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14 de junio de 2014. En el Consejo Nacional del Partido Socialista Francés, Manuel Valls avisaba: “La izquierda puede morir”. Para lograr el apoyo de unas bases tentadas por una nueva revolución, el primer ministro francés no se conformaba con esgrimir la amenaza del Frente Nacional. Se empleaba también a fondo en descartar la esperanza de una nueva vía: según sus palabras, no existiría “una alternativa a la izquierda”. Dos años antes, François Hollande ya intervino en la campaña legislativa griega contra Syriza. Y hace unas semanas, Pierre Moscovici, su antiguo ministro, hoy comisario europeo de Economía, se esforzó también en influir en el voto griego la víspera de unas elecciones. Los hechos son claros: nuestros gobernantes no temen la muerte de la izquierda, al contrario, la desean profundamente.
25 de enero de 2015. El pueblo griego ha dado una respuesta abrumadora a ese deseo de muerte: lejos de dejarse intimidar por los dirigentes europeos, se ha movilizado para aupar a Syriza al poder; contra la derecha sí, pero también contra los socialistas que comparten su misma visión del mundo. Y sí, el Partido Socialista puede morir en Grecia… ¡y en cualquier parte! Y aún hay más: desde hace años, se utiliza a la extrema derecha para legitimar las políticas llevadas a cabo por los partidos gobernantes, que validan sus tesis de identidad y por ello las refuerzan: lejos de combatir la inseguridad económica, los partidos en el gobierno pretenden dar respuesta a una supuesta inseguridad cultural. Lo que entretiene a unos y otros. Sin embargo, en Grecia, la extrema derecha no es hoy la que ha tomado la delantera. Y no es casualidad: si la ausencia de alternativa democrática le sigue el juego a los enemigos de la democracia, la vuelta a una izquierda de izquierdas lo rompe: la ruptura con la austeridad conlleva la ruptura con la xenofobia. Amanecer Dorado le ha cedido el sitio a Syriza, con la promesa helénica de una Aurora de rosados dedos… Es un mensaje a la vida.
Por supuesto, tanto en Grecia como en otros países la izquierda puede fracasar. Bien porque ceda ante los chantajes europeos, bien porque acabe pagando su rechazo a claudicar. Pero dado que el futuro de Europa se juega en Atenas, nos toca presionar, tanto en Francia como en otros países, a aquellos que presionan la voluntad popular de los griegos.
Porque no hay que dejarse vencer: la victoria de Syriza desmiente el mantra de Margaret Thatcher, recogido por los dirigentes socialistas convertidos a su neoliberalismo, de que “no hay alternativa”. ¡Sí, todavía hay alternativa! ¡Sí, la izquierda sigue viva, y quiere vivir en la Grecia de hoy y la Europa del mañana!
Traducción de Ana María Coullaut.
14 de junio de 2014. En el Consejo Nacional del Partido Socialista Francés, Manuel Valls avisaba: “La izquierda puede morir”. Para lograr el apoyo de unas bases...
Autor >
Éric Fassin
Sociólogo y profesor en la Universidad de Paris-8. Ha publicado recientemente 'Populismo de izquierdas y neoliberalismo' (Herder, 2018)
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