CARTA A LA COMUNIDAD
Aprendizajes de EEUU: fortalecer el activismo ante el trumpismo y la deriva autoritaria
Nuria Alabao 3/02/2025
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Querida comunidad:
Amigos estadounidenses escriben estos días sobre su tristeza y desesperación tras la toma de posesión de Trump. En poco más de una semana, los decretos firmados por el nuevo presidente de derecha radical han supuesto un duro golpe para los migrantes indocumentados y sus redes de apoyo, para los beneficiarios de ayudas sociales que temen quedarse sin ellas –aunque esa medida ha sido, temporalmente, suspendida– y para las personas trans que ya están sufriendo un recorte radical de sus derechos. Muchos trabajadores públicos ven peligrar sus puestos de trabajo y los sindicatos ya aguardan el próximo ataque. Trump también amenaza las políticas de discriminación positiva que, aunque muy criticadas por los movimientos de emancipación, dibujan una alternativa mejor que la que ahora se plantea. Tanto el paquete de medidas presente como las que el presidente guarda en un cajón auguran un futuro inquietante, sobre todo para los que ya luchan por sobrevivir. Quizás este Gobierno también implique el envalentonamiento de los neofascistas y el escuadrismo de calle que Trump ya alentó en su primer mandato.
Ante este escenario de desesperación, la depresión y el miedo pueden resultar paralizantes. No son buenos lugares desde los que resistir, y mucho menos avanzar. La activista Angela Davis ha tenido que recordar en un acto público que “si echamos la vista atrás a las luchas por la justicia y la igualdad, descubrimos que no suele haber momentos propicios para las luchas. Siempre nos hemos enfrentado a oleadas de conservadurismo. Y, aunque no podemos crear las condiciones para las luchas en las que participamos, podemos aportar nuestra determinación. Podemos aportar nuestra visión de un futuro mejor”.
No, no siempre se han dado las condiciones propicias para las luchas, como señala Davis. Pero los momentos de mayor ofensiva autoritaria han generado históricamente fuertes respuestas colectivas. Desde las redes de refugio para esclavos en la época de la resistencia abolicionista –el llamado Ferrocarril Subterráneo del siglo XIX–, la desobediencia civil masiva contra las leyes segregacionistas o los Black Panthers y su concepto de “supervivencia pendiente de la revolución”. Más allá de Estados Unidos los ejemplos son infinitos y podemos recordar la resistencia antinazi en Europa, las diversas intifadas palestinas o la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Eran también situaciones en muchos sentidos peores que la actual.
El escenario estadounidense y los debates que ahora se están produciendo en los movimientos sociales alumbran importantes lecciones para pensar nuestro contexto. La primera es la de no aceptar nunca la derrota. La segunda es que este nuevo escenario implicará que estas luchas quizás tengan que ser más osadas, partan o no de esta esperanza. (A veces el activismo es la mejor manera de vivir, simplemente, con o sin Trump, o se lucha porque todo podría ir a peor.) Dean Spade, otro activista y profesor de Derecho a quien entrevistamos en este medio, decía hace poco en redes:
“La gente va a necesitar saltarse muchas normas y leyes para sobrevivir a este periodo. Vamos a tener que esconder a la gente de la policía y de las fuerzas de inmigración. Vamos a necesitar interrumpir las industrias ecocidas y de guerra que están destruyendo el planeta y matando a gente, y conseguir medicamentos y procedimientos médicos que se han vuelto ilegales bajo esta nueva Administración. Ya estamos haciendo muchas de esas cosas, pero vamos a requerir de mucho más porque va a producirse más opresión, más criminalización de la supervivencia básica de las personas en nuestras comunidades. Vamos a requerir defendernos unos a otros de los desalojos. Vamos a tener que hacer frente a la policía, por ejemplo para evitar que echen a la gente que duerme en la calle. Es decir, tenemos que hacer todo esto para sobrevivir, lo que requiere confiar en los demás y aprender a ser dignos de confianza, algo que no creo que tengamos ahora mismo”.
Se dibuja aquí una guía para la acción propicia a unos tiempos de oscuridad. Estas acciones que, sin duda, exigirán construir las relaciones de confianza que Spade reclama y que permiten asumir riesgos y defenderse colectivamente. Si la supervivencia de muchas personas bajo la Administración Trump puede depender de estrategias de desobediencia civil y apoyo mutuo, es imprescindible contar con estructuras capaces de resistir a la represión. Quizás una parte de los movimientos sociales de ese país en ocasiones ha estado –como lo está también aquí– muy centrada en disputas internas, cruces de acusaciones o se ha visto atrapada en formas de política moralista que no ayudan a la construcción de esas redes de solidaridad imprescindibles para hacer frente a este momento. Pero la extrema necesidad de la coyuntura presente, sin duda, dejará en segundo plano esas disputas. Sobre todo cuando se enfrenten no solo a los límites de su propia composición o formas políticas, sino al contexto de criminalización creciente.
No es una cuestión meramente ética o individual, sino una condición material para la resistencia. Si tomamos en serio la necesidad de “esconder gente”, organizar economías alternativas y bloquear infraestructuras de explotación, necesitaríamos quizás superar el modelo de movimiento social que ha predominado en las últimas décadas: basado en la protesta pública, la incidencia política y las lógicas identitarias, ha mostrado graves límites en contextos de radicalización autoritaria. No basta con denunciar, con movilizarse ocasionalmente o con construir espacios de resistencia simbólica. Sería necesario, quizás, construir organización y contrapoderes sostenibles en el tiempo, capaces de resistir el posible embate represivo.
La criminalización de la supervivencia y la lucha contra el despojo
El trumpismo no es solo una anomalía dentro del sistema estadounidense; es una expresión más de un capitalismo en crisis que necesita del autoritarismo para sostenerse. Es, también, una estructura de poder que avanza mediante la represión de quienes más necesitan esas resistencias: comunidades racializadas, trabajadoras precarias, migrantes sin papeles… Esta criminalización también afecta a quienes dependen de economías informales, a las personas sin hogar, a quienes defienden territorios frente al extractivismo o a quienes acceden a medicinas y tratamientos fuera de los circuitos legales. Es una política que convierte en delito lo que antes era una forma de vida o una estrategia de subsistencia. Si el Estado –y no solo los gobernados por las extremas derechas– criminaliza cada vez más la mera existencia de ciertas poblaciones, la supervivencia se vuelve un acto de resistencia.
Como dice Spade, será necesario garantizar el acceso a recursos básicos fuera de la legalidad establecida: vivienda, atención médica –como abortos– o alimentos. Así como será necesario enfrentarse a las deportaciones o a la persecución de los migrantes. La acción directa será más necesaria que nunca. Si el desafío para los movimientos sociales en el pasado ciclo de hegemonía de las políticas de identidad y de afirmación positiva era el de resistir la institucionalización que los vuelve inofensivos, hoy será enfrentarse a la represión y ser capaces de sostener infraestructuras autónomas que se enfrenten al despojo.
Por tanto, no se trata solo de resistir, sino de generar alternativas que hagan inviable el modelo de despojo y exclusión que se nos impone. La indignación y la rabia son insuficientes si no se traducen en acción. Como decía Martin Luther King, citado por Davis, “no podemos capitular ante las decepciones finitas, sino enfrentarlas con una esperanza infinita”. Esa esperanza, sin embargo, no es ingenuidad ni optimismo vacío: es la construcción consciente de las herramientas necesarias para resistir, al tiempo que sostenemos vidas que valgan la pena.
Gracias por leernos.
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Amigos estadounidenses escriben estos días sobre su tristeza y desesperación tras la toma de posesión de Trump. En poco más de una semana, los decretos firmados por el nuevo presidente de derecha radical han supuesto un duro golpe para los migrantes indocumentados y sus redes de apoyo,...
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Nuria Alabao
Es periodista y doctora en Antropología Social. Investigadora especializada en el tratamiento de las cuestiones de género en las nuevas extremas derechas.
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