Baile
Éste o éste
'Torobaka' es el resultado de la fructífera fusión del monoteísmo flamenco de Israel Galván y el politeísmo bangladesí de Akram Khan
Ángel Ramírez Troyano 12/02/2015
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Torobaka terminó porque tenía que terminar. Empezaba ya la gente a moverse inquieta, escuchábamos los resoplidos, pequeños sonidos guturales producto de la emoción contenida durante tantos minutos. Sólo en una ocasión se interrumpió muy brevemente aquello por los aplausos rápidamente abortados, después todos seguimos clavados al asiento hipnotizados durante un tiempo que nos cuesta estimar. Si hubiera durado cinco minutos más quizás alguien hubiera comenzado a llorar, o a gritar, como en aquellas crónicas de las fiestas flamencas de la Triana de principios del siglo XX en las que la leyenda dice que la gente se tiraba por los balcones. Justo en el instante en que terminó se produjo una explosión liberadora, a nuestro alrededor rostros iluminados o extenuados, una ovación unánime, como si hubiera sido ensayada muchas veces, no recuerdo una exaltación así en un teatro, miradas cómplices entre personas que no se conocían, sonrisas, ojos emocionados.
Cuando vamos a un encuentro como éste es inevitable adelantar lo que veremos, imaginar por donde habrán hilvanado la propuesta, intuyes la flamencura de Akram Khan y una suavidad inusual en Israel Galván, las músicas, una especie de pugna por imponer dos universos con elementos en común pero formalmente distantes. Quizás mantuvimos esa mirada durante unos minutos, analizábamos los trasvases, las contaminaciones, pero al poco todo era como podía ser, un lenguaje rotundo y exacto, una forma nueva en la que ambos parecían ellos mismos, y ya no existían las partes, las trazas de precedente alguno. La última vez que había visto a Israel haciendo su siempre distinta Edad de Oro, ya me pareció que las tensiones frecuentes en su arte habían conseguido mutarse en una forma madura definitiva en la que él se encontraba relajado, bailaba con una frescura distinta, su humor surrealista parecía ya pura guasa, construida con libertad natural que sin embargo era producto de una herejía sostenida esforzadamente durante años. Esa completud la había exportado a esta nueva propuesta, lo que veíamos era primario, un discurso sobre lo que nos constituye y nos precede a todos, un espacio casi silente, ensamblado por esa imbricación del zumbido y el latido, una secuencia que imaginamos o recordamos de los meses anteriores al nacimiento.
De la tradición a lo contemporáneo, y desde ahí a un territorio intemporal, previo y constituyente, ése es el círculo que Akram Khan e Israel han descrito, un círculo que era también el que delimitaba el escenario mediante luces, el círculo de la perfección, de las equidistancias, el que contiene lo uno y su complementario, el círculo que inicia y concluye. Christine Leboutte, David Arzuza y sus voces tejen una madeja sánscrita, oriental, andalusí, con las palmas y percusiones de Bobote y Manjunath (¿qué hizo Bobote que no se le veía y siempre estaba?), un sonido hipnótico y amniótico por el que se deslizaban.
Ta, tikitita, ta, ta… percusión que recuerda a ese chasquido consonántico en el paladar de las lenguas khoisán que algunos expertos consideran el habla ancestral de la humanidad, 50 chasquidos con los que se nombra el mundo. La lengua y el tacón, Eastern and Weastern, la vena agonística flamenca y la invitación a la vida sin ambición del khatak, la mitad del cerebro de David Lynch y la otra mitad de Stanley Kubrick, dice Akram que tiene Israel, que se divide de nuevo en dos en un proceso infinito. A veces son sus propios espejos, a veces contrincantes que se retan, a veces juegan, a veces luchan. Barcelona, Sevilla, Grenoble, allí empezó todo y siguió en Madrid (en el Teatro del Canal ocurrió exactamente esto que aquí describo) y el 27 y 28 de febrero vuelven a Sevilla a abrir una sima junto al río.
Ángel Ramírez Troyano es sociólogo.
Torobaka terminó porque tenía que terminar. Empezaba ya la gente a moverse inquieta, escuchábamos los resoplidos, pequeños sonidos guturales producto de la emoción contenida durante tantos...
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Ángel Ramírez Troyano
Es sociólogo del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) del CSIC.
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