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El ser humano es curioso por naturaleza. Curioso o aventurero o viajero o errante o conquistador o como te dé la gana llamarlo. Si hacemos caso a la paleoantropología, todo lo bueno empezó cuando los descendientes de la Eva mitocondrial decidieron darse una vuelta y conocer mundo. Si prestamos atención a la Historia, a las noticias y a la vida misma, todo lo malo empezó cuando el ser humano, ya evolucionado y viajado, decidió poner barreras a ese mundo. La distopía arranca con la creación de la primera frontera. Lo demás, las guerras, el odio, la desigualdad, la explotación, viene de serie.
Lo demás es que, porque en una semana se han ahogado centenares de personas (o miles, no sabemos) en el Mediterráneo, los desgraciados que mandan en la Unión Europea digan que se van a poner a “abordar el drama de la emigración”. Como si sólo fuese un drama. Como si fuese uno solo. Como si de verdad fuesen a hacer algo.
Lo demás es que un ministro imbécil haya dicho que apoya la estúpida idea de quemar los barcos en los que vienen esas personas. Como si matando al perro se acabase la rabia.
Lo demás es que a ése y a otros ministros imbéciles les parezca muy triste lo de esta semana y sin embargo justifiquen y sean responsables de matar, a manos de su policía armada, a otras personas que sólo querían cruzar una valla que algún otro imbécil mandó construir. Como si fuesen muertes distintas.
Hay una forma muy fácil de tragarse la distopía y es ver las cosas, los “dramas”, de una forma aislada. Así entran más fácil, así no tenemos que masticar la culpa. Ni ellos los ministros imbéciles ni nosotros los ciudadanos diletantes. Claro, la responsabilidad de que se hayan ahogado centenares (o miles) de personas esta semana es de las mafias que los traen no de cómo está montado el chiringuito llamado primer mundo. Y punto… Y una mierda.
He leído que uno de los que ha sobrevivido a ese viaje dice que le merecía la pena el riesgo de morir ahogado frente al riesgo de vivir entre las bombas y los tiros en Alepo. Otros prefieren el peligro de morir ahogados a la certeza de morir de hambre. Los hay que escogen la posibilidad de morir ahogados a la realidad de vivir amenazados por ser como son. Hay tantos casos y causas como personas pero todas tienen una original y es nuestro sistema.
Porque nada está aislado y todo está conectado. El que huye de Alepo lo hace esquivando bombas y balas fabricadas por la presunta civilización occidental y vendidas a los dos bandos de conflictos también creados por aquí arriba. El que se escapa del hambre sale por patas de una desigualdad que engorda las tripas de los que vemos cada martes Masterchef, como bien explica Martín Caparrós en su último libro. El que se escabulle de gobierno represivos se pira de leyes firmadas por marionetas puestas por los titiriteros del mundo libre a cambio de favores, materias primas y jugosas comisiones. Y las conexiones siguen.
La desesperación y la miseria de la partida de multiplican en el viaje. Sí, por esas mafias que alguien permite que existan pero también por policías, ministerios y ciudadanos de los países por los que pasan. La desesperación y la miseria se hacen aún más grandes, más graves, al intentar cruzar la frontera, sea un mar, una valla, un río o un aeropuerto. La desesperación y la miseria son necesarias para que esas personas que son como tú y como yo no sean ni como tú ni como yo. Y por eso se puede aprovechar bien de ellas el capital. Y por eso nos podemos aprovechar bien de ellas nosotros.
Esos centenares o miles de cuerpos que están bajo las aguas del Mediterráneo son cuerpos de seres humanos. De personas que han cagado y meado, reído y llorado, rezado y maldecido, follado y pegado y hecho más o menos todo lo básico que nos hace ser como somos. Como se han ahogado, nos dan mucha pena (aunque no hemos puesto sus fotos ni sus historias personales en la prensa como cuando los que se mueren son blancos). Si no se hubiesen ahogado, no nos darían tanta. Sólo serían ilegales.
Ilegal es el que nos hace las reformas de la casa y quien nos la limpia. Ilegal es quien cuida a nuestra madre y quien hace reír a nuestros hijos. Ilegal es el que nos trae el paquete y el que nos lleva en taxi. Ilegal es el que nos vende la zarpa y el que nos pega el palo. Ilegal es toda esa gente que es ilegal porque nuestros gobiernos lo han provocado y nosotros se lo hemos permitido. Ilegal es toda esa gente que es ilegal porque nos hace falta a todos nosotros para seguir siendo legales y para seguir viviendo como vivimos. Ilegal es toda esa gente que se ha ahogado en el Mediterráneo y nos provoca por eso tanta tristeza sin que nos demos cuenta de que quizás hayamos sido nosotros quienes les hemos ahogado en nuestra distopía.
Siento fastidiarte el fin de semana, pero estamos matando seres humanos. Estamos matando al ser humano.
El ser humano es curioso por naturaleza. Curioso o aventurero o viajero o errante o conquistador o como te dé la gana llamarlo. Si hacemos caso a la paleoantropología, todo lo bueno empezó cuando los descendientes de la Eva mitocondrial decidieron darse una vuelta y conocer mundo. Si prestamos atención a la...
Autor >
Pedro Bravo
Pedro Bravo es periodista. Ha publicado el ensayo 'Biciosos' (Debate, 2014), sobre la ciudad y la bicicleta, y la novela 'La opción B' (Temas de Hoy, 2012). En esta sección escribe cartas a nuestro director desde un lugar distópico que a veces se parece mucho a éste.
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