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La escena: en Central Park South, después de una nevada inenarrable por lo etéreo de su añil (ese es el color que tenía el aire, lo juro), me sorprende primero el parloteo y luego la estampa de una mujer en sus treinta y tantos, montada a unos tacones casi zancos, vestida de impecable negro, del coqueto sombrero hasta los pies. Habla por el móvil, hands free (o sea, que da la impresión de hacerlo a solas), dos tonos más arriba de lo que aconseja la elegancia, con un bolso Chanel cruzado al cuello y las manos hacia arriba como quien no quiere arruinarse el esmalte de uñas, colgando de los brazos tres paquetes de Manolo Blahnik (adicta a los zapatos, se conoce). "¿Por qué no toma las bolsas de las manijas como todos?", me pregunta mi hijo divertidísimo por la excentricidad de la gritona, que enfila tras Columbus Circle en dirección al Hotel Mandarin Oriental. A su paso, invierno y fiebre: oficinistas volviendo a casa, estudiantes, turistas de todos los pelajes y malones de promotores que te ofrecen paseos por el parque en coches tirados por caballos, en bicicleta o ambas cosas, a pesar del frío bajo cero que te hiela sangre y pestañas.
En los 175 años que la fotografía tiene de nacida no faltaron quienes quisieran capturar escenas como la descrita tras una lente. Y es que la fotografía y la calle –literal o simbólica, entendida como espacio común, como escenario o como sitio de encuentro– se llevan bien. De esto trata una de las muestras más interesantes –gratuita, además– que se ofrece en Manhattan por estos días y hasta septiembre. "¿Acaso la fotografía no ha sido siempre pública?", se pregunta Public Eye, la exhibición de la New York Public Library, que aprovecha los fondos fotográficos de esa biblioteca para dialogar con el presente y abrir el debate sobre distintas cuestiones, que se resumen en algunos de los provocativos disparadores que cruzan la muestra: "¿Qué historia cuenta tu foto? ¿Está alguien tomando tu foto ahora mismo? ¿Puedo confiarte mi imagen? ¿Si te doy mi foto, eso nos hace amigos?"
El objetivo de la exhibición no es hablar del presente como el tiempo en el que más imágenes se han compartido (aunque se parta de ese entorno en el que mandan las redes sociales), sino más bien "reencuadrar el modo en que miramos fotografías del pasado”" y repensar cómo nos hemos visto comprometidos con esta disciplina en tanto observadores que a la vez pueden ser sujetos de ella, con todo lo que eso supone para la noción de privacidad.
Rica en imágenes históricas que dan cuenta, por ejemplo, de cómo a fines del siglo XIX los avances de la fotografía coincidieron con la profesionalización de la policía que usó fotos para reemplazar los tradicionales dibujos de los delincuentes buscados, la muestra no ahorra curiosidades. Entre ellas, un antecedente claro de la viralización informativa: la popularización de las tarjetas personales con foto, a partir de 1860, que convirtieron la fotografía en un medio masivo, llegando a la "cartomanía", durante la Guerra Civil de los EE.UU. (1861-1865).
El recorrido elaborado por los comisarios Stephen Pinson y Elizabeth Cronin incluye los desarrollos de artistas archiconsagrados como Diane Arbus y Robert Capa. Pero hay espacio para tomas de fotógrafos desconocidos que delinean una mirada colectiva (el modo en que una época miraba algo) y las búsquedas de otros profesionales menos conocidos para el gran público como Helen Levitt y sus tomas en los años 40 del siglo pasado de niños jugando en las calles de Brooklyn. De sutileza conmovedora, recién en 1965, ese trabajo fue publicado en el libro A Way of Seeing.
Vibra además un pulso en tiempo real: en On Broadway cuatro artistas proponen una "instalación interactiva" que representa las "huellas digitales de la vida en una ciudad del siglo XXI" en varias líneas de tiempo que pueden leerse en paralelo, eligiendo imágenes, ampliándolas y trocando sus sitios. La obra se desarrolla a partir de las capturas realizadas durante seis meses a lo largo de 13 millas de la calle Broadway de 660.000 imágenes de Instagram y Google Street Views a las que se suman otro tipo de datos –tuits y cantidad de viajes realizados en ese periodo, por ejemplo-.
El resultado es un hervidero visual: "Un nuevo tipo de imagen callejera creada a partir de la actividad de cientos de miles de personas”" en el cual las fachadas de los negocios se mezclan con selfies variopintas, escaleras de incendios, paseantes, coches, semáforos y múltiples tomas aéreas.
Gracias a una estructura circular On Broadway es lo primero y lo último que ve quien visita la muestra. Al salir me recordó la experiencia de un amigo que dejó su trabajo después de diez años de apasionada entrega al periodismo: antes de zambullirse en la escritura de un libro, dedicó los primeros quince días de su nueva vida a fotografiar nubes en esquinas de Buenos Aires y a compartir esas imágenes en Twitter. Volver a tener tiempo para mirar el cielo y documentar ese hallazgo fue, estoy convencida, mucho más que un gesto poético o un conjuro antizozobra. Fue su modo de volver a ser con otros, de poner en común otras historias. Su manera de seguir contándonos las formas siempre huidizas y vaporosas del presente.
Public Eye: 175 Years of Sharing Photography. New York Public Library.
La escena: en Central Park South, después de una nevada inenarrable por lo etéreo de su añil (ese es el color que tenía el aire, lo juro), me sorprende primero el parloteo y luego la estampa de una mujer en sus treinta y tantos, montada a unos...
Autor >
Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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