De #JeSuisCharlie a #NotInOurName
Los europeos se preguntan por el verdadero sentido de la reunión política del domingo 11 de enero en París. Los dirigentes hablaron de terrorismo y de inmigración: cerrar más la puerta de Europa a los inmigrantes
Éric Fassin 15/01/2015
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Je suis Charlie. Nous sommes Charlie (Todos somos Charlie). Pero, ¿de verdad lo eres? ¿Por qué no cantas al unísono ese eslogan, expresión de la emoción colectiva? ¿Lo haces? ¿Existe el riesgo de que, bajo el mandato de François Hollande, la unidad nacional se vea pervertida hasta el punto de verse enfrentada a la inmigración, como ocurrió con la identidad nacional en tiempos de Sarkozy? Por supuesto, todo el mundo ha protestado alto y fuerte: ¡nada de amalgamas! O, en otras palabras, ni hablar de confundir el islam con el terrorismo, los musulmanes razonables con la locura islamista. Claro que, desde hace unos años, son cada vez más numerosos los que dicen que esta religión sería, en su misma raíz, no solo intolerante sino incluso violenta. Como respuesta, otros advierten contra la islamofobia: detrás del islam hay una población musulmana o como sorprendentemente se dice “de origen”, es decir, “de apariencia” musulmana que está estigmatizada. Porque el racismo puede dirigirse también contra una religión: es la lección histórica del antisemitismo. De repente, ese discurso de aparente sentido común que comparten casi unánimemente políticos, periodistas e intelectuales se queda a medio camino entre los islamófobos y sus críticas: reconocen que el islam es compatible con la democracia. En contrapartida, corresponde a los musulmanes condenar el terrorismo: no es suficiente que griten junto a los demás Je suis Charlie. Se les pide, además, que se justifiquen: Not in our Name (No en nuestro nombre). En el debate público actual esta postura representa “la calle de en medio”. Queda una cuestión por resolver: ¿Existe un punto de equilibrio entre los islamófobos y los musulmanes? Criticar hoy la islamofobia supone exponerse a ser tratado como islamo-izquierdista o como “tonto útil” para el terrorismo.
¿Qué más da? Dicen que Francia salió a manifestarse porque masacraron a unos caricaturistas por lo que hacen y a unos judíos por lo que son. Además, el Frente Nacional no fue invitado por los otros partidos a esa manifestación, lo que le llevó a hacerlo fuera de París. Sin embargo, entre los jefes de Gobierno y de Estado reunidos en torno a François Hollande estaban el dirigente húngaro Viktor Orbán y el español Mariano Rajoy, difíciles de presentar como defensores de las libertades democráticas. ¿Dirán que el presidente de la República francesa no podía excluir a dirigentes europeos? ¿Qué decir entonces de la presencia del primer ministro turco, Ahmet Davutoğlu; del presidente gabonés, Ali Bongo, o del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergueï Lavrov? ¿Cómo evitar entonces la sensación de que no era la libertad de expresión el verdadero objetivo de esa demostración de unanimidad política? Dirán, sin duda, que son las reglas del juego político pero, en todo caso, es difícil no pensar que era una forma de hipocresía.
Nos preguntamos entonces por el verdadero sentido de esa reunión política. En primer lugar, ¿de qué hablaron esos dirigentes? Nos dicen que de terrorismo. Es cierto. Pero más concretamente de terrorismo y de inmigración. Cerrar más la puerta de Europa a los inmigrantes. Esa es la solución avanzada en París por el propio Viktor Orbán y recogida enseguida por el ex presidente francés Nicolas Sarkozy: “La inmigración complica las cosas…”.
En Francia, el Gobierno socialista ha convocado a la oposición de derechas para revisar el acuerdo de Schengen: así, a partir de ahora, todo el espectro político se adscribe a las posiciones de Marine Le Pen. En síntesis, se pone en tela de juicio la libertad de circulación para detener la inmigración. Esa es la respuesta a una masacre perpetrada en Francia, contra franceses y por franceses. Y qué importa si uno de los héroes de la tragedia de Vincennes, en la que murieron cuatro judíos, era un maliense sin papeles que, por cierto, había pedido la nacionalidad francesa. Un irónico hashtag resume bien la situación: #MaisSurtoutPasDeStigmatisation! (PeroSobreTodoNadaDeEstigmatización). Todo parece indicar que la exclusión del Frente Nacional de la comunión republicana se produce para poder pedirle prestada su lógica de oponer el “ellos” al “nosotros”. Por sus consecuencias políticas, el atentado del 7 de enero sería una suerte de mini 11 de Septiembre. Lo que podemos temer, bajo esa aparente defensa de la democracia, es la vuelta de la retórica del “choque de civilizaciones”, aplicada a los inmigrantes y a sus hijos; y también a los musulmanes, franceses o no. Es comprensible que algunos de “ellos” duden en decirnos a “nosotros”: Je suis Charlie. De ese modo, ¿cómo conjurar la sospecha de que esas actitudes no reflejan la verdad sobre el movimiento actual? Nos gustaría, sin llegar a creerlo, que las figuras públicas, que hoy disfrutan satisfechos con la exaltación de los valores democráticos, se viesen también obligados a clamar contra su propia manipulación islamófoba, xenófoba y racista. ¡No en nuestro nombre! Not in our name!
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Traducción de Mónica Andrade.
Éric Fassin es sociólogo, profesor del Departamento de Ciencia Política y del Departamento de Estudios de Género de la Universidad de París-8 Vincennes-Saint Denis, Laboratorio de Estudios de Género y de Sexualidad (LEGS-CNRS / París-8/ París-10). Autor de Gauche: l’avenir d’une désillusion (Textuel, 2014).
Je suis Charlie. Nous sommes Charlie (Todos somos Charlie). Pero, ¿de verdad lo eres? ¿Por qué no cantas al unísono ese eslogan, expresión de la emoción colectiva? ¿Lo haces? ¿Existe el riesgo de que, bajo el mandato de François Hollande, la unidad nacional se vea pervertida hasta el punto de verse...
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Éric Fassin
Sociólogo y profesor en la Universidad de Paris-8. Ha publicado recientemente 'Populismo de izquierdas y neoliberalismo' (Herder, 2018) y Misère de l'anti-intellectualisme. Du procès en wokisme au chantage à l'antisémitisme (Textuel, 2024).
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