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Esta semana estáis allí en modo debate sobre el estado de la nación; y además en versión aniversario, que parece que la cosa del y-tú-más cumple en 2015 un cuarto de siglo de existencia. Por lo que sé, lo que ocurre en vuestro Parlamento es cada vez más irrelevante. La calificación de debate es sarcasmo del bueno y las posturas y opiniones son tan previsibles como invariables. Uno diría que no ha cambiado nada desde que La Polla Records cantó lo de El congreso de ratones pero, por lo que dices, algo sí ha evolucionado.
Te noto preocupado por la sálvamecización de la política en España. Me cuentas que la actividad del Congreso se ha trasladado a los platós de televisión y que allí es donde un político de cualquier bando que quiera medrar debe batirse el cobre. Me explicas que el formato de esos debates presuntamente serios es el mismo que los de otros presuntamente ligeros. La Sexta noche (o el que sea) ha copiado el fondo y la forma de Sálvame (o similares); no sólo por los gritos, las acusaciones y las tormentas previstas en el guión, sino también por haber convertido a los representantes de los partidos y a los periodistas que les ladran en personajes de una misma tragicomedia. Seres que habitan en una historia que nace, crece y, posiblemente, se reproduzca dentro de la pantalla de LCD y que cautivan a los que están al otro lado de esa cuarta pared sin convencerlos de nada porque todo el mundo viene convencido y lo tiene muy claro desde que lo parió la madre que lo parió.
Ante esto, y desde mi experiencia de vivir en la Distopía a la que estáis empeñados en imitar, sólo tengo un consejo que darte. Bueno, dos: relájate y disfruta. Si os empeñáis en seguir nuestro recorrido, os lo vais a pasar en grande. Aquí hace tiempo que empezamos con el tema y lo hemos ido perfeccionando. No hacemos primarias, hacemos castings. Y no eliminamos el Senado, hemos preferido instalar cámaras por el edificio y encerrar legislaturas enteras a los senadores electos para disfrutar de sus pedos, sus eructos y sus poluciones nocturnas. Todo por el pueblo, claro.
Al Parlamento hemos preferido darle algo más de vidilla y variedad y el presidente hace las veces de programador, dando paso según el momento del día a los pasatiempos más pertinentes: por las mañanas, los congresistas dan consejos sobre salud, hacen recetas y se meten en algún debate sobre sus asuntos amorosos. Por la tarde hay concursos para ver quién se lleva las comisiones y los sobres, de forma que es el azar y no la ideología la auténtica base de nuestra democracia. En el prime time, que aquí los hacemos currar hasta tarde, los servidores de lo público nos entretienen superando pruebas físicas pensadas por un guionista enganchado a las películas de la La jungla de cristal, un poco al estilo de lo que hace vuestro Pablo Motos pero sin arneses de seguridad, que la sangre sube mucho el share.
Y tenemos más en todos los canales. Políticos que se van a una isla desierta a aprender a sobrevivir sin ayudantes, chóferes ni comidas en restaurantes de estrella Michelin; portavoces que se la juegan en concursos de saltos de trampolín, presidentes de comunidad autónoma que reclaman sus presupuestos en combates de pressing catch contra ministros; alcaldes y concejales que compiten representando a su ciudad frente a otros alcaldes y concejales a base de ver quién interpreta mejor sus cánticos populares…
¿Existe algo más democrático que el espectáculo televisivo? Aquí creemos que no. Si una decisión o una persona no nos gusta, cambiamos de canal. Y si cambiamos de canal, baja la audiencia, la publicidad huye y esa decisión, o esa persona, desaparece. Quizá vosotros deberíais hacer lo mismo. Seguramente lo pasarías mejor con un reality que se llamase Tarjetas Black o llevando al tal Monedero y a su amiga Lomana a una playa, los dos en pelota picada. Puede que sólo así hablara de sus contratos y sus facturas a calzón quitado.
Esta semana estáis allí en modo debate sobre el estado de la nación; y además en versión aniversario, que parece que la cosa del y-tú-más cumple en 2015 un cuarto de siglo de existencia. Por lo que sé, lo que ocurre en vuestro Parlamento es...
Autor >
Pedro Bravo
Pedro Bravo es periodista. Ha publicado el ensayo 'Biciosos' (Debate, 2014), sobre la ciudad y la bicicleta, y la novela 'La opción B' (Temas de Hoy, 2012). En esta sección escribe cartas a nuestro director desde un lugar distópico que a veces se parece mucho a éste.
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