Economistas, las nuevas estrellas del rock
La crisis ha reavivado la búsqueda de expertos, y partidos y medios de comunicación tiran de ellos para elaborar sus programas. Profesores y divulgadores esgrimen su responsabilidad social, el afán de divulgación y su propia marca personal
Ángeles Caballero Madrid , 7/05/2015
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Es un sábado cualquiera de 2015. En la calle hace sol a eso de las cuatro de la tarde y la zona de libros de El Corte Inglés de la madrileña calle de Serrano está casi vacía. Óptimo para echar un vistazo. Y de repente, en la sección de salud, juntos como pareja de baile, un libro de Josef Ajram (“ultrafondista y day trader de Bolsa”) y otro de María Teresa Campos. Fin de la cita.
Esa misma noche, en prime time, el magazine La Sexta Noche dedicará, como cada sábado, un rato para que un economista explique, pizarra en mano, algunas variables macroeconómicas. Prime time. Según los datos de la propia cadena, la audiencia media del programa en la temporada es del 12,3%, 1.529.000 espectadores. La pizarra promedia un 12,1%, lo que se traduce en que 1.373.000 personas atienden a un señor que dice palabras como déficit, paro estructural y, quizá, prima de riesgo.
Semanas después, un economista llamado Luis Garicano, de la London School of Economics, ocupará titulares en casi todos los periódicos por su presentación, por capítulos, del programa económico de un partido político llamado Ciudadanos. Todo en un escenario más parecido a una entrega de premios en Los Ángeles que a un acto político en España. Un hecho que a la periodista Marta García Aller le sirvió para decir, en un tuit, que parecía que Albert Rivera iba presentar el iPhone 7. En Vozpópuli contarán, días después, que Pablo Iglesias, líder de Podemos, está buscando su propio economista con olor a Harvard para hacer la puesta en escena de sus medidas.
Si estas líneas se hubieran escrito hace un lustro alguien pensaría que el periodista estaba jugando a ser aspirante a Orwell. Pero esto no es 1984, estamos en 2015, y más de 2,5 millones de personas han aguantado como jabatos, un domingo a la hora de la cena, la entrevista al ministro de Finanzas de Grecia hablando en inglés durante una hora.
La tendencia parece clara: ponga un economista en su programa y su partido. Y las secciones de Economía de los periódicos, ésas de las que muchos lectores se jactaban de ignorarlas, son hoy motivo de conversación en bares y otros escenarios costumbristas. Fútbol y realities aparte, se entiende. La gente quiere saber y ha sumado a su disfraz de entrenador y todólogo de cabecera el de ministro de Economía.
Y si viene de fuera, mejor. “Los medios y los políticos prefieren a un economista que venga de fuera a uno que trabaje en España. Este sesgo hacia el lado internacional ha derivado en perfiles salvapatrias como el de Garicano y buena parte de los economistas de Fedea, convencidos de que un economista alejado de España en su ‘torre de marfil’, que suele ser el puesto en una universidad británica o americana, sabe mejor que un economista que trabaja en España qué le conviene a su país”. Así, sin anestesia, es como analiza la jugada Javier Santacruz, economista e investigador de la Universidad de Essex.
La tendencia parece clara: ponga un economista en su programa y su partido
Pero ante este fenómeno (atentos al aluvión de politólogos que puebla el panorama mediático) asoma también cierto escepticismo. ¿Estamos ante una burbuja de economistas? ¿Ayudan a divulgar o empobrecen el discurso? ¿Son las nuevas estrellas del rock en busca de ego y de vivir de los bolos por las televisiones para hablar de su libro?
Ya que hablamos de libros, la introducción de Vendiendo prosperidad, escrito por el premio Nobel de Economía en 2008 Paul Krugman, se titula ‘Buscando magos’ y dice cosas tan pertinentes como ésta: “En un mundo ideal, eso significaría que la economía interesaría lo suficiente a un elevado número de personas como para estudiarla detenidamente. En nuestro mundo imperfecto, significa que a la gente sólo le interesa lo suficiente para saber lo que desea creer”.
Krugman establece una línea infranqueable cuando advierte de que “para llegar a la verdad, las ideas de los economistas serios no sólo son una guía mejor que los fáciles eslóganes de los vendedores de políticas económicas; también son más interesantes”.
La fama de los economistas no parece perjudicial, en principio, aunque a Josef Ajram muchos le conocieran como el experto de cabecera del programa de radio de Julia Otero hace más de una década y ahora, en su página web, se habla de su libro sobre la Bolsa pero también sobre una tienda en la que vende material deportivo, sus patrocinios como deportista, y algunos recuerden que fue imagen de la crema de Biotherm para hombre, perteneciente al Grupo L’Oréal. Y a no pocos les choque que los economistas participen en debates en los que los argumentos pesan más bien poco en pro del bullicio y el tan manido “y tú más”.
Y dado que la imparcialidad es difícil de conseguir, digamos que las opiniones de los economistas, con o sin tele de por medio, vienen marcadas por una ideología política que cuesta desligar de los números. Ahí tenemos a Luis Garicano y Daniel Lacalle, defensor de las tesis liberales, Paul Krugman, azote de los neocon, y José Carlos Díez, que no oculta su animadversión hacia el Partido Popular y su sarcasmo ante las tesis de Podemos.
“Eso no es divulgar sino vulgarizar la economía”, dice José Moisés Martín nada más empezar la entrevista. Los autores que publican Economistas Frente a la Crisis han visto cómo el interés por el blog se multiplicaba de forma exponencial con la recesión; y reconocen que la idea de acercar la economía es buena, pero no en el formato televisivo. Le huele a artificio y espectáculo y asegura, rotundo y sin espacio para grises, que “los mejores economistas no salen en la tele, están ocupados investigando”. Cita a Jordi Gali y a Xavier Sala i Marti “aunque este sale en TV3 pero por otros motivos”. Moisés cree en el perfil bajo, bajísimo. En no alimentar eso que venden como acercar la economía al pueblo pero que en realidad es espectáculo. “La economía es algo muy complicado, imposible de explicar en unos pocos minutos”, añade.
Un espectáculo que el economista Andrés González define como “telebasura”. “Como las tertulias del fútbol, como era Aquí hay tomate”, dice con un café con hielo sobre la mesa. “Hay gente que ve esos programas y piensa que profundiza. Tan solo forman parte de la indignación permanente”, esgrime el autor, junto con Rocío Orsi, de La economía a la intemperie (Deusto). Lo dice como si estuviera decepcionado e incluso algo enojado con algunos de sus colegas. González les acusa de no preocuparse por enseñar ni de ser pedagógicos, sino de convencer de que su receta es la mejor posible. “Les preocupa invertir en su marca personal. Dar el salto a la política, vivir de las conferencias, pero tiene un lado menos amable porque conlleva gran desgaste y se pierde prestigio. A José Carlos Díez la gente lo escuchaba hace veinte años con menos prevenciones que ahora. Era el economista de referencia al que acudían todos los periodistas”, explica.
“La economía es algo muy complicado, imposible de explicar en unos pocos minutos”, dice José Moisés Martínez
Es probable que ese tiempo verbal en pasado (nada casual, por otra parte) le hiciera estallar en carcajadas a José Carlos Díez. Las mismas que mantendrá y que harán girar la cabeza, en más de una ocasión, a los clientes del bar en el que tuvo lugar su charla con CTXT. Díez destila seguridad en sí mismo, su risa sonora confirma que está encantado de conocerse, que está contento de su trayectoria y que para nada quiere que le vean como nuevo en la plaza. “El otro día, la chica que comprueba los billetes de avión me reconoció, y creo que eso es bueno, me hace ilusión, pero publiqué mi primer artículo en Ya en 1994. No acabo de llegar. Llevo muchos años trabajándome los datos, sé de lo que hablo. Escribí un libro de economía (Hay vida después de la crisis, Plaza & Janés) y al poco tiempo se habían vendido 50.000 ejemplares. ¿Tú sabes lo que es eso?”.
Díez, columnista habitual en El País, sabe que es motivo de críticas, que sus colegas de profesión le acusan de vender su moto, de vender su libro. Tiene respuesta para todos. “Con la tele corres el riesgo de quemarte y los formatos no son idóneos para la economía. Ésta necesita su tiempo. Pero sólo voy a programas en los que soy el experto, no a enfrentarme. La Sexta Noche y la Pizarra son los mejores”, dice.
Otro de los participantes en el magacín de La Sexta es Daniel Lacalle. Residente en Londres desde hace tiempo por motivos profesionales, está acostumbrado a los debates televisivos tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos, y cree que la televisión puede ser un espacio tan adecuado como cualquier otro para divulgar. “En España se nos percibe a los economistas como a los fontaneros, tenemos que tener soluciones para todos los problemas”, bromea. “Los expertos tenemos que dar nuestro análisis y nuestra opinión, de manera que la gente empiece a entender cosas”, dice.
Otra cosa son las formas, reconoce, aunque lo del debate acalorado no es nuevo en televisión. “A La Clave se le pone en un altar merecido, pero recuerdo las peleas entre Guerra y Fraga, eran tremendas (risas). En España, ya sea el debate de corazón, de política o de deporte, siempre ha sido de corrillo, de patio. Pero somos así. A veces pienso que no sé dónde estoy mejor, si en La Sexta Noche o en un debate familiar (risas)”.
“En España se nos percibe a los economistas como a los fontaneros, tenemos que tener soluciones para todos los problemas”, bromea Daniel Lacalle
José Carlos Díez coincide con Lacalle y otros colegas en que hay que saber controlarse para no perder credibilidad. “Mi papel en la divulgación es la explicación. Cuando la información es muy contundente no necesitas explicarte”. Vuelve a escucharse su risa cuando se le cuenta que colegas como Andrés González le acusan de ser uno de los culpables de propagar la demonización de Angela Merkel en el imaginario colectivo. “Hay muy buenos economistas que no salen en la tele, pero también los que salen lo son. Me encanta discutir con los que no salen (es un tuitero empedernido) y al final no me responden. Lo único que sé es que me trabajo todos mis datos. Me sé las estadísticas de memoria. ¿Y sabes qué? Puedo hacerlo igual de bien que Laborda (Ángel Laborda, director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros)”. Paga dos coca-colas, reparte dos besos y se va sonriente a comer.
Sacerdotes de parroquia, los define Andrés González. Y el pope de todos ellos se llama Yanis Varoufakis, “un icono político y pop de estos tiempos porque necesitamos vestir a un santo, pero ni mucho menos está capacitado para ser ministro”. ¿Si le llamaran para ir a la tele, lo haría? “No lo sé”, responde con una media sonrisa. “Los que más ruido hacen no son los mejores pero tampoco los peores. Hay gente muy buena que está saltando al ruedo pero que más allá de la telebasura escribe en periódicos y revistas. Tano Santos (director de la cátedra David L. y Elsie M. Dodd de Finanzas en la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia), Jesús Fernández-Villaverde (catedrático de Economía en la Universidad de Pensilvania), el propio Garicano…”.
La orden sacerdotal no consta que la tenga, pero Daniel Lacalle sí es economista, gestor de fondos y autor de libros como Viaje a la libertad económica, Nosotros los mercados y La madre de todas las batallas (publicados en Deusto). Y se defiende de los que cree que vulgariza su profesión al salir en la televisión con una cita del cantante de Van Halen: “Los que me critican y admiran a Elvis Costello es a) porque se parecen a Elvis Costello, b) quieren parecerse a mí”. Por pantalla salen buenos economistas, recuerda: “En Estados Unidos los premios Nobel comentan, no se quedan en casa. Y la mejor forma de rebatir ese argumento se resume en dos palabras: Paul Krugman”.
Igual que Luis Garicano, el nombre de Daniel Lacalle también ha sido objeto de titulares, ya que se recogieron las intenciones de Esperanza Aguirre de sumarle a su candidatura a la Alcaldía de Madrid. Amablemente declina hacer declaraciones al respecto y recurre a otros nombres para argumentar su opinión. “En política siempre ha habido fichajes mediáticos y algo faranduleros. Famosos que han apoyado a partidos, como Norma Duval en el PP y los de la ceja en el PSOE. Pero no se puede hablar de fichajes, gente de fuera ha habido siempre, como Manuel Pizarro, Miguel Boyer y Carlos Solchaga. Hay gente muy preparada en los partidos, pero se trata de que opine alguien que no sea dependiente de la estructura, que no tenga ese corsé. El asunto no es meterse en política, porque deberíamos estarlo todos. Se trata de no hacerse político profesional”.
Es un sábado cualquiera de 2015. En la calle hace sol a eso de las cuatro de la tarde y la zona de libros de El Corte Inglés de la madrileña calle de Serrano está casi vacía. Óptimo para echar un vistazo. Y de repente, en la sección de salud, juntos como pareja de baile, un libro de Josef Ajram...
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí