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16 de febrero, 11 de la mañana. Un sol frío de invierno brilla sobre Bruselas. En unas horas comenzará el que será el segundo Eurogrupo en menos de una semana. Aunque el inicio de la reunión no está previsto hasta las 3 de la tarde, Yanis Varoufakis, ministro de Finanzas griego, y Jerome Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, ya han llegado al edificio para comenzar las negociaciones.
La agenda de los 19 es apretada: las previsiones económicas de la Comisión, los casos de Portugal, Irlanda… Y Grecia. Sobre todo, Grecia. Al Gobierno heleno se le acaba el tiempo y el Eurogrupo del miércoles previo no dio una salida a la crisis. No hubo acuerdo y el diálogo entre la delegación griega y las instituciones ha durado todo el fin de semana.
Alrededor de la una de la tarde, comienza el goteo de ministros a las puertas del Consejo de la Unión. Pocos se muestran esperanzados con las negociaciones. La mayoría ya piensa en el próximo Eurogrupo y no se equivocan.
Lluís Bassets escribió hace unos días en El País que Europa es "declaraciones de madrugada ante periodistas ojerosos". Hasta eso parece haber cambiado Syriza. Varoufakis destrozó las apuestas de los periodistas sobre en qué punto de la madrugada concluiría el Eurogrupo. A media tarde salta la noticia: las negociaciones están bloqueadas. Se filtra el borrador del acuerdo que el Eurogrupo ofrece a Grecia y que ésta califica de inaceptable. Pocos minutos después, concluye la reunión. No hay acuerdo.
Pasadas las 7 de la tarde, una abarrotada sala de prensa espera impaciente la llegada de Lagarde (FMI), Moscovici (Comisión), Dijsselbloem (Eurogrupo) y Draghi (BCE). La postura amparada por la mayor parte de los miembros del Eurogrupo a su llegada a la reunión es la misma que Dijsselbloem defiende. A su juicio, la única opción es ampliar el programa de rescate unos meses para dar margen a la negociación. Grecia la rechaza. Para Varoufakis, sería incongruente extender un programa que su gobierno fue elegido para retar. El comisario Pierre Moscovici pide "más lógica y menos ideología". El discurso del socialista francés recuerda al de los partidos renovadores de la política. Los que hablan de sentido común, aunque nadie entienda bien a qué común se refieren ni en qué sentido.
Varoufakis espera a que acabe la rueda oficial antes de presentarse ante los periodistas. La diminuta sala de prensa griega en el piso inferior del edificio está hasta los topes. No cabe una cámara más; los periodistas se agolpan en el diminuto pasillo y los micrófonos se amontonan sobre la mesa. El ministro griego aparece cerca de las 9 de la noche, sonriente y calmado aunque molesto.
Según cuenta, Pierre Moscovici le había ofrecido una declaración que habría firmado encantado. En ella, se reconoce la "crisis humanitaria griega", y se accede a un programa puente. Sin embargo, instantes antes de comenzar la sesión, según el ministro griego, el texto es modificado. Varoufakis responsabiliza al presidente del Eurogrupo. El viceministro de Relaciones Exteriores griego habla de presiones por parte de Alemania. La negociación acaba antes de empezar.
Yanis Varoufakis delimita en un artículo publicado en The New York Times una línea roja imposible de cruzar: la extensión del programa de rescate actual. Es la misma línea desde la que partirá el Eurogrupo. A quienes le acusan de marcarse un farol, el ministro les aclara: "Éste es nuestro plan A, no hay un plan B. Esto no es un juego". Atenas apuesta por la extensión del préstamo unos meses con unas condiciones consensuadas. Además, se compromete a cumplir los compromisos con sus socios. Lo que le ofrece Moscovici.
En la información sobre la negociación que el Gobierno de Grecia ha filtrado, reconoce incluso estar dispuesto a colaborar con la Troika pero pide hacerlo desde el respeto. "No somos una colonia de deuda", argumenta. Contempla también la posibilidad de retrasar el cumplimiento del programa, con condiciones, claro, siempre que sea el principio de una negociación más amplia. El tan comentado "programa puente". Sin embargo, en Alemania entienden que el primer paso es cumplir con el programa establecido que el Gobierno griego rechaza.
La Comisión no aclara la autoría del texto supuestamente presentado por Moscovici del que habla Varoufakis. Se distancia. Habla de borradores, documentos que van y vienen, y acusa al ministro griego de intentar distanciar a la Comisión del presidente del Eurogrupo. Es un Grecia contra todos o viceversa. ¿Y qué ocurre cuando un ministro imparable choca contra unas instituciones inamovibles? Tres Eurogrupos en menos de 15 días.
La Troika, o las instituciones, como prefieran, se niega a ampliar el crédito sin rescate. Grecia, a ampliar el rescate bajo las condiciones del actual programa. Testarudez, ímpetu o irresponsabilidad, según Schäuble; los griegos no están dispuestos a ceder. Al menos de momento. Unos quieren de vuelta su dinero. Los otros, margen para sacar a su población de la miseria.
Y mientras, Varoufakis responde al ultimátum con un chantaje emocional ante un posible Grexit. "Cualquiera que juegue con la indivisibilidad de Europa es una antieuropeísta", dice, y cita a Schuman, padre fundador, cuando insiste en que la Unión Europea se ha construido de crisis en crisis pero alcanzando siempre el acuerdo. A Grecia se le acaba el tiempo para lograrlo.
16 de febrero, 11 de la mañana. Un sol frío de invierno brilla sobre Bruselas. En unas horas comenzará el que será el segundo Eurogrupo en menos de una semana. Aunque el inicio de la reunión no está previsto hasta las 3 de la tarde, Yanis Varoufakis, ministro de Finanzas griego, y Jerome Dijsselbloem, presidente...
Autor >
Beatriz Ríos
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