1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

  315. Número 315 · Diciembre 2024

STEPHEN M. WALT / POLITÓLOGO

“Chomsky está en lo cierto: hay algo fundamentalmente podrido en las instituciones de Estados Unidos”

Sebastiaan Faber 27/12/2024

<p>Stephen M. Walt. / <strong>Universidad de Harvard</strong></p>

Stephen M. Walt. / Universidad de Harvard

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

“Chomsky tenía razón”. Así rezaba el titular de un artículo reciente en la revista Foreign Policy en el cual Stephen M. Walt, catedrático de Harvard, reseñaba The Myth of American Idealism (El mito del idealismo norteamericano), el último libro de Noam Chomsky, coescrito con Nathan Robinson. “Si me preguntaran con qué libro aprendería más un estudiante sobre la política exterior de Estados Unidos, con este o con una colección del tipo de ensayos que (ex) oficiales del gobierno escriben de vez en cuando en revistas como Foreign Affairs o The Atlantic, Chomsky y Anderson ganarían con ventaja”. Ahora bien, agregó Walt, “esto yo no lo habría dicho cuando empecé mi carrera hace 40 años. Lo que ocurre es que he estado prestando atención y las pruebas se han ido acumulando”. A estas alturas, zanjaba Walt, los análisis de Chomsky simplemente “son más creíbles que los tópicos trillados a los que suelen recurrir los altos funcionarios de Estados Unidos para defender sus acciones”. 

Stephen Walt (1955), un teórico prominente de la escuela neorrealista en Relaciones Internacionales, está acostumbrado a adoptar posiciones controvertidas. En 2006, escribió junto con John Mearsheimer un análisis demoledor sobre la influencia del gobierno israelí en la política norteamericana. El texto –que se acabó publicando en la London Review of Books porque ninguna revista norteamericana se atrevía a sacarlo– dio pie al libro The Israel Lobby (2007). En 2018, Walt publicó A Hell of Good Intentions (Un infierno de buenas intenciones), donde argumentaba no solo que la política exterior estadounidense desde el final de la Guerra Fría ha sido un cúmulo de errores, sino que estos no han producido los aprendizajes esperables porque sus arquitectos se han negado, de forma consistente, a responsabilizarse de sus fracasos.

En su artículo sobre Chomsky admite que usted no le hubiera dado la razón cuando terminaba su doctorado en la Universidad de Berkeley a principios de los años ochenta. 

No es que mis profesores de Relaciones Internacionales, incluido Kenneth Waltz, no tuvieran una visión crítica o incluso escéptica de la política exterior de Estados Unidos. Pero a Chomsky se le consideraba como una figura marginal. Aunque su brillantez como lingüista estaba fuera de duda, más allá de la extrema izquierda nadie le tomaba en serio como pensador político. Incluso los que estábamos de acuerdo con su visión de la guerra de Vietnam no concordábamos con su crítica general de las instituciones norteamericanas, ni mucho menos de su política exterior, cuyos agentes –creíamos nosotros– tenían las mejores intenciones. No es que no viéramos los errores que se cometían, pero pensábamos que se corregirían.  

Desde entonces, ha cambiado de parecer.

Es que los mismos errores se cometen una y otra vez –a veces por las mismas personas– sin que nadie pague un precio por ello. Si además tenemos en cuenta las investigaciones realizadas desde entonces sobre lo que ocurría en instituciones clave, es difícil escapar a la conclusión de que Chomsky estaba en lo cierto. Como digo en la reseña, no estoy de acuerdo con todo lo que escriben Chomsky y Anderson –algunas de sus explicaciones, por ejemplo, me parecen bastante simplistas– pero es difícil contemplar la política exterior de Clinton, Bush, Obama, Trump y Biden y no ver las continuidades. Hay algo fundamentalmente podrido en algunas de las instituciones de Estados Unidos. Y esto, claro, es lo que Chomsky lleva afirmando desde hace tiempo.

¿Qué es lo que le ha permitido a Chomsky ver esto con tanta claridad y por qué otros han tardado mucho más en percatarse?

No conozco a Chomsky personalmente –solo coincidí con él una vez– pero se me ocurren algunas explicaciones. La primera es que, al ser un lingüista y haber desarrollado su proyecto intelectual en un campo completamente ajeno, nunca albergó la ambición de llegar, digamos, a asesor de política exterior o a secretario de Estado. Dada esa ausencia de aspiraciones políticas de su parte –y el prestigio del que gozaba en su propio campo–, nunca ha tenido miedo de ofender a personas en posiciones de poder. En segundo lugar, ha tenido obviamente un compromiso férreo con la verdad tal y como él la ve. Allí sin duda ha influido el hecho de que pasó muchos años en el MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, una universidad llena de científicos comprometidos con la búsqueda de la verdad sin ajustarla a la opinión reinante.

Desmarcarte de las opiniones que predominan en tu propio entorno es socialmente incómodo

En un famoso ensayo de 1967 en la New York Review of Books, Chomsky denunciaba a intelectuales como el historiador Arthur Schlesinger, que, decía, habían abandonado el compromiso con la verdad en aras de poder servir al poder ejecutivo, en este caso el presidente Kennedy.

Es importante comprender que hay dos dimensiones en esto. Por un lado, en efecto, se trata del deseo de servir al poder. O quizá más bien de la conciencia de que hay una mainstream de opiniones, un espectro de posiciones aceptables, y que salir de esa zona conlleva riesgos. Quienes aspiran a posiciones importantes en el gobierno –u otros lugares– comprenden que hay cosas que no deben decir en voz alta o, si las dicen, deben ir con mucho cuidado. Pero después hay otra dimensión más sutil. Desmarcarse de las opiniones que predominan en tu propio entorno es socialmente incómodo. Puede afectar a tus amistades. Si todo el mundo a tu alrededor piensa de una determinada manera, lo más fácil es asentir y seguirles la corriente. Hay que tener una brújula muy poderosa para mantener tu compromiso con la verdad. Y cuanto más subes en las pirámides del poder, más fuertes son las presiones en ese sentido. Una gran virtud de Chomsky ha sido su independencia de criterio.

En su propia carrera, me parece que el ensayo que publicó con John Mearsheimer en 2006 sobre el lobby israelí marca un punto de inflexión. Años después, Mearsheimer sugirió que usted, al acompañarle en ese momento, sacrificó cualquier posibilidad futura de llegar a ocupar una posición gubernamental.

Siempre he sido un pensador bastante independiente, pero es verdad que yo albergaba ciertas ambiciones de servicio público, sobre todo después de aterrizar en Harvard a finales de los años noventa. Y no hay duda de que con la publicación del ensayo que escribí con John, por no hablar del libro, esa puerta quedó cerrada a cal y canto. En aquel momento, yo era plenamente consciente de ello.

Y sin embargo lo hizo.

Si no lo hacíamos nosotros, ¿quién? Ambos teníamos puestos universitarios permanentes en universidades importantes y lo sentíamos como una responsabilidad. Si no lo hubiera hecho, me habría arrepentido. Ahora bien, no creo que esto necesariamente diga nada sobre mis virtudes relativas. Lo que indica más bien es que yo en ese momento me veía más como intelectual que como un aspirante a una posición política. Nunca dejaré de lamentar no haber tenido la oportunidad de servir en el gobierno. Pero no me arrepiento de mi decisión. Por otra parte, la misma publicación del libro me permitió comprender cosas importantes sobre el funcionamiento de las instituciones –no solo con respecto al poder del lobby israelí, sino también a la luz de las reacciones que desatamos con nuestro trabajo–. Sin esa experiencia, no habría podido escribir The Hell of Good Intentions después.

¿Qué cosas aprendió?

Aprendí a reconocer el carácter incestuoso del establishment de la política exterior y la falta de valentía de la gente. En privado recibimos muchas muestras de apoyo de personas que nunca se atreverían a expresarlo públicamente por el daño que eso haría a sus carreras. Todo ello me permitió comprender de forma más sistemática el funcionamiento de la maquinaria que está detrás de las políticas de Estados Unidos. Nuestro libro, concretamente, identificaba los errores repetidos en Oriente Medio gracias al impacto de un lobby determinado. Pero había otras políticas, dirigidas a otras partes del mundo, que también producían una serie recurrente de fracasos, basados en ciertas ideas sobre el papel de Estados Unidos, y en el hecho de que el sistema era incapaz de reconocer sus propios errores, ni mucho menos autocorregirse.

Usted también ha denunciado que a los responsables de esos fracasos no se les piden cuentas. 

Es un tema complicado. La política exterior es difícil. Es inevitable cometer errores. Ningún funcionario cumple su mandato de cuatro años sin equivocarse alguna vez. Por tanto, no puedes tener un sistema demasiado estricto. No es buena idea echar o excomulgar a cada persona que incurra en un error. Pero lo que hemos visto en Estados Unidos es algo diferente: la misma gente vuelve a cometer los mismos errores, vuelve a ser nombrada para posiciones de poder y, si no logra repetir, pasa a ganar millones como asesores, consejeros de grandes empresas, etcétera. En una situación así, es difícil que se produzca un aprendizaje o que se corrijan las políticas fallidas. 

Su crítica al establishment me parece que trasciende la distinción entre partidos, ¿verdad? Quiero decir que afecta al Partido Demócrata tanto como al Republicano.

Sí.

Ha habido consenso en la idea de que las normas internacionales no son aplicables a nosotros, en el sentido de que las podemos ignorar si no nos convienen

¿El problema, entonces, puede ser que no haya otros partidos que sirvan de vehículos institucionales para visiones alternativas?

No estoy seguro. No se me ha ocurrido pensar en la complicidad en todo esto del sistema bipartidista. Pero es verdad que, durante los últimos 40 años por lo menos, ha habido un consenso bastante poderoso entre los dos partidos con respecto a la política exterior, por más que hayan estado en desacuerdo en ciertos temas concretos. Hasta la llegada de Trump –que es un caso aparte– tanto demócratas como republicanos han estado de acuerdo con respecto a los principios fundamentales: que EE.UU. debe ser el país más poderoso del mundo, que no podemos tolerar interferencia alguna en el hemisferio occidental, que nuestra misión es promover la proliferación del mercado libre, de la democracia, etcétera. También ha habido consenso en la idea de que las reglas y las normas internacionales no son aplicables a nosotros, en el sentido de que las podemos ignorar si no nos convienen. Nadie debe olvidar que la mayoría de los demócratas apoyaron la guerra de Iraq en 2003, con la notable excepción del entonces senador Obama. 

Ese consenso, ¿sigue en pie?

El foreign policy establishment, lo que Ben Rhodes llama The Blob, sigue allí. Sigue habiendo muy poca diferencia entre la mayoría de los grandes think tanks. Pero también es verdad que el debate se está empezando a ensanchar un poco. Lo demuestra la emergencia de organizaciones como el Quincy Institute for Responsible Statecraft, a cuyo consejo pertenezco. Esta quizá sea la única contribución importante de Donald Trump. Al adoptar una serie de posiciones heterodoxas –fueran o no bien pensadas– ha abierto un espacio para que emerjan puntos de vista alternativos. Y ojo, esto lo digo como alguien que no votó por él nunca y que está muy preocupado por el daño que infligirá sobre el país.

Si la administración de Trump acaba siendo un circo y causando muchos problemas, habrá un espacio para los demócratas

El terremoto que ha sido Trump ha servido para algo, pues.

La verdad es que el debate sobre la política exterior era bastante tedioso. La irrupción de Trump sirvió para crear un ambiente en el que es posible cuestionar algunos de los principios fundamentales. Conviene que debatamos no solo los detalles –cuánto dinero damos a qué país– sino preguntas más grandes: ¿Cuál es el papel de Estados Unidos en el mundo? ¿Cuáles deberían ser nuestras aspiraciones? ¿Qué herramientas funcionan y cuáles tienden a ser desastrosas? Es bueno tener un debate amplio y abierto y, a ser posible, civil, sin ataques personales. Me gusta citar a Walter Lippmann: “Si todos piensan igual, nadie piensa demasiado”. Este es el peligro de una ortodoxia bien arraigada que, además, está muy vigilada.

Como usted acaba de explicar, el espacio del consenso –por más equivocado o hipócrita que esté– es un espacio social e intelectualmente acogedor. Una vez que se abandona ese espacio para la disidencia –esa tierra de nadie– es común encontrarse con lo que en inglés llamamos strange bedfellows, extraños compañeros de cama. ¿Esta ha sido su experiencia?

En efecto. Si, como un miembro acreditado del establishment, te entran dudas y te atreves a expresarlas, de repente te ves relegado a los márgenes, donde coincides con mucha gente con la que nunca te habrías topado, alguna muy similar y otra muy diferente de ti. No somos los primeros a los que nos ocurre, por supuesto. El ejemplo más obvio quizá sea el de Daniel Ellsberg, que en 1971 desveló los ‘Papeles del Pentágono’. Ellsberg formaba parte del establishment, era muy cercano a figuras clave como Kissinger, pero una vez que cambió de ideas, acabó en una posición política completamente diferente. Así que, sí, a veces te encuentras con extraños compañeros de cama. Lo que los une a todos es que, de un día para otro, han dejado de creer el relato que les han presentado. Han comprendido que los principios que creían estar promoviendo no están siendo promovidos por las políticas del momento. Pero cuando han intentado persuadir al establishment de la necesidad de un cambio, han acabado expulsados. A muchas de estas personas yo les tengo una gran admiración. Al fin y al cabo, yo tengo una posición académica de la que no me pueden echar. Muchas otras personas han tenido que pagar un precio personal muy alto por la valentía de sus convicciones.

No me sorprendería nada que la persona que acabe nominada en cuatro años sea alguien a quien aún no conocemos

Hablando de valentía, en julio usted afirmó que las acciones de Israel en Gaza constituían “una guerra brutal”, una “campaña genocida contra la población civil, causando daños enormes a la pretensión israelí de legitimidad moral” y que la política del gobierno de Biden con respecto a esa guerra había sido “pésima”. ¿Qué papel tuvo Gaza en la derrota de Kamala Harris?

A Harris Gaza le costó cierto apoyo electoral de la población árabe-americana y parte del voto joven progresista. Pero el problema mayor de Harris fue el hecho de que no supo separarse de Biden en este tema ni en muchos otros. Le tocaba demostrar que era independiente y que estaba dispuesta a adoptar posiciones duras. Gaza le ofreció esa oportunidad, pero la echó a perder. 

¿Cree que la política de Estados Unidos en Oriente Medio afectará a su relación con la Unión Europea? 

La verdad es que no. Algunos Estados europeos, como Alemania, están alineados con EE.UU. en Medio Oriente, pero el resto de Europa está mucho más preocupado por lo que pueda pasar en otras áreas: la política comercial de Estados Unidos, su apoyo a la OTAN y su política en Ucrania. Dadas estas otras preocupaciones, las diferencias políticas con respecto a Oriente Medio tendrán una importancia menor. 

Si es verdad que el caótico paso de Trump abre una brecha para que surjan ideas nuevas, ¿cree que en cuatro años el Partido Demócrata permitirá que emerja un candidato que no obedezca a la ortodoxia, al menos en lo que respecta a la política exterior?

Podemos plantear la pregunta como una contrafactual. ¿Qué habría funcionado mejor en 2016 o en 2024? La respuesta, para mí, es obvia: algo mucho más cercano a lo que defendía Bernie Sanders que a lo que defendían Hillary Clinton o Kamala Harris. Sanders decía básicamente: “Es hora de que dejemos de involucrarnos en guerras inútiles por el mundo entero, y que hagamos más para ayudar a ciudadanos comunes aquí en nuestro país”. Curiosamente, ese también era el mensaje de Trump –aunque Trump, por supuesto, en verdad no está nada preocupado por la gente ni tiene un plan para ayudarla, porque solo quiere ayudarse a sí mismo y a sus amigos–. Pero el hecho de que un viejo socialista de Vermont suscitara tanto apoyo nos ofrece una lección. 

¿Cuál?

Que ese mensaje es atractivo para muchos norteamericanos, y que votarían por un candidato que lo adoptara. Por eso creo que, si la administración de Trump acaba siendo un circo y causando muchos problemas, habrá un espacio para los demócratas. Conviene recordar qué pasó en situaciones históricas similares. La última vez que el Partido Demócrata sufrió una derrota devastadora fue cuando ganó Nixon en 1972. Cuatro años después, el partido acabó nominando a un granjero de cacahuetes al que nadie conocía: Jimmy Carter. Y si alguien hubiera apostado en 2004 a que el candidato demócrata cuatro años después sería un senador negro de Illinois con un nombre musulmán, le habrían tomado por loco. Visto lo visto, pues, no me sorprendería nada que la persona que acabe nominada en cuatro años fuera alguien a quien aún no conocemos pero que sepa formular un mensaje similar al de Sanders.

“Chomsky tenía razón”. Así rezaba el titular de un artículo reciente en la revista Foreign Policy en el cual Stephen M. Walt, catedrático de Harvard, reseñaba The Myth of American...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Sebastiaan Faber

Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

4 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. pipe49

    Y creo que el Sr Faber es demasiado "comprensivo" con estas posiciones tibias de la academia liberal en las grandes universidades norteamericanas. La exposición prolongada a un ambiente tóxico te acaba contagiando.

    Hace 3 días

  2. pipe49

    "Es inevitable cometer errores." Estimo que para un académico de alto nivel como el Sr Walt hacer uso y abuso de la palabra ERROR, significante y significado, para justificar decisiones políticas personales e institucionales es hacer trampa a conciencia, es justificar decisiones políticas imperialistas de los diferentes gobiernos de los EEUU y de las personas que se han prestado voluntariamente a hacer de sicarios. Por último, Jimmy Carter no era sólo un "granjero de cacahuetes", sino un teniente de la academia naval de la US Navy que desarrolló el programa de submarinos nucleares.

    Hace 3 días

  3. jose-lazaro-bercianos

    Coincido en que tiene algo de perturbador leer esta entrevista. No tanto porque el entrevistado exprese sin titubear la cínica postura del hegemón - que también lo es - sino por lo "pueril" de su reflexión respecto a los errores. Escuchar este tipo de análisis de profesionales en la mitad de sus carreras es comprensible. Desde dentro del sistema, por idealismo, por miedo o simplemente por no haberselo cuestionado, cualquiera puede "comprar" que los que están al cargo se equivocan (una y otra vez). Pero de un señor con todo hecho en la vida, hubiera esperado que, al menos de pasada, mencionara, si no los espurios intereses detrás de esas estrategias, los incentivos que las hacen realidad. Podría quedarme ahí y pensar que el señor Waltz no quiso mojarse, que la experiencia con el tema del lobby israelí le hacía ser menos transgresor que lo que algunos lectores hubiéramos preferido. Pero no, creo sinceramente que es que no lo ve. Y eso es lo perturbador, que como la mayoría de los norteamericanos es incapaz de ver el elefante en la habitación. Educado en una visión patriótica del estado y entendiendo el servir a su país como el mayor honor (posible) en su vida, es incapaz de entender que al grupito a cargo de este país se la suda la bandera, el himno y la biblia sobre la que juran el cargo los presidentes desde hace 250 años. Que hacen y deshacen únicamente a beneficio propio, por pura avaricia y sin ninguna cortapisa moral. ¡Gracias en cualquier caso por esta más que interesante entrevista!

    Hace 3 días

  4. Marcoafrika

    Entiendo que si eres un ciudadano de los EEUU no puedas ir más lejos en la crítica del establishment de ese Imperio, aún sí, da miedo comprobar como incluso las personas más críticas de ese país siguen careciendo de una visión exacta del problema. No es posible la democratización de un Imperio y menos si este es un adalid del horror genocida, o deberíamos decir que todo Imperio es, por esencia, genocida y terrorista, de lo contrario no podría mantener esa ideología totalitaria, salvaje y explotadora que suele caracterizarlo. No son buenas noticias para los países del resto del mundo pero es así: Los EEUU deben abandonar sus delirios imperiales o toda nuestra especie humana está amenazada con la extinción.

    Hace 4 días

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí