Hace siete años Esperanza Aguirre protagonizaba las portadas de todos los periódicos nacionales. Visto con la perspectiva del tiempo no pasaba nada excepcional alrededor de Aguirre hace siete años como para que tal cosa sucediera. Y como sucede cada vez que no pasa nada excepcional en la vida política española, Aguirre supo entonces salir a pescar y copar los titulares de la prensa con una más de las infinitas batallas personales que han alimentado al personaje a lo largo de su larga carrera como funcionaria de vocación liberal.

En aquella ocasión la guerra era contra Gallardón. El entonces alcalde de Madrid se había ofrecido a Rajoy para ir en la lista de las elecciones generales de 2008. Aguirre, en aquel momento presidenta de la Comunidad de Madrid, decidió poner su carrera política en juego y el Partido Popular patas arriba para, en una maniobra de mus, deporte al que tanto le gusta jugar desde el sillón público, echar un órdago que acabó con Gallardón fuera de la pista y ella en el mismo lugar en el que estaba antes de provocar la guerra, pero ahora con una sonrisa.

Los guiñoles de Canal + lo resumieron en aquel momento con una escena en la que, en un despacho oscuro, Rajoy se fumaba un puro mientras Aguirre, a su lado, esperaba sonriente la llegada de Gallardón. "Hola, majete", saludaba Esperanza al alcalde al entrar en el despacho, para a continuación sacar una espada y cortarle la cabeza de cuajo. Con la cabeza de Gallardón ya separada del cuerpo y sobre la moqueta del despacho de Rajoy, Aguirre le soltaba una patada con sus zapatos de tacón como si de un balón de fútbol se tratase mientras gritaba algo parecido a "A tomar por culo".

Años después el guiñol de Canal + acabó. Mientras, el de carne y hueso no hacía más que crecer y ganar en sobreactuación con cada nuevo Gallardón que se iba cruzando en su camino. No podía quedarme en casa viendo por la tele cómo la tragedia se consumaba, comenzaba su probable última actuación el guiñol real. El Gallardón que alimenta al personaje en su ocaso se llama Podemos. En una escena que quedará para la memoria, el guiñol de la Aguirre real relacionaba con ETA y la radicalidad antisistema a una jueza emérita del Tribunal Supremo, una señora de unos 70 años que podía quitarle por sorpresa su plaza segura de funcionaria en el ayuntamiento. Tenemos que unirnos todos, hacía cuentas imposibles el guiñol ante la ojiplática mirada de la prensa acostumbrada a sus excesos, para evitar que destruyan la democracia occidental, continuaba. En un magistral toque final del gag, les pedía a los antisistema que se unieran a ella si renunciaban al programa sóviet que el propio guiñol reconocía no haberse leído. Risas enlatadas. Genial. Quedan pocos capítulos. Disfrutémoslos. Merece la pena.