pleno día y en un plano borroso que se vuelve nítido a medida que transcurren las palabras. Este espacio, hoy bastante más desangelado y diferente, fue durante el siglo XX el lugar predilecto para las tertulias de intelectuales como Gómez de la Serna, Valle-Inclán, Camilo José Cela, Luis Martín-Santos, Buñuel, Gloria Fuertes y el excéntrico Otero Besteiro, cuyo mono “Manolo” ocupa hoy una de las pinturas de las paredes, como uno de los últimos resquicios de una época que ya no existe.
Francisco Umbral, uno de los principales cronistas del Madrid de su época, publicó La noche que llegué al Café Gijón en 1977, y se convirtió así en una de las imágenes vivas del lugar, al que llegó jovencísimo, sin un nombre y acabó sentado en la mesa de los poetas. C. Tangana ha explicado que con este documental sueña con revivir ese café juntando a flamencos y raperos, “a pesar de no ser tan intelectuales”. Yerai Cortés, tocaor gitano nacido en Alicante, utiliza la pena que siente para desvelar un secreto familiar que vertebra el documental: “Si yo tengo algún poder de contar, transmitir algo con la guitarra, con la letra o con… no me voy a callar. Y creo que no lo estaría contando por mí, sino ya por todo lo que se calló ella”. Esta idea se materializa en el tema “Es tanto lo que me callo” junto a Remedios Amaya al cante y Farruquito al baile (“De tanto como yo callo, de tanto como me callo / que no paro de morderme, / tengo los labios hechos cachos”).
Utilizar el arte para romper el silencio y confesarse, y así, al exponerla al mundo, reconciliarse con esa pena. La misma idea que también inunda la obra literaria de Umbral, que usaba su prosa lírica elementalmente intimista y autobiográfica para reconciliarse consigo mismo y su pasado, creando un espacio de convivencia entre la memoria, el dolor, el deseo y la identidad, que alcanzaría su culmen en Mortal y rosa, donde expuso el tema de la enfermedad y muerte de su hijo a los cinco años. Yerai, que trata también esa cuestión de la muerte prematura, escribe en “Por tu silencio lloro”: “No me hace falta tenerte / pa’ querer como te quiero, / no he daíto un beso en la tierra / como el que te mando al cielo. Por tu silencio lloro, lloro, lloro de pena, / tenemos la misma sangre que nos corre por las venas”. Así, ambos utilizan su arte para explorar las emociones, las contradicciones y las sombras de su propia existencia.
Paralelamente a ese drama familiar, encontramos los distintos estados del amor a través de las parejas que representan él y La Tania y la que representan sus padres, separados de manera conflictiva. Sus testimonios nos permiten entrar en una parcela de intimidad marcada por cierto toque quinqui –su padre incluso habla sin tapujos de cómo le pillaron con droga antes de ir a la cárcel–. En el coloquio posterior a la proyección de la película, C. Tangana explicó que una de sus principales referencias cinematográficas antes de grabar era Carlos Saura, mientras que a Yerai le parecía algo estereotipado, por lo que se prefirió tratar la música desde la juerga flamenca espontánea, utilizando recursos del ASMR (técnicas auditivas que proporcionan una respuesta sensorial placentera). Otra influencia son las icónicas entrevistas del programa Rito y geografía del cante, Función de noche, de Josefina Molina, y El desencanto, de Jaime Chávarri, que retrató la vida de los Panero, familia de escritores que adquirió notable popularidad durante la España tardofranquista.
Sin embargo, en La guitarra flamenca de Yerai Cortés no descubrimos una familia culta y acomodada que puede resultar pedante, sino a una de clase baja con sus dificultades económicas y a un artista que comienza a despuntar y buscarse la vida en Madrid. Bajo esas postales de la costa mediterránea se encuentran sus orígenes, primos y amigos que escuchan rumbas portuguesas en el bloque y que le preguntan cómo lleva lo de estar saliendo con una paya. Al final, el documental también funciona como un retrato de la convivencia entre payos y gitanos, con sus amores y conflictos, tema que en el ámbito de la música han tratado músicos como Dellafuente. Tangana cuenta que conoció a Yerai en una fiesta –invitado por el productor Javier Limón– y que le llamó la atención que allí “los modernos le trataban de moderno y los gitanos le trataban de gitano”, lo que nos da la idea del perfil de artista que refleja, con esa fusión entre tradición e innovación, ese moverse “entre dos aguas” que defendió Paco de Lucía, uno de sus referentes junto a Enrique de Melchor y Sabicas.
Si reparamos en la figura de C. Tangana, que además de dirigir la película también es productor del disco, encontramos un cambio de mentalidad a la hora de concebir el arte, que él mismo ha reconocido; de construirse a sí mismo en Ídolo (2017) mediante la figura del “becerro de oro”, que encarnaba la fama, el éxito y el poder del ego, a El Madrileño (2021), donde comienza esa búsqueda de la identidad española que ha querido retratar también en este último proyecto. “A lo mejor es lo que dice Manuel Machado sobre las coplas: ‘Las coplas, hasta que no las canta el pueblo, coplas no son. Y lo mejor que te puede pasar es que la gente olvide quién es el autor, porque entonces ya son coplas, son del pueblo. Eso es para mí lo más importante”, confesaba a Jordi Évole tras estrenar su anterior documental Esta ambición desmedida (2023). Así, sacrifica el culto a su imagen individual para buscar un arte que trascienda a la memoria del pueblo, con esa vocación hacia lo popular y duradero.
Al final, el documental es una manera original e inteligente de llevar al espectador a la escucha del disco, que mezcla la música con skits sacados de las conversaciones de la película, y que además cuenta con la colaboración y aparición de artistas como La Tana, El Remache, Tía Ana –mención especial a la espectacular “Los gitanos sonamos así”– e Israel Fernández, aparte de los ya mencionados. Sin embargo, con el planteamiento de La guitarra flamenca de Yerai Cortés surgen preguntas inevitables: ¿hará que comience a “molar” el flamenco? ¿Es justo que, para obtener visibilidad, necesite ser promocionado por artistas mainstream? ¿Es responsabilidad del público y su percepción hacia lo marginal, o una cuestión inherente al funcionamiento de la industria musical? Lo que queda claro es que Yerai Cortés, con esta búsqueda de autenticidad e innovación a través del viaje a sus raíces, demuestra que el flamenco sigue vivo y que no necesita intermediarios para conectar con quienes lo sienten.
“Esa noche en la que los astros se alinean yo me quedo con este chico y le pido que me toque una seguiriya, una soleá… Me quedo impresionado con él, le pregunto por su proyecto y él me habla de un disco. Un disco que, aunque es de guitarra, cuenta su vida, habla de su familia, y habla en concreto de una pena. Una...
Autora >
Irene Domínguez
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