La fallera cósmica
La tradición como rebeldía
Marina Sanmartín 27/05/2015
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Leo Mar de fondo porque Highsmith nunca me decepciona y, después de la espléndida novela de Cunningham Cuando cae la noche, necesito una apuesta segura. Así que es Highsmith quien me acompaña durante mi viaje de Madrid a Valencia en autobús. Estamos en el fin de semana de Eurovisión y las elecciones, ese punto de inflexión para Edurne y para España entera, que yo afronto hecha un mar de dudas, un tanto aturdida por el ascenso fulgurante de Manuela. Carmena me gusta mucho, pero despierta en mí la duda acerca de la validez del apoyo repentino, de esa entrega incondicional que se produce en cuestión de segundos y cuaja.
Algo raro y estimulante a la vez.
Para colmo, en Valencia me espera una cosa más: las fiestas religiosas de mi barrio, Quart-Turia, que desde tiempo inmemorial cuenta con una talla de la Virgen de los Desamparados tamaño paso de Semana Santa. La imagen, a lo largo del primer semestre del año, se aloja en la casa de los vecinos afortunados (escogidos por sorteo) y a mediados de mayo, después de un fin de semana de celebraciones -este que os cuento- cambia de zona y no regresa hasta diciembre.
Tengo recuerdos incunables de esta fiesta; escondidas por mil rincones hay fotos de mi abuela, que prácticamente hasta su muerte fue "camarera" de la Virgen, vestida de clavariesa, de mi abuelo clavario, de mi hermana y mías, las dos con teja y mantilla, adolescentes, en la procesión... el rezo del rosario, las meriendas... la Virgen es como de la familia. No somos especialmente religiosos (en concreto yo, nada), pero hay una creencia diferente a la fe que nos impulsa a no rechazar nuestra participación en todas las liturgias; incluso a regañadientes, somos incapaces de negar el sentimiento de pertenencia que nos despiertan, la necesidad de mantener la dignidad de un rito al que, en mayor o menor medida, a lo largo de nuestra vida, han pertenecido aquellos a quienes quisimos.
Cuando llego a casa la Virgen está en el salón de mis padres -afortunados ellos, les toca un año sí, un año no- y, al lado del portal, en la misma acera, se ha instalado la sede de Podemos, que permanece abierta para facilitar información y, aprovechando el buen tiempo, cuenta con algunas sillas plegables en la calle, frente a la entrada.
El viernes por la tarde, en un acto que se llama "El traslado" la Virgen se marcha de nuestro piso; el sábado es "La dançà" y, a partir de las once de la noche, un grupo de bailes regionales hace un alto en las viviendas que han acogido a la imagen para bailar. A cambio, nosotros compramos pasteles y un par de botellas de mistela que les bajamos para darles las gracias. Y el domingo, coincidiendo con el cierre de las urnas, comienza la procesión en la plaza de la Igleisa.
Los tres momentos chocan contra la realidad y ponen de manifiesto la anacronía flagrante de la celebración: la gente sentada en las sillas plegables de la sede política observa con escepticismo la procesión y cuesta parar el tráfico para la actuación de los bailarines. Aún así, los cada vez menos integrantes de La Fiesta lo consiguen. Yo hago fotografías desde la ventana del comedor.
Cuando era muy pequeña, aprendí a a tirar pétalos de flores al paso de la procesión. Este año no teníamos, pero mi tía abuela de 92 años, sí. Mientras espero a que la comitiva llegue a la altura de nuestros miradores y los primeros sondeos empiezan a invadir los canales de televisión, la observo preparada para cumplir su misión, imperturbable, y me pregunto si no será la tradición la forma más extraña de rebeldía.
Leo Mar de fondo porque Highsmith nunca me decepciona y, después de la espléndida novela de Cunningham Cuando cae la noche, necesito una apuesta segura. Así que es Highsmith quien me acompaña durante mi viaje de Madrid a Valencia en autobús. Estamos en el fin de semana de Eurovisión y las...
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Marina Sanmartín
Marina Sanmartín Pla (Valencia, 1977) se dedica a la comunicación cultural y escribe novelas; la más reciente es 'El amor que nos vuelve malvados' (Principal de los libros 2014). Desde 2009, se esconde detrás de La fallera cósmica (Mejor Blog Nacional de Creación Literaria 2010 para Revista de Letras). Colabora en MicroRevista, Madriz y Consentimiento, entre otras publicaciones.
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