Ben amunt, Abi
Soñar en París
Rafa Cabeleira 17/04/2015
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Creo que fue Jean Cocteau quien dijo aquello de que, en París, "todo el mundo quiere ser actor; nadie se contenta con ser espectador", y en dar la razón al genio pareció aplicarse el equipo de Luis Enrique, al completo, en un Parque de los Príncipes donde cuajó una de las actuaciones más brillantes de toda la temporada, desde el punto de vista coral, ante las miradas asombradas y bien maquilladas de los millares de parisinos y parisinas que abarrotaban el estadio del PSG, la pasada noche del miércoles.
Esperaban con expectación a le petit mort, un Messi que no decepcionó y volvió a mostrar al mundo que es dios enredando entre juegos de mortales. Lo suyo me recuerda mucho a la explicación del amor que Hemingway regalaba a Gil Pender, el personaje protagonista de Midnigth in Paris, la película de Woody Allen. – "¿Ha hecho alguna vez el amor con una gran mujer?", le pregunta. "¿Y cuando hace el amor con ella siente una pasión hermosa y verdadera, y al menos por ese momento pierde usted el miedo a la muerte?". Para Messi, el fútbol es esa pasión que aparta la guadaña de su mente por un instante, una tregua de al menos noventa minutos y la gloria posterior, tan efímera que necesita renovarla cada poco tiempo, casi partido a partido… "Como Belmonte", dice el supuesto Hemingway.
A la enésima exhibición del diez se unieron sus socios de gavilla, Neymar y Luis Suárez, ambos antológicos bajo el cielo de París. Los recursos del brasileño con la pelota empiezan a demostrarse más estilísticos que técnicos, y bien harían los comentaristas y locutores en adecuar su vocabulario a la genialidad del santista; un auténtico maestro de la metáfora y la hipérbole como suertes balompédicas. Lo del uruguayo, mucho más prosaico y profundo, comienza a cuajar en un firme evangelio para futuros tiempos de zozobra, cuando no en un perfecto manual de autoayuda blaugrana, y no son pocos los aficionados beatos que estarían dispuestos a ofrecer, en este mismo momento, un buen puñado de millones por asegurarse, aun en régimen de multipropiedad, algún tipo de derecho legal sobre las futuras reliquias irredentas de San Luis.
Y a pesar de todo lo dicho, espero que suficientemente positivo y agradable como para que se me respete el carnet de aficionado leal y honrado, al menos durante una semana más, no termino de espantar las enormes dudas que me provoca este equipo: brillante a ratos pero incapaz de controlar los partidos más allá de la tierra de nadie, donde llueve sin fuerza. La posesión ya no es una herramienta para ordenarse, desordenar al rival y llegar al gol por el camino correcto sino un mero pasatiempo, a menudo consentido por las defensas contrarias. Quienes han querido disputarle el dominio de la pelota, a lo largo de la temporada, se la han arrebatado sin mayores problemas, convencido Luis Enrique de que las virtudes de su equipo están en la velocidad y la sorpresa más que en la maduración y el desconcierto. Para juzgar a quien lo fía todo al resultado se necesitan las calificaciones de fin de curso pero quizás no sobre ya, a estas alturas, un pequeño reconocimiento a lo logrado por el asturiano en estos meses: devolver al Barça al primer peldaño competitivo tras el infame paseo de Martino, que no paso; de nuevo un equipo del que sentir un cierto orgullo pese a la deriva institucional del club y el mal olor.
Quizás no sea la versión más ortodoxa de lo que, en otro momento, se denominó y patentó como ADN Barça pero es lo que hay, parece funcionar y a estas alturas de la vida, también de la temporada, uno ya no está dispuesto a montar en cólera cada fin de semana, ni exigir más cambios que los dispuestos por el entrenador. Me parece más apropiado, si ustedes me lo permiten, mirar al cielo de París, sonreír al destino y dejarnos arrastrar por le petit mort en su viaje de regreso al olimpo: próxima estación, Berlín. ¿Qué nos cuesta soñar?
"¿Por qué no aquí? ¿Por qué no ahora? ¿Acaso hay mejor lugar para soñar que París?".
Ratatouille.
Creo que fue Jean Cocteau quien dijo aquello de que, en París, "todo el mundo quiere ser actor; nadie se contenta con ser espectador", y en dar la razón al genio pareció aplicarse el equipo de Luis Enrique, al completo, en un Parque de los Príncipes donde cuajó una de las actuaciones más brillantes de...
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Rafa Cabeleira
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