PSOE: puro conservadurismo compasivo
29/01/2015
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Socialdemócratas y democristianos se han alternado en la gobernanza europea desde la Segunda Guerra Mundial. Ambos compartieron las bases del Estado de bienestar: educación y sanidad universales, seguro de desempleo y pensiones de jubilación. La gran recesión ha llevado a unos y a otros a introducir severos recortes de prestaciones justamente cuando el desempleo ha dejado a la intemperie a millones de ciudadanos. So pretexto de que el welfare ya no es financiable, los conservadores que dominan las instituciones europeas han impuesto una drástica política de austeridad a la que se sumaron los gobiernos socialistas: Zapatero, Papandreu, Hollande. Los griegos han sido los primeros en romper el tablero: han votado a Syriza para que elabore un plan de emergencia social y renegocie las condiciones de pago de su deuda. De paso han barrido a los socialdemócratas del Pasok que durante cuarenta años han compartido el poder con la derecha de Nueva Democracia.
Los siguientes en acudir a las urnas serán los españoles, en una carrera electoral que arranca en Andalucía el 22 de marzo y no descansará hasta las generales de fin de año. El PP ya ha fijado las bases de su mensaje: continuidad de las reformas (léase recortes) que permiten ya crear puestos de trabajo y garantizar un crecimiento de la economía. ¿La corrupción?: una banda de golfos que ya han sido expulsados del partido. Su batacazo electoral está asegurado tras la última mayoría absoluta, pero la falta de adversarios en la derecha les garantiza un sólido suelo de votos.
La batalla más sangrienta se barrunta en la izquierda. Rubalcaba tuvo en 2011 el peor resultado de la historia reciente del PSOE, pero ya quisiera Pedro Sánchez repetir aquel 28% que podría convertirle incluso en ganador. La súbita erupción de Podemos lo ha convertido en el partido a batir por el PP y en la gran amenaza de los socialistas. Con su adelanto electoral Susana Díaz pretende sacar provecho de la escasa implantación de Podemos en Andalucía y del frágil liderazgo del PP.
El tiempo dirá si la apuesta ha sido acertada, pero resulta sorprendente que, siete meses después de haber sido elegido secretario general en unas primarias abiertas, Pedro Sánchez tenga un perfil tan desvaído y que ignoremos casi todo sobre sus planes de gobierno, más allá de una imprecisa reforma de la Constitución que en cualquier caso exige mayorías amplias hoy impredecibles. Los dirigentes socialistas acostumbran a alardear de que fueron los gobiernos de Felipe González los que universalizaron el Estado de bienestar, pero son extraordinariamente pacatos a la hora de abordar el arrebato de austeridad que Zapatero tuvo en mayo de 2010 o la reforma constitucional que demonizó el déficit presupuestario.
Nada sabemos sobre sus planes acerca de una deuda que rebasa el billón de euros y que según las condiciones vigentes debería reducirse en un 40% para 2020, un objetivo incompatible con una vigorosa creación de empleo que permita reducir los insoportables índices de paro. Tampoco sobre la creciente precariedad laboral, la devaluación de los salarios, la ley hipotecaria que consagra los desahucios, la congelación del salario mínimo. En definitiva, qué hacer para que España no sea, después de Letonia, el país más desigual de Europa.
El PP representa por derecho propio la defensa del statu quo y cuenta con algunas bazas a su favor que va a explotar hasta el cansancio. Al PSOE parece faltarle el coraje y la talla necesarios para plantear una alternativa real, no un simple conservadurismo compasivo. Y eso exige una autocrítica fuerte de la política económica del último Gobierno socialista y planes de urgencia atrevidos para aliviar al menos las situaciones más graves. De tanto pensar en un programa de mayorías y en la responsabilidad de gobernar, bien podría ocurrir que los ciudadanos los conviertan en simples peones del nuevo tablero político. La histórica lección griega debería ser escuchada. Pero la pregunta es: ¿alguien tiene las antenas puestas en Ferraz? ¿Hay alguien ahí?
Socialdemócratas y democristianos se han alternado en la gobernanza europea desde la Segunda Guerra Mundial. Ambos compartieron las bases del Estado de bienestar: educación y sanidad universales, seguro de desempleo y pensiones de jubilación. La gran recesión ha llevado a unos y a otros a introducir...
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