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El grueso de los expertos pensaba que el apoyo de Ciudadanos permitiría al PP conservar sus principales feudos allí donde este perdiera la mayoría absoluta. Pero resulta que una de las grandes sorpresas de las elecciones ha sido el modesto resultado de Ciudadanos, que se ha tenido que conformar con un mero 6,5% en las elecciones municipales y el 8,4% en las autonómicas. Así, en muchas comunidades autónomas la suma de PP y Ciudadanos no es suficiente para formar gobierno, lo que se traduce en la posibilidad de que PSOE y Podemos sumen fuerzas y alcancen el poder.
Puesto que tampoco suman PSOE y Ciudadanos, la única alternativa a una alianza de izquierdas (que muchos ya están llamando “Frente Popular”) sería un pacto PP-PSOE. En Madrid han comenzado las maniobras y las presiones para que Esperanza Aguirre apoye al candidato del PSOE, Antonio Miguel Carmona, a cambio de que el PSOE deje el camino libre a Cristina Cifuentes al frente de la Comunidad de Madrid. Ciertas élites económicas y políticas andan estos días preocupadas con la posibilidad de gobiernos radicales y van a presionar cuanto esté en sus manos para que no se materialicen los acuerdos entre PSOE y Podemos. Sin embargo, la fórmula PSOE+Podemos, detestada por la élite, es la preferida entre la ciudadanía. En la encuesta del ObSERvatorio de la Cadena Ser realizada por la empresa MyWord en febrero de 2015, se preguntaba a los ciudadanos con quién preferiría que gobernara el PSOE si este ganaba por minoría unas elecciones generales: entre los votantes socialistas, la preferencia por una coalición con Podemos era del 58%, mientras que el apoyo a una coalición con el PP caía al 14%. A su vez, entre los votantes de Podemos, la idea de una coalición con el PSOE, si este ganaba en minoría, recibía la aprobación del 66%. Sobran comentarios.
Por respecto a la lógica democrática, pongámonos entonces en el supuesto que la alianza se produzca entre PSOE y Podemos. ¿Qué supondrá que los dos partidos se pongan de acuerdo? Debe recordarse que estos dos partidos llevan atacándose desde las elecciones europeas de hace un año. Podemos entró como un vendaval denunciando que “PP y PSOE la misma mierda es”. Para los podemitas, los socialistas serían una parte esencial de la “casta”, enemigos o traidores de la “gente”, que viven gracias a las puertas giratorias, que han gobernado al servicio del IBEX, etc., etc., etc.
Por su parte, el PSOE ha despreciado sin disimulo la bisoñez de Podemos, la vacuidad de muchas de sus propuestas, su populismo radical, su origen bolivariano, la demagogia de la “la gente contra la casta”, sus cambios de posición y, más en general, un cierto “postureo” ideológico sin demasiado fundamento.
¿Cómo van a ponerse de acuerdo ahora, cuando el objetivo de Podemos era remplazar al PSOE como principal fuerza de izquierdas en España? No lo sé muy bien, pero no les queda más remedio que hacerlo.
Podemos ha de bajarse los humos. Con un 13,5% de media en las 13 comunidades autónomas, tiene que abandonar, al menos en el corto plazo, la aspiración de enterrar lo que ellos llaman “el régimen del 78”. Con ese nivel de apoyo, la pretensión resulta desmedida. No van a conseguir que se abra una etapa constituyente ni se haga tabla rasa del pasado democrático.
Por otro lado, Podemos tendrá que rebajar el tono con la “casta” y se verá obligado a reconocer que el PSOE y el PP no son la misma “mierda”. Ahora ya no se trata de oponer a los de abajo con los de arriba, sino de crear mayorías progresistas de gobierno.
En cuanto al PSOE, tendrá que ir aceptando que no toda propuesta a su izquierda es una majadería utópica e irrealizable. Y que los de Podemos, por muy radical que sea su origen, ahora tendrán voz e influencia en la formulación y puesta en práctica de las políticas públicas. Al mismo tiempo, el PSOE deberá asumir que no podrá hacer como en el pasado, que cuando ganaba terminaba poniendo las políticas en manos de técnicos y economistas liberales que se alejaban significativamente de los principios socialdemócratas, provocando el desconcierto y el abandono de sus votantes: sucedió en la etapa de Felipe González y volvió a suceder en la etapa de la crisis con Zapatero.
En el fondo, si hacemos la media de las posiciones de Podemos y PSOE, el resultado puede aproximarse bastante a lo que es una posición genuinamente socialdemócrata, sin tentaciones de Tercera Vía de Blair. A Podemos, si no se le ata en corto, le costará resistir la tentación de adoptar medidas maximalistas, irrealizables y probablemente contraproducentes. A su vez, el PSOE, si no le se presiona un poco, se dejará llevar por los cantos de sirena del liberalismo económico, como ha ocurrido en otras ocasiones. Pero si se vigilan mutuamente y buscan un punto común, puede que finalmente se produzca por destilación una política socialdemócrata.
Por supuesto, para que el entendimiento entre Podemos y PSOE se concrete, las dos fuerzas tendrán que superar no solo sus reticencias y prejuicios, sino también sus diferentes culturas políticas y organizativas y sus tradiciones ideológicas. Curiosamente, las propuestas programáticas no son tan distintas. Si uno se molesta en leer los programas de Podemos y PSOE, comprobará que, cuando se trata de medidas concretas (desde la creación de un banco público hasta una ley de segunda oportunidad), el grado de solapamiento es muy alto. Siendo así, cabe albergar cierta esperanza sobre los frutos positivos que una alianza entre estas dos fuerzas políticas pueda producir. Podemos aprenderá la dureza del gobierno y la gestión pública, las limitaciones que son intrínsecas a la política, y el PSOE recibirá un soplo de aire fresco, con propuestas más audaces y una mayor atención a lo que demanda la gente.
El grueso de los expertos pensaba que el apoyo de Ciudadanos permitiría al PP conservar sus principales feudos allí donde este perdiera la mayoría absoluta. Pero resulta que una de las grandes sorpresas de las elecciones ha sido el modesto resultado de Ciudadanos, que se ha tenido que conformar con un mero 6,5%...
Autor >
Ignacio Sánchez-Cuenca
Es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Entre sus últimos libros, La desfachatez intelectual (Catarata 2016), La impotencia democrática (Catarata, 2014) y La izquierda, fin de un ciclo (2019).
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