Un ecosistema en supervivencia
María Matos Madrid , 26/02/2015
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Óscar García tiene 46 años. Hace dos y medio montó su segunda librería, Cervantes y Compañía, después de que cerrara una empresa del Grupo Planeta para la que había estado trabajando durante varios años.
“Es el negocio del que entiendo, mi pasión, no me veía haciendo otra cosa, aunque todo el mundo me decía que era una insensatez, una locura, que estábamos en crisis, y encima el libro está en crisis dentro de la crisis”, explica. “Los negocios hechos a la contra, cuando no se debe, suelen ser buenos”. Él se benefició de poder negociar alquileres y sueldos a la baja.
Patricia Jover y Eugenia Santín tienen 25 y 28 años, respectivamente. Hace un año decidieron crear Mr Socri, una distribuidora que pone en contacto a tiendas con fabricantes. La idea de poner en marcha esta distribuidora fue poder crear una segunda marca llamada Hook: una firma de moda y complementos unisex. “Lo hicimos para ver cómo podíamos sacar más dinero para Hook. No nos queríamos meter en préstamos”, relatan.
Desde que comenzó la crisis económica hace ya más de siete años, los medios de comunicación han puesto el foco en los ciudadanos que creaban empresas propias como una alternativa para salir del paro y lograr ingresos. Se ha llegado a hablar, incluso, de burbuja emprendedora. Sin embargo, según el informe GEM (Global Entrepreneurship Monitor) de 2014, en España la Tasa de Actividad Emprendedora o Índice TEA –suma de los emprendedores nacientes y los nuevos- se ha reducido notablemente desde antes de la crisis, cuando se situaba en torno al 7% de 2006 a 2008. El mínimo se alcanzó en 2010 (4,3%); desde entonces hubo un repunte y una caída en 2013, aunque en 2014 se ha vuelto a recuperar y se ha situado en un 5,47%.
Durante 2014, se crearon en España 94.152 sociedades mercantiles y se disolvieron 21.850. Estos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) revelan un aumento de 0,8 puntos del número de empresas creadas con respecto a 2013 y una caída del 11,3% de las que tuvieron que cerrar: los mejores datos desde 2010. Un 23% de estas sociedades correspondieron al comercio que, junto con la construcción (17%), fueron los sectores donde más se emprendió en España. Por comunidades, Madrid (20.286) y Cataluña (17.665) fueron las que más nacimientos acogieron, aunque la primera también presenció el mayor número de disoluciones (5.147).
Los partidarios de afirmar que lo de emprender no es más que un globo a punto de estallar, que este abuso del concepto como única salida al desastroso panorama laboral, quizá no han analizado demasiados datos. María Benjumea, fundadora de Spain Startup, afirma que los datos del último mapa de emprendimiento que han realizado reflejan que “solo un 9% de los emprendedores estaba antes en paro y un 95% de ellos se ha lanzado a crear su propio proyecto porque ha visto una oportunidad, lo cual destierra esa idea establecida de que en España se emprende por necesidad”.
“Lo principal para montar un negocio es entender de él. Tienes que empaparte antes de lanzarte, hacer estudios de mercado, de la competencia...”, explica Óscar, que considera que, aunque la pasión ayuda a formarse más rápido y a que las horas invertidas no se hagan tan duras. “Vas a tener que competir en un mercado donde hay gente que ya está en el negocio, sabe y afina mucho”. Hasta 2010, era el colectivo de entre 25 y 34 años el que se lanzaba mayoritariamente a esta aventura, pero con la crisis ha cobrado importancia la experiencia previa para montar un negocio. Según el observatorio GEM, la mayoría de los emprendedores potenciales en fase inicial tienen entre 35 y 44 años.
En este sentido, Eugenia y Patricia fueron a la contra. Ambas habían estudiado Derecho y Eugenia llevaba tres años preparando oposiciones. Comenzaron vendiendo a familiares y amigos unas pulseras que Patricia encontró por internet con el objetivo de sacar el dinero suficiente para crear Mr Socri. Lograron 3.000 euros y acudieron a una de las sedes de Hacienda para realizar todos los trámites. “El día que fuimos alucinaban”, explican, “la gente se da de alta ya después de tener clientes y un flujo de dinero en caja”.
En ese momento no tenían local y trabajaban en sus casas, donde recibían las muestras que pedían a los fabricantes. Entre risas recuerdan que ante la pregunta de los funcionarios de la Administración de cuál era su sitio de trabajo respondían: “Donde haya wifi”.
Uno de los mayores problemas a los que han tenido que hacer frente ha sido el pago de las cuotas fiscales y de autónomos, que suman 750 euros mensuales. Al principio se plantearon instalarse en Londres, donde como autónomas sólo tendrían que pagar 50 euros que les devolverían durante los primeros años. “No es lo mismo tener que pagar 300 euros a Hacienda, un dinero más o menos perdido, que pagar un dinero más adecuado a lo que facturas, y esos 150 euros que te sobran reinvertirlos o que vayan a un sueldo de un empleado”, cuentan. Sin embargo, vieron que los gastos que supone sacar el dinero del Reino Unido y trasladarlo a España serían muy elevados.
Burocracia e impuestos
La burocracia y la financiación han sido siempre los obstáculos (o excusas) utilizados en cualquier aventura empresarial. Las ventanillas únicas y la tecnología han sido grandes aliadas de los que han apostado por convertir una idea en negocio, aunque algunos trámites son imposibles de evitar por ahora, como la visita al notario (y sus correspondientes honorarios) y el "donativo" para Cristóbal Montoro. Y eso que la Ley de Apoyo a los Emprendedores y su Internacionalización, aprobada por el Gobierno en septiembre de 2013, estableció rebajas en la tarifa de autónomos durante el primer año y medio. Los seis meses iniciales, se aplica una reducción del 80%, los siguientes, del 50%, y el último semestre de ese periodo, del 30%.
El estudio Doing Business 2015, que elabora anualmente el Grupo del Banco Mundial, afirma que los impuestos a los que tienen que hacer frente los emprendedores se han visto reducidos durante el periodo de la crisis en todo el mundo. La tasa de impuestos total a nivel mundial supuso un 43,1% de los beneficios comerciales de la empresa en 2012 y cayó un 9,1% durante los últimos nueve años, con una mayor reducción en el periodo 2008-2010. En la actualidad, dicho porcentaje se sitúa en el 41,3%, frente al 58,3% de España.
Este informe concluyó en el año anterior que, en promedio y a nivel mundial, abrir un negocio requiere siete procedimientos y 25 días. Para España, reduce esta media a seis procedimientos y 13 días. La ley aprobada en 2013 ha agilizado los trámites, para que la sociedad se pueda registrar entre 24 y 48 horas, y ha creado los Puntos de Atención al Emprendedor (PAE). También ha supuesto que ya no sea necesario un capital social mínimo de 3.000 euros y que las empresas con ingresos inferiores a tres millones de euros pueden hacer uso del IVA de caja, que implica que ingresan este impuesto cuando se cobran las facturas, y no cuando se emiten.
La dichosa financiación
Durante 2013, más de la mitad de los emprendedores nacientes necesitaron fondos ajenos, según el estudio GEM, pero el porcentaje de inversores privados cayó con respecto al año anterior, tras varios años de aumento. La fundadora de Spain Startup explica que “apenas un 7% de los proyectos arranca con créditos bancarios, la mayor parte (un 77%) se ponen en marcha con recursos propios y un 27% con apoyo familiar”. Qué sería de los emprendedores sin las tres F: Family, Friends & Fools.
Hoy son tiempos en los que decenas de empresas de capital riesgo, business angels e instituciones y grandes empresas pululan por lo que muchos expertos denominan ecosistema emprendedor. Pero no siempre es fácil seducirles y, sobre todo, cumplir con los requisitos de rentabilidad que exigen a cambio de financiación. Y es cierto que todas las iniciativas con un alto componente de tecnología e innovación lo tienen más fácil que los negocios tradicionales. Ya lo dijo en 2013 el inversor Alejandro Suárez en una entrevista en elEconomista: “Para emprender en la Red hay dinero, donde no lo hay es para montar una panadería”.
Patricia y Eugenia no contaron con una ayuda económica previa, sólo lo que lograron de la venta de pulseras. Óscar, sin embargo, sí realizó esa inversión a partir de sus ahorros y considera que es fundamental “ponerse una fecha de revisión del negocio, un margen de tiempo en el que puede no estar dando dinero y yo soportándolo”. Eso hizo con la primera librería que montó en un barrio de las afueras de la capital. Al crear esta segunda afirma que “fue como un cohete”, pues había muchas cosas que ya sabía, aunque uno de los problemas mayores a los que ha tenido que enfrentarse ha sido “cómo traer gente al negocio”. “Lo difícil es poner en contacto a ese consumidor posible con lo que tú ofreces, ahí es donde hay que echarle imaginación”.
Nacer, crecer y -con suerte- reproducirse
Según GEM, sólo la mitad de las empresas superan la barrera de los cinco años y la mayoría se conforma con sobrevivir y perdurar sin aspiraciones de crecer. Poca empresa gacela, como se denomina en el argot de las escuelas de negocios. Patricia y Eugenia sí aspiran a ello, aunque lentamente. Por el momento, Hook vende pulseras, que ellas mismas diseñan, pera ya están preparando modelos de tarjeteros, sudaderas o relojes. Su intención es vender a particulares en España, el resto de Europa y Latinoamérica, donde ya han enviado un artículo a México, y planean estar este verano en mercadillos. “Nuestro pensamiento es si hoy no vendo, qué otra idea puedo tener para llegar a más gente”. Y de momento están tramitando la creación de un nuevo proyecto para lograr más dinero para Hook, Ecomornings, una empresa de desayunos ecológicos a domicilio.
El 1 de marzo, Óscar cambia la sede de Cervantes y Compañía por un lugar donde podrá realizar presentaciones de libros, talleres y otras actividades, pues ha visto que “el libro por sí solo no es lo suficientemente atractivo”. “Por una cuestión de necesidad y de supervivencia, nos vamos a otro local donde no va a haber mucho más espacio para libros, pero sí sitio para la gente”, explica.
Para él, crear un negocio es “una obligación que tendría casi todo ser humano en algún momento”, asegura Ószar. “Lo recomendable es que cada uno, después de un periodo en la empresa privada, reúna los conocimientos para caminar por sí solo. Es una experiencia, seguramente no con menos preocupaciones, pero sí con sensaciones más placenteras”, concluye con una sonrisa.
Óscar García tiene 46 años. Hace dos y medio montó su segunda librería, Cervantes y Compañía, después de que cerrara una empresa del Grupo Planeta para la que había estado trabajando durante varios años.
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