
El canciller Olaf Scholz comparece ante los medios inmediatamente después de conocerse el resultado de las elecciones el pasado 23 de febrero. / CNN-News18
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Impresiona el Bundestag saliente de las elecciones federales del 23 de febrero. Presenta nada menos que un cuarto de la Cámara, 152 escaños, azul, el color de la Alternativa para Alemania, que ha doblado los votos, del 10,4% en 2021 al 20,8% el 23 de febrero. Es la segunda fuerza por detrás de la democracia cristiana. Gana en casi todos los distritos del este alemán, la antigua RDA. Los sondeos pronosticaban ese dato hace tiempo. Poco o nada deben haber influido los llamamientos a favor del voto hacia la AfD o al diálogo con ellos de Elon Musk o del vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, en la Conferencia de Múnich.
El partido impuso el tema de la inmigración o la “reemigración”, como ellos lo presentan, en el lugar más alto de la agenda y casi todas las demás formaciones han seguido la estela. De hecho, un 80% de la población entiende que debe haber alguna corrección del modelo de acogida.
El voto joven en Alemania se ha triplicado en los últimos años a favor de la AfD. Muchos jóvenes no tienen conciencia del pasado nazi y piensan que no hay futuro o, al menos, que el Estado no funciona.
Faltan, por ejemplo 400.000 guarderías en Alemania. Pero, además de instalaciones, falta personal porque muy pocos quieren ser cuidadores de niños.
Treinta y cinco años después de la unificación sigue habiendo dos Alemanias. El oeste, la antigua República Federal, es negro, democristiano, con algunas manchas rojas-SPD en ciudades como Hamburgo, Bremen, el Ruhr; pero prácticamente todo el este, la antigua RDA, es azul-AfD. Y Berlín Este es de Die Linke, los herederos del antiguo partido comunista de la RDA. Es un territorio resentido porque la unificación ha traído inmigración pero no los suficientes empleos ni salarios equiparables a la parte occidental.
La democracia cristiana, CDU-CSU no ha sido aparentemente perjudicada por haber abierto el cordón sanitario establecido en torno a la ultraderecha
La democracia cristiana, CDU-CSU, ha conseguido el 28,5% de los votos, casi lo que anunciaban los sondeos. No ha sido aparentemente perjudicada por haber abierto el cordón sanitario establecido en torno a la ultraderecha, haber aceptado el voto de la AfD en una propuesta de ley del pasado mes para reducir la inmigracion, que levantó un clamor nacional en contra. Ese clamor debe haber sido recogido en parte por Die Linke, con presencia también en el oeste, que ha conseguido un impresionante 8,8%. Los expertos señalan que han sabido moverse muy bien en las redes y han captado mucho voto joven.
Impresiona también el resultado de la socialdemocracia, el peor de la historia federal, un raquítico 16,4% para el partido de Helmut Schmidt y Willy Brandt. El partido de los trabajadores, titular de la casa natal de Carlos Marx en Tréveris, es abandonado por los trabajadores. El hasta ahora canciller, el que menos tiempo ha estado en el cargo, pasará a la historia, si pasa, como Olaf el Breve. No ha sabido o no ha podido hacer frente a los problemas que afectan a la primera nación europea: crisis económica, guerra de Ucrania, envejecimiento de las infraestructuras, retraso tecnológico, inmigración y sigue la lista.
Alemania vive hoy un doble shock: por una parte asciende la ultraderecha aliada de Putin y por otra Trump se olvida de Europa. Todo en medio de una seria situación económica y un cambio de era.
Occidente ya no existe tal como se entendía. El nuevo sheriff del condado, muy gritón, se dedica a recorrer el ala oeste amenazando, incluso a nosotros.
Los EEUU de Trump, Musk & Partners rompen un tabú, hablan con Rusia directamente, culpan de la guerra al agredido y dejan a Europa en el cuarto trastero y sin luz.
El que será canciller de Alemania, Friedrich Merz, se mostraba conmocionado por que Trump ha dicho que la agresora fue Ucrania, no la Rusia de Putin
El que será canciller de Alemania, Friedrich Merz, se mostraba schockiert, sacudido, conmocionado por que Trump ha dicho que la agresora fue Ucrania, no la Rusia de Putin. El dirigente de los Verdes, Robert Habeck, hablaba de imperialismo y de traición. Hay que apoyar a Ucrania, decía Habeck, porque si no, mañana, Putin puede atacarnos, y cuando decimos atacarnos hablamos de nuestros vecinos y de nosotros mismos.
La editora de The Economist, Z.M. Beddoes, que viajó a la Conferencia de Múnich, asegura que había contemplado en directo un giro histórico, como pocos en las últimas décadas.
En el mundo de Trump ya no hay nada que pueda ser importante para Alemania, hay que reencontrarse con la política y despedirse de la vieja manera de pensar alemana, escribe Der Spiegel. Tenemos que conseguir la independencia de los Estados Unidos, aseguraba Merz tras las elecciones. Unas palabras que habrían sido impensables hace unas semanas.
Estamos ante un giro histórico que afecta a una Alemania cada vez más encogida, a una Europa cada vez más insignificante. El fin de semana de San Valentin de 2025, el del discurso de J.D. Vance en Múnich, será recordado como el del desamor transatlántico.
No estamos ante un nuevo orden internacional ni tampoco un desorden que se pueda ordenar después. Simplemente no hay orden. Y como ni siquiera sabemos qué está pasando, no podemos saber adónde vamos, sentencia el ensayista germano W. Eilenberger.
Y este es el mundo al que tendrá que hacer frente el vencedor en las elecciones, el cristianodemócrata Merz. No va a ser nada fácil, reconocía en sus primeras palabras el domingo 23 de febrero. Hará una coalición a dos con la socialdemocracia, y no harán falta los Verdes, que han retrocedido hasta el 11,6%. No va a ser fácil formar gobierno por la disparidad de posiciones y no va a ser fácil afrontar todos los temas pendientes. Merz ha prometido rebajar los impuestos a las empresas, recortar el gasto social, reducir la inmigración, aumentar el gasto en Defensa. Pero, hasta ahora, la historia muestra que cuando hay una gran coalición, la famosa GroKo, las cosas se mueven muy poco. Alemania es un transatlántico enorme, muy pesado, con maquinaria antigua. Muy lento en reaccionar.
No puede seguir todo como estaba, dice el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, eso solo puede beneficiar a Alternativa para Alemania
No puede seguir todo como estaba, dice el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, eso solo puede beneficiar a Alternativa para Alemania. El disparo de advertencia ha sido sonoro, escribe en su editorial.
Será una arquitectura complejísima en la que el movimiento de un pilar puede hacer caer toda la estructura. Los periodistas preguntaban antes de las elecciones al nuevo jefe de obras, al candidato Merz, por la situación económica en Alemania, tras dos años seguidos de retroceso y un tercero que se presenta igual, y el candidato reconocía que el modelo de negocio que había “se ha acabado”. Kaput, término que no necesita traducción, es el título que le dio el analista Wolfgang Münchau al libro que acaba de publicar en español sobre la lenta decadencia alemana. Decaen no solo las grandes empresas: automóvil, química o electricidad, sino el Mittelstand, la pequeña y mediana empresa, muchas veces familiar, que ha sido la columna vertebral de la economía germana, al margen de los grandes nombres por todos conocidos. Ahora, cada día caen muchas de estas empresas, cada tres minutos tenemos una quiebra, reconocen los dirigentes de la democracia cristiana.
Se acabó el gas barato procedente de Rusia, bajaron las exportaciones a China y desaparece el paraguas militar de los EEUU, con una Rusia amenazante al este. Preguntado el dirigente democristiano, el que debe ser canciller, cómo se paga el aumento del gasto militar necesario para hacer frente a las nuevas amenazas, porque el nuevo orden que surgió con la caída del Muro de Berlín se ha acabado, Merz responde que, de momento, no sabe.
La, en otro tiempo, poderosa Defensa alemana tiene hoy munición para apenas dos horas. La situación es desastrosa.
Es la herencia de las eras Merkel y Scholz, no solo en el apartado de inmigración, sino en Defensa también. Por cierto, la canciller tenía una ministra de Defensa bastante inefectiva, Ursula von der Leyen, y la mandó a Bruselas a presidir la Comisión. Así nos va.
El ejército alemán tiene que modernizarse, pero, en realidad, lo que propone la democracia cristiana para hacer frente al aumento del gasto es calderilla, recortar los gastos sociales, el Bürgergeld, el subsidio que se da a los que no trabajan, y cortar la inmigración; menos inmigrantes, menos gasto. Tienen que venir inmigrantes para mantener la máquina alemana, pero, al mismo tiempo, estos inmigrantes generan unos gastos que son mayores que en España, por ejemplo, donde la inmigración es latina y conoce la lengua, sostiene el analista Wolfgang Münchau.
Las cosas empezaron a ir mal con Schröder y sus reformas, con Kohl y la unificación
¿Cuándo empezaron a ir las cosas mal en Alemania? Responde Münchau en una tertulia en Madrid con motivo de la presentación de su libro: no, con Merkel no, mucho antes, dice, con Schröder y sus reformas, con Kohl y la unificación. Es un proceso largo, precisa Münchau. Con la unificación se crearon unas expectativas que no se cumplieron; el nivel de vida en el este, el territorio de la antigua RDA, sigue siendo más bajo que en el oeste y eso genera frustración. Ese territorio ha sido el principal caladero de la extrema derecha. En otros países de la antigua órbita soviética el proceso fue más lento y les ha ido mejor.
Los años setenta fueron buenos, señala Münchau, pero el problema es que se despreció todo lo digital, toda innovación. El poderosísimo presidente del grupo VW, Ferdinand Piëch, nieto de Porsche, dijo que en su garaje, donde había muchos y muy buenos coches, jamás entraría un vehículo eléctrico. No hay, no hubo en Alemania espíritu para el capital riesgo, como en Estados Unidos. Teníamos capital, pero no supimos invertirlo.
Y luego, sigue diciendo Münchau, Merkel fue muy floja en geopolítica, creía que iba a modificar a Rusia a través del comercio, el famoso Wandel durch Handel, como se dice en alemán, pero se equivocó. Ignoró a Rusia, a China, a Trump...
Los representantes de la ultraderecha, envalentonados, no paran de gritar: nada de inmigrantes, nada de eólica, fuera del euro, fuera de Europa, ¡viva Putin!
Los representantes del pueblo alemán escribirán en los próximos meses el futuro a medio plazo, en un ambiente espeso, enrarecido, de pesimismo por la situación interna y por los malos vientos que llegan de Europa y del otro lado del Atlántico. Es el momento más delicado desde la caída del Muro de Berlín.
Los representantes de la ultraderecha, envalentonados tras el éxito conseguido en las elecciones, no paran de gritar: nada de inmigrantes, nada de eólica, fuera del euro, fuera de Europa, ¡viva Putin! La democracia cristiana estima que es tarea urgente recuperar los votos que se han ido a esta formación.
Hace falta una visión, dicen algunos. El canciller Helmut Schmidt recomendaba que el que tenga visiones vaya al médico. El problema es que la ultraderecha creciente tiene una visión y no va a acudir al hospital para curarse. En unos años vamos a adelantar a la democracia cristiana y vamos a poner orden en este país, dice la dirigente de la AfD, Alice Weidel.
Para remate, los encargados de la seguridad, que eran estadounidenses, de la empresa privada DT, JD, Musk & Partners, se han ido, se están yendo, no sin señalar antes que la representante gritona tiene razón.
Y en la ventana de Europa, aparecen unos tipos sospechosos de apariencia eslava, vestidos de militar, y la punta de un cañón...
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Daniel Peral fue corresponsal de TVE en Berlín.
Impresiona el Bundestag saliente de las elecciones federales del 23 de febrero. Presenta nada menos que un cuarto de la Cámara, 152 escaños, azul, el color de la Alternativa para Alemania, que ha doblado los votos, del 10,4% en 2021 al 20,8% el 23 de febrero. Es la segunda fuerza por detrás de la democracia...
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Daniel Peral
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