Arabia Saudí: el Estado es la familia
Emilio Menéndez del Valle 5/03/2015
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Arabia Saudí es uno de los países (si no "el país") del planeta donde los derechos humanos brillan por su ausencia. Civiles, políticos, religiosos... ¿Derechos de la mujer? No comment. Durante décadas la mayoría de la población (hoy unos 20 millones, la mayoría musulmana suní) ha aceptado gustosamente esa ausencia a cambio del maná individual que ha supuesto tener todas las necesidades cubiertas gracias a la inmensa riqueza petrolera. Yo os proveo y vosotros aceptáis sin la menor protesta mi legitimidad, sería el lema del reino. De ello se ha encargado la extensa familia real gobernante, que ha visto así garantizada gobernabilidad y seguridad. ¿Derechos humanos de la minoría musulmana chií y de otras? Tal vez la respuesta sea equiparable a la que ofrece el periodista israelí Gideon Levy en relación a la sumisión forzosa de los palestinos. El problema, dice Levy, es que la mayoría de la sociedad israelí no considera que los palestinos sean seres iguales a ellos, por lo que la cuestión de los derechos humanos deja de ser una preocupación.
La actual familia real es heredera del fundador del reino en 1932, de nombre nada menos que Abdulaziz bin Abdul Rahman bin Faisal al Saud, quien durante años batalló y sometió a las numerosas tribus de la península arábiga hasta unificarlas bajo su égida y convertirse en monarca absoluto de una nación cuya identidad se empeñó en asociar a su propia estirpe, al Saud. Batallador asimismo en el lecho conyugal (más bien lechos) pues procreó 45 hijos reconocidos con, al menos, 22 mujeres de diversas tribus y clanes, entendiendo, al parecer, que ese era el método ideal para unificar la nación y evitar peligrosas rebeliones por parte de las tribus sojuzgadas. En este tema, si bien no fue capaz de superarla, siguió la tradición otomana (1566-1703) de los denominados "13 sultanes incompetentes", uno de los cuales, Murad III, fue padre de 103 hijos.
Por supuesto, la mayoría de los 45 retoños de Abdulaziz, todos príncipes, no tuvo ocasión de formar parte de la línea sucesoria. Los denominados Siete Sudairis destacaban por ser hijos de la favorita del monarca del desierto, Hassa al Sudairi, y llegaron a formar un bloque compacto entre los príncipes del establecimiento. Sin embargo, de ellos, han muerto tres y dos se han retirado voluntariamente de la competición, sin necesidad de ser apartados por el consabido recurso de la daga, quedando en activo tan solo Ahmed y Salman, este último activísimo pues acaba de convertirse en nuevo déspota al fallecer su predecesor Abdala, que, por cierto, no era sudairi.
Propiamente hablando, difícilmente puede Saudia ser considerada un Estado. Tal vez el término apropiado fuera el de principado, a lo más, "reino de los príncipes", coaligados para mantener y aumentar sus privilegios y la inconmensurable riqueza derivada del oro negro. En 1982 se estimaba que los príncipes pertenecientes a los diversos clanes ascendían a 2.000. Hoy son 7.000. Y ellos constituyen el único sistema político del país. Literalmente, creen que les pertenece y sostienen que su legitimidad se sustenta en tres pilares. Uno, la gestión de la riqueza petrolera principalmente canalizada al desarrollo económico, a la adquisición de armamento y a pagos diversos, dentro y fuera de la península. Dos, la tutela de los sagrados lugares del islam, esto es, Meca y Medina y, en menor medida, Jerusalén. Tres, la protección y defensa del reino del radicalismo político (puede leerse revoluciones anti sistema) que se extiende por Oriente Medio. El tema de la liberación de Palestina es meramente retórico y todo parece indicar que se conformarían con un Estado palestino débil y dependiente de Saudia y de Occidente.
Estimo que la mayoría de los príncipes y del establecimiento consideran que su supervivencia no estaría garantizada sin el apoyo activo de los Estados Unidos. La relación bilateral es conveniente y fructífera para ambas partes. Relación que iniciaron en febrero de 1945 Abdulaziz y el presidente Roosevelt a bordo de un navío norteamericano anclado en el puerto de Yeda. Fue una reunión extraordinaria en más de un sentido, incluso en el protocolario. Las autoridades americanas habían comunicado que el rey no debía venir acompañado de un séquito superior a diez personas. Obviamente ignorantes de las costumbres del desierto, se quedaron boquiabiertos al ver que Abdulaziz se presentaba con 48 personas y cien ovejas para alimentar a toda la tripulación. Y por supuesto con la tienda donde dormía cada noche.
Roosevelt y Abdulaziz, para disgusto de Churchill, que pretendía establecer con Arabia la relación petrolera que lograría sin embargo el presidente norteamericano, congeniaron. En la agenda de este, aparte del tema del oro líquido, figuraba la pretensión de que el rey del desierto hiciera lo posible para convencer a los demás árabes para que los judíos pudieran establecerse en Palestina. Abdulaziz literalmente contestó: "Den ustedes a los judíos las tierras y los hogares de los alemanes que los han oprimido". Desde entonces y durante más de medio siglo, la relación saudi-norteamericana se ha consolidado. Hoy soplan vientos estratégicos algo diferentes y hay alianzas cambiantes. El fracking ha proporcionado a EEUU autonomía petrolera y se han desclasificado documentos en este país que revelan ciertas conexiones saudíes con los extremistas islámicos. Después de todo, muchos de los príncipes son extremistas, wahabíes. Sectores de la sociedad saudí, todavía prácticamente irrelevantes, se movilizan en pro de las libertades. Está por ver si Salman abandonará progresivamente la condición despótica inherente a todo cabeza de serie en el reino y cooperará en la paulatina transformación de su sociedad. Washington tiene varios ases en la manga que puede utilizar.
Arabia Saudí es uno de los países (si no "el país") del planeta donde los derechos humanos brillan por su ausencia. Civiles, políticos, religiosos... ¿Derechos de la mujer? No comment. Durante décadas la mayoría de la población (hoy unos 20 millones, la mayoría musulmana suní) ha aceptado gustosamente...
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