Iglesias prepara la batalla
La dirección asume las críticas internas por la gestión del caso Monedero pero cierra filas para encarar sin fisuras la campaña
Gorka Castillo 26/02/2015
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“Mi jefe está aterrorizado”, confiesa en voz baja la encargada de una peluquería del centro de Madrid. Bromea sobre que el motivo de ese sobresalto sea el auge político de Podemos. Ella se declara “escéptica” de que vaya a cambiar nada. Pero eso lo dice al principio, para esquivar malentendidos con los clientes desconocidos. Al cabo de un rato se libera y exclama: “Votamos a políticos, no políticas”. Esta mujer menuda que dice llamarse Elena y ser licenciada en Psicología cuenta que su establecimiento es un excelente lugar para escuchar el murmullo del mundo. Y el momento actual en la peluquería es opinar de Podemos, interesarse por Grecia, hablar del frío invernal y, en la despedida, pedir al cliente que regrese pronto.
Elena habla con franqueza acerca de la ilusión que le produce la irrupción de Podemos pero también de los miedos que suscita a ciudadanos como su jefe. "Hay desconfianza a lo desconocido, a que ganen y todo sea un fraude del que tengamos que arrepentirnos".
La respuesta a ese dilema tendrá que esperar algún tiempo, si es que llega. Es cierto que los sondeos indican el fin del bipartidismo pero también que aún faltan nueve meses para las elecciones generales. Un tiempo que puede convertirse en eterno para un partido sumido en un complejo proceso de organización local, y sin representación parlamentaria ni poder administrativo alguno con el que neutralizar la baza de la experiencia que sus rivales exhiben como garantía pese a las dentelladas de la corrupción. “Y con los medios de comunicación en contra, difundiendo que quieren implantar un régimen como el de Venezuela. Yo no me lo creo, pero a mucha gente le produce recelo”, añade Elena.
A estas alturas, todos conocen las relaciones que varios miembros de la dirección de Podemos mantuvieron con el Gobierno bolivariano de Venezuela pero nadie cree lo que sus rivales cuentan. Piensan que en España se ha difundido una imagen exagerada del país caribeño, que no es una dictadura atroz, ni sus dirigentes son unos corruptos profesionales. Tampoco se fían de quienes les aseguran que la economía venezolana está en manos de unos burdos imitadores de Fidel Castro. “La realidad es más compleja”, añade la peluquera.
La realidad es que buena parte de la Secretaría General de Podemos colaboró durante años con varios gobiernos latinoamericanos que comenzaron a demoler a base de procesos constituyentes y de apoyo popular unas estructuras sociales devoradas por la desigualdad. Además de Juan Carlos Monedero, a Venezuela fue Luis Alegre, miembro del Consejo Ejecutivo de la Fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), que ayudó durante décadas en la formación política a varios gobiernos progresistas de América Latina. La experiencia de Alegre sirvió a la organización para asentar en España los “círculos” que los grupos bolivarianos crearon para construir las políticas sociales que impulsaron al poder a Hugo Chávez en 2002. Aquí, se han transformado en equipos de opinión sin ningún poder político y, para los críticos, pueden acabar convertidos en supervisores de las agendas y votaciones del partido. Hoy funcionan más de 800 repartidos por toda la geografía, y su función es debatir temáticas que van desde la economía a la inmigración.
Por los mismos motivos que Alegre, Íñigo Errejón trabajó de asesor en gobiernos como el de Evo Morales, en Bolivia, y el de Rafael Correa, en Ecuador. Formado bajo el manto de Juan Carlos Monedero, Errejón es uno de los arquitectos del nuevo lenguaje acuñado desde la aparición de Pablo Iglesias. Suyos son términos como “gente” o “casta”, una palabra importada del libro que escribieron Sergio Rizzo y Gian Antonio Stella sobre la élite política que se forró durante los gobiernos de Silvio Berlusconi. Algo similar podría decirse del secretario de organización, Sergio Pascual, que asesoró a un ministro ecuatoriano; de la catalana Gemma Ubasart, que finiquitó con éxito los objetivos en política pública que debía cumplir el Ministerio de Planificación de Ecuador; y de Carolina Bescansa, que realizó estudios sociológicos para el Gobierno de Chávez. Muchos de ellos se conocieron en Latinoamérica, adonde llegaron convencidos de que allí comenzaba su nuevo mundo.
Según el investigador del CSIC José Fernández Albertos, se trata de una generación preparada para la política, entre los treinta y los cincuenta, culta y que no se sentía representada en ningún partido existente. Pero, paradojas de la vida, toda la experiencia adquirida sobre el intrincado terreno latinoamericano ha destapado algunas debilidades. Sus rivales políticos y ciertos medios de comunicación agitan la bandera del miedo que provoca las relaciones de algunos de sus líderes con Venezuela. “Este debate público les ha hecho vulnerables, especialmente porque estos países y sus gobiernos son percibidos en España como radicales y con consecuencias negativas para el bienestar”, sostiene Fernández Albertos.
Y de ahí surge otra duda: ¿son trasladables a España los procesos de transformación realizados en Ecuador o Venezuela? Todas las fuentes consultadas lo niegan. Podemos es un fenómeno popular único, surgido exclusivamente desde la universidad para canalizar la rabia social existente desde abajo, sin dinero ni cerebros detrás, consciente de lo que hay en juego y de cuáles son las reglas para cambiarlo. Para ellos, esta es la verdadera preocupación de la que llaman “casta”. Mucho más que su influencia bolivariana, temen que se han organizado y que están a las puertas del poder. “Conocen de sobra nuestra verdad pero siguen mintiendo con la esperanza de que el antichavismo que han difundido de forma perversa termine pasándonos factura. Pero la sociedad ya no se lo cree porque ha despertado”, asegura Jorge Lago, asesor de Pablo Iglesias en el Consejo Ciudadano.
El escritor Santiago Alba es una de las personas que mejor conoce la intimidad de Podemos. Ayudó en todas las tareas que le pidieron durante su frenética gestación en enero de 2014; cuando opina de los riesgos a los que se enfrenta el partido de Iglesias intenta mantener un discurso calculado: “Hay muchas presiones, sin duda. Y el cambio puede quedarse en nada o en muy poco, pero si Podemos llega con fuerza a noviembre, la descomposición del régimen se acelerará”, augura. Se refiere a un régimen, el del 78, que Podemos considera “corrupto y anacrónico” y cuya demolición se ha convertido en la antorcha política que guía a quienes ven en el bipartidismo a lobos disfrazados de corderos.
Cuánto hay de indignación y cuánto hay de consuelo en el partido de Pablo Iglesias es difícil de medir. “A mi juicio, cualquier esperanza, más o menos política y más o menos psicológica, tiene efectos incontrolables, porque brota de un criterio puramente emocional”, afirma Santiago Alba. Ilusión y desesperación, las dos poderosas fuentes que alimentan a Podemos pero que pueden volverse frágiles como el cristal.
El caso Monedero, por ejemplo, fue una buena pedrada. Su infracción tributaria cayó como un jarro de agua fría en algunos sectores de la formación aunque nadie puso el grito en el cielo. Sin embargo, en muchos círculos se ha criticado la tardía respuesta del profesor de la UCM y, sobre todo, la templanza mostrada por la dirección hacia un comportamiento que, de alguna manera, embadurna su compromiso de hacer una política distinta. A José Fernández Albertos no le sorprende que, en medio del temporal de corrupción que azota España, haya quien se esfuerce en vincular este caso -“creo que débil”- con fondos que podrían tener una finalidad política. “No me parece extraño que se pidan explicaciones sobre esto. Y no entiendo muy bien que su respuesta sea que hay casos de corrupción peores”, indica. La propia dirección reconoce en privado la existencia de fallos en su respuesta.
Ander García es miembro de un Círculo en Bilbao. Formado en Izquierda Unida, entró en Podemos cuando comenzaron a tejerse los primeros mimbres del partido. Su corriente apoyó la lista de Pablo Echenique en las elecciones del Consejo Ciudadano celebradas en noviembre, pero perdieron. Aquella derrota fue aceptada con alguna fisura que posteriormente fue suturada con la eliminación de las listas cerradas en la elección de candidatos autonómicos y la aceptación del voto de los inscritos. “En un proceso en el que han participado 350.000 personas es normal que se produzcan desacuerdos pero lo importante se ha solucionado. Hay cosas que se han hecho bien y otras no tanto”, indica, al tiempo que matiza la existencia de menos tensión interna de la que algunos desean.
El pasado otoño participó en la constitución orgánica de la organización celebrada en Vistalegre y hoy acude a cada reunión que convoca su círculo para debatir propuestas. Como profesor de Derecho económico en la UPV, está convencido de la viabilidad del proyecto económico en el que está embarcado. “Hace falta inteligencia para no provocar un choque de trenes ni tampoco dejarse seducir por una socialdemocracia que es la expresión fracasada de un sistema que trató de autocorregirse”, asegura.
La pregunta es si la formación de Iglesias tiene o no capacidad técnica en sus filas para gestionar el poder en caso de ganar las elecciones y, lo más importante, si posee un programa económico aceptable para la Unión Europea. Muchos se inclinan a pensar que el nivel de éxito que logre Podemos dependerá de los logros de Syriza en su pulso con la UE. “Por eso hay mucho que temer, pero también algo que esperar. Las elecciones son nuestra única bala”, apunta Ander García.
Hablar de gestión pública en España con el filósofo Carlos Fernández Liria, profesor en la Complutense de buena parte de quienes dirigen Podemos, es hablar de puertas giratorias, de sueldos estratosféricos y de malos consejos. “Los mismos que contribuyeron a este desastre en el que estamos son los que objetan que nos faltan cuadros medios. Que nadie se inquiete, porque lo que falta es dinero para pagarlos. En España hay gente muy preparada”, afirma con rotundidad.
Habrá que ver si al final se produce un cambio de marea. Con las encuestas soplando a su favor, Pablo Iglesias y su ejército de seguidores continuarán poniendo de los nervios a los que llaman “casta”. Avisan de que ni una rebaja de la crisis en plena campaña les hará renunciar a uno solo de sus objetivos. El problema pueden encontrarlo en el camino que les separa de las elecciones de noviembre. Un trayecto que algunos analistas como Fernández Liria vislumbran que será agitado, repleto de mensajes aterradores. “Lo van a intentar todo. Harán chantajes, aumentarán la presión para generar miedo y, si hace falta, amenazarán con el apocalipsis de los mercados”, declara el profesor de la UCM.
Donde existe un consenso general es en el cercano final del bipartidismo en España. La discrepancia surge a la hora de predecir cómo quedará la nueva tarta. Si se escucha a Pablo Iglesias, ellos sólo piensan en ganar. Pero en privado, hay quien dice que el éxito sería sacar un voto más que el PSOE, es decir, convertirse en la segunda fuerza del país tras el PP. Lo asegura un alto dirigente de la formación que no pierde de vista a Ciudadanos, un partido que al igual que Podemos defiende la ruptura con el pasado, la limpieza del sistema y la lucha contra la corrupción pero desde una óptica neoliberal y nada rupturista. “Se trata de un receptor de votos del centro que realmente nos preocupa”, revela este dirigente que pide omitir su nombre.
Sólo queda esperar. Y observar el desarrollo de un año electoral que ya está en marcha. En la peluquería no gusta hacer quinielas pero la mayoría coincide en que falta sangre nueva en la política y mover algunas poltronas ocupadas por individuos poco recomendables. "No sé si será peor con Podemos pero puedo decir cómo lo han hecho los actuales dirigentes y su gestión es nefasta", concluye Elena. Luego mira con una sonrisa enigmática a un cliente recién llegado mientras juguetea con las tijeras.
“Mi jefe está aterrorizado”, confiesa en voz baja la encargada de una peluquería del centro de Madrid. Bromea sobre que el motivo de ese sobresalto sea el auge político de Podemos. Ella se declara “escéptica” de que vaya a cambiar nada. Pero eso lo dice al principio, para esquivar malentendidos con los...
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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